jueves, 26 de mayo de 2011

¿Y del plan de gobierno de Keiko Fujimori quién se ocupa?





Qué difícil les resulta a algunos políticos asumir compromisos serios. Qué difícil les resulta cumplir lo poco ofrecido. Qué difícil es recordar lo prometido. Qué difícil es hacer el esfuerzo por elaborar un plan de gobierno que consagre una propuesta técnica y viable para el país. Cómo todo ello es muy difícil, y no existiendo el más mínimo deseo por hacer entender al ciudadano que las ideas del plan de gobierno de uno son mejores que las del otro, porque vamos, al final nadie lee los planes de gobierno, lo más aconsejable es cumplir con la ley y presentar cualquier hechura al órgano electoral. Esa lección la ha aprendido muy bien Keiko Fujimori. Keiko conoce un poco de historia, no quiere repetir el triste episodio protagonizado por su padre. El dictador, llegó con un plan de gobierno de corte populista, mal llamado de izquierda por algunos, para luego, más temprano que tarde, arrojarlo por el inodoro y tomar como suyo el plan económico de Mario Vargas Llosa, ese que dijo él nunca aplicaría.

Keiko sabe que siempre es mejor pretender decirlo todo cuando en realidad se dice nada. Su plan, ese documento con el cual promete llevarnos por la senda del desarrollo consta de 58 páginas, pocas, si se tiene en cuenta que en ninguna de ellas se expone alguna idea concreta en torno al cómo resolver los problemas más importantes del país. Keiko expone algunos objetivos con los cuales ni el más bellaco entre los suyos podría estar en desacuerdo. ¿Algún peruano podría no estar de acuerdo en luchar contra la corrupción, contra la pobreza, contra el narcotráfico, crear nuevos puestos de trabajo, mejorar la educación o mejorar la seguridad ciudadana? Yo creo que ninguno. Creo que incluso todos los ministros de su padre, y otros tantos que hoy en día purgan condena por una serie de delitos, sienten emoción al ver cómo la hija del jefe, la Ramfis de Trujillo versión Fujimori, aprendió muy bien la lección, pues pretendiendo decirnos mucho, cómo hacía su padre, no hace sino tomarnos magistralmente el pelo.

Pero cómo la idea de esta reflexión es plantear algunos apuntes en torno al plan de gobierno de Keiko, es necesario hacer una advertencia. Si existe algún tonto como yo que pretenda leer el plan, le advierto que sentirá como este documento se le cae de las manos en los primeros cinco minutos de lectura. Si desisten de la misma, los entiendo, yo me esforcé por darle término, lo que ocurre es que me parece poco serio criticar las propuestas de los candidatos sin antes haberle dado una mirada integral a su propuesta. Lo que sí puedo advertirles es que el nombre que aparece con mayor frecuencia es el del dictador Alberto Fujimori, su padre, al parecer el gobierno del dictador será su modelo a seguir. No importa si el hombre está preso por asesino, por ladrón o corrupto, pues, tomando las palabras de la propia Keiko, el gobierno de los 90 ha sido el mejor de la historia. Roba pero hace obra, recuérdenlo.

Sobre seguridad ciudadana, Keiko dice que derrotarán nuevamente la delincuencia y el narcoterrorismo. Lo que olvida, intencionalmente Keiko es decirnos cómo logrará ese objetivo. Entonces, dado que el modelo a seguir es el de su padre es bueno recordar qué se hizo durante esos años en este campo. Tengo familiares y amigos policías, ellos me hacen tres apuntes bastante interesantes. Fue durante el gobierno fujimorista que se ordenó cerrar las escuelas de suboficiales de la Policía Nacional del Perú, ello ocasionó un desequilibrio en la labor policial. Sin personal joven que se vaya integrando a la institución es muy difícil hacerle frente a la delincuencia. Fue también durante el gobierno fujimorista (recuerden es el modelo) que se promulgó la norma conocida como 24 x 24. Es decir, como el fujimorismo no tenía ni la menor idea, y ahora mucho menos, en torno a cómo hacer para reorganizar el sistema pensionario y la escala remunerativa del personal policial, ideó la “dignísima” manera de balancear la precaria economía de la familia policial. Los policías, vestirían sus uniformes en sus días de franco, pero lo harían para prestar servicios en el sector privado. Dicho de otro modo, bancos, tragamonedas, casinos, restaurantes, y demás locales contarían con personal policial en sus puertas. Es evidente, que el fujimorismo de ese entonces, encarpetó, desechó, aniquiló toda propuesta de reforma al interior de la institución con la finalidad de fortalecerla convirtiéndola en la verdadera garante del orden público y la seguridad ciudadana. Me olvidaba, ¿Cuántos millones de dólares se birlaron de los fondos de la Caja Militar Policial? Ahora uno se explica porqué la tasa de criminalidad creció de manera atroz entre los años 95 a 2000.

Sobre seguridad ciudadana, el plan no dice absolutamente nada, los invito a revisar. Lo mismo ocurre en cuanto a la lucha contra el narcotráfico o la política penitenciaria. Dice Keiko que en su gobierno endurecerá las normas penitenciarias, controlará de mejor manera lo que se hace o se deja de hacer en las cárceles. Si eso es verdad el único afectado será su padre, qué pena por él, seguro perderá todas las gollerías y privilegios que el gobierno de su “enemigo” Alan García le ha prodigado. Los que deben estar a la espera de los resultados deben ser los ampones vinculados al tráfico de drogas. Digo ello porque si se recuerda, durante el fujimorismo el Perú entero tomó conocimiento de los escandalosos casos del narco buque y el narco avión. Lo verdaderamente indignante es que la coca fue encontrada en el avión presidencial. Si a ello le sumamos que Vladimiro Montesinos, ese tipo sobre cual Keiko no está segura que haya cometido delito alguno, negociaba directamente con los narcotraficantes en la selva peruana, cobrándoles un cupo para que puedan transportar libremente su coca, basta recordar a Demetrio Chávez Peñaherrerara, alias Vaticano, afirmando que Montesinos era su socio, para luego de ser sometido a torturas cambiar su versión inicial, nos queda claro cuál será la posición del fujimorismo en torno a este tema. O es que los peruanos somos una bola de cándidos y también asumiremos que el dictador no sabía nada.

En relación al problema laboral y la generación de empleo, el plan de Keiko nos ofrece una frase que más suena a burla o chacota que a planteamiento bien intencionado. Keiko nos dice que son tres las ideas fuerza que inspiran esta temática: Flexibilización del empleo, creación de la Superintendencia de Inspección Laboral y la implementación del programa empezando a trabajar. Sobre el particular es bueno hacer memoria y recordar algunos datos que me parecen importantes. La flexibilización de la legislación laboral no es per se negativa, yo diría que incluso es positiva cuando a través de ella se logran mayores niveles de formalización del empleo. Se reducen los costos laborales y más peruanos pueden acceder a un empleo formal. Hoy en día solo 1 de cada 4 trabajadores en el Perú es formal. ¿Pero qué ocurrió en el gobierno fujimorista aplicando esta misma receta? Nada, mejor dicho mucho pero en detrimento de los derechos de los trabajadores. La flexibilización puso en manos de los empresarios un poder omnímodo que carecía de todo tipo de límite ante la inacción del Estado y la falta de decisión del gobierno de acompañar la reforma vigilando que la misma no deje espacios libres para la arbitrariedad. Los derechos laborales fueron avasallados, muchos trabajadores fueron injustamente despedidos, durante los últimos años hemos sido testigos de las numerosas listas de trabajadores que han sido repuestos por haber sido víctimas de despidos arbitrarios. En palabras de la Organización Internacional del Trabajo, lo ocurrido en el Perú de los noventa fue feroz, no solo porque se desconocieron uno a uno los derechos constitucionales de naturaleza laboral sino porque la esperada formalización jamás llegó.


Si a todo ello le sumamos la constante persecución que sufrieron los líderes sindicales, todos ellos acusados de terroristas, lo cual hizo casi imposible el ejercicio del derecho a la negociación colectiva, y los atropellos que sufría todo trabajador que se atrevía a formar parte de una huelga, resulta poco verosímil que en este rubro la palabra de Keiko pueda generar alguna dosis de credibilidad. Es penoso, pero preciso recordar el caso del dirigente sindical Pedro Yauri, tillado injustamente de senderista, quien fuera asesinado cobardemente por el Grupo Colina. Por último, sobre la implementación del programa Empezando a trabajar, Keiko no nos dice absolutamente nada, cómo será implementado, cuánto costará, en qué tiempo veremos los primeros resultados, nada. No me sorprende, no le pidamos a Keiko que haga en pocos meses algo que no hizo durante 5 años. Que yo recuerde sobre el tema laboral la señora no presentó jamás iniciativa o proyecto alguno durante su plácida estancia en el parlamento.

Ahora, sobre el tema educativo. La gran propuesta de Keiko, no encontrarán nada más, se los aseguro, es la siguiente: desayuno, almuerzo, zapatillas, buzos y útiles gratis para los niños. Lo mismo que hizo su padre, utilizó el presupuesto educativo para generar una nutrida clientela apunte de dádivas y de programas asistencialistas que valiéndose de la miseria y la necesidad de los más pobres le aseguraban un importante bastión de votantes para cada elección. O es que acaso el fujimorismo implementó alguna reforma en el sector, o es que acaso elevó el nivel de la calidad educativa de nuestro país, o es que acaso el analfabetismo funcional se redujo, o es que acaso la comprensión lectora de nuestros niños superó el promedio de América Latina. Al contrario, el fujimorismo olvidó que la educación además de ser un derecho fundamental es un servicio público, y que como tal el Estado debe velar por su calidad, cobertura y acceso. El fujimorismo convirtió a la educación en un servicio más, un producto más, dio nacimiento a la universidad empresa, el colegio empresa, el instituto superior empresa, no importa si una vez culminados los estudios el título obtenido no sirva ni para limpiar las miserias humanas, total, mientras se haga empresa todo está bien. Durante el fujimorismo cualquier casa se convirtió en colegio, cualquier casona empezó a ser llamada universidad, y cualquier garaje fabricado en tripley servía para enseñar computación, ginecología, enfermería o pedagogía. Durante el fujimorismo crear un colegio era tan fácil como abrir un nigth club, y yo diría un poquito más. Ese es el modelo que Keiko pretende traer de vuelta, si no es así, eso no lo podemos saber, porque como adelanté su plan no dice nada.

Como tema final, pero no menos importante, el de la inclusión social y lucha contra la pobreza. Su propuesta mayor es recuperar la “exitosa” experiencia de Foncodes (Fondo de Cooperación y Desarrollo). Si esa es la medida “estrella” de Keiko en este tema pues que dios nos agarre confesados. Revisen los periódicos de la época, como puede decirse que Foncodes fue una experiencia exitosa, digna de ser replicada y recuperada en la actualidad, y olvidar, maliciosamente, cómo los funcionarios nombrados por su gobierno, coludidos con organismos no gubernamentales desviaron importantes sumas de dinero, lucrando con la pobreza de los que nada tienen. Si no me creen, los invito a utilizar el buscador de Google, colocar “Foncodes Fujimori”, para que ustedes mismos puedan corroborar lo que hoy sostengo, seguramente nombres como KEN-AKEN, APENKAI, Mario Bacigalupo o Augusto Miyagusuku, aparecerán repetidas veces vinculados temas de corrupción. No puedo terminar el texto, lo asumo como una obligación moral, sin hacer mención a esas más de 280 mil mujeres pobres, en su mayoría campesinas, muchas de ellas quechua hablantes, a las cuales se las esterilizó en contra de su voluntad, valiéndose de su ignorancia y buena fe. Las recuerdo, porque sobre el tema nada dice, ni dirá el fujimorismo, mucho menos Keiko Fujimori, quien al parecer aprendió de su padre, que en política todo vale, y que el fin siempre justifica los medios, total, la ética es para los cándidos. A pesar de ello, quiero creer que los cándidos aún somos bastantes en el Perú. Así lo espero. Lo otro me aterra.

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martes, 17 de mayo de 2011

Intolerancia política: sobre la persecución de periodistas



Rechazo, ese es el único sentimiento que puede generar en todo peruano cualquier acto de violencia verbal, física o de cualquier otro tipo empleado por partido o sector político, cualquiera fuera este, con el ánimo de amedrentar o callar las voces disidentes de periodistas que mantienen una posición crítica frente a tal o cual candidato en esta campaña electoral. Se sabía que el último tramo de la campaña, las últimas semanas antes del 5 de junio fecha en la cual se llevarán a cabo los comicios de segunda vuelta en nuestro país estarían cargadas de un discurso político violento y confrontacional por parte de los seguidores de Ollanta Humala y Keiko Fujimori, respectivamente. Sin embargo, algunos incautos, dentro de los cuales me incluyo, pensábamos que esto no pasaría de las típicas puyas y adjetivaciones propias de este tipo de contiendas. Jamás se me hubiera pasado por la cabeza imaginar que las prácticas del pasado vergonzante de los setenta y noventa en los cuales la persecución a los medios de prensa era una práctica común, entendida muchas veces, como simples gajes del oficio de informar, retornarían de manera virulenta en este tiempo para preocupación de todos los demócratas que anhelamos una sociedad libre y plural en la cual todos, absolutamente todos podamos expresar nuestras ideas sin el temor a recibir una pedrada o perder el trabajo.



El viernes 6 de mayo, a las afueras de los estudios de América televisión, el periodista y conductor de la Hora N, Jaime De Althaus, fue cobardemente emboscado por una turba enardecida, de aproximadamente 50 personas, en la cual al parecer estarían algunos militantes del partido de Ollanta Humala. Como se sabe, basta con revisar el contenido de dicho programa, el mencionado periodista mantiene una posición de crítica frontal contra la candidatura del líder de Gana Perú y un abierto apoyo hacia la candidata de Fuerza 2011. Desde inicios de la segunda vuelta, no ha habido programa alguno en el cual el señor De Althaus no se esfuerce en hacer parecer a Humala como el peor de los dos candidatos. El señor De Althaus utiliza su programa, al cual ha convertido en caja de resonancia del discurso fujimorista en una auténtica trinchera de combate comunicacional anti Humala, haciéndolo aparecer a este como la auténtica reencarnación del mismísimo demonio.




Los periodistas, como los medios de comunicación, televisivos, radiales o escritos, tienen el total derecho de asumir una posición política a favor o en contra de tal o cual candidatura. Los medios son libres de discrepar y criticar a quienes consideren el “mal menor”, o a quien consideren tirará por la borda el desarrollo del país, o para ser más sinceros, a quién creen podría poner en peligro su espacio de poder adquirido durante tanto tiempo, en perjuicio de su propio estatus y de sus intereses económicos. En tal sentido, nada justifica, que un periodista, que un ciudadano en general, sea emboscado cobardemente, sea insultado por un grupo enardecido de seudo manifestantes, sea agredido y vea como el auto que conduce es reventado a patadas y puñetes, al puro estilo de las pandillas y grupos delincuenciales de la lumpeneria, por haber usado el espacio, que el canal para el cual trabaja le brinda, con la finalidad de hacer campaña contra Ollanta Humala favoreciendo a Keiko Fujimori. El periodista De Althaus, y espero quede claro, tiene todo el derecho de defender a quien él quiera, el señor De Althaus puede declararse fujimorista si él así lo desea, eso es parte del derecho que tiene todo ciudadano a formarse libremente una opinión política y expresarla sin temor alguno.




En ese sentido, nada, ningún motivo justifica que un periodista, cualquiera sea la línea política que este tenga, sea víctima de este tipo de acciones de amedrentamiento y persecución, propio de regímenes autoritarios y dictatoriales que como el Fujimorismo durante una década arremetía con dureza frente a toda persona que se resistía a agachar la cabeza y con posición genuflexa avalar con su apoyo directo o su silencio cómplice todas y cada una de las tropelías que en nombre del orden, la tranquilidad, el combate del terrorismo o la gran transformación se cometían en aquel entonces.




Frente a este tipo de acciones resulta fundamental que los líderes de cada agrupación, tanto Humala como Keiko Fujimori, deslinden con todo acto o amenaza que tenga por finalidad restringir de manera arbitraria la libertad de expresión en nuestro país. Ambos candidatos deben salir a los medios y asumir la responsabilidad política de su militancia, identificar a quienes en nombre de su ideología apedrean, atentan contra la propiedad privada, golpean o insultan, y luego de una investigación sumaria sancionarlos de manera ejemplar. Los partidos democráticos, las agrupaciones que defienden las libertades y el ejercicio de los derechos civiles, no pueden, de ningún modo, permitir que dentro de su militancia se logren infiltrar personajes violentos, radicaloides que creen que la violencia y el miedo son un medio válido para conseguir sus objetivos. Los partidos y sus líderes deben tener una posición vigilante frente a estos temas, no podemos permitir que una vez más nuestra débil y frágil democracia sea testigo de este tipo de actos de vandalismo y persecución, no podemos permitir que la conducta delincuencial de unos cuantos empañe la celebración de un proceso electoral que debe ser ante todo una fiesta cívica en la cual los ciudadanos se vuelcan a las ánforas y con absoluta libertad ejercen su derecho de sufragio.




Por eso en mi opinión resulta bastante preocupante la posición tibia, medrosa, casi cómplice del señor Ollanta Humala, quien a pesar del conjunto de pruebas exhibidas por los medios que evidencian la participación de miembros de su partido en este acto delincuencial, como Jareth Solìs quien al parecer lideraba a este grupo de desadaptados, se niegue a reconocer dicho comportamiento y trate de encubrir de manera solapada a quienes con su actitud violenta acrecientan las dudas que sobre su candidatura y su persona se han generado desde 2006, generándole a él y a su partido un pasivo mayor al que ya tienen.




Pero si por el lado del humalismo, los actos de amedrentamiento contra periodistas críticos de su candidatura se hacen evidentes mediante este tipo de actos bochornosos. Por el lado del fujimorismo la situación no es menos preocupante. El fujimorismo durante una década encontró un modo mucho más sutil que la piedra, el insulto o el abucheo público para intimidar a quienes no compartían sus ideas. El fujimorismo utilizó, y al parecer sigue haciéndolo, el poder del dinero, de la influencia, de la prebenda para comprar o lograr el beneplácito de las líneas editoriales de los principales medios de comunicación y así sacar del camino a todos aquellos que se atrevían a criticar al régimen. Fajos de dinero, bolsas negras cargados de cientos de dólares fueron repartidas entre los dueños de los canales de televisión y entre los propietarios y directores de los famosos diarios “chicha” para enlodar, difamar, calumniar, injuriar a todo político, periodista o líder de opinión que se resistiese a repetir de modo monocorde el discurso oficial que desde Palacio de Gobierno y desde la salida del SIN se apoderaba de la mente de todos los peruanos.






Hoy, con menos poder que en esos años, el fujimorismo utiliza otros medios con la finalidad de callar las voces de quienes tienen memoria y se esfuerzan desde los centros periodísticos o salas de redacción en recordarle al Perú lo que fue ese régimen corrupto y delincuencial, cuyos actos de barbarie y pillería fueron y son reivindicados por la hija del dictador Fujimori, hoy candidata a la presidencia de nuestro país. Como se sabe el caso más sonado ha sido el de los periodistas Patricia Montero, productora general y José jara, productor de Canal N, quienes han sido despedidos, según denuncia de la misma señora Montero, porque al parecer para los directores de dicho medio de comunicación, ambos periodistas habían “humanizado” al candidato Humala, hecho que sin lugar a dudas, en nuestros días, y para la mayoría de grupos como el Comercio, es algo así como una herejía. A ello se suma, la posible renuncia de la reconocida periodista Laura Puertas de América Televisión, cuya separación era casi un hecho pero al parecer ha sido frenada gracias a la solidaridad de muchos de sus colegas que amenazaron con una renuncia masiva en caso dicha empresa no garantice la independencia de sus periodistas. Lo mismo ha ocurrido, con periodistas de Arequipa, más de una decena al parecer, que han perdido el trabajo por criticar la figura de la hoy sacrosanta imagen de Keiko Fujimori, tal ha sido el caso de tres profesionales pertenecientes a Radio Líder, entre los cuales se encuentra Federico Rosado.




Por estas razones preocupa la posición del fujimorismo frente a los medios de prensa, más si se tiene en cuenta su oscuro y prontuariado pasado, preocupa pues nadie ha salido a dar una explicación convincente en torno al retiro de estos periodistas, despedidos, hasta donde se conoce, por carecer de un espíritu servil y condescendiente con la candidatura de quien en palabras de Julio Cotler, representa lo más repulsivo que tiene el Perú. Si a ello, le sumamos la denuncia que hiciera pública el periodista César Lévano, bajo la cual, a partir de información filtrada de personal militar y del servicio de inteligencia, el gobierno estaría implementado un plan destinado a dinamitar la candidatura de Ollanta Humala, al puro estilo fujimontesinista, no son pocas las explicaciones que la candidata de Fuerza 2011 y de los actores allegados a la misma deben brindar en torno a estos temas a todo el país en aras de la transparencia y del respeto por la institucionalidad democrática.




En tal sentido, es fundamental que en estos días de calor electoral, en los cuales las pasiones suelen encenderse y las voces y gritos de cada sector suelen sobrepasar el límite permitido de decibeles, sean los líderes de cada agrupación los que salgan a exponer y aclararnos a todos los electores cuál es su verdadera posición frente a la libertad de expresión. Debemos dejar atrás el pasado vergonzante de épocas recientes en las cuales ejercer el periodismo independiente era casi todo un acto de heroicidad, en un país poco acostumbrado a defender los valores de la libertad, la tolerancia y el respeto. En un país en el cual los medios de comunicación lejos de defender principios se ocupan únicamente de sus propios intereses y rentas, defendiendo a quienes forman parte de su camarilla o tildando de mentirosos a quienes presentan o proclaman una opción política discordante.




Aprovecho en todo caso esta oportunidad para solidarizarme con todos y cada uno de los periodistas que sufren algún tipo de presión o son víctimas de cualquier tipo de amedrentamiento. Lo que se defiende en estos casos no es la línea editorial de tal o cual medio comunicacional, la opción política de tal o cual periodista, de lo que se trata es de defender la libertad de expresión como valor que distingue a una sociedad auténticamente democrática. Por eso mi rechazo a actos como los cometidos contra Jaime de Althaus, o como el canallesco acto de amedrentamiento sufrido por César Lévano, quien el pasado miércoles recibiera un arreglo fúnebre, amenazándolo de muerte, por su posición crítica frente al fujimorismo, al puro estilo del Grupo Colina y compañía. A todos ellos mi solidaridad y respeto.

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lunes, 9 de mayo de 2011

En manos de los indecisos: se desata la campaña de miedo





Se espera un final de fotografía. Si las elecciones fueran el día de mañana el pronóstico seria reservado. Tanto la encuestadora Datun como Ipsos apoyo arrojan un empate técnico entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori. En el primer caso la ventaja es a favor de Humala en el segundo es Keiko Fujimori quien ocupa el primer lugar. Pero sin lugar a dudas la cifra más importante está representada por ese 20% de electores que aun no define por quién va a votar en esta segunda vuelta. Es este el sector que ambos candidatos deberán disputar en estas últimas semanas de campaña. Al parecer así lo han entendido ambas agrupaciones y ahora el esfuerzo se centra básicamente en mostrarse ante la ciudadanía como el mal menor, porque seamos claros, ambos candidatos saben que el voto mayoritario que reciban en este segundo tramo no es ni por asomo un voto de confianza sino más bien uno de rechazo frente a la otra candidatura. Para algunos sectores es Ollanta Humala el mal menor, para otros es Keiko Fujimori quien genera menos temores.




Como bien señalan algunos analistas, en un escenario como el que ahora tenemos, marcado por la polarización ideológica y la presencia de dos candidatos considerados anti sistema, las campañas de terror y miedo a nivel de medios de comunicación, querámoslo o no, empiezan ha tomar un protagonismo bastante importante. De lo que se trata ahora, y así lo han entendido algunos medios, la mayoría diría yo, no es de resaltar las virtudes intelectuales, profesionales, académicas o políticas del candidato preferido, sino más bien de atacar vehementemente al contrario. Hemos ingresado a una etapa en la cual todo vale, difamar, injuriar o calumniar es parte del modus operandi de importantes sectores de poder en el país. Sectores, que gracias al poder económico con el que cuentan pueden comprar portadas, entrevistas, líneas editoriales, de medios de comunicación radial, prensa escrita o televisiva. Lo más curioso en todo caso es que ese poder económico ha sido y es capaz de convertir en una sarta de desmemoriados a muchos de los que ahora denominamos líderes de opinión y a los cuales les permitimos ingresar a nuestras casas por intermedio de la caja boba. Es tan grande el poder de este sector que debido a su influencia directa o indirecta sobre algún canal de televisión ha logrado borrar de la memoria de sus periodistas a 10 años de la vida política nacional.




Siendo ello así, no me cabe la menor duda que esta campaña de temor y de miedo coloca a Ollanta Humala en una posición de desventaja frente a Keiko Fujimori. Ollanta Humala sabe que no cuenta con el favor de los medios de comunicación, al menos no con el sector que cuenta con la mayor cantidad de canales de información. Ollanta Humala sabe que en ese terreno la contienda está perdida, por eso la necesidad de recorrer todo el país, y tener un contacto directo con la población. Sabe que la posición asumida por los grupos de poder mediático en contra de su candidatura es irreversible, y que aún cuando firme uno y mil compromisos o pida perdón por sus pecados o el de sus familiares, seguirá recibiendo los torpedos informativos que tratarán, aun no sabemos si con éxito o no, por todos los modos de dinamitar su candidatura. Terrorismo informativo le llaman algunos, eso que hizo Jaime Bayli en contra de la candidatura de Lourdes Flores, así fue llamado por este sector de poder, y que ahora es utilizado para favorecer la candidatura de Keiko Fujimori.




Por su parte, Keiko Fujimori debe sentirse un poco más tranquila, confiada diría yo, si bien es cierto esos mismos medios de comunicación no la colocan o tratan de mostrar como una candidata o política con talento y agudeza política, eso se entiende si tenemos en cuenta que hasta hace dos o tres meses, su candidatura era tildada por los medios que hoy en día la apoyan de improvisada, autoritaria y corrupta, es comprensible que hasta para este sector, que a lo largo de la historia nacional no se ha caracterizado particularmente por la defensa de valores o principios democráticos sino por la defensa pura y exclusiva de intereses económicos y particulares, le cueste y hasta le de pudor hacer una defensa explícita de la ex primera dama de Alberto Fujimori. En ese sentido, tanto Keiko como su grupo de campaña deben estar agradecidos con este sector por haberlos adoptado como hijos en principio no deseados pero como un mal menor que goza de su complacencia pues a diferencia del otro candidato, y al puro estilo del Gatopardo de Lampedusa, es capaz de usar la palabra cambio con el único propósito de al final del día y conquistada la victoria no cambiar absolutamente nada.




La carrera se pone cuesta arriba para Humala y su grupo, los asesores brasileños cuya campaña publicitaria le dieron tanto rédito en la primera vuelta deberán trabajar día y noche para hacer frente y entrar a jugar en una cancha en la cual el árbitro parece haberse vestido de naranja desde el minuto siguiente a la finalización del primer tiempo. Para usar una frase futbolera podríamos decir que en estos últimos minutos del partido los jugadores están con el cuchillo entre los dientes, dejan la piel en la cancha, y se esfuerzan por llegar al minuto 90 con un poco de aire y resto físico. El problema es que la cancha se encuentra inclinada, y que el árbitro, como tantas veces le ha pasado a nuestra selección, mete poco a poco a un equipo dentro de su área, cobrándole en contra faltas inexistentes o infracciones muy bien simuladas. Pero así es la política, y el fútbol, detrás de las grandes estrellas, de los protagonistas, se encuentran los intereses de los grupos empresariales, los negociados comerciales, las prebendas mercantilistas, con lo cual será el candidato que con mejor tino se acerque a estos grupos, prometiéndoles cuidar su posición y no meterse con su bolsillo el que logre consolidar una posición de ventaja en este arte de la demolición mediática.




Qué debe hacer Keiko en este tramo, qué estrategia deberá seguir, qué cambios o ajustes debe hacer a su campaña, yo creo que ninguna, la candidata de Fuerza 2011, no deberá de hacer nada extraordinario en estas últimas semanas, recorrer el país, lo hace cualquier otro candidato, sentar puentes de diálogo con personalidades convenientemente seleccionadas como Hernando de Soto no requiere de mayor astucia o destreza política, prometer no cometer los mismos delitos cometidos durante la década en la cual su movimiento político y su padre, el cabecilla de esta pandilla de ladrones que hizo y deshizo en el Perú a su gusto, será más que suficiente, sobre todo si como ya he señalado goza de la complacencia del sector mediático más importante del país.




Dicho de otro modo, de no mediar algún imponderable extraordinario, de no cometer un error terriblemente garrafal, la mesa, el banquete está servido con mantel naranja y cubiertos de plata para que el fujimorismo vuelva a engullir cuanto manjar se le coloque en frente. Habría que ser muy ingenua, muy torpe, muy incapaz Keiko Fujimori para perder una elección en la cual, y esto no lo imaginó ni siquiera su esposo en la más afiebrada de sus alucinaciones, todos, o casi todos los medios de comunicación se han puesto de su lado. Qué curioso es nuestro país me digo a mí mismo, Keiko Fujimori, quien apoyara con entusiasmo una tercera reelección de su padre, a sabiendas que esta era ilegal, quien además hasta el 2010, declaraba en un programa de televisión (si mal no recuerdo el programa de Jaime Bayli, hoy en día su defensor) que ella no estaba segura que su padre y Vladimiro Montesinos habrían cometido delitos, y que incluso se animaba a afirmar que el Grupo Colina responsable de las matanzas de Barrios Altos y Cantuta habían actuado por cuenta propia a espaldas de su padre y su asesor Montesinos, a pesar de los cerros de documentación y de pruebas que los incriminaban, la misma que sirvió para sentenciar a Alberto Fujimori a 25 años de prisión, es hoy en día, catapultada por esos mismos medios que criticaban al gobierno fujimorista, por considerarlo corrupto, dictatorial y fratricida, como la gran salvadora de la democracia peruana.




Lo que nos deja esta campaña es ese sin sabor, esa pesadez y esa tristeza de comprobar que en nuestro país todo hombre tiene un precio, todo se compra, todo se vende, todo se negocia, que los valores y los principios suman cero frente a los intereses económicos de ese sector que siempre, absolutamente siempre, ya sea de lado de militares, autócratas de derecha o izquierda, ha sabido sacar provecho a sus inversiones y apuestas por tal o cual candidato, sin importar si ese candidato, es o no un corrupto, un violador de derechos humanos, un mentiroso compulsivo o simplemente un felón. Preocupa, me preocupa sobre manera, que esa forma de entender la política, en la cual frases como roba pero hace obra, va calando con mayor intensidad en la población, sobre todo en los más jóvenes. Creo, que si no tomamos cartas en el asunto el destino del país está escrito, vamos camino a convertirnos en una sociedad absolutamente anómica en la cual el respeto por la legalidad no es más que un valor pasado de moda, en la cual la honestidad y transparencia en la vida diaria son conductas propias de tiempos pasados, tiempos en los cuales uno es esforzaba por cuidar el buen nombre y el prestigio moral y ético de uno mismo y el de su familia. Creo que estamos perdiendo la batalla contra la corrupción, somos bastante complacientes con el delito, somos bastante blandos a la hora de enjuiciar al criminal, somos una sociedad que al parecer ha perdido la capacidad de indignación. ¡Que dios nos ayude!

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lunes, 2 de mayo de 2011

Keiko Fujimori y su discurso “caviar”: un giro hacia la izquierda






Caviar, ese ha sido el término que durante los últimos años ha utilizado el fujimorismo y otros sectores de la derecha conservadora y militar para descalificar la posición y el discurso político de la izquierda peruana referida a la defensa de los derechos humanos, la sanción a los violadores de los mismos y la necesidad de fortalecer la institucionalidad democrática. Así por ejemplo, una vez conocido el resultado del proceso al que fuera sometido Alberto Fujimori, por los casos La Cantuta, Barrios Altos y el secuestro de Samuel Dyer y Gustavo Gorriti, proceso en el cual se lo condenó a 25 años de pena privativa de libertad, el menor de los Fujimori, Kenyi, congresista electo en esta oportunidad, señaló con total claridad que la gran batalla política por la liberación de su padre se daría en las calles entre su agrupación y los sectores a los que calificó de CAVIARES.




Asimismo, en su debida oportunidad, su hermana, Keiko Fujimori, candidata presidencial también responsabilizó a los caviares, es decir a todos los movimientos y agrupaciones de la sociedad civil vinculadas a la defensa de los derechos humanos, como por ejemplo la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, del proceso llevado en contra de su padre, proceso al cual tildó de injusto e inhumano, llevado a cabo por jueces que lo único que tenían en mente era desatar una tremenda persecución legal contra el dictador y contra todo aquel que se atreviese a defenderlo.




Muy pocas veces en estos últimos años habíamos sido testigos de un discurso político tan confrontacional y violento como el que los Fujimori empleaban al referirse a estos sectores y a personas individuales, como por ejemplo los abogados Ronald Gamarra, Carlos Rivera o Gloria Cano, que participaron en el proceso como defensores de la parte civil, es decir, abogados de las víctimas de Barrios Altos y Cantuta. También, ese misma rabia y virulencia fue puesta de manifiesto años anteriores con motivo de la presentación del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, al cual tildaron de injuria y panfleto difamatorio contra el régimen de Fujimori, el mismo que tenia como única finalidad echar por tierra los logros que el dictador había alcanzado en materia de seguridad y lucha contra el terrorismo, llegando incluso a tildar a personas honorables, como lo son los comisionados, de defensores de los subversivos, en pocas palabras llamarlos “pro terrucos”.




Tiempo después, en el tristemente recordado episodio en el cual las hordas del fujimorismo, con el beneplácito o silencio cómplice de sus líderes, atentaron contra el recuerdo y la memoria de los familiares de las víctimas de la guerra interna, cubriendo de pintura naranja el monumento del OJO QUE LLORA, la entonces congresista Keiko Fujimori, pretendió hacer público su rechazo a semejante acto de vandalismo con el uso de un lenguaje bastante condescendiente a los responsables de dichos actos. En esa oportunidad, tanto Keiko como la plana mayor de Fuerza 2011, trataron de explicar el sentimiento de indignación que en el fujimorismo generó la condena de su padre y la construcción de monumentos como este en el cual se rinde homenaje a personas fallecidas, mejor dicho asesinadas, como fue el caso del joven estudiante de la Cantuta, Enrique Ortiz Perea, y tantos otros como él que fueron ejecutados extrajudicialmente por el gobierno de Alberto Fujimori, a los cuales el fujimorismo, en la persona de Martha Chávez, insiste en calificar de terroristas. Es decir, para el fujimorismo, para la señora Chávez, Alberto Fujimori, a pesar de haber sido condenado en el marco de un proceso en el cual le fueron respetados todas las garantías judiciales es inocente, pero el señor Ortiz Perea, a quien se lo asesinó, después de haber sido secuestrado, es culpable del delito de terrorismo, sin mayor prueba que la decisión de los miembros del grupo Colina que en ese año operaba bajo la batuta y dirección de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos.




Después de ello llegó el momento de polemizar y sentar posición ante la iniciativa del Estado peruano, gracias a la contribución y cooperación alemana, de construir un Museo de la Memoria, el cual le permitiese a la sociedad tener presente lo ocurrido durante los años de la violencia política vivida en nuestro país durante dos décadas, con el afán de no repetir en el futuro aquellos errores que permitieron el surgimiento y consolidación de un movimiento subversivo tan sanguinario como Sendero Luminoso, pero al mismo tiempo acabar con la indiferencia estatal en ese entonces exhibida con la población más vulnerable y evitar que desde el Estado se vuelvan a cometer sistemáticamente crímenes contra la humanidad. Como era de esperarse, el fujimorismo, con keiko Fujimori a la cabeza, mostraron una vez más su descuerdo con esta iniciativa aduciendo que la guerra aun no culminaba, que el Museo reivindica por igual a víctimas y victimarios, algo que sin lugar a dudas es falso, y que afirmar, como hace la Comisión de la Verdad, que el estado peruano, en diversos lugares del país, desató una política de violación sistemática de Derechos Humanos, no era sino una patraña de la izquierda usada para desacreditar a instituciones, como las fuerzas armadas y policiales, que durante ese tiempo tuvieron a cargo el control operacional de la lucha contra el terror.




Finalmente, el año pasado, el fujimorsimo, junto a representantes de otros sectores políticos, como el entonces Ministro de Defensa, y actual candidato a la vicepresidencia de la mano de Keiko Fujimori, Rafael Rey, hicieron público su respaldo a la promulgación del cuestionado Decreto Legislativo 1097. Para los que no recuerdan la razón de esta polémica debemos saber que esta norma pretendía el archivamiento (sobreseimiento en lenguaje jurídico) de los procesos en los cuales se hubiera excedido el plazo de la etapa de instrucción o investigación del delito (14 meses). Es decir, la mencionada disposición le otorgaba al juez la facultad de archivar el proceso seguido en contra de militares y policías acusados de cometer delitos contra los derechos humanos como el asesinato, secuestro, desaparición forzada, violación o tortura por el sólo hecho de haberse vencido el plazo de la etapa de investigación. En otras palabras, la disposición bajo comentario pretendía impedir, o al menos, entorpecer u obstaculizar el juzgamiento y sanción de los presuntos responsables de delitos tan execrables como los anteriormente descritos. Como todos sabemos, y luego de la renuncia de Mario Vargas Llosa al cargo de presidente del Museo de la Memoria, debido a la promulgación de este decreto, al cual tildó de amnistía apenas disfrazada de legalidad, el gobierno tuvo que dar una paso atrás y optar por la derogación de dicho dispositivo legal, hecho que motivó la renuncia de Rafael Rey al Ministerio de Defensa, la renuncia del titular de Justicia, Víctor García Toma y la reacción negativa del fujimorismo, quien a través de parlamentarios como Rolando Sousa, habían sido de las pocas voces que no rechazaron, como si hizo la sociedad civil y lo más selecto de la comunidad jurídica nacional, la entrada en vigencia de la mencionada norma.




Siendo estos los antecedentes del fujimorismo y de Keiko Fujimori, resulta por lo menos contradictorio, por no decir electoralmente recomendable, el que en estos últimos días la candidata haya hecho suyo el discurso que tantas veces tildó de caviar, izquierdoso o pro terruco. En esta semana que pasó la hemos escuchado pedir perdón por los delitos cometido por su padre o su gobierno, que para mi son lo mismo, sin embargo insiste en considerar a su padre y a su gobierno, como el mejor de los últimos tiempos, ella señala que fue el mejor de toda la vida republicana nacional, resulta contradictorio, y sabe a falsedad electorera el que ahora la señora Keiko avale el Informe Final de la Comisión de la Verdad, y se comprometa incluso a llevar adelante todas y cada una de las recomendaciones allí expuestas por los comisionados, luego de haber criticado y calificado de documento pro subversivo a este trabajo. También resulta contradictorio, y poco creíble, su nuevo afán por la construcción del Museo de la Memoria o su respaldo al monumento del Ojo que Llora, como también generan dudas sus declaraciones en la cuales se compromete a no indultar a su padre condenado por violador de derechos humanos y no liberar o favorecer a militares o policías procesados por delitos de lesa humanidad.




Estas son las contradicciones que parecen no haber advertido los medios, o mejor aun parecen no querer advertir. El programa del candidato Ollanta Humala está plagado de incoherencias y contradicciones, de propuestas incompletas y poco viables, pero reitero, como ya lo hiciera en una anterior oportunidad, presenta una propuesta programática, en cambio, en materia de Derechos Humanos y democracia, el programa de Keiko Fujimori, no dice absolutamente nada, el capítulo de derechos humanos, no existe, no es importante para el fujimorismo. Por eso es que sorprende que de manera súbita Keiko Fujimori pretenda dar un giro de discurso hacia la izquierda, pues de izquierdista, comunista y rojo tildaban a todo aquel que se atrevía a interpelar al gobierno de su padre por la comisión de estos crímenes, y pretenda mostrarse como un especie de encarnación de lo más noble de la doctrina y del movimiento en defensa de los derechos humanos.




Me pregunto, si ese fue su intención inicial, si siempre ha creido en estos valores y principios, porqué su actitud y sus palabras y declaraciones de los últimos años van en contra de este camino, porqué si condena el autogolpe del 5 de abril de 1992, los crímenes de Cantuta o Barrios altos, la reelección para un tercer periodo de su padre en 2000, lleva consigo a Yoshiyama, defensor del 5 de abril y de todo la persecución política desatada contra los opositores al régimen, porqué llevar a Martha Chávez, defensora del Grupo Colina, quien fuera una de las principales propulsoras de las leyes de amnistía promulgadas en favor de estos criminales, porqué llevar e insistir en personajes como Rafael Rey, de reconocidas posiciones políticos autoritarias y conservadoras, creador del decreto 1097 a través del cual se pretendió beneficiar a militares violadores de derechos humanos, enemigo declarado de las organizaciones vinculadas a la defensa de los derechos humanos, quien tildara de mentira caviar al Informe de la Comisión de la Verdad. Por estas razones es que en lo personal me cuesta creer en la palabra de Keiko Fujimori al hablar de derechos humanos y democracia. Porque tendríamos que creerle cuando dice que no indultara a su padre, acaso el fujimorismo se ha caracterizado por su respeto a la legalidad, porque creer que no beneficiara a militares y policías implicados en matanzas y masacres, acaso el fujimorismo ha hecho suyas las disposiciones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en la cuales se prohíbe el indulto y derechos de gracia a favor de estos criminales, cómo creerle a una persona que sigue llamando gobierno democrático a uno en el cual el robo, la corrupción y la violación de derechos humanos fueron parte del día a día, cómo creerle a una persona que participó con entusiasmo de la campaña para la tercera reelección de su padre, sabiendo que esta era inconstitucional, y que tres magistrados habían sido defenestrados por oponerse a tamaño atropello contra la institucionalidad democrática y el Estado de Derecho. Permítanme dudar, o en todo caso, decir con claridad: Keiko Fujimori no te creo.

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