jueves, 31 de julio de 2014

LA CONCIENCIA DE UN LIBERAL

El profesor Sinesio López, publicó en 2012 el libro “La desigualdad económica y la política”, texto en el cual, además de explicar los fenómenos de la distribución del ingreso desde una perspectiva política, recoge la obra de diversos autores cuya tesis sobre este asunto es básicamente la siguiente: “El problema de la desigualdad en la distribución del ingreso no es económico sino político, ya que al parecer son las instituciones políticas las que terminan por definir la distribución económica al interior de cada Estado”. 
Uno de los autores referenciados en este libro es el Premio Nobel de Economía (2008) Paul Krugman cuya trabajo titulado “The conscience of a liberal” (La conciencia de un liberal) es el que en esta oportunidad comentaremos. Antes de ello, cabe señalar que así como ocurre con Krugman (2007), el libro del profesor Sinesio López (2012), también nos acerca a la obra de otros reconocidos intelectuales como Pikketty (2007), Tilly (2000), Wallerstein (2008), Przeworski (2008), entre otros.
Lo que hace Krugman en su obra es, en primer lugar, analizar la evolución de la política económica estadounidense, examinando por un lado, la distribución del ingreso que va desde una elevada desigualdad hasta una relativa igualdad y, por otro, el conflicto político que va desde la polarización extrema entre los grandes partidos –Republicano y Demócrata- hasta el bipartidismo constructivo, en el que comparten algunos consensos básicos. Existe, según Krugman, una fuerte correlación histórica entre la desigualdad económica y la polarización política y entre la cohesión económica y la cooperación bipartidista.

Krugman afirma que la explicación predominante de la relación entre la desigualdad y el conflicto político ha corrido por el lado económico atribuyendo al cambio tecnológico y a la globalización un peso “decisivo” en la explicación de la distribución desigual de los ingresos y en el ascenso de una élite muy rica en los Estados Unidos. Esos factores, afirma el autor, han generado una polarización política muy fuerte, donde el Partido Republicano es el abanderado de los beneficiados por la creciente desigualdad económica, mientras el Partido Demócrata ha buscado representar a los perjudicados por la misma (López, S., 2012: 42).
A pesar de la opinión mayoritaria (casi unánime) de los economistas, Krugman sostiene que son los factores políticos, especialmente la polarización política, el que ha jugado un rol decisivo en la acentuación de las desigualdades económicas. ¿A qué se debe esa polarización? Para este autor, dicha polarización es producto del desplazamiento de amplios sectores del Partido Republicano hacia posiciones situadas más a la derecha conservadora dentro del propio partido, cuyos posicionamientos serían los responsables de la radicalización de la vida política estadounidense y del aumento de las desigualdades económicas en EE.UU.
Para este Premio Nobel, la historia de la desigualdad en los Estados Unidos se divide en tres grandes etapas. La primera de ellas, llamada la "Larga Edad Dorada", que va desde el final de la Guerra Civil (1870) hasta 1930, estuvo caracterizada por un fuerte proceso de reconstrucción económica, que se vio acompañado de un incremento de las desigualdades producto de la nula o escasa capacidad de negociación de los trabajadores y sectores menos favorecidos.

La segunda, que se inicia en 1930 con la "Gran Comprensión" y la puesta en macha del "New Deal" por parte del presidente demócrata Franklin Roosevelt hasta la gran crisis de 1973, que favoreció la reducción de la brecha salarial y ayudó a la cohesión económica que vivió Estados Unidos hasta 1950. En este periodo se logró una mayor equidad en la distribución mediante acciones y reformas políticas como: cambios en la fiscalidad, aumento del sector público, fortalecimiento de la clase media, acceso a prestaciones sociales y participación de los sindicatos en la fijación de los salarios. Todas estas medidas sentaron las bases para la expansión de un largo ciclo económico de prosperidad y bienestar.
En la tercera etapa, que va desde la mitad de la década de 1970 hasta nuestros días, Estados Unidos vive un nuevo proceso de polarización política y un incremento de las desigualdades económicas. Krugman refiere que si bien esta fase tiene su punto de partida en la crisis de 1973, esta se fue gestando a mediados de la década de 1960.
¿Qué ocurrió en esos años? Como se recuerda, en ese tiempo el movimiento conservador (más derechista) comenzó a ganar fuerza sacando provecho de los miedos y prejuicios sociales que generaba el movimiento por los derechos civiles. Así, mientras los demócratas, impulsores del "New Deal", luchaban contra la segregación racial. El movimiento conservador vinculó el avance de los derechos civiles con el desorden social y la aplicación de programas sociales que favorecían la proliferación de sectores parasitarios que vivían de los impuestos cada vez mayores de la gente honrada (López, S., 2012:44).

Así fue como se minó el consenso político que se había logrado forjar en décadas pasadas, el mismo que había permitido la adopción de políticas distributivas destinadas a reducir la desigualdad en torno al "New Deal", para dar paso a nuevas victorias electorales republicanas, las que ocasionaron un retroceso en este esfuerzo “igualitario”, supeditando los intereses de la mayoría estadounidense a los de la élite rica.
Por esta razón Krugman sostiene que son justamente los cambios producidos en las normas e instituciones, derivados de opciones políticas, los que mejor explican estos vaivenes en la distribución de la riqueza de su país, que va desde la drástica reducción de la desigualdad durante la "Gran Comprensión" y el "New Deal", a la posterior “excepcionalidad estadounidense”, es decir el hecho de que ningún otro país rico haya padecido aumentos similares de sus desigualdades económicas internas.
Entonces, existen fundadas razones para creer que las instituciones y las normas, más que la tecnología y la globalización, son las causas principales de la creciente desigualdad y, en esa lógica fueron las políticas aplicadas por la administración republicana (Bush, uno de ellos), a través de recortes fiscales y reducciones del gasto social, las responsables del aumento de las desigualdades en los Estados Unidos. Mas si tomamos en cuenta que desde la década de 1970, el Partido Republicano, devino, en un partido que se definió por su oposición a los impuestos a los ricos y a los beneficios a las clases pobres y medias. No sorprende entonces que haya sido dicha administración conservadora la gran causante de la desigualdad, la más grande, reiteramos, entre los países ricos.

Nota: a los interesados en el tema, les recomiendo darse una vuelta por la 19° Feria Internacional del Libro de Lima (FIL-Lima) y adquirir ambos textos (anticipo que la búsqueda del libro de Krugman no será sencilla). No olviden que la FIL-Lima va del 18 de junio al 03 de agosto. 


Etiquetas: , ,

miércoles, 16 de julio de 2014

LA MEMORIA DEL ESPANTO



Hace 22 años, el 16 de julio de 1992, la calle Tarata en Miraflores fue el escenario elegido por el movimiento terrorista Sendero Luminoso para cometer uno de sus más brutales y sangrientos atentados. La explosión de dos coches bomba hizo estallar en mil pedazos los vidrios de los edificios ubicados en esta calle miraflorina (nadie lo imaginaba). El saldo final de este infame crimen arrojó 25 personas asesinadas, 155 heridos y 183 viviendas dañadas, todo ello debido a la demencial violencia que en esos años desató Sendero Luminoso en nuestro país (fue la primera vez que el terror tocó fuertemente las puertas de la capital peruana).

Los olvidados

Sendero Luminoso, hasta ese entonces, había concentrado sus acciones armadas y atentados terroristas en el interior del país. La sierra central fue la región en donde estos terroristas operaban con mayor violencia. Explosiones, torres de alta tensión derribadas, asesinatos selectivos, juicios populares, secuestros de niños y arrasamientos eran las prácticas por medio de las cuales la mente enferma de Abimael Guzmán imaginó alcanzar el poder. La población más afectada, como siempre en nuestra historia,  fue la más pobre y humilde del país, las zonas embanderadas con la hoz y el martillo, con paredes llenas de pintas, lemas y vivas al Presidente Gonzalo, fueron aquellas a las cuales el Estado jamás había llegado. En otras palabras, Sendero Luminoso y su violencia, pasó a ocupar los lugares y rincones del país que habían sido abandonados históricamente por el Estado oficial.

Del campo a la ciudad

Tarata cambió el panorama, para muchos Tarata representó el inicio de una nueva etapa en la guerra contra la subversión. Para Sendero Luminoso había llegado la hora de tomar la ciudad por asalto y cumplir con el lema maoísta bajo el cual la lucha popular debe ir siempre del campo a la ciudad. La consigna era clara, la capital sería presa del terror, el miedo petrificaría a los limeños y Lima, esa ciudad hostil y distante, conocería el verdadero poder de estos asesinos. En un instante el país cambió, el terrorismo dejó de ser un problema ajeno para los limeños, y paso a convertirse en la preocupación mayor de sus residentes. Sendero tocaba la puerta de la gran ciudad y lo hacía con el fusil y la dinamita en sus manos. Los limeños, conocían, por primera vez el verdadero rostro del horror.

Sendero Luminoso, con este atentado, demostró que su violencia no tenía límites, que no importaba si sus acciones terminaban arrebatándole la vida a población civil inocente. Para Abimael Guzmán, esa bestia criminal que convirtió al socialismo de Mariátegui en un pretexto para la muerte de mujeres y niños, y al marxismo ideológico en la envoltura del odio y la dinamita, los muertos inocentes no eran otra cosa que “costos de guerra”, la llamada “cuota de sangre” que todo pueblo revolucionario debía pagar para alcanzar la ansiada redención.




El país despertó

El país y la sociedad en general, condenaron el atentado. Se organizaron marchas y movilizaciones por la paz en toda la capital. Sendero Luminoso había herido el corazón mismo de ese Perú formal que se negaba a mirar hacia adentro. El terrorismo dejó de ser un problema exclusivo de esos cholos, indios o marginados, a los que siempre se los estigmatizó mirándolos con desprecio, ahora las bombas del terrorismo fratricida explosionaban en las narices de la población urbana, y el miedo empezó a crispar la piel de todo el país. Las clases medias y acomodadas recién tomaron nota de la violencia por la que atravesaba el país en el cual vivían, y al que durante tanto tiempo ignoraron. Sendero Luminoso nos había notificado su violencia en Lima, y lo hizo de la manera más salvaje.

Los crímenes de Estado

Pero si el horror de Sendero Luminoso en Tarata sorprendió a todo el país y escandalizó a toda la comunidad internacional, lo que vino después, como respuesta estatal, no fue otra cosa que una serie de operativos encubiertos en donde la barbarie se institucionalizaba y el terrorismo de Estado se convertía en el antídoto para combatir a la subversión, y así restablecer el orden que Sendero Luminoso había trastocado.

La conmoción fue tan grande, y el pavor que la sangre derramada generaba fue tan profundo, que al final la sociedad y varios medios de comunicación terminaron por justificar la violación de derechos humanos bajo la idea de que todo “presunto terrorista” merecía morir y que para ello las fuerzas militares y policiales debían apretar el gatillo sin piedad. Así, el respeto por la presunción de inocencia empezó a ser visto en nuestro país como sinónimo de cobardía o debilidad, y los juicios a estos criminales no eran sino una pérdida de tiempo. Había que matar, caiga quien caiga. Primero, las fuerzas del orden debían liquidar al sospechoso, para luego recién investigar si el caído era o no senderista. El mundo al revés, como en una película de horror.


Secuestro, asesinato y desaparición de inocentes

Fue en ese escenario, que en la madrugada del 18 de julio de 1992, dos días después del espanto en Tarata, integrantes del grupo Colina, con el conocimiento del asesor de gobierno, Vladimiro Montesinos y del ex presidente, Alberto Fujimori, ingresaron a la Universidad Enrique Guzmán y Valle –La Cantuta– y secuestraron a nueve estudiantes y un profesor de dicho centro de estudios.

El mensaje era claro, el Estado utilizaría el mismo terror cainita como respuesta a la violencia desatada por Sendero Luminoso en Tarata. Los estudiantes secuestrados fueron conducidos con los ojos vendados a un terreno desolado a la altura del kilómetro 1,5 de la autopista Ramiro Prialé, allí fueron torturados y ejecutados por estos de militares. Si el dolor de las víctimas de Tarata era conmovedor, no menos estremecedor fue conocer las circunstancias y la manera cómo estos jóvenes universitarios fueron ultimados por los agentes del Estado a los que posteriormente el Gobierno de Alberto Fujimori felicitó, para luego ayudarlos (a través de la promulgación de la Ley de Amnistía) a eludir la acción de la justicia, a pesar de las numerosas denuncias y pruebas incriminatorias existentes en su contra.

Hoy en día se sabe que luego de ser asesinados a mansalva, los cadáveres de estos estudiantes y del profesor fueron enterrados en zanjas que ellos mismos fueron obligados a cavar, para luego ser llevados a otro lugar en Lima, la quebrada de Chavilca en Cieneguilla, donde fueron finalmente incinerados para no dejar huella alguna de este brutal crimen. Las personas ultimadas ese 18 de julio de 1992 fueron: Hugo Muñoz (el profesor), Armando Amaro, Enrique Ortiz, Pablo Meza, Bertila Lozano, Dora Oyague, Robert Teodoro, Felipe Flores, Marcelino Rosales y Juan Mariños.


Las heridas abiertas

Han transcurrido más de dos décadas desde estos luctuosos sucesos, sin embargo, los fantasmas de Sendero Luminoso no han desaparecido y tampoco las heridas abiertas por los crímenes cometidos por el Estado han logrado cicatrizar. A pesar de los esfuerzos hechos por los gobiernos que se han sucedido luego de la caída de la dictadura fujimorista, tales como la conformación de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (el más importante de todos ellos), la sociedad peruana no ha podido todavía hacer un adecuado balance de los hechos. Los peruanos no hemos sido capaces de reconstruir nuestra memoria histórica para hacer frente a los peligros y violencia que ahora debemos enfrentar.

No resultar extraño entonces que la prédica violentista y pro terrorista de grupos como el MOVADEF siga generando adhesiones entre los peruanos, y en especial, eso es lo más preocupante, entre los más jóvenes. Escuchar a estudiantes universitarios defender y justificar la violencia homicida del cobarde de Abimael Guzmán, resulta tan indignante como ser testigos de la manera cómo algunos medios de comunicación y sectores políticos siguen pretendiendo justificar las graves delitos de violación contra los derechos humanos cometidos por efectivos policiales y militares durante los años de violencia política vividos en nuestro país.


Memoria para hacer justicia

Recordar estos hechos, no es, como algunos maliciosamente señalan, el esfuerzo de algunos intelectuales de izquierda (caviares se los llama despectivamente) o activistas de derechos humanos por traer de vuelta el pasado para reabrir la brecha que durante tanto tiempo ha separado a todos los peruanos y seguir lucrando con el dolor de las víctimas. Recordar los años de la violencia y procesar el horror vivido debe ser algo que como colectividad tenemos que hacer con el objetivo de identificar las causas y razones estructurales que hicieron posible que en nuestro país se desate una atroz carnicería que enlutó a miles de familias peruanas bañando de sangre a nuestro suelo.


Los peruanos debemos condenar con total contundencia la violencia de Sendero Luminoso, venga de donde venga, no podemos ser ambiguos en esa tarea, los peruanos tenemos el deber moral de explicarles a los jóvenes del país que Abimael Guzmán no fue otra cosa que un feroz asesino, una bestia criminal que le arrebató la vida a miles de peruanos desde un cómodo escondite. Pero al mismo tiempo, debemos ser igualmente categóricos a la hora de condenar uno a uno todos los crímenes de Estado que se cometieron con el pretexto de pacificar nuestro país y derrotar a la subversión. Esa es la tarea pendiente que nosotros tenemos como sociedad y que no podemos eludir.

martes, 8 de julio de 2014

HOMBRES QUE LUCHAN POR LA LIBERTAD EN CUBA


En marzo de 2003, en medio de la cobertura mediática que la guerra de Irak generó en todo el mundo, el gobierno dictatorial de los Castro, inició la mayor persecución política en contra de disidentes y opositores a su régimen de los últimos años. Este operativo, conocido como la “Primavera Negra”, tuvo como fatal desenlace la detención y condena de 75 hombres, entre intelectuales y periodistas.

La “Primavera Negra”

A estos hombres se les acusó de haber violado la Ley N° 88, “Ley de Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba”, conocida por la disidencia y bautizada por organismos internacionales de protección de los derechos humanos como la “Ley Mordaza”. Para la dictadura cubana esta ley tenía como finalidad tipificar y sancionar aquellos hechos dirigidos a apoyar, facilitar, o colaborar con los objetivos de la Ley "Helms-Burton", el bloqueo y la guerra económica contra el pueblo y su revolución, encaminados a quebrantar el orden interno, desestabilizar el país y liquidar al Estado Socialista y la independencia de Cuba.

En otras palabras, esta ley le otorgaba a la dictadura castrista la posibilidad de arrestar y sentenciar a toda persona que se atreviera a expresar públicamente su disconformidad con la manera autocrática de gobernar de los Castro. Dicho de otro modo, todo ciudadano cubano que no adoptase como suyo el discurso revolucionario de Fidel, y que al mismo tiempo, se atreviese a cuestionar el proceder del dictador, corría el riesgo de ser arrestado y condenado a penas que fluctuaban entre los 10 y 25 años de cárcel (cabe precisar que se presentaron casos como el de Lorenzo Enrique Copello Castillo o Harold Alcala Aramburo en los cuales las sanciones fueron mucho más severas, pena de muerte y cadena perpetua, respectivamente).


Las “Damas de Blanco”

Como es lógico suponer, esta arremetida de la dictadura cubana contra sus propios ciudadanos, sin otra justificación que el dogmatismo de un régimen totalitario que se negó a reconocerles el derecho a ser libres, a pensar, sentir y opinar de manera autónoma e independiente, motivó la protesta y movilización de diversos grupos tanto dentro como fuera de Cuba.

Uno de los grupos que mayor protagonismo adquirió durante estos años, debido a su constante lucha e infatigable resistencia, la misma que fue puesta a prueba en cientos de oportunidades, es el grupo conocido como las “Damas de Blanco”. Este movimiento agrupa a las esposas, madres e hijas de los disidentes cubanos arrestados durante este operativo.

Así ha quedado demostrado desde el 2010, ya que a pesar de la persecución y la constante campaña de difamación de la cual fueron víctimas, las “Damas de Blanco” recibieron el apoyo de la comunidad internacional en general; incluso, en marzo de ese año, en ciudades como Madrid, New York, Miami y Los Ángeles, se llevaron a cabo desfiles y manifestaciones respaldando su labor y reivindicando el enorme esfuerzo desplegado por estas mujeres, siempre en defensa de la libertad de los prisioneros de la Primavera Negra.


Sin embargo, y como ya lo señalamos, a pesar de las simpatías que este movimiento femenino había  despertado a nivel global, fue justamente en marzo de 2010, con motivo de la conmemoración de los 7 años de la “Primavera Negra”, que la dictadura castrista volvió a cometer un serie de actos de persecución y agravio en contra de estas mujeres. Según se supo en aquel entonces, la hostilización se volvió cada vez más fuerte, el régimen castrista arremetió contra ellas con brutalidad, incluso agrediéndolas físicamente, poniendo en riesgo sus vidas y la integridad de sus familias.

Guillermo Fariñas

Es bajo esas circunstancias que surgió la figura del cubano Guillermo Fariñas, perseguido político y disidente al igual que los 75 detenidos en marzo de 2003, quien a pesar del terror que se vivía en la isla, decidió iniciar una huelga de hambre exigiendo la inmediata liberación de la totalidad de los presos políticos, a los cuales el gobierno dictatorial insistía en tratar como delincuentes comunes, tildándolos de vendepatria o mercenarios al servicio del imperio, adjetivos propios del lenguaje intolerante y totalitario de los Castro.

Como lo hizo Orlando Zapata (pero con mejor suerte), o quizá en honor a la memoria de este mártir de la libertad en Cuba, fallecido en febrero de 2010, luego de una huelga de hambre de 80 días, Guillermo Fariñas decidió dejarse morir y optó por dar una última largada en defensa de la libertad en su país. En otras palabras, eligió morir por todos los presos de conciencia, y por los que probablemente habrían de adquirir dicha condición si la persecución por razones de ideas se mantenía férrea en la isla, tal y como sigue ocurriendo en la actualidad, ya que aunque el octogenario Fidel repose plácidamente el algún lugar de la isla, la voluntad de los Castro sigue siendo la ley que se impone por encima de cualquier otra en Cuba.


Pero la suerte de Guillermo Fariñas fue otra, ya que su lucha, sumada a la presión ejercida por algunas organizaciones de derechos humanos y al impacto y descrédito que la dictadura Castrista sufrió tras la muerte de Orlando Zapata, rindió sus frutos, todo  ello pesar de algunas declaraciones vertidas por el gobierno castrista en las cuales señalaba de manera categórica que no liberaría a estos presos políticos, hombres a los que llamaba proyanquis y enemigos de la revolución, ya que hoy sabemos que durante los últimos años muchos de ellos han obtenido su libertad, gracias a la acción y el valor de hombres que como Guillermo Fariñas, estuvieron dispuestos a sacrificar su propia vida por la libertad de sus prójimos.

Orlando Zapata  luchó por la liberación de estos hombres

Hoy, 11 años después de las detenciones de la “Primavera Negra”, luego de una serie de negociaciones internacionales y de la presión ejercida por diversos organismos de derechos humanos en el mundo, se sabe que todos los periodistas han sido ya liberados, todo ello a partir del acuerdo adoptado entre el gobierno Castrista y la Iglesia Católica suscrito en julio de 2010, el cual, vale la pena señalar, fue promovido e impulsado por la diplomacia española.

Los primeros en recibir esta “gracia”, porque así llamaron a esta decisión los incomprensiblemente adictos al régimen dictatorial cubano, fueron aquellos que llenos de tristeza y dolor aceptaron ser exiliados a otro país una vez fuera de las cárceles cubanas. Otros, conocidos como el “Grupo de los 13”, se convirtieron en los auténticos símbolos de la resistencia en Cuba, pues no aceptaron dicho ofrecimiento, y decidieron seguir luchando, pues no creían en otra liberación sino en aquella que les permitiera retornar a sus hogares en su amada Cuba. Hoy sabemos, de acuerdo a un informe elaborado por Carlos Lauría en 2011, que el “Grupo de los 13” también alcanzó su libertad, y que algunos de ellos cumplieron su sueño de beber café sentados a la mesa con sus familias en suelo cubano.


Como han señalado intelectuales y periodistas de todo el mundo, parece que en las horas de mayor tristeza y calamidad, el valor y el coraje humano se ponen siempre a prueba, sólo algunos espíritus superlativos salen victoriosos, y la historia, más temprano que tarde termina por reconocerles dicha entrega. Ello le ocurrió Guillermo Fariñas el 21 de octubre de 2010. Ya en su casa de Santa Clara, recuperándose luego de 134 días durante los cuales no probó bocado alguno, y luego de ser sometido a una delicada cirugía, lleno de cansancio, ese que sólo han experimentado aquellos hombres que hacen del sacrificio y la entrega por el prójimo su sino de vida, le llegó la noticia de haber sido reconocido con el premio Sájarov del Parlamento Europeo, premio otorgado a personas que han luchado en defensa de la libertad y los derechos humanos en el mundo.

La continua lucha de Guillermo Fariñas

Cuentan algunos medios que cuando a Guillermo Fariñas se le preguntó si estaría dispuesto a volver a asumir el reto, iniciar una huelga de hambre, o dejarse morir por un ideal, él, con la misma humildad y convicción que siempre lo caracterizaron contestó: Sí, lo volvería a hacer. Estamos seguros que lo volvería a hacer, pues quizá, como dice Yoani Sánchez, en un país en el cual la protesta cívica está penalizada con penas de 20 a 25 años, el cuerpo, el morir de hambre, el dejarse morir una y mil veces, sea la única forma de luchar por la libertad y de sentirse auténticamente libres. 


Hoy, Guillermo Fariñas sigue luchando, lo hace desde el 2013 al frente de la Unión Patriótica de Cuba, una organización disidente de la isla que aboga por la lucha pacífica pero firme en contra de cualquier violación de las libertades civiles en la isla. Son justamente este tipo de luchas y actos de valentía constante los que hacen que historias de hombres como Guillermo Fariñas nunca sean olvidadas, pues son este tipo de personas las que nos hacen recuperar la fe en los demás, y abrigar la esperanza de un mundo mejor, uno en el cual los hombres y las mujeres estemos libres de las ataduras y cadenas que nos quieren ser impuestas por aquellos gobiernos que se creen con el derecho de violar la libertad humana en aras de una supuesta “revolución o transformación socialista”, la misma que no es otra cosa que el engaño de una infame dictadura.

Etiquetas: , ,

martes, 1 de julio de 2014

¿CÓMO SE HICIERON RICOS LOS PAÍSES RICOS?


Esa es la pregunta que el reconocido economista coreano Ha-Joon-Chang responde en su extraordinario libro titulado “Retirar la escalera”. Lo que hace este autor es brindarnos una mirada distinta a la que comúnmente plantea la ortodoxia económica mundial en torno a la manera cómo los países ricos alcanzaron posicionarse en la cumbre del progreso y desarrollo. Aprovecharé entonces esta columna para exponer brevemente las ideas más importantes de este monumental libro.

La fórmula que “todos debemos seguir”

En nuestros días, señala el autor, los países en desarrollo (PED) sufren importantes presiones por parte de los países actualmente desarrollados (PAD) y de la academia económica y política a la que éstos controlan, para que adopten un conjunto de “buenas políticas” y “buenas instituciones” que impulsen su desarrollo económico: las “buenas recetas”.

En otras palabras, estas “buenas recetas”  no son otras que las prescritas por el llamado Consenso de Washington, las mismas que le fueron impuestas a los PED desde los inicios de la década de los ochenta (en el Perú a partir de los noventa).


¿Cuáles son las “buenas políticas” y las “buenas instituciones”?

En este punto, es importante hacer la siguiente diferencia: cuando hablamos de “buenas políticas” estamos haciendo referencia a: 1) Políticas macroeconómicas restrictivas; 2) Liberalización del comercio internacional; 3) Liberalización de la inversión; y 4)  Privatizaciones y desregulaciones. En cambio, cuando hablamos de “buenas instituciones” estamos aludiendo a:  1) La democracia política; 2) La buena burocracia; 3) Un Poder Judicial Independiente; 4) Derechos de propiedad bien protegidos (también derechos de propiedad intelectual); y 5) Instituciones de gestión gubernamental y financiera transparentes y orientadas hacia el mercado (incluyendo un banco central políticamente independiente).

¿Existen diferencias entre las políticas y las instituciones?

Claro que sí, como se puede apreciar, existe una diferencia entre políticas e instituciones. Según el propio autor, puede decirse que las instituciones son arreglos más permanentes, mientras que las políticas se cambian con mayor facilidad. Por ejemplo, subir los aranceles de ciertas industrias constituiría una “política”, mientras que el propio arancel puede ser considerado una “institución”.

¿Acaso las únicas "buenas recetas" son las que el Consenso de Washington prescribe?

Al parecer no, justamente lo que el autor cuestiona es si todas estas recetas deben ser adoptadas en los PED y la manera cómo se lleva adelante este proceso. Incluso, lo que el autor pone en debate es si en determinados PED los costos en la implementación de las mismas no resultan siendo mayores que los beneficios (ejemplo: las patentes, la privatización o la desregulación ilimitadas).


Al mismo tiempo, lo que el autor hace es lanzar una hipótesis provocativa que básicamente es ésta: Los PAD no se hicieron ricos siguiendo el camino que ahora pretenden imponer a los PED. Y ello a su vez, lo obliga a lanzar una pregunta por demás subversiva que nos debería invitar a una profunda reflexión: ¿Por qué los PAD quieren imponer medidas que ellos no adoptaron cuando empezaron su camino hacia el desarrollo? Para resolver esta interrogante, y corroborar su hipótesis, el autor estudia, como veremos luego, la historia económica de una serie de PAD (nosotros nos referiremos a dos: Estados Unidos e Inglaterra).

La historia económica de los países estudiados

El libro se centra (capítulo 2 y 3) en el estudio del periodo comprendido entre el siglo XIX y principios del XX, aproximadamente entre el fin de las Guerras Napoleónicas (1815) y el comienzo de la Primera Guerra Mundial (1914), periodo en el cual la mayor parte de los PAD estaban pasando por sus revoluciones industriales. Ahora, los países cuya historia económica es estudiada son: Estados Unidos, Inglaterra y Alemania. A ellos, se suman las experiencias posteriores a la Segunda Guerra Mundial de países como Japón y Francia, que consiguieron generar un impresionante crecimiento económico sobre la base de la radical transformación institucional que se produjo tras la guerra y que dio como resultado una política económica que conjugó tesis liberales y proteccionistas.

La receta que impone Washington no es el único camino hacia el desarrollo

El autor afirma  lo siguiente: Los PAD no llegaron a donde ahora están mediante las políticas y las instituciones que recomiendan actualmente a los PED. En su mayor parte, pusieron en práctica políticas comerciales e industriales “malas”, tales como políticas de protección a la industria naciente y subsidios a la exportación, prácticas que hoy en día son desaprobadas, cuando no activamente rechazadas, por la OMC (Organización Mundial del Comercio).

¿Qué se hizo en los Estados Unidos?

El autor nos recuerda que en la obra de Smith “La riqueza de las Naciones” se señaló que los estadounidenses cometerían un grave error si buscaban la promoción de su industria naciente a partir de medidas proteccionistas contrarias al “libre cambismo”.


Afortunadamente (lo dice irónicamente el autor), los estadounidenses rechazaron con firmeza el análisis de Smith a favor del “sentido común” y “del instinto de lo que realmente era necesario hacer para su nación”, procediendo a proteger sus industrias nacientes con gran éxito a partir de 1816, para luego, y después de casi 100 años, convertirse recién, en parte gracias a estas medidas, en el líder industrial y en el centro intelectual a nivel global.

En otras palabras, antes de que los Estados Unidos se convirtiera en el gran difusor, promotor y guardián del libre cambismo a nivel mundial, tuvo 100 años de políticas proteccionistas, las mismas que ahora condena y combate ferozmente a nivel global. ¿No es acaso eso una gran contradicción?

¿Qué se hizo en Inglaterra?

El autor nos demuestra que Inglaterra fue en realidad el primer país en perfeccionar el arte de la promoción de su industria naciente (el denominado fortalecimiento hacia adentro), que según este autor, fue (y es) el camino hacia la prosperidad de la mayor parte de los países. Por eso, quienquiera que no esté convencido de la validez del argumento de la industria naciente y de su importancia para el desarrollo, debería estudiar primero la historia de la industria inglesa, sentencia. ¿Y cómo lo hicieron? Simple, implementando medidas proteccionistas que para el caso de los PED los PAD satanizan. ¿No es acaso eso una gran contradicción?

Los PAD (Estados Unidos a la cabeza) son quienes nos “retiran la escalera”

Como ya lo señalamos, recién cuando los Estados Unidos logró consolidar su supremacía industrial de manera absoluta a nivel mundial tras la Segunda Guerra Mundial, empezó, al igual que lo hizo Inglaterra en el siglo XIX, a promover decididamente el libre comercio, pese al hecho de que adquirió esa supremacía mediante el uso nacionalista de un fuerte proteccionismo. Eso quiere decir “retirar la escalera”: condenar a los otros por hacer lo que uno hizo en beneficio propio.  ¿No es acaso una actitud cínica e interesada defender un liberalismo radical que ellos no practicaron? Por tanto, impedir que los PED adopten estas políticas constituye una seria limitación a su capacidad de desarrollarse económicamente; y además, un fraude histórico monumental.


Apunte final

Luego de revisar este libro, cuya lectura y compra recomiendo, no me queda sino formular algunas preguntas que espero sirvan para abrir un debate profundo y serio sobre esta materia, incentivando a los lectores a cuestionar algunas ideas que cierto sector nos ha querido imponer como si se tratasen de verdades bíblicas y dogmas divinos.

 Pensemos

¿Lograrán los PED fortalecer sus industrias y consolidar sus economías siguiendo las recetas impuestas por el monocorde discurso del Consenso de Washington? ¿Tendrán los PED la convicción y fuerza necesarias para cambiar la historia? ¿Seremos capaces los latinoamericanos de implementar un plan coherente para el desarrollo de nuestras industrias nacionales sin esperar el permiso de los grandes grupos de poder económico transnacional? ¿Será capaz la gran prensa de darle tribuna a quien cuestiona el modelo impuesto por Washington? ¿Se atreverán los señores de la CONFIEP a mirar sin complejos la historia económica mundial?


Estas son las preguntas que nuestros gobernantes han preferido no responder (desde Fujimori en adelante). Estas son las preguntas que tanto la derecha como la izquierda en el Perú (y en la mayoría de países de la región) deben plantearse y no lo hacen. Estas son las preguntas que el conglomerado mediático de nuestro país (El Comercio) ha preferido “convenientemente” no hacer, pues no quiere enojar y perder a sus anunciantes, tan simple como eso.

Etiquetas: ,