martes, 12 de julio de 2011

La salud del dictador Hugo Chávez




Alrededor de 8 millones de personas mueren al año a consecuencia de la enfermedad del cáncer. Hace algunas semanas, Venezuela, Latinoamérica en general, conoció de una noticia que desató una serie de especulaciones en torno al futuro político del país llanero y del futuro inmediato de Hugo Chávez y su revolución bolivariana. Las cadenas televisivas, los portales de internet y los propios representantes del gobierno venezolano daban a conocer al mundo lo que era prácticamente un secreto a voces: Hugo Chávez, el dictador Hugo Chávez, se sumaba a la larga lista de mandatarios en el mundo que libran o han librado la batalla contra el cáncer.




Hugo Chávez fue sometido a dos intervenciones quirúrgicas por un tumor absceso en el que le fueron detectadas células cancerígenas. Hugo Chávez viajó a Cuba con la finalidad de someterse a estas intervenciones e iniciar un tratamiento que le permita vencer la más difícil batalla de su trayectoria, la batalla por la vida. El reposo recomendado por los médicos cubanos le imposibilitó participar en las celebraciones más importantes de Venezuela, el gran desfile patrio en el Paseo de los Próceres de Caracas, con motivo de la conmemoración del bicentenario de su independencia. Esta era la información que se difundía a nivel mundial.




La jornada de Hugo Chávez, señalan personas cercanas al dictador, se inicia muy temprano en la mañana, casi de madrugada, revisa los periódicos, escucha los reportes de radio, está atento a lo que los medios de comunicación informan sobre el acontecer nacional e internacional. Acto seguido, y siempre de manera personal, supervisa todas y cada una de las acciones gubernamentales puestas en práctica, desde la inauguración de un colegio, un hospital, la firma de un contrato, la reunión con algún agente diplomático, entre muchas otras más, nada se le escapa, él lo quiere saber todo. Tiene Chávez la costumbre de quererlo controlar todo, de querer estar al tanto de todo, de conocer hasta el más mínimo detalle de lo que pueda estar ocurriendo en su entorno. Chávez, como todo dictador, desconfía hasta de sus más allegados, de ahí su renuencia a delegar funciones en otra persona, por más atareado que esté, Chávez siempre encuentra la manera de hacer un espacio en su recargada agenda para poner el ojo en cuanto asunto de Estado tenga por resolver. Sus ministros, sus allegados, los funcionarios de su gobierno no son sino un grupo de acólitos y adulones acostumbrados a aplaudir todas y cada una de sus intervenciones, sonreír ante alguna de sus torpes bromas, refrendar sus comentarios, avalar sus improperios y alzar la voz y lanzar vítores si de ensalzar la labor del dictador se trata: ¡Patria o muerte, venceremos!




El protagonismo, la importancia innegable que tiene Hugo Chávez en la conducción del Estado Venezolano ha llevado a la prensa y a la clase política de ese país a preguntarse si es posible una chavismo sin Chávez, qué pasará con Venezuela si Hugo Chávez no puede vencer la batalla contra el cáncer, quién podrá tomar su lugar y conducir a Venezuela y a toda América Latina por el camino de la revolución socialista de siglo XXI, Chávez, para sus seguidores es el único capaz de blandir la espada de Bolívar e instalar, por la razón y por la fuerza, el programa político que a lo largo de los años ha venido implantando, contra todo y contra todos, en Venezuela, a pesar del desastre económico, político y social que el mismo ha ocasionado para el sistema y la institucionalidad democrática del hermano país del norte.




La oposición, ha pretendido aprovechar este periodo de ausencia del dictador para despotricar a mansalva contra el hombre al que consideran el aprendiz de Fidel Castro, el financista de gobiernos populistas y autoritarios como el de Rafael Correa, Daniel Ortega o Evo Morales, el defensor latinoamericano de sátrapas como el gobernante de Irán o Corea del norte, el hombre que ha despilfarrado los ingresos astronómicos de miles de millones de dólares producto de la venta de petróleo financiando las campañas electorales de sus amigos. Pero al parecer, la jugada política de los partidos y líderes opositores a Hugo Chávez no ha tenido el efecto que sus detractores esperaron. Resulta ético, se preguntan muchos analistas, resulta políticamente correcto, aprovecharse de la condición de salud, de la enfermedad de un rival político, para enlodar su figura, para criticarlo sin piedad, incluso para desearle la muerte, como si la muerte del dictador resolviera por arte de magia todos los problemas que Venezuela atraviesa. La política es un juego de percepciones, un juego en el cual las pasiones, los afectos y hasta la compasión juegan un rol protagónico, ¡Pobre de Hugo Chávez!, es la frase que muchos venezolanos pronuncian frente a las cámaras de televisión, ¡Es un hombre enfermo, la oposición lo quiere muerto pues vivo nunca pudieron con él!, se dice en las calles.




Es cierto que Hugo Chávez es un dictador, esa es una verdad indiscutible para todo aquél que se acerque al análisis de la realidad social y política venezolana con cierta dosis de objetividad. Es un gobernante que utiliza a la democracia como mecanismo plebiscitario para legitimar lo que en realidad no es más que arbitrariedad, atropello, embuste, amedrentamiento y violencia esparcida, desde el propio gobierno, contra todo aquél que se atreva a criticarlo, contra todo aquél que se atreva a llamarlo como lo que es un “Dictador”.




En Venezuela, ya hace mucho tiempo se perdió la batalla por la libertad de expresión, radios, periódicos, canales de televisión han sido cerrados por haber cometido el pecado de no alinearse con el régimen socialista ni aplaudir los exabruptos del gorila mandatario. Las instituciones del país han sido copadas por miembros, dirigentes o simpatizantes del chavismo, desde la administración pública encargada de llevar adelante el negocio del petróleo, hasta el parlamento venezolano, o el órgano electoral encargado de supervisar la transparencia, tantas veces puesta en tela de juicio, de los comicios electorales. Muchos opositores políticos al régimen han sido perseguidos de manera brutal y violenta, muchos han sido amenazados por el propio Hugo Chávez, como es el caso de Manuel Rosales, líder de la oposición, a quien Chávez amenazó con enviar a la cárcel, demostrando que en ese país el principio de separación de poderes, elemento básico que distingue a toda república democrática no existe, dado que el Presidente de la República, al margen de la labor del órgano jurisdiccional, está en capacidad de absolver o sentenciar a quien quiera, dependiendo de su voluntad, de sus odios o sus propios complejos. Felizmente, para suerte de Rosales y de toda su familia, el gobierno del Perú le concedió el asilo político, y gracias a ello puede vivir con cierta tranquilidad, sin el temor a perder la libertad o hasta la propia vida.




Pero si en el ámbito político e institucional la crisis generada por el estilo dictatorial y autoritario de Hugo Chávez han terminado por destruir la frágil democracia Venezolana, tan o más frágil que la de la mayoría de países sudamericanos, en el campo económico el descalabro ha sido mucho mayor. Venezuela es uno de los países que tiene una de las tasas de crecimiento más bajas de Latinoamérica, uno de los índices de inflación más altos, cortes diarios de electricidad, escasez de alimentos y un índice de inseguridad ciudadana que han convertido a Caracas en una de las ciudades más peligrosas del mundo. En un artículo recientemente publicado por Andrés Oppenheimer, el periodista nos brinda una serie de datos que grafican de manera bastante didáctica la real situación de la crisis económica, y por ende social, por la cual atraviesa Venezuela, gracias al modelo controlista, centralista, estatista, interventor que Hugo Chávez ha impuesto e impone desde su gobierno.




La crisis económica en Venezuela es un fenómeno digno de estudio y comentario en las más importantes escuelas y facultades de ciencias económicas de todo el mundo. Cuesta trabajo explicar cómo si el precio del barril de petróleo se disparó de US$9 el barril en 1999, fecha en la cual el dictador asumió el poder, a US$ 100 en la actualidad, la escasez y los índices macroeconómicos sean tan negativos. Como muestra de esta crisis hagamos referencia a las siguientes cifras: 1) La economía venezolana bajó 1,6%, después de haber caído 3,3% en 2009, según la Cepal, mientras la tasa de crecimiento promedio en la región es de casi 6%; 2) La inflación venezolana subió de 12% hace una década a 27% en 2010, mientras la mayoría de países en Latinoamérica no supera el dígito inflacionario; 3) Venezuela sufre una fuga de capitales récord en su historia y su deuda externa subió de US$ 35.000 millones en 2001 a 58.000 millones en 2010, según reporte de la Cepal; 4) Venezuela, que en su momento fuera el quinto exportador de café mundial, ahora lo importa de Nicaragua, mientras que la mayoría de países de Latinoamérica, caso el Perú, han diversificado sus productos agrícolas de exportación; 5) Venezuela redujo su pobreza de 45% a 28%, respectivamente en los últimos 10 años, sin embargo, países que no cuentan con el caudal económico del oro negro, han logrado reducir la pobreza en porcentajes mayores o iguales al venezolano, Argentina redujo su pobreza de 45% a 11%, Chile de 20% a 11%, Brasil de 38% a 25%, Perú y Colombia también ofrecen esas cifras. Para Oppenheimer, autor de “El milagro venezolano”, el deterioro de este país se debe al caótico manejo económico impuesto por Chávez, que destruye el sector privado y crea un país de zombis dependientes del gobierno, despilfarrando el dinero del petróleo en subsidios y en grandiosos proyectos de propaganda internacional, que cuando caiga el precio del crudo, dejarán a su país hundido por muchos años en las más profunda miseria.




Pero si la situación en el hermano país de Venezuela es tan caótica, si la crisis política y económica por la cual atraviesa no parece tener solución cercana, si el descalabro y el desconcierto en el cual el dictador y sus secuaces han sumido a todo un país es de tal magnitud, ¿Por qué Hugo Chávez le ha ganado la batalla a la oposición en los comicios electorales durante los últimos años? Muchas son las razones que se exponen para explicar este fenómeno, Chávez utiliza los programas sociales y los subsidios para granjearse una clientela adicta que vive de sus dádivas, la misma que está dispuesta a salir a las calles a enfrentar a cuanto crítico se ponga en frente del sátrapa caribeño, Chávez controla los organismos electorales, los manipula, e incluso se habla hasta de fraude, algo que para ser sinceros no ha sido fidedignamente corroborado, Chávez emplea a los medios de comunicación para hacer llegar su discurso y para arrinconar a sus opositores, lo hace mediante interlocuciones semanales, muchas veces diarias, en periodos electorales, a través del conocido programa ¡Aló, presidente!, todas esas afirmaciones son o tienen cierta dosis de verdad, pero también es cierto que la oposición política en Venezuela ha sido nula en estos años, preocupados por mantener las cuotas de poder de las viejas agrupaciones políticas, las fuerzas de la oposición democrática no han sido capaces de consolidar un bloque y un programa que aglutine a todos los sectores contrarios al chavismo, y le ofrezca a la ciudadanía una propuesta de cambio social y económico que sea capaz de elevar el nivel de vida de la gran mayoría de venezolanos.




Dicho todo ello, resulta importante destacar la opinión de algunos medios de comunicación extranjeros, como el diario El País de España, y otros venezolanos, cuando afirman que más allá del recelo que pueda generar en todo demócrata la figura de Hugo Chávez, eso no puede llevar a la clase política, a los medios de comunicación, y sobre todo, a la oposición venezolana, a desear la muerte del dictador. Nosotros compartimos esa idea, creemos que la defensa de la dignidad de la persona, el respeto por su integridad, por su vida, la solidaridad con aquél que sufre una enfermedad o un mal mayor está muy por encima de las rencillas o enfrentamientos propios del quehacer político. A Hugo Chávez lo deben vencer los demócratas de su país en las urnas, debe ser el voto ciudadano el que le diga ¡NO al dictador! La oposición no puede cometer el error de pretender que el cáncer y su virulento avance hagan lo que ellos no han sido capaces de lograr en todos estos años, la oposición debe ser capaz de desnudar la inconsistencia del programa político de Chávez y la magnitud de la crisis que su proceder ha creado, haciendo de público conocimiento los problemas y las terribles cifras que en esta oportunidad hemos tratado de resumir. Es cierto que las condiciones políticas en Venezuela no son las más auspiciosas para los partidos o movimientos contrarios al chavismo, pero cierto es también que la superioridad ética de la democracia y de los que creemos en ella está en reconocer el valor de la vida y de los derechos de todos y cada uno de los ciudadanos, por encima de cualquier conflicto de intereses, personal o partidario.




El cáncer de Hugo Chávez, no nos puede arrebatar la oportunidad de verlo derrotado voto a voto, lo otro sería convertir a Chávez en un mártir, en una especie de dictador popular que de manera periódica, y a pesar de la crítica punzante a su manera de hacer política y de entender la economía, logró en vida vencer a cuanto opositor se atrevió a competir con él en una elección. Solo aquellos que hemos tenido la triste experiencia de ver morir y sufrir a un familiar o amigo a causa de esta terrible enfermedad podemos entender el profundo dolor que este mal trae consigo para quien lo padece y para los familiares del paciente. En lo personal, no le deseo la muerte, ni enfermedad a nadie, ni siquiera a un dictador tan insoportable y malvado como Hugo Chávez.

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martes, 5 de julio de 2011

A Carlos Iván Degregori, un peruano ilustre



No puedo decir que lo conocía, mucho menos que era mi amigo, a lo sumo puedo decir con total honestidad que fue mi maestro, un maestro al cual perseguí por cuanta charla, conversatorio, coloquio o evento de este tipo se organizaba en Lima. La amistad es un sentimiento que se desarrolla a partir del contacto directo entre las personas, es por ello que en mi caso, al no poder contar a Carlos Iván entre mis amigos, lo adopté unilateralmente como maestro, lo hice sin consultárselo, desarrollando por este peruano ilustre sentimientos de profunda admiración y agradecimiento. Ahora que lo recuerdo, en más de una vez me pregunté cómo se hace para llegar a ser como Carlos Iván.



Carlos Iván fue un estudiante sanmarquino y profesor de esa casa de estudios. Carlos Iván fue también estudiante y profesor en la Universidad San Cristóbal de Huamanga, fue profesor en este recinto educativo durante los años más duros de la violencia política vivida en el Perú. Quizá haya sido el contacto directo con la población de la sierra central y de otras regiones de nuestro país el elemento que le permitió tener una visión integral y panorámica de lo que era el Perú de aquel entonces. Todo el conocimiento acumulado durante esos años, fueron volcados en uno de sus trabajos más importantes para la comunidad intelectual de nuestra patria y para el lector latinoamericano: “El surgimiento de Sendero Luminoso. Ayacucho 1969-1979”, libro publicado en 1990. En este texto de necesaria consulta para todo aquél que se acerque al estudio del fenómeno de Sendero Luminoso, Carlos Iván, nos brinda reflexiones profundas en torno a las razones que originaron el surgimiento de este movimiento terrorista y los factores estructurales que debían de ser evaluados con el objetivo de dar respuesta a la problemática que en ese entonces estaba a punto de llevar al Perú al mismísimo abismo.



Los que hemos leído y seguido la obra de Carlos Iván podemos decir que la gran ventaja de este científico social frente a los demás fue su capacidad parar explicar con sencillez y con un lenguaje asequible para el gran público las cuestiones más complejas sobre la realidad social, política y cultural de nuestro país. Leer a Carlos Iván era como escuchar a un talentoso contador de historias, que logrando conjugar reflexión, análisis y cuidado en el uso de las palabras podía lograr que sus libros fuesen devorados por sus lectores en algunas cuantas horas. Carlos Iván también fue un poeta, según cuentan algunos amigos suyos tenía algunos poemitas escritos que compartía en veladas y charlas entre sus más cercanos. Quizá esa afición suya por las letras, la poesía, la literatura y otros géneros, le permitieron desarrollar una prosa ligera, sencilla y la vez encantadora capaz de asombrar al crítico literario más agudo.



Esa facilidad para colocar en blanco y negro sus ideas, sus reflexiones, siempre las más agudas entre los suyos, entre sus propios profesores, que luego serían sus alumnos y sus más adictos lectores, lo convirtieron en el principal redactor del Informe Final de la Comisión de la Verdad. Como se sabe, Carlos Iván fue nombrado comisionado en el año 2003, nadie como él para explicar las razones del conflicto y tratar de legarle a la sociedad peruana un trabajo que le permitiese reconstruir su memoria histórica, exorcizando los demonios de un pasado que, tal y como señaló él tantas veces, debíamos dejar atrás no sin antes hacer justicia, pues solo la justicia y la verdad son los caminos que nos conducirían a una auténtica reconciliación.



Pero la producción intelectual de Carlos Iván fue mucho más allá de los linderos de la violencia política, de Sendero Luminoso o del fenómeno terrorista de los ochenta. Carlos Iván se ocupó también de las identidades nacionales. Para el científico, la diversidad y variedad del Perú no debían ser vistas como un lastre, como un fracaso de un país homogéneo, como un proyecto trunco abandonado, el Perú, decía Carlos Iván, debe reivindicar su heterogeneidad como su verdadero activo, como aquel rasgo distintivo de su propia identidad, rica, diversa, plural, multicolor. Prueba de todo ello es su libro: “No hay país más diverso. Compendio de antropología peruana”, publicado en el año 2000. La antropología es la ciencia social que se ocupa del estudio de los otros, de los pueblos más alejados, de las culturas más complejas, de las sociedades más primitivas y de las más modernas. Eso lo supo desde siempre Carlos Iván, y su talento mayor fue siempre la capacidad que este desarrollara para reconocerse en el otro, en los demás, para ver a todos los peruanos como sus iguales, en deberes, en obligaciones, pero sobre todo, en derechos y libertades.



Luego de una década en donde la dictadura fujimorista se encargara de destruir la institucionalidad democrática de nuestro país, en donde la corrupción se instaló, como nunca antes en nuestra historia en todos los niveles de gobierno, en donde el desfalco, el robo, el atropello y el asesinato fueron prácticas sistemáticas digitadas desde Palacio de Gobierno, a Carlos Iván no se le ocurrió mejor idea que explicar este fenómeno, la compresión de los factores que hicieron posible la instalación de una cleptocracia mafiosa y asesina en nuestro país, con el silencio y concurso cómplice de importantes sectores de nuestra sociedad, esa era una tarea intelectual y cívica que nadie sólo un tipo como Carlos Iván podía abordar con éxito y objetividad. A este periodo aciago lo retrató en dos importantes obras “La década de la antipolítica. Auge y caída de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos” y “El nacimiento de los otorongos: El Congreso de la República durante los gobiernos de Alberto Fujimori (1990-2000). El primero de estos libros es una pieza importantísima de las ciencias sociales, el rigor y lucidez académica puestas de manifiesto a lo largo de sus páginas la convierten en un obra consumada, una obra redonda, en términos literarios podríamos decir que se trata de una novela total.



Carlos Iván fue un gran intelectual, un gran lector, entre sus amigos se dice que incluso en los últimos días de su vida, aquellas semanas en las cuales el maestro perdía posiciones frente a ese francotirador certero que suele ser el cáncer no perdía el interés por los libros, por aprender, por estar siempre a la vanguardia de la intelectualidad peruana y latinoamericana. Siempre se ha dicho que quien lee cosas buenas, escribe cosas buenas también, que el hombre actúa por imitación, si esa frase es cierta o no, yo no lo sé, pero en el caso de Carlos Iván, su producción y el manejo de las fuentes que el tenía en cada obra, ensayo, artículo o libro, la tornan verosímil.



Pero además de todo ello Carlos Iván fue un hombre comprometido con la solución de los problemas de nuestro país, él entendía que el intelectual debía de asumir siempre un rol activo con su sociedad, con el medio del cual forma parte, el creía en la figura del intelectual comprometido. Debido a ello su participación como figura pública, de hombre que formó parte de los grandes debates de su tiempo, de allí su vocación docente puesta al servicio al servicio de varias generaciones. Siempre levantó una voz de alerta contra todo afán autoritario o dictatorial que pretendiese convertir al Perú en una república sin derechos, sin libertades, sin democracia. Carlos Iván sabía que un país diverso como el nuestro necesita de libertades y derechos para poder expresar toda su riqueza, pero que también requiere de mecanismos institucionales que permitan solucionar las profundas contradicciones presentes en una sociedad tan injusta como la peruana. Carlos Iván fue siempre un hombre de izquierda, pero un hombre de una izquierda democrática, moderna, que se ganó detractores y hasta enemigos dentro de este grupo por su constante crítica a los proyectos totalitarios o fanáticos que muchos de estos traían bajo el brazo.



Carlos Iván nos invita en su obra a reconocer al Perú como un país verdaderamente maravilloso, el Perú es algo más que una postal turística afirmó en alguna oportunidad, el Perú es mucho más que Machu Pichu y sus ruinas, el Perú es también su gastronomía, su música, su folclore, su literatura, pero sobre todo, el Perú es su gente y la generosidad de la misma. El Perú, ese país que tanto amo, pues solo quien ama algo se esfuerza por comprenderlo como él lo hizo, lo llora, lo extraña desde esa mañana del 18 de mayo de 2011 fecha en la cual Carlos Iván perdió la batalla contra ese cáncer de páncreas que nos lo arrebató, que se nos lo llevó de la tierra de los vivos, para escribir al mismo tiempo su nombre en la inmortalidad de la peruanidad, ya que leer a Carlos Iván nos hace sentirnos un poquito más peruanos. Se los aseguro. ¡Gracias maestro!

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