lunes, 8 de agosto de 2016

EL FUJIMORISMO DEBE APRENDER A PERDER



Los países que han optado por un sistema de segunda vuelta presidencial suelen presentar un electorado altamente polarizado hacia el último tramo de la campaña electoral. Eso resulta lógico ya que cuando la Presidencia de la República se disputa entre los dos candidatos más votados, la consecuencia inmediata es que el país se divida en dos grandes frentes. Sin embargo, lo que no resulta admisible es que las caras representativas del partido político que perdió el ballotage salgan a los medios a decir que el proceso electoral fue un fraude y que les robaron la elección.

Hago este apunte, ya que luego de conocer los resultados oficiales de la ONPE, los mismos que daban como ganador a PPK, algunas voces del fujimorismo (Martha Chávez, y trolls en Facebook) han afirmado que a Keiko Fujimori le robaron la elección pues se cometieron muchas irregularidades en su contra. El problema con este tipo de denuncias es que al carecer de pruebas objetivas que las respalden (como ocurre en este caso) terminan perjudicando la imagen del país. En otras palabras, los fujimoristas que difunden estas denuncias sin sustento terminan desprestigiando a nuestra democracia, ya que generan dudas sobre la transparencia de nuestro proceso electoral.

Al respecto, es importante dar a conocer lo señalado por la Unión Interamericana de Organismos Electorales (UNIORE) en el informe elaborado por la Misión de Observación Técnica para la Segunda Vuelta Presidencial en el Perú, la misma que ha estado compuesta por magistrados y funcionarios electorales de Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Uruguay y el Centro de Asesoría y Promoción Electoral, pues ello nos permitirá demostrar que las afirmaciones de los fujimoristas sobre el supuesto fraude del que habría sido víctima su candidata son absolutamente falsas.

Primero, la Misión señala que la jornada electoral del 10 de abril (la primera vuelta) presentó una serie de complicaciones derivadas de la implementación de reformas electorales aprobadas por el Congreso de la República en enero de 2016, cuando el proceso electoral ya se había sido convocado e iniciado.

Segundo, la Misión reconoce que a consecuencia de esto, se hicieron serias críticas al trabajo de los organismos electorales por parte de diferentes sectores. Sin embargo, la Misión resalta el rol que ha cumplido el JNE como garante de la democracia, mostrando siempre imparcialidad y trasparencia en su labor.

Tercero, la Misión afirma que la segunda vuelta presentó un electorado muy polarizado, sin una importante discusión programática y propositiva por parte de los candidatos. Por el contrario, la Misión señala que fue una campaña muy dura entre ambos candidatos, plagada de descalificaciones que provocó un alto nivel de desconfianza del electorado hacia los partidos políticos.




Cuarto, la Misión destaca que el proceso electoral se desarrolló en paz con un alto nivel de civismo de parte de la ciudadanía peruana. Para la Misión, las elecciones se desarrollaron en un ambiente más tranquilo que la primera vuelta y, con una demostración de la confianza que tiene la población en los organismos electorales.

Quinto, la Misión constata que la etapa final del proceso electoral transcurrió en un ambiente ordenado, sin incidentes que pusieran en riesgo el desarrollo normal de las elecciones. Prueba de ello es que no se recibieron denuncias, reclamos o manifestaciones graves, que afectaran el correcto desarrollo de la jornada electoral.

Sexto, la Misión felicita a los tres organismos electorales peruanos por el trabajo que han llevado adelante con empeño y con las garantías democráticas necesarias para el ejercicio ciudadano del sufragio.

Séptimo, la Misión resalta el importante trabajo del JNE en abrir espacios de debate y diálogo entre los dos candidatos, así como el esfuerzo de la ONPE de tomar en consideración las recomendaciones formuladas por la Misión luego de la primera vuelta presidencial. Es más, la Misión destaca que los organismos electorales peruanos lograron poner en práctica gran parte de las recomendaciones referidas a la señalización de los centros de votación y la disminución de las filas a lo largo del proceso electoral.

Octavo, la Misión subraya la labor desempeñada por la ONPE en la organización e implementación de las novedades en el proceso electoral tales como: las decisiones para facilitar el ejercicio del voto de las personas con discapacidad física, el acercamiento de las mesas de votación a los electores y el ejercicio del voto electrónico, entre otras.

Noveno, la Misión reconoce la confianza de la ciudadanía en el JNE, en la ONPE y en el RENIEC, destacando su solidez y su cercanía con la sociedad civil organizada y con los partidos políticos.

Décimo, la Misión considera que de cara al futuro, la reforma electoral debería contemplar una norma que estipule claramente que cuando el proceso electoral ya ha sido convocado e iniciado, el Congreso de la República no puede aprobar reformas electorales, al menos no aplicables al proceso en curso, con el fin de dar seguridad jurídica a los actores políticos, a la ciudadanía y al propio proceso electoral.

Por lo antes expuesto, tomando en consideración la opinión imparcial y especializada que la Misión (conformada por magistrados y funcionarios electorales de diferentes países) ha vertido sobre la segunda vuelta presidencial en el Perú, resulta claro que las denuncias de los fujimoristas sobre el supuesto fraude del que habría sido víctima su candidata no son otra cosa que el recurso irresponsable que utilizan los que perdieron una elección que creían ganada antes de tiempo para justificar su derrota.


En esa línea, en lugar de echar sombras sobre la limpieza del proceso electoral o instalar dudas sobre la imparcialidad de los organismos electorales, el fujimorismo debería hacer un mea culpa y preguntarse por qué su movimiento, a pesar de los años transcurridos, sigue generando tanta antipatía en el electorado nacional. Por qué, una vez más, terminan perdiendo una elección en la que tenían la mesa servida para alzarse con la victoria. Hablar de fraude, como lo han hecho, sin aportar ninguna prueba, es pura piconería, es no saber perder en democracia.  

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