domingo, 22 de junio de 2008

Una democracia insuficiente: el saldo del Moqueguazo


Hace algunos días todos los peruanos hemos sido testigos de un nuevo conflicto social en el interior de nuestro país. Así como en el 2002 la crisis se presentó en Arequipa debido a la protesta de la ciudadanía, liderada por su alcalde Juan Manuel Guillén, contra la iniciativa del gobierno del ex presidente Toledo de privatizar Egasa, la empresa de generación eléctrica de esa ciudad, o la crisis desatada en Ilave en el año 2005, la cual acabó con el asesinato del alcalde de dicha localidad; esta vez la furia, el desconcierto, la violencia y el malestar de la población se presentó en Moquegua.

Como resulta evidente, cada crisis, cada conflicto social, cada enfrentamiento tiene sus propias características, tiene sus propias particularidades que la singularizan, sin embargo, el común denominador de estos eventos no es otro que: numerosos heridos, pérdidas económicas, daños a la propiedad pública y privada, una discutible respuesta del gobierno para resolver este tipo de situaciones, poca capacidad de las autoridades regionales para encauzar los requerimientos de la ciudadanía y la puesta en evidencia de la fragilidad de los canales de representación de nuestra débil democracia.

Sin embargo, y más allá de que la Región Moquegua haya encontrado respuesta a su pedido de mayor participación en la redistribución del canon minero en relación con Tacna, existen preguntas que debemos formularnos: ¿Qué pasa con el trabajo preventivo de los órganos de inteligencia especializados de la policía? ¿Quién es el verdadero responsable de este descalabro? ¿Se ha convertido la violencia en el mecanismo preferido de las provincias para hacer escuchar sus reclamos frente al gobierno central? ¿Qué ocurre con los canales democráticos de representación y entendimiento entre los ciudadanos o entre los distintos niveles de gobierno?

En el caso de Moquegua se sabía, desde hace un buen tiempo, del problema de cálculo y redistribución del canon. Sin embargo, el gobierno tuvo que esperar una situación de gran presión y violencia social para tomar la iniciativa hacia la búsqueda de una solución inteligente, la cual no es otra sino la planteada y trabajada por la mayoría de especialistas en el tema, la de la doble contabilidad para las mineras y de atención prioritaria a proyectos locales y distritales. Es decir, una vez más, el Ejecutivo en la persona del Ministro del Interior Luis Alva Castro, y como ya es costumbre, actuó cuando la crisis estallaba en sus narices y en la de todos los peruanos.

Sin lugar a dudas el manejo policial de la crisis dejó mucho que desear. Es evidente que los mandos operativos y políticos manejaban distintos conceptos y lenguajes, lo cual genera una situación de incertidumbre a la hora de diseñar una estrategia coherente para el manejo de este tipo de crisis, con interferencias mutuas entre unos y otros que le restan solidez y operatividad a aquellos que, como el general Alberto Jordán, tuvieron que salir al frente y poner el pecho ante una muchedumbre enardecida que superaba en una proporción de 10 a 1 a los 1000 efectivos policiales, los cuales provistos únicamente de bombas lacrimógenas, ello por disposición del propio Ministro del Interior y Director General de la Policía, trataban de contener la furia de los más de 10000 manifestantes.

En ese sentido, la situación amerita una investigación independiente e imparcial para determinar la verdadera responsabilidad funcional y política de todos los involucrados, basta ya de tomar a alguien como el chivo expiatorio para culparlo de todos los males, tal y como ha sucedido en estos últimos días en los cuales en un mismo discurso y al unísono, Presidente de la República, Ministro del Interior y Director de la Policía Nacional del Perú sindican como único responsable del problema al mencionado general Jordán, tildándolo de incapaz y cobarde. Al parecer, sólo en este tipo de actitudes irresponsables las altas autoridades del Ejecutivo y policiales se ponen de acuerdo, qué distinto sería el panorama en nuestro país si manejaran esa misma sintonía al momento de enfrentar los problemas de seguridad ciudadana o narcotráfico. Una vez más queda confirmado que en política la pita siempre se rompe por el lado más débil ¿No es cierto general Alberto Jordán?

Pero aquí no acaba el problema, la tarea pasa también por establecer mecanismos de concertación y diálogo con los gobiernos regionales y locales respectivamente, tratando de incorporarlos de una manera más clara y eficaz en el proceso de desarrollo de sus propias jurisdicciones, a fin de que cada uno asuma sus propios errores y responsabilidades y dejemos atrás el discurso facilista de culpar a las regiones de no deslindar con los radicales y agitadores o culpar al gobierno de obstruccionista y centralista. En buena cuenta la tarea pasa por repensar y reperfilar los mecanismos de representación y racionalización de las relaciones de poder que se originan en un estado que como el nuestro apuesta por la descentralización política.

Lo curioso en todo caso, es que los Gobiernos Regionales se empeñen en exigirle al Gobierno Central mayores recursos, cuando los mismos no son capaces de gerenciar eficientemente sus presupuestos, al no contar con un adecuado enfoque y manejo técnico en cuanto a proyectos de inversión pública. Es decir, paralizan carreteras, queman llantas, ocasionan desabastecimiento y enormes pérdidas económicas para lograr mayores ingresos para un presupuesto regional que no logran ejecutar ni siquiera en un 50% y lo que invierten va a parar a monumentos que representan figuras como la papa, sombreros, plazuelas de toros o palacios municipales de 5 pisos en poblados que no cuentan con más de 1000 habitantes. Es necesario, por tanto, exigirles a las autoridades locales y regionales un mayor nivel de seriedad y compromiso en la búsqueda de soluciones inteligentes y en el manejo de sus recursos.

De igual modo, el Gobierno Central deberá de asumir su verdadera responsabilidad, no basta con otorgar más dinero a los Gobiernos Regionales, es necesario encontrar fórmulas de participación más creativas entre ambos, como la promoción de proyectos de inversión mixta o la transferencia y capacitación técnica para las Regiones, para así elevar su capacidad de gestión en el manejo de los recursos y en su administración institucional.

Finalmente, y con el mayor de los respetos para con aquellos que no piensan como uno, me sumo a ese 96% de la ciudadanía que exige la salida del Ministro del Interior, un ministro que gusta de salir en la foto cuando se trata de entregar computadoras, pero que calla en todos los idiomas o espera que hable su jefe a la hora de darle explicaciones a la población sobre la desastrosa gestión ministerial que realiza desde su nombramiento, la cual es comprensible debido a su ineptitud y felonía.

Rafael Rodríguez Campos

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sábado, 7 de junio de 2008

Barack Hussein Obama: Un sueño americano


Finalizadas las elecciones primarias en el Partido Demócrata todo hacia pensar que Barack Hussein Obama estaba a punto de obtener la investidura para la elección presidencial en Estados Unidos. Al senador de Illinois sólo le faltaba conseguir el apoyo de 44 delegados para hacerse del triunfo frente a la ex primera dama, Hillary Clinton, y las encuestas, salvo un giro espectacular en las tendencias electorales, así lo hacían presagiar.

Sin embargo, antes de que los demócratas realicen sus últimas primarias en los Estados de Montana y Dakota del Sur (31 delegados en juego) hubo señalas, más que evidentes, que la campaña de Clinton estaba llegando a su epílogo, más cuando su propio esposo, el ex presidente Bill Clinton, insinuaba días antes que el día de las primarias podría marcar el último día en la campaña de su esposa.

No obstante ello, y tras vencer de manera categórica a Obama en las primarias de Puerto Rico, el último domingo, Clinton indicó a varios medios locales, que se guardaba el derecho de impugnar la decisión tomada por los jefes del Partido Demócrata a partir de la cual los delegados de Florida y Michigan, en un primer momento vetados por haber adelantado sus primarias contra las normas electorales del partido, podrían asistir a la convención demócrata de agosto para designar al candidato final, pero con su derecho a voto disminuido.

Con este último movimiento la ex primera dama aspiraba a evitar que Obama recibiera el apoyo mayoritario de unos 200 superdelegados, aquellos que pueden votar por el candidato de su preferencia en la gran convención, que aún no habían anunciado su preferencia y con ello frustrar los cálculos de los partidarios del senador de Illinois que esperaban conseguir los 2118 delgados necesarios que le otorgarían la nominación demócrata a su líder.

Por su parte, Obama mantenía el tono conciliador y moderado expuesto durante toda la campaña, señalando que, sea cual fuera el resultado final de los comicios electorales, trabajaría junto a Hillary Clinton en noviembre para el triunfo final demócrata, a quien consideraba una servidora pública excepcional y valiosa para el partido.

Finalmente, y luego del conteo electoral demócrata, la suerte estaba echada para ambos candidatos, Obama lograba la nominación presidencial demócrata y se convertía en el primer afroamericano en liderar a uno de los dos partidos más importantes de los Estados Unidos de cara a las elecciones del 4 de noviembre.

De acuerdo a la información electoral, al menos 20 superdelegados y 10 candidatos comprometidos con el ex precandidato John Edwards anunciaron su apoyo a Obama; incluso, otro superdelegado que le dio su confianza fue el ex presidente Jimmy Carter.

Conocidos los resultados, en la celebración de su victoria realizada en St. Paul Minnesota, lugar donde tendrá lugar la convención demócrata, Obama señaló, “Esta noche llegamos al final de una histórica jornada con el inicio de otra, y me presento frente a ustedes y digo que seré el nominado demócrata a la Presidencia de los Estados Unidos. Hoy soy mejor candidato por haber tenido el honor de competir con Hillary Clinton, que ha hecho historia en esta campaña porque es una líder que inspira a millones de estadounidenses con su fortaleza y su compromiso”.

Es cierto, el triunfo de Obama se dio en una de las contiendas electorales más ajustadas y prolongadas en la historia política de los Estados Unidos. Cinco meses de votaciones y 54 elecciones culminaron con la jornada final en Dakota y Montana del Sur. Pero además de ello, esta campaña marca una vez más la constatación de que el terreno de la política es por definición el de la probabilidad y de la incertidumbre y nunca el de la certeza. Hace 4 meses, cuando recién empezaban las primarias demócratas, nadie podía presagiar que un senador de descendencia afroamericana podría derrotar a la súper favorita y casi imbatible Hillary Clinton.

Sin embargo, y a medida que transcurría la campaña, su mensaje de cambio y esperanza, de unidad y superación de los graves y profundos distanciamientos que hoy presenta la sociedad norteamericana comenzaron a marcar el paso de la campaña. El tono conciliador y amigo de su mensaje, el respeto expuesto en cada una de sus intervenciones, sus gestos y su estilo, fueron para Obama el arma fundamental en su discurso, logrando devolverle al electorado algo que parecía haber perdido hace más de una década: la ilusión en la política y la esperanza de un mundo mejor.

Pero ¿Quién es Barack Obama?, ¿Cuáles han sido los ejes temáticos de su campaña?, ¿Cuál es la visión que tiene de América Latina?

Obama nació el 4 de agosto de 1961 en Honolulu, Hawai, esta casado y es abogado de profesión. Cursó estudios universitarios en la Universidad de Columbia y Harvard. Es cristiano, de la iglesia Congregacional (United Church of Christ) y es actualmente Senador por Illinois, es el quinto legislador afroamercino en el senado de los Estados Unidos y el segundo demócrata.

Obama basó su campaña prometiendo grandes cambios en la política norteamericana. Así, busca poner fin a la grave crisis económica (agravada por la subida del petróleo y otras materias primas así como por la crisis en el sector inmobiliario) y a la guerra en Irak, que se prolonga desde el año 2003. El cree que mantener a las tropas en Irak no debilita a Irán, ocasiona pérdidas millonarias y la pérdida de hijos de América, y que dicha intervención no le ha devuelto la seguridad a los Estados Unidos, perdida desde los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Con respecto a América Latina, punto que nos debe de interesar de cara a la solución de los numerosos problemas que afronta nuestra región, Obama busca reconstruir los lazos diplomáticos con la región y luchar contra el narcotráfico, las redes de delincuentes internacionales y el terrorismo. Asimismo, propone la reforma del sistema de inmigración y asegurar a la ciudadanía a los 12 millones de extranjeros ilegales que viven en Estados Unidos y la reinstauración del cargo de enviado especial para Latinoamérica y el Caribe, eliminado por Bush. Por otro lado, en el terreno de las relaciones económicas y comerciales, se opone al TLC con Colombia hasta que el gobierno Uribe mejore la protección a los trabajadores sindicalizados y evite la impunidad, perdonará las deudas a Bolivia, Guyana, Haití, Honduras, Paraguay y Santa Lucía, levantará las restricciones a Cuba impuestas por Bush para viajes y envíos de dinero a la isla. En el terreno político, se ha comprometido a contrarrestar el discurso confrontacional y populista de Hugo Chávez mediante el restablecimiento del liderazgo americano en la región. Finalmente, un dato que no debe de pasar desapercibido es la incorporación en su equipo del gobernador de Nuevo México, Hill Richardson, quien conoce la región, hecho que hará que vuelva la mirada hacia América Latina.

Pero el camino es largo y difícil hacia la Casa Blanca, de aquí en adelante habrá una campaña electoral sin cuartel, feroz y controntacional, pero interesante; no sólo por la presencia de Obama y lo que ello significa para la cultura política y la sociedad americana, sino porque tendrá en frente a John Mc Cain, el mejor de los republicanos: héroe de guerra, reconocido por una trayectoria de honestidad y consecuencia con los ideales del partido republicano, ajeno a todo tipo de discurso ultraconservador, lo cual hace que haya marcado una distancia con las expresiones de intolerancia y fanatismo de importantes sectores de su partido y de su país. Por ello los más altos dirigentes del Partido Demócrata están haciendo los mayores esfuerzos por apuntalar la imagen de un partido sólido y unido, de ello ya se dio cuenta la propia Hillary, quien en un primer momento se había dado un tiempo necesario de reflexión para darle el respaldo público y frontal a Obama, señaló en una carta dirigida a sus correligionarios “Esta ha sido un campaña larga y duramente peleada pero, como siempre sugerí, mis diferencias con el senador Obama son menores en comparación con el senador Mc Cain y con los republicanos”. En esa misma misiva prometió trabajar por la unidad del partido en la carrera de la elección general, comprometiéndose a extenderle personalmente sus felicitaciones y su apoyo incondicional al senador Obama.

La campaña, como adelante anteriormente, será dura y llena de incidentes que lindarán con las despreciables formas y estilos de la política, Obama tendrá que enfrentar la arremetida de los republicanos, los cuales, tal y como hizo Clinton, no tardarán en recordarle a la opinión pública su segundo nombre (Hussein), el hecho de haber estudiado en un colegio de Indonesia, el país con mayor población musulmana, su amistad con los palestinos, su inexperiencia en el manejo de la administración pública o la foto en que está vestido de árabe.

A pesar de todo ello, creo que las posibilidades de Obama de llegar a la Casa Blanca están intactas y son mayores que las de Mc Cain, ya que este último tiene la difícil tarea de revertir la imagen y el pasivo que Bush, para muchos considerado el peor presidente de la historia de los Estados Unidos, le ha heredado a todos los republicanos. Es por ello que una de las frases que Obama deberá repetir con insistencia, tal y como la ha venido haciendo, es aquella en la cual dice” No dejemos a Bush tener un tercer período con Mc Cain”. Además de ello, Obama deberá mantener su discurso conciliador, tolerante y pluralista, que lo haga ver a ojos de la opinión pública americana y mundial como un estadista capaz de asumir el liderazgo para acrecentar la seguridad de todos, reduciendo las injusticias, la pobreza y los odios, elementos que son combustible para el brote de fanatismos y grupos terroristas.

Pero el fenómeno Barack Obama es mucho más que un fenómeno político, es un ejemplo de desarrollo y progreso cultural y social para los americanos y para los ciudadanos del mundo. Como lo hiciera Martin Luther King en agosto de 1963, Obama inicia una gran marcha, una gran cruzada hacia Washington, una caminata en la que incluye a todos los americanos de buena voluntad de los Estados Unidos, blancos, negros, cristianos, protestantes, todos, absolutamente todos. En ese entonces, Martin Luther King dijo “Hoy yo tengo un sueño que mis cuatro hijos pequeños algún día vivirán en una nación donde no serán juzgados por el color de la piel, sino por la fuerza de sus caracteres”. La cita no deja de ser emocionante y reflexiva, pero las luchas de hoy, no son las de agosto de 1963, ya no se discute sobre la segregación racial en establecimientos, buses o escuelas. Hoy en día, la lucha política se da entre la libertad y la injusticia en todas sus formas, pero al parecer Obama también tiene un sueño, el sueño de construir una nación que recoja todos los colores, todas las tendencias, todas las expresiones. Sueña con un país y un mundo justo en el cual se destierre todo tipo de exclusión y sometimiento, sueña con un país que vuelva a ser la cuna de la libertad y pueda volver a abrazarse con el resto del mundo.

Coincidentemente, Barack Obama tiene 46 años, la misma edad de Jhon Fitzgerald Kennedy, para muchos el candidato demócrata más espectacular de la historia contemporánea de los Estados Unidos, cuando lanzó su nominación a la Presidencia en 1960, la cual ganó de forma brillante.

¿Será este último un dato casual o un verdadero presagio de triunfo para los demócratas? Sea una mera coincidencia o un esperanzador presagio, mi voto es para usted senador Barack Obama.


Rafael Rodríguez Campos

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