jueves, 25 de marzo de 2010

Las Damas de Blanco: ejemplo del coraje de la mujer latinoamericana





Alida Viso es esposa de Ricardo Gonzáles. Ricardo es un periodista que en marzo de 2003 fue apresado por las fuerzas del gobierno cubano. Fue acusado y procesado por haber infringido la ley 88, conocida como la Ley Mordaza. Su pecado fue fundar una revista independiente, hecha por cubanos desde Cuba, ello motivó la furia del gobierno castrista, que acostumbrado a monopolizar todos los medios de comunicación, vio en este acto de independencia intelectual un acto de traición y afrenta a los valores de la revolución, de una revolución que lleva más de 50 años enquistada en el poder, la cual ve en el rostro de todo aquél que no comparte sus consignas la cara de un potencial lacayo del imperio, para usar el lenguaje de los Castro. Ricardo, luego de ser sometido a un juicio sumario en el cual no se le dio la oportunidad de ejercer su defensa, fue condenado a 20 años de prisión. Desde ese entonces, Alida, su fiel esposa, aguarda y lucha por su liberación.



Julia Nuñez es esposa de Adolfo Fernández. Adolfo es un periodista que en marzo de 2003 fue apresado por las fuerzas del gobierno cubano. Fue apresado y condenado por el delito de decir lo que piensa y señalar lo que a su parecer está mal en Cuba. Adolfo hacía artículos para varios medios de prensa fuera de Cuba. En su país, Adolfo vivía una especie de censura tácita. Ningún medio periodístico, ninguna revista, ni siquiera los boletines de barrio le dieron la posibilidad de publicar sus escritos. Adolfo decidió trabajar con la prensa extranjera, él es el único sostén de su familia, debía procurarles alimentos, educación, una vivienda digna, por eso aceptó trabar con medios internacionales. Ese atrevimiento le costó caro, a él y a toda su familia, al igual que en el caso de Ricardo, Adolfo fue llevado a juicio sin oportunidad de ejercer defensa alguna, fue condenado a 15 años de prisión y llevado a una cárcel ubicada a 700 kilómetros de Cuba, lugar donde vivía con su familia, el gobierno de Castro no sólo quiso castigar a Adolfo, también se ensañó con su familia, haciendo casi imposible la visita periódica. Desde ese entonces, Julia, su fiel esposa, aguarda y lucha por su liberación.



Gloria Amaya es madre de 5 hijos. Todos sus hijos son opositores a la dictadura de los Castro. Tres de ellos han sido condenados por delitos de conciencia. El pecado de sus tres hijos fue declararse públicamente a favor de las reformas políticas destinadas a democratizar la sociedad cubana. En varias oportunidades opinaron a favor del derecho a la libertad de expresión, el derecho a elegir libre y directamente a sus autoridades políticas, el derecho a militar en un movimiento o partido político distinto al partido de la revolución. En marzo de 2003, al igual que en el caso de Ricardo y Adolfo, la fuerza de seguridad cubana ingresó a su hogar, luego de agredirla física y verbalmente le arrebató a sus hijos. Al poco tiempo, Gloria supo que dos de sus hijos habían sido condenados a purgar una pena de 20 años, el tercero de ellos partió junto a su familia al exilio buscando salvar su vida y la de los suyos. Desde ese entonces, Gloria aguarda y lucha por la liberación de sus hijos y no pierde la esperanza de volver a ver al hijo que partió al exilio. Gloria tiene 76 años de edad.



Alida, Julia y Gloria, forman parte de lo en Cuba se conoce como el movimiento de Las Damas de Blanco. Este movimiento social surgió en abril de 2003 cuando un grupo de valientes mujeres, madres, esposas e hijas, decidieron iniciar la lucha por la liberación de sus familiares, hijos, padres y esposos, todos ellos presos políticos, apresados luego del operativo del gobierno de marzo de 2003 conocido como La Primavera Negra, operativo que tuvo como resultado la detención de más de 70 hombres, periodistas, literatos, dirigentes sindicales, médicos, abogados, ingenieros, a los cuales se les imputó haber incurrido en delitos de conciencia; es decir fueron arrestados por presentar una línea política distinta a la que ha sostenido a la dictadura más antigua del planeta por más de 50 años.



En las últimas semanas Las Damas de Blanco volvieron a las calles, armadas de pancartas, ramos de rosas blancas, crucifijos y banderas cubanas bordadas con el rostro de sus familiares decidieron hacer sentir su voz de protesta, marcharon por las calles de la Habana exigiendo la liberación de los suyos. El gobierno de los Castro respondió, respondió de la única forma que sabe hacerlo, las reprimió, las persiguió, las vejó, las detuvo, las insultó, pero no pudo doblegar ese espíritu indomable que estas mujeres día a día le ofrecen al mundo; y es que una dictadura puede violar las libertades políticas, puede arrestar impunemente a sus opositores, puede destruirle la vida a todo ciudadano al cual considera un peligro para sus retorcidos fines, pero nunca, nunca podrá con el amor que una madre guarda por su hijo, nunca podrá con la fidelidad que una esposa guarda por su esposo, nunca vencerá la gratitud y devoción que una hija o hijo guardan por su padre.



Las Damas de Blanco, anónimas, casi invisibles para los medios de comunicación cubanos, y por qué no decirlo, anónimas para Latinoamérica también, seguirán en la lucha, no desmayarán en el esfuerzo, no verán quebrado su espíritu, un espíritu combativo y guerrero tantas veces puesto a prueba por la dictadura castrista. De eso estoy absolutamente seguro. A los hombres, y sobre a todo a las mujeres, les pueden arrebatar la vida, pero jamás una idea, y mucho menos la esperanza de ver de regreso, sentado a la mesa un domingo, al ser querido, preso durante años por haberse atrevido a pensar de manera independiente y libre.



Muchas cosas andan mal en Cuba, pobreza, exclusión, marginalidad, persecución, son algunos de los problemas que viene afrontando Cuba hace décadas. La familia Castro pretende hacernos creer que es el precio que el pueblo debe pagar por ser libre, libre del imperio yanqui al cual responsabilizan por todos sus males, olvidando que el verdadero enemigo de Cuba son un grupo de cubanos, los Castro. Apena, en todo caso, ver como presidentes de la región, a los cuales parece gustarles presentarse ante sus votantes como auténticos demócratas, prefieren pasar por alto esta serie de atropellos que hermanos cubanos sufren día a día en la isla. Hace algunas semanas el presidente de Brasil, Lula Da Silva, decidió darse una vuelta por Cuba, se abrazó con Raúl Castro, los felicitó por la gran calidad profesional de sus médicos, por su educación igualitaria, pero olvidó preguntar por los cientos de presos políticos, entre ellos muchos profesores, que casualmente purgan condena por exigir cambios que permitan construir una Cuba más libre y democrática.



Nosotros, como latinoamericanos, tenemos muchas lecciones que aprender de Las Damas de Blanco, ya que su lucha infatigable por la liberación de sus familiares injustamente presos, no es sino la lucha por ideales a los cuales todos debemos abrazar, la lucha por la libertad, por la democracia, por los derechos de todos y de todas. Una vez más, las mujeres de este continente, nos dan muestras de la enorme fortaleza de espíritu que habita en sus corazones. Finalizo, extendiéndole mi reconocimiento y admiración a todas Las Damas de Blanco, heroínas anónimas, que viven no solo en Cuba, sino en toda nuestra región, y que día a día luchan por una América Latina, más justa, más libre y democrática, como lo han hecho a lo largo de nuestra historia, ya que como dice José Martí: “Las campañas de los pueblos sólo son débiles cuando en ellas no se alista el corazón de mujer; pero cuando la mujer se estremece y ayuda, cuando la mujer tímida y quieta en su natural, anima y aplaude, cuando la mujer culta y virtuosa unge la obra con la miel de su cariño, la obra es invencible”.





Rafael Rodríguez Campos

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viernes, 19 de marzo de 2010

Ser ministro en el Perú: el caso Crousillat


Para ser ministro de Estado en el Perú sólo se requieren cumplir tres requisitos: ser peruano de nacimiento, ciudadano en ejercicio y haber cumplido 25 años de edad. A muchos estos tres requisitos les parecen suficientes. Otros tantos opinan que existen algunos requerimientos de tipo académico, profesional o ético que deben ser exigidos a todo aquél que asume esta importante responsabilidad. Yo me encuentro en el grupo de los primeros, aunque debo reconocerlo, los últimos acontecimientos suscitados en nuestro país a raíz del irregular indulto otorgado al hoy prófugo de la justicia Crousillat y la ridícula manera como el gobierno, a través del hoy despedido ex ministro de Justicia, Aurelio Pastor, ha tratado de maquillar y pasar por alto este descalabro político, me han hecho reconsiderar seriamente mi posición inicial.


Desde siempre, desde muy niño he escuchado que los ministros de Estado juramentan en el cargo llevando su carta de renuncia bajo el brazo. ¿Qué quiere decir ello? Simplemente que la estabilidad en el cargo de un ministro dependerá de la coyuntura política del momento y del nivel de responsabilidad que le toque asumir por algún error voluntario o involuntario que haya cometido induciendo a equivocación al Presidente de la República, y ello porque según señala nuestra Constitución, los ministros son responsables por sus propios actos y por los actos presidenciales que refrendan.


¿Qué pasó entonces? ¿Por qué en esta oportunidad el ex ministro de Justicia decidió abrazar con pasión su sillón ministerial y no dar el paso al costado cuando todo el Perú, salvo su esposa y algunos familiares, se lo pedía? ¿Porqué forzar una salida abrupta que más tuvo de jalón de orejas y patada en las cuatro letras que de retiro decoroso? ¿Por qué colocar al Presidente de la República en una situación tan complicada? ¿Por qué olvidar que la dignidad, el orgullo y honor propio están por encima de cualquier posición de privilegio que por más sabrosa que sea siempre será momentánea? Hagamos un poco de memoria.


En diciembre del año pasado el Poder Ejecutivo, nos sorprende con un sorpresivo indulto presidencial al hoy prófugo y otrora corrupto Crousillat. Las razones expuestas para la concesión de dicha gracia fueron dos básicamente: la avanzada edad del bribón (77 años) y la situación de salud crítica que este atravesaba. Como era de esperarse la decisión del Gobierno trajo cola y de inmediato los medios de comunicación levantaron la noticia sugiriendo algún tipo de irregularidad o prebenda en el trámite, análisis y concesión del indulto.


De inmediato, el ciudadano promedio del Perú, bombardeado por el sin número de notas periodísticas que sobre el tema circulaban en todas las redacciones y portales de noticias del país, se vio obligado a reflexionar sobre un tema que muchas veces no supera las fronteras de una clase de Derecho o la preocupación de algunos académicos que escriben e investigan sobre el tema. ¿Puede el Presidente de la República indultar a un delincuente? ¿Puede el presidente indultar a un corrupto y colaborador de una dictadura? Más aun ¿Puede el Presidente de la República indultar a Crousillat y que no pase nada? Sí. Si revisamos con atención el texto de nuestra Constitución, el Presidente de la República puede indultar a un sentenciado, con lo cual el Estado renuncia a hacer efectiva la pena que con anterioridad le impusiera. Es decir, jurídicamente el indulto es una atribución presidencial discrecional, que se concede incluso, sin ningún tipo de motivación o razones que justifiquen la decisión.


Lo particular en este caso es que si el Presidente hubiera indultado a Crousillat sin mayor razón que su “conocida tendencia a creerse el redentor de todos los peruanos”, hubiera generado una corriente de opinión tan negativa, que de inmediato no uno, ni dos, sino todos los peruanos hubieran visto en el actual mandatario a un cómplice más de la mafia y de la corrupción que azotó a nuestro país en la década pasada y sigue queriendo desestabilizar a nuestra débil democracia en nuestros días. En ese escenario, la intención debía de ser maquillada, había que buscar la manera legal de cumplir el propósito de una manera elegante, el Presidente quería ser visto como un ser magnánimo, como César cuando en el circo romano manteniendo el pulgar en alto salvaba de la muerte a algún cristiano o gladiador caído, así quería verse el Presidente, como César, jamás pensó que terminaría superando las actuaciones del mejor Cantinflas.


En ese escenario acudió a la persona que de acuerdo a ley es su asesor legal, el ministro de Justicia, conocido en el ambiente político con el nombre de “Aurelio el contradictorio”, “Aurelio el perseguido”, “Aurelio el mártir”. Este célebre personaje no tuvo mejor idea que decirle al presidente que la cuestión era sencilla, había que invocar la figura del Indulto Humanitario (como ya hemos dicho este se le es concedido a personas de avanzada edad o personas que sufren una grave enfermedad que les impide estar recluidos al interior de un penal). Sólo faltaba superar un escollo, había que conseguir informes médicos que acrediten la gravedad de los males que aquejaban a Crousillat, era necesario que en dichos informes se señale que la cárcel era un lugar inapropiado para el delincuente, que la permanencia en la cárcel empeoraría su ya maltrecha salud, y por tanto la única salida era indultarlo por razones humanitarias.


El indulto se concedió, a pesar de la protesta de tirios y troyanos, Aurelio consiguió su objetivo. El enfermo grave, el moribundo era indultado. Lo que no imaginó Aurelio, ni en la peor de sus pesadillas, es que el enfermo grave, emulando al Lázaro bíblico, se levantó de entre los muertos y en lugar de ascender a los cielos fue de compras al Supermercado Wong de Asia y luego decidió nutrirse con los deliciosos potajes del Costanera 700. Es decir, el moribundo, se levantó, caminó, corrió, compró, tragó, y con una sonrisa socarrona y sacándole la lengua al propio gobierno, nos hizo una demostración de soberbia y de impenitente arrogancia.


¿Qué pasó entonces? Muy simple. El cacaceno nunca estuvo moribundo, la enfermedad grave que se decía atravesaba nunca existió, salvo en el imaginario del inefable Aurelio, Crousillat, y perdónenme el francés, nos volvió a meter el dedo a todos, a todititos. A pesar de ello, el gobierno se mantenía en sus cuatro, defendiendo a capa y espada el indulto dado. Nada podía hacernos presagiar que el indulto al fin y al cabo sería anulado. ¿Qué cambió entonces para que el gobierno diera un paso atrás? Muy simple también. Toda la opinión pública le empezó a hacer cargamontón al Gobierno, todo es una farsa, todo es una corruptela, García quiere poner de rodillas a Canal 4, García quiere a un medio de comunicación blandito para las elecciones que se vienen, comenzó a especularse en las calles. La jugada política había fallado, la bomba reventó en la cara del explosivo Aurelio, el estiércol le salpicó al gobierno, e incluso Alan tuvo que sacar su pañuelo blanco y limpiarse la mugre del rostro.


Alguien debía pagar los platos rotos, alguien debía asumir la responsabilidad política, se debía encontrar a un tonto útil contra el cual arremeter, ese tonto era Aurelio, la respuesta es evidente. Más aún, el propio Aurelio, haciendo gala de una dignidad que luego olvidó, le dijo a todos los peruanos que él renunciaría si el indulto era revocado. El camino estaba llano, Aurelio, obligado a firmar la nulidad del indulto que él antes concedió, no tardaría en presentar su renuncia. El presidente espero, espero sentado, tejiendo como Penélope en espera de Odiseo, pero la renuncia nunca llegó. Entonces, García recordó sus años de futbolista y estampó un tremendo puntapié en las posaderas de un ministro cuya presencia generaba una tremenda inestabilidad política.


¿Es así como se debe tratar a un ministro? No ¿Fue infraterno García? Yo creo que sí. O es que alguien cree que el hecho de que García lo haya despedido como a cualquier empleado de menor rango lo releva de su propia responsabilidad. O es que alguien cree que, como dice el propio presidente, García fue víctima de un engaño artero, y que él no sabía nada. Yo quisiera creer en la palabra de García, por la salud democrática de nuestro país preferiría creer que todo no fue más que un gigantesco error, pero no puedo mentirles, ni mentirme a mí mismo, este asunto huele mal, y el mal olor proviene de las más altas esferas del gobierno.


Aurelio, qué decir, seguramente luego de salir a arremeter contra los grupos de poder, luego de acusar al grupo El Comercio de ser responsable de su despido, y sobre todo, luego de saberse solo en su afiebrada alucinación, guardará reposo, volverá al Congreso, del cual nunca debió salir, será candidato por alguna región, y luego de algún tiempo, pasará piola como ahora lo hacen tantos politicastros que como él, prefirieron morir chamuscados a reconocer caballerosamente un error.


Les confieso algo, quisiera ser amigo de Aurelio, me parece un tipo anecdótico, criollo, buena gente. Pero tengo una duda, no sé si ser amigo del Aurelio que firmó el indulto, o amigo del Aurelio que lo revocó una semana después, esa bipolaridad, esa confusión de personalidades me perturba. Ustedes qué me aconsejan.



Rafael Rodríguez Campos

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miércoles, 10 de marzo de 2010

La violencia de género y el feminicidio en el Perú



De acuerdo a la opinión vertida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el feminicidio no es otra cosa que el homicidio de mujeres por razones de género, es decir, es el asesinato de mujeres por su sola condición de mujer. Además, en este tipo de delitos se verifica la existencia de una relación o vínculo muy fuerte existente entre la víctima y su victimario, el cual, en la mayoría de los casos, resulta ser su pareja, un amigo, un conocido, y hasta un familiar muy cercano, como un padre o un hermano.


Este tipo de crímenes aberrantes, que pueden parecernos propios de sociedades incivilizadas o bárbaras en las cuales existe un menosprecio por el sexo femenino por parte del sexo opuesto o inclusive de la propia comunidad, y que pudieran hacernos pensar que no son sino casos aislados que se registran de manera excepcional en nuestra sociedad, no lo son tanto a la luz del primer informe presentado por el Observatorio de Criminalidad del Ministerio Público en el cual se hace una recolección de los casos de feminicidio registrados en el país. Revisemos las cifras para luego hacer un breve comentario.


Según el informe el año pasado en nuestro país fueron asesinadas 276 mujeres, de las cuales 135 fueron víctimas de feminicidio. De esos 35 asesinatos, en 94 de ellos, es decir en el 70% de los mismos, las mujeres fueron asesinadas por sus parejas o ex parejas, en el 17,8% (24casos) por algún familiar, y en el 6,7% (9 casos) por algún conocido.


Esta estadística nos lleva a hacer una primera reflexión. Para las mujeres, aquellas que se encuentran sometidas a continuos actos de violencia física, sexual o psicológica, el hogar o el lugar donde viven se han convertido en el espacio en donde corren el mayor peligro. Dicha afirmación se corrobora, con una segunda estadística. En casi el 50% de los casos de feminicidio, el lugar donde se perpetro el asesinato fue la casa de la víctima o el hogar o vivienda de la víctima y el victimario, recordemos que en el mayor número de casos el victimario resulta ser la pareja sentimental de la mujer violentada.


Otro dato que resulta interesante comentar es la comparación que se hace entre las mujeres y hombres que han sido asesinados por sus parejas sentimentales respectivamente. En el caso de las mujeres 4 de cada 10 víctimas son asesinadas por sus parejas, ex parejas o familiares, mientras que en el caso de los hombres sólo 1 de cada 10 varones corre la misma suerte. Así, tenemos que de los 1068 hombres asesinados el año pasado, el 67,3% de ellos fue asesinado por un desconocido y sólo el 1,8 (apenas 19 casos si se compara esta cifra con el de las mujeres) por su pareja sentimental.


Las cifras también revelan otro dato escalofriante, de cada 10 mujeres asesinadas en el Perú, 5 lo son de feminicidio. Es decir la mitad de mujeres asesinadas en el Perú es víctima del odio, de la vesania, de la violencia que le profesa al autor del delito la sola condición de mujer de la víctima. Lo cual nos habla de una cierta patología o comportamiento antisocial por parte de los agresores, si se tiene en cuenta que en la mayoría de los casos el asesino tiene o ha tenido una relación sentimental, ya sea familiar o de pareja, con la víctima.


Ahora bien, el informe también nos muestra algo que en anteriores oportunidades no había podido ser identificado con claridad, me refiero al móvil o motivo del crimen. De acuerdo a las cifras expuestas en el 48,4 % de los casos, en los cuales el agresor es la pareja de la víctima, el motivo a partir del cual este decide acabar con la vida de la mujer, son los celos, sí los celos, los cuales fundados o no, de ninguna manera pueden ser una razón que justifique acabar con la vida de una persona, más si se tiene en cuenta el grado de violencia con el cual se lleva a cabo la acción criminal, el mismo informe revela que en casi el 30% de estos homicidios, el autor utiliza como arma agresora un cuchillo u otra arma blanca, lo cual revela una grado de proximidad con la víctima, de acercamiento físico a partir del cual da rienda suelta a sus más bajos instintos. Ahora bien, cuando el agresor es una persona que tienes lazos familiares con la víctima, el motivo en el 12,5 % de los casos es el odio que este presenta hacia la víctima o hacia su familia y, escúchelo bien, en el otro 12,5% de los casos el homicidio es el paso final que da el agresor luego de violentar sexualmente a su víctima, lo cual revela un grado de inhumanidad que a cualquier ciudadano común debería dejarnos perplejos.


Sin lugar a dudas, el tema de la violencia contra la mujer, y en el peor de los casos, del feminicidio (homicidio de mujer por razones de género), es un problema latente al cual hasta este momento no parece encontrársele una solución. Preocupa sobremanera que el Estado frente a esta problemática carezca de una política institucional capaz de dar solución o ir en auxilio al llamado que cientos de mujeres hacen con el sin número de denuncias de violencia familiar que ponen en conocimiento de las autoridades competentes, las cuales muchas veces son archivadas, o peor aún, tratadas con indiferencia. Este dato es importante subrayar, pues no en pocos casos la víctima de feminicidio acusó el maltrato ante la autoridad, y a pesar de ello no fue debidamente atendida, ya sea por el Ministerio Público o la Policía Nacional del Perú. La situación es mucho más sublevante cuando se tiene informes que revelan que son las propias autoridades las que convencen o tratan a convencer a la mujer de retirar la denuncia contra el marido, pareja o conviviente, de llegar a un acuerdo o conciliación con el agresor, con la finalidad de salvar la unión marital, el matrimonio o evitar a los hijos el dolor de ver a su padre en prisión. En pocas palabras es el propio Estado, el que en muchos casos, promueve la vuelta de futuro homicida al seno del hogar, para seguir maltratando, humillando, violentado sexualmente, y en el último de los casos, asesinando a la mujer que en su momento lo denunció.


En todo caso, y luego de haber expuesto estas escalofriantes cifras y algunas reflexiones, esperemos que tanto el Estado como la ciudadanía, tomen conciencia en torno a la importancia del tema, una sociedad que se precie de ser justa, libre y democrática, no puede permitir este tipo de abusos en contra de un grupo en estado de riesgo como lo son las mujeres, cuando de violencia familiar se trata; el problema es muy grande para que pase desapercibido por las instituciones, la sociedad o por los medios de comunicación, quizá la indiferencia con el que se lo mire, aún nos revele el grado de insensibilidad y menosprecio que en nuestro país se le ofrece a temas en los cuales lo que ésta en juego es el respeto por el conjunto de derechos y libertades que toda mujer, pobre, rica, blanca, negra, católica o atea debe tener, y el nivel de compromiso que el Estado asume en su defensa y tutela, esperemos pues que la sociedad no siga invisibilizando al sin número de víctimas mujeres que claman ayuda ante el maltrato doméstico y que ésta sea capaz de exigirle al gobierno de turno una política clara de lucha contra la violencia familiar, y en especial, contra la violencia de género.





Rafael Rodríguez Campos

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