jueves, 20 de diciembre de 2012

¿Por qué no me gusta esta navidad?




Porque el Perú se ha convertido en el mayor exportador de cocaína en el mundo.

Porque el Perú es el país con una de las más altas tasas de tuberculosis en la región.

Porque el Perú sigue siendo un país abiertamente racista.

Porque el Perú sigue siendo un país abiertamente homofóbico.

Porque el Perú es un país en donde la violencia contra la mujer no recibe la sanción penal y social que esta debería merecer.

Porque en esta navidad tendremos que recibir los saludos de “una candidata” que hace campaña con el dinero de todos los peruanos.

Porque los políticos estarán en chocolatadas y en obras de caridad colaborando con su “granito de arena” (foto incluida) luego de haber envilecido la política durante 364 días.

Porque tenemos a un presidente que es un fantasma y que día a día se parece menos al señor que está registrado en su documento nacional de identidad.

Porque el presidente del Congreso es un “perfecto desconocido” para el 70% de la población.

Porque los defensores de la patria de ahora, son los mismos que se levantaron el país y se llenaron los bolsillos durante una década.

Porque la justicia no es ciega y se administra en atención al status social y económico de quien se tiene en frente.

Porque la televisión se ha convertido en un depósito de desperdicios.

Porque la prensa escrita se puso al servicio de los poderosos falseando la verdad y escondiendo la basura debajo de la alfombra.

Porque nuestra sociedad es cada vez más violenta y por cinco mil soles dos delincuentes pueden asesinar a un alcalde.

Porque somos el país con menos apego por el orden democrático en la región.

Porque somos el país en el cual sus ciudadanos, o la gran mayoría de ellos, están dispuestos a canjear su libertad por crecimiento económico (de algunos).

Porque la frase “robó pero hizo obra” se ha convertido casi en un lema nacional.

Porque los ampones del ayer, los amigos de los entripados, lograron con bolsas de fideo y arroz arrastrar a la capital a un proceso que generará inestabilidad y polarización obstaculizando el desarrollo de nuestra ciudad.

Porque en Cajamarca tenemos centros comerciales pero ninguna librería pública decente.

Porque nuestro país sigue siendo de los que menos invierte en educación en la región.

Porque nuestros hospitales públicos tienen material quirúrgico con una antigüedad mayor a veinte años.

Porque a nuestros policías los maltratan todos los días a pesar de ser ellos quienes nos protegen de los delincuentes.

Porque el hospital de la Policía Nacional del Perú es todo menos un hospital.

Porque jóvenes de 19 años mueren haciendo patrullaje en el VRAEM.

Porque seguimos siendo un país partido por la mitad en el cual la palabra “nos- otros” debería escribirse de este modo.

Porque el Perú sigue siendo un país en el cual la corrupción se devora cerca del 6% del PBI.

Porque tenemos un Estado indolente incapaz de gestionar sus recursos en beneficio de las grandes mayorías.

Porque las autoridades regionales y locales creen tener el derecho de paralizar el país por puro capricho personal y sesgo ideológico.

Porque al Sutep lo siguen manejando los cavernícolas de Patria Roja.

Porque en el Perú tenemos a muchos que creen que Fujimori y Fidel Castro son unos grandes demócratas.

Porque en el Perú la derecha critica a Chávez pero promueve el indulto para el autócrata nipón.

Porque en el Perú la izquierda defiende la segunda reelección del chavismo cuando años atrás protestaba contra la segunda reelección de Fujimori (lo mismo pero al revés).

Porque en el Perú los titulados en Derecho se cuentan por millares pero muy pocos pueden llamarse abogados.

Porque la izquierda, o un sector de ella, le siguen haciendo el juego a Sendero en su versión Movadef, llamando luchadores sociales a quienes son asesinos y criminales terroristas.

Porque la derecha juega a favor de Sendero en su versión Movadef cuando despotrica y difama a los miembros de la Comisión de la Verdad y Reconciliación.

Porque la política de reparaciones a las víctimas del horror avanza a paso de tortuga.

Porque a los miembros del Grupo Colina la justicia los trata con guantes de seda y muchos de sus delitos siguen impunes.

¡Feliz navidad! 

jueves, 13 de diciembre de 2012

Homofobia en la Policía Nacional del Perú



Una nueva polémica ha generado la publicación del nuevo régimen disciplinario de la Policía Nacional del Perú (PNP) por parte del poder Ejecutivo. En mi opinión, muchos son los temas que ponen en cuestión la constitucionalidad de la mencionada norma. Sin embargo, la disposición más descabellada es la que sanciona a los efectivos policiales que tengan relaciones sexuales homosexuales “que causen escándalo y dañen la imagen de la institución”, pues lejos de ser una medida que busque consolidar democráticamente a esta entidad termina convirtiéndola en un espacio en donde la discriminación y la homofobia son el signo distintivo de la misma.

Un primer dato que debe llamarnos poderosamente la atención es el tipo de sanción que recibiría aquél policía que “incurra en una conducta de este tipo”. Esta no es otra que la expulsión definitiva de la institución. La sanción es a todas luces desproporcional, pues únicamente actos como la tortura y la pertenencia a una banda criminal merecen un castigo tan grave como el antes descrito. Es decir, para la PNP, o mejor dicho, para quienes redactaron esta norma, mantener relaciones homosexuales es tan grave como cometer delitos como la tortura o ser miembro de una organización criminal. ¿No les parece esto un verdadero exceso?

Un segundo asunto que merece algún apunte, pues evidencia el talante discriminatorio y homofóbico de las autoridades en la PNP, es el tratamiento que estos mismos actos reciben cuando quienes los cometen son “parejas heterosexuales”. La misma norma señala que los policías que sostengan “relaciones extramatrimoniales heterosexuales con compañeros” (acá el supuesto a diferencia del anterior se reduce porque exige una relación de “compañerismo) y que generen escándalo recibirán una sanción de dos a seis días. Es decir, si yo “hago escándalo con mi pareja heterosexual” me llaman la atención y me dan la oportunidad de enmendar mi camino, pero si yo “incurro en el mismo comportamiento pero con una pareja del mismo sexo” me voy directo a la calle. ¿Acaso este proceder no es una abierta conducta discriminatoria?

Pero lo absurdo de esta norma no termina allí, pues peor es el tratamiento que este reglamento le da a otras conductas que siendo (estas sí) realmente graves parecen no merecer el mismo nivel de reproche jurídico por parte de la PNP. Estableceré dos ejemplos que corroboran lo que acabo de afirmar: ¿Cuál es la sanción que recibe el policía que maltrata psicológica y físicamente a su familia? ¿Cuál es la sanción que recibe el policía que no cumple con pagar la pensión de alimentos a su hijo? Para ambos casos, el reglamento prevé un castigo de once  a quince días.

Dicho de otro modo, para la PNP sostener relaciones homosexuales que generen escándalo (¿cuál será la moral de quienes deban definir qué cosa es un escándalo?) es una falta que genera un desprestigio institucional mayor que el tener entre sus filas a un efectivo que incumple su deber de padre con su hijo o que incurre, por ejemplo, en actos de violencia contra su esposa o conviviente. ¿No les parece eso un absurdo?

Parece que quienes redactaron y elaboraron este “sin sentido jurídico” no han tenido en consideración la reiterada y uniforme jurisprudencia que el Tribunal Constitucional ha señalado para este tipo de casos en los cuales evidenció la existencia de prácticas homofóbicas al interior de la PNP. El supremo tribunal ya había establecido en casos anteriores que “el ser humano es libre de autodeterminarse”, por lo que no es posible admitir que las opciones personales en torno a su sexualidad puedan ser pasibles de sanciones discriminatorias como la que se ha previsto en este reglamento. Eso quiere decir que tanto los homosexuales como los heterosexuales, así como cualquier otra persona tenemos el derecho a desarrollarnos libremente, y por tanto, debemos compartir los mismos deberes y obligaciones.

¿Qué quiere decir esto exactamente? Eso quiere decir que el Estado no puede, mediante su aparato coercitivo, sancionar conductas por el solo hecho de considerarlas ilegítimas o inapropiadas. No lo puede hacer, dado que la decisión en torno a cómo y con quién sostiene uno relaciones afectivas, amorosas o sexuales le corresponde únicamente a cada una de las personas.  Por tanto, como bien señaló el tribunal en su momento, la condición sexual de una persona no puede ni debe ser vista como una disminución en su calidad moral, profesional o física.

La opción sexual, y esto parece que no quiere ser entendido por las autoridades a cargo de este reglamento, no puede considerarse un menoscabo o un impedimento para portar armas o cumplir con el mandato constitucional de la PNP. Sostener lo contrario, o dejar en entredicho la capacidad de una persona para vestir el uniforme policial por su condición sexual, no solo resulta absurdo sino contrario al principio de dignidad de la persona, situación que es inadmisible en una sociedad que trata de ser cada día más justa, libre y tolerante. Esperemos que el Gobierno rectifique este tremendo error.

Nota: este artículo ha sido publicado en http://elcristalroto.pe/, portal institucional de la Facultad de Derecho de la Universidad del Pacífico (sección constitucional). Recomiendo visitar este espacio pues contiene artículos de gran interés para todos los ciudadanos.

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viernes, 7 de diciembre de 2012

Tenemos como ministro a un cobarde



Todos sabemos que José Villena, actual ministro de Trabajo (esperemos que por poco tiempo), es un cobarde. Lo sabemos y lo debemos decir con todas sus letras pues tipos de esta calaña no pueden ser autoridades en nuestro país. Pero además de ser un bárbaro, ahora sabemos que también es un mentiroso incorregible. Sus mentiras, como todas, tuvieron patas muy cortas, todas sus falacias esgrimidas con el afán de negar su agresión en contra de Ana Lucía Ramos en el Aeropuerto de Arequipa han sido desmentidas con la publicación del informe médico en el cual se señala con claridad que este granuja sí agredió físicamente a esta trabajadora.

Pero más allá de ello, indigna la manera cómo algunos miembros del Gobierno y de la mayoría oficialista en el Congreso han pretendido justificar dicha agresión, o simplemente han buscado restarle importancia a un hecho que en otro país del mundo hubiera sido motivo de rechazo y sanción por parte de toda la sociedad. Pero lastimosamente estamos en el Perú, un país en el cual para una buena parte de la población masculina, la agresión psicológica o física en contra de la mujer no pasa de ser una mera anécdota doméstica que se debe permitir y tolerar.

Los medios de comunicación, unos más que otros, han exigido la renuncia de este tipo al cargo de ministro de Estado. Dicho sea de paso, en cualquier país civilizado del mundo el funcionario se habría despedido del cargo al día siguiente de conocido el escándalo. Sin embargo, para el ministro Villena, las agresiones físicas contra las mujeres, propias de momentos de ofuscación, así lo ha señalado este troglodita, se solucionan y perdonan siempre que la persona que cometió la falta, en este caso él, pida disculpas a la víctima para que con una palmadita en el hombro todo vuelva a la normalidad. Qué tal infamia.

He leído diversos comentarios y artículos de opinión sobre este bochornoso incidente -la prensa internacional titula: “Ministro peruano agrede a trabajadora aérea”- en todos ellos se dice que ninguna persona investida de autoridad o poder puede aprovecharse de dicha posición para agredir a otro ciudadano. También afirman que es una vergüenza para el país que un ministro de Estado, es decir un consejero presidencial, termine comportándose como un matón e incurra en actos de violencia propios del periodo paleolítico. Yo comparto estas opiniones, pero creo que las mismas son insuficientes, la conducta de este tipo es reproblable en grado mayúsculo no porque sea ministro de Estado o funcionario público, la conducta es inadmisible por el sólo hecho de que en una sociedad civilizada ningún hombre tiene el derecho de agredir a una mujer, y viceversa.

No obstante lo antes señalado, todavía nos queda espacio para una mayor indignación. Digo ello pues lo que resulta francamente injustificable es que tanto la ministra de la Mujer, la preferida de Nadine Heredia, como la propia esposa del presidente de la República, tengan una posición tan timorata frente a este ministro boxeador. Puedo entender que algunos machistas encubiertos en el Congreso le lancen un salvavidas a este bravucón con fajín, y hagan lo imposible por voltear la página para que la población olvide lo más pronto posible este hecho. Lo que no se puede aceptar es que tanto la ministra como la primera dama, las mismas que tantas veces han salido a los medios a condenar la violencia contra la mujer en todas sus formas y expresiones, no hayan tenido la misma valentía para demandar con contundencia la renuncia de este aprendiz de Tyson.

Y si de felonía y desidia se trata, no podemos dejar de mencionar las inexplicables e infelices declaraciones del presidente del Consejo de Ministros, Juan Jiménez Mayor. Al parecer, este tipo de hechos no generan en este señor mayor preocupación. Quizá el premier crea que este tipo de reacciones son entendibles en un medio como el nuestro en el cual las personas suelen solucionar sus problemas a patadas y puñetes. O peor aún, quizá crea que la agresión física contra una mujer cometida por uno de sus ministros no es una causal que amerite la renuncia del agresor a dicho cargo. En este caso, como en muchos otros, el premier Mayor se ha comportado como un político “menor” cuando de tomar decisiones se trata.

Esperemos por el bien de la política peruana, llena de personajes oscuros y patanes como este ministro, que el presidente de la República exija la renuncia de este funcionario y de manera pública condene contundentemente estos hechos. En un país en el cual la política está tan desvalorizada, el Gobierno no puede darse el lujo de mantener como ministro a un zafio de esta estirpe. En todo caso, esperamos un mensaje de condena en redes sociales de parte de la primera dama, uno de esos a los que nos tiene acostumbrados. De lo contrario, seguiremos pensando que a ella le gusta muchísimo aparecer en la foto cuando todo es sonrisa y felicidad, pero que juega a ser la mujer invisible cuando se trata de enfrentar los problemas. ¿Y así quiere ser candidata presidencial? Qué descaro.

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