miércoles, 23 de noviembre de 2011

Proyecto minero Conga: conflictos socioambientales y vacío de poder




Culpar a los radicales. Esa parece ser la respuesta que han encontrado algunos miembros del gobierno de Ollanta Humala al momento de analizar la problemática generada en Cajamarca a partir del rechazo que un importante sector de la población hace sentir en contra del proyecto “Minera Conga”.


Los mismos grupos de siempre, el mismo sector de siempre, los mismos conservadores y autoritarios de siempre, susurran al oído del nuevo gobierno y recomiendan imponer el principio de autoridad a toda costa. A sangre y fuego, el proyecto Conga va sí o sí, no importa el costo social, el posible daño al medio ambiente, la exacerbación de los ánimos en la ciudad, el enfrentamiento entre los hijos de un mismo suelo. Que la policía reaccione, que el gobierno envíe a tropas del ejército a restablecer el orden, que las autoridades capturen por sospecha a los revoltosos, son los consejos que el gobierno recibe de parte de los que siempre estuvieron de un solo lado. Al parecer, las lecciones del pasado no han sido aprendidas, pretender solucionar los conflictos sociales únicamente a través de la represión y el uso de la fuerza es una fórmula que nunca nos ha funcionado.



Sus palabras le pasan factura a Ollanta Humala, su pasado inmediato lo condena, la voz de sus representantes y las contradicciones entre muchos de ellos generan zozobra entre la población, su ambigüedad llevada a niveles de doctrina filosófica minan la posición de su gobierno, y en especial, su posición como jefe de “Estado” en este tema. Sí, pero no, sí pero tal vez, quizá, aunque no estoy seguro, esas son las construcciones gramaticales que suele verbalizar nuestro presidente, y a las cuales deberemos de acostumbrarnos más rápido que tarde, pues las escucharemos durante los próximos 5 años.


Durante la campaña electoral recordaremos a Ollanta Humala, al menos los que tenemos memoria (ojo, yo voté por Ollanta Humala en la segunda vuelta), plantear el conflicto minero ambiental en Cajamarca con un esquema dicotómico: Minería o agua. Señaló expresamente y ante una numerosa multitud su firme compromiso de velar por el derecho al medio ambiente de las comunidades y por el desarrollo sostenible de Cajamarca. Seré yo quien organice una movilización si se continúa con la pretensión de llevar adelante el proyecto Conga, sentenció en más de una oportunidad. Teniendo en cuenta ello, parece razonable que el descontento de los manifestantes haya crecido y las posiciones iniciales se hayan radicalizado, para beneplácito de ciertos sectores y personas que buscan deliberadamente que en Cajamarca una llama encienda la pradera, si hace algunos días, en televisión nacional, todos los peruanos, y en especial los cajamarquinos, escuchamos a Ollanta Humala sentenciar categóricamente, algo raro en él, que el “proyecto Conga, iba sí o sí”. Es decir, el otrora candidato defensor de los derechos medio ambientales, de la ecología, de las cuencas de los ríos y las lagunas, se sacaba, o al menos eso pareció, la careta, el disfraz, y al puro estilo del presidente García, nos entregaba un nuevo capítulo de la famosa doctrina social y política bautizada con el nombre “El perro del hortelano”, con su persona como intérprete del papel principal.


El problema, en opinión que compartimos, pasa por una aguda crisis de confianza que la población cajamarquina tiene frente a la labor de las autoridades, el gobierno nacional y de las instituciones competentes en este asunto. El Estado, no hablemos del gobierno recién llegado, el Estado, como organización política, como actor encargado de componer las contradicciones y conflictos al interior de la sociedad, nuestro Estado, carece de credibilidad frente a los actores sociales y políticos en Cajamarca. El Ministerio de Energía y Minas, que durante los últimos años se caracterizó por hacer suyas las posiciones de un solo bando, y por minimizar las denuncias y serias irregularidades puestas al descubierto en torno a la manera cómo se logró aprobar el estudio de impacto ambiental que avalaba la puesta en marcha del proyecto Conga, hoy en día no es visto como un interlocutor válido en este conflicto.


En ese sentido, lo primero que debe hacer el gobierno es recuperar la confianza de la ciudadanía, debe buscar el diálogo con todos los protagonistas, con absolutamente todos, debe tender puentes de encuentro que sean capaces de acercar las posiciones, al parecer irreconciliables, porque más allá de las particulares circunstancias del caso Conga, creo, como muchos en el país, que el binomio minería-desarrollo sostenible es posible, no se trata de optar por uno u otro, no se trata de tener una posición de radical oposición frente a todo proyecto minero, tampoco se trata de avalar la conducta prepotente de la gran minería, apoyada por una serie de autoridades locales a lo largo de los años, no se trata de tener que elegir entre minería o agua, en los términos propuestos por el “candidato” Ollanta Humala, en la última campaña electoral.


Pensar de ese modo, caer en fundamentalismos, en extremismos delirantes no es otra cosa que avivar las contradicciones y dejarle el campo libre a los radicales, anti mina y pro mina, que quieren ganar a río revuelto, que quieren lograr un protagonismo político que nunca han tenido, que quieren dejar de ser anónimos para convertirse en líderes de opinión a toda costa. El problema es mayor, sin lugar a dudas, cuando en la lista de personajes que no contribuyen con la solución del problema se encuentra, desde mi punto de vista, el Presidente Regional de Cajamarca, Gregorio Santos, miembro activo del Partido Comunista del Perú-Patria Roja, quien en una afán de figuretismo absoluto, convoca a la población, la azuza, ciertamente con un discurso incendiario, tratando de hacer del descontento, de la muy válida preocupación por los recursos naturales y la preservación del medio ambiente, la justificación perfecta para los actos de violencia y vandalismo que muchos auguran, actos que sin duda alguna esperamos no se sucedan y que rechazamos desde ya con total contundencia.


A pesar de ello, más allá de su extremismo, Gregorio Santos es, querámoslo o no, el Presidente Regional de Cajamarca, investido de autoridad, elegido democráticamente en las últimas elecciones. En tal sentido, merece, es lo lógico, lo políticamente conveniente, ser convocado, ser tomado en cuenta en el diálogo que el gobierno debe procurar auspiciar entre todos los actores del conflicto. No es posible que el gobierno envíe a sus representantes a la ciudad de Cajamarca para conversar con las autoridades, y que olvide hacer extensiva dicha invitación al Presidente Regional. El gobierno actuó con suma torpeza, es preferible convocar a Gregorio Santos, quien equivocado o no representa a la autoridad regional, es preferible incorporarlo y someterlo a las reglas de juego y mecanismos institucionales propios del Estado de Derecho, que censurar su presencia, forzándolo a salir directamente a la calle, con el peligro de generar mayor conflictividad, mayor descontento, mayor violencia.


Pero la incapacidad y el poco o escaso manejo político en este asunto no son exclusivos del gobierno de turno. Todo el sistema político, las instituciones políticas, los partidos y movimientos políticos democráticos parecen haber perdido la brújula. Ahora resulta que uno de los grandes culpables de la situación generada en Cajamarca es Wilfredo Saavedra, líder del Frente de Defensa Ambiental de la ciudad, a quien los medios le recuerdan, constante y sistemáticamente, que estuvo preso, purgando condena por 10 años al haber participado en un atentado terrorista perpetrado por el MRTA, como si la solución del problema socioambiental en Cajamarca dependiera de las acciones de este señor, que habiendo incurrido en delitos graves como el de terrorismo, y habiendo pagado por ello con largos 10 años de su vida, al salir de prisión ha recuperado todos y cada uno de sus derechos, entre ellos el de hacer política y participar activamente en los asuntos que el mejor prefiera. No seamos ingenuos, no desviemos nuestra atención, no le sigamos el juego a los sectores de siempre, no caigamos en error, no repitamos la tesis del gobierno aprista aplicada durante los últimos 5 años en el manejo de los conflictos “culpar a los demás”, tildando de radical o revoltoso a todo aquel que muestra su descontento contra lo que algunos pontifican como el “único modelo a seguir”.


Dónde están los partidos, donde están los líderes de la ciudad, donde están los congresistas por Cajamarca. Donde están las voces de los denominados “moderados”, porqué si los planteamientos de Gregorio Santos y Wilfredo Saavedra son tan violentos y absurdos logran la adhesión de importantes sectores. La respuesta es muy sencilla, se llama vacío de poder, se llama ausencia institucional, se llama crisis del sistema político. Cómo es posible que estos personajes, en lo particular no comparto su prédica, le hayan tomado el pulso a la situación al haber mostrado mayor astucia y sagacidad que los propios partidos y el propio gobierno. Cuando existe un vacío de poder, cuando no existen instituciones que canalicen las demandas ciudadanas de manera democrática y pacífica, se abre un espacio para la aparición exitosa de representantes de los sectores más extremos. Tengo la impresión que la palabra equilibrio y mesura son desconocidas por todos en Cajamarca, no solamente por los impulsores de la protesta, sino también por los “defensores de la gran minería”, como Jorge Vergara, Presidente de la Cámara de Comercio de Cajamarca, quien al parecer ha leído con fruición la obra “El perro del Hortelano” y se autoproclama como el “gran salvador de la inversión” en la ciudad, porque para él, al igual que para García, y ahora para Humala, los proyectos mineros van siempre sí o sí, a sangre y fuego, y con el todo vale.


El gobierno, que personifica al Estado, es el responsable de generar espacios para el diálogo, el gobierno es quien debe persuadir a las partes, buscando el entendimiento entre las mismas, el gobierno debe recuperar credibilidad. En esa línea, el gobierno, como ya dijimos, debe convocar a todos y a todas, el gobierno debe, a partir de la prudencia e imparcialidad, dar muestras claras de su voluntad por encontrar una salida consensuada, el gobierno no debe caer presa de las mezquindades de tal o cual grupo de presión. Muchos no creen en el diálogo, para los representantes de Conga el diálogo está cerrado, el estudio ambiental fue aprobado y el Estado debe imponer su fuerza, sacar a los efectivos a la calle y oficiar de guardián de sus intereses, así de sencillo. Para los organizadores de la movilización el proyecto Conga no va, el estudio medio ambiental es una farsa, las autoridades anteriores se sometieron a los dictados de los grupos mineros, y por ello, no creen en lo que ministros, alcaldes y demás puedan decir al respecto, dicho de otro modo, el proyecto Conga no va ni aunque el mismísimo Jesucristo lo avale.


Este es el escenario que debe enfrentar el gobierno, lo debe hacer con inteligencia, es una muy mala señal que sea el Ministro del Interior el que haya recibido el encargo de viajar a Cajamarca a conocer de la situación. Acaso no era mucho más lógico delegar esta función en el ministro del Ambiente, de Agricultura, o de Energía y Minas (siempre que no retornen a Lima en aeronaves de la empresa minera). Acaso la presencia del jefe político de las fuerzas policiales es una señal de clara apertura al diálogo y un rechazo evidente a la confrontación. Espero, como peruano, como cajamarquino, que la sangre no llegue al río, que la prudencia sea más fuerte que los radicalismos, que los rencores, las heridas y los problemas no resueltos del pasado, no terminen por nublar la mente de las autoridades y ciudadanos cajamarquinos. Pero ante todo, espero que al final del día se pueda llegar a una solución capaz de garantizar la protección del medio ambiente, del derecho al agua y del territorio de las comunidades, así como la inversión y el desarrollo de actividades económicas extractivas respetuosas del orden legal, cuyo éxito le permitan al gobierno destinar los ingentes ingresos que estas generan a la puesta en marcha de programas y proyectos de desarrollo social al servicio de los más pobres del Perú, de los más pobres de Cajamarca.

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miércoles, 16 de noviembre de 2011

Laura Pollán, la Dama de Blanco ha muerto




Laura Pollán, profesora de literatura, máxima dirigente de las Damas de Blanco, la organización de madres, hijas, esposas y abuelas disidentes que luchan por la libertad y los derechos ciudadanos en Cuba ha muerto. Su partida deja en el corazón de los latinoamericanos, y sobre todo en el de los cubanos, un enorme vacío.


Laura Pollán, junto a otro grupo de valientes mujeres organizaron el movimiento de las Damas de Blanco, una agrupación que se formó en el año 2003 con la finalidad de lograr la liberación de sus familiares injustamente presos, todos ellos encarcelados y perseguidos por la dictadura castrista por presentar una postura política contraria a la que durante más de 50 años le ha sido impuesta de manera totalitaria a todos los habitantes de la isla.


La detención de los familiares de las Damas de Blanco, 75 ciudadanos, la mayoría de ellos periodistas e intelectuales, se llevó a cabo en el año 2003, en el marco del operativo conocido como la Primavera Negra. Todos ellos fueron acusados de atentar contra los altos intereses de la nación, poner en riesgo la seguridad del Estado cubano, ser instrumentos y alfiles del imperialismo, espionaje y sabotaje de la mano de miembros de la CIA. En otras palabras, los Castro, sus huestes y vasallos, instrumentalizaron este operativo con la única finalidad de acallar a quienes de manera pacífica cometieron el imperdonable pecado de pensar diferente. La consigna era clara, todo aquel intelectual, periodista, abogado, hombre de letras que decidiera hacer público su descontento con la situación social y política que vive Cuba, que pusiese en discusión la manera cómo los hermanos Castro conducen las riendas del Estado cubano recibiría una reprimenda similar a quienes fueron encarcelados durante la Primavera Negra.


Contra este tipo de atropellos, contra este tipo de agresiones, contra toda la maquinaria de Estado y contra la propaganda oficial se revelaron las Damas de Blanco. Laura Pollán, comenzó así su labor de concientización en Cuba. Una labor que fue más allá de sus fronteras y que se dió a conocer en toda América Latina. Laura Pollán y sus compañeras, vestidas de blanco, y provistas de pancartas en las cuales aparecían las fotos de sus familiares presos, iniciaron esta protesta, este duro transitar, esta batalla por la libertad y por los derechos civiles en Cuba. Nunca imaginó, así lo señaló en más de una oportunidad, las múltiples y generosas muestras de respaldo y el reconocimiento que su labor recibiría por parte de la comunidad internacional, por líderes mundiales de diversas tendencias políticas, pero sobre todo, por las mujeres del continente que vieron en ella y en su movimiento, un ejemplo, una muestra viviente de lo que el coraje y el amor de una mujer pueden conseguir cuando la testarudez y la locura de un gobierno totalitario y de dictadores como Fidel y compañía deciden pisotear la dignidad de los hombres y mujeres de una nación, de los hijos de Cuba, de los libre pensadores de América Latina.


La represión castrista, la persecución cobarde de los uniformados y los servicios de inteligencia y de seguridad en Cuba no se hicieron esperar. Los latinoamericanos hemos sido testigos del acoso y la humillación de las cuales han sido víctiman este grupo de mujeres. Las Damas de Blanco han sido insultadas, perseguidas, agraviadas, incluso golpeadas por “espontáneos” ciudadanos (ahora sabemos que estos grupos eran movilizados por el régimen castrista) autoproclamados defensores de “la revolución”, una revolución que está herida de muerte, que comenzó a trazar el camino de su ocaso, el mismísimo día en que decidió arremeter contra madres que lo único que le solicitaban al gobierno era que les devolviese con vida a sus hijos.


Pero el régimen cubano se equivocó, la estrategia y el hostigamiento desatado desde el gobierno, puesto en práctica maléficamente por aquellos que parecen haber perdido todo sentimiento de humanidad hacia el prójimo, por aquellos que han olvidado o han visto en ellos morir el sentimiento de compasión y solidaridad con el dolor ajeno, fracasaron. La respuesta de las Damas de Blanco fue siempre la de la”no violencia”. A pesar del temor que la dictadura castrista infunde en los disidentes, a pesar del miedo que el régimen autocrático cubano trata de generar en todo ciudadano que no asume o reivindica los más de 50 años de “revolución” esclavizante, a pesar de todo ello, estas valientes mujeres decidieron seguir transitando las calles de la Habana, decidieron levantar la voz de protesta contra la arbitrariedad, denunciando el maltrato, las humillaciones, los vejámenes y el aislamiento que sufren sus familiares en las cárceles de Cuba. Cómo resignarse, diría una de ellas, a ver cómo el esposo, el hijo, el hermano deben purgar condenas de más de 25 años por el sólo hecho de ejercer el derecho de pensar libremente. Cómo no sufrir, cómo no revelarse cuando en cada visita vemos las condiciones de desamparo e inhumanidad a las cuales el régimen castrista ha condenado a nuestros familiares, señaló Laura Pollán alguna vez.


La diferencia entre las Damas de Blanco y otros grupos disidentes en América Latina es el haber elegido el discurso y la protesta pacífica como arma de combate frente a la violencia, frente a un régimen prepotente, frente a una persona acostumbrada a utilizar la fuerza, el miedo y el amendrentamiento como instrumento de control social y como mecanismo lícito en la arena política. De ahí la importancia de las palabras de Berta Soler, la nueva dirigente y líder de este grupo de mujeres, cuando recordando la figura de Laura Pollán afirma que con disciplina, constancia, y sobre todo, con una lucha pacífica, que rechaza los actos de repudio y hostigamiento, enarbolando las banderas de la no violencia, seguirán luchando, porque esa es la prédica que han internalizado en sus mentes y corazones a lo largo de los años, porque ese es el camino que les enseñó a transitar la enorme figura de Laura Pollán.


La figura de Laura ha sido y será recordada, de eso estamos seguros, por mucho tiempo a lo largo de toda nuestra América Latina, su figura será una huella imborrable en la historia y en la memoria de todos aquellos que creemos y queremos una Latinoamérica libre, igualitaria y democrática. Su ejemplo deberá ser seguido por los hombres y mujeres del continente que sueñan con un mañana en el cual los dictadores, de derecha o de izquierda, hayan sido borrados de un plumazo, para quedar refundidos en un pasado que nos recuerde lo que hemos sido y lo que jamás debemos volver a ser. Por eso no sorprende que su labor, como la de sus compañeras, haya sido reconocida por diversos líderes, como el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, quien le rindió un homenaje póstumo en el cual destacó la labor que esta mujer ha cumplido, así como su valor y compromiso en la defensa de los derechos y libertades en Cuba.


Desde Europa el reconocimiento tampoco se hizo esperar. Ya en el año 2005, el Parlamento Europeo las premió otorgándoles el premio Sarajov, el mismo que en años posteriores recibiera Guillermo Fariñas, ejemplo también de la resistencia pacífica en Cuba, cuya labor y sacrificio forzaron al gobierno de los Castro a tomar la decisión de liberar a un importante número de los disidentes capturados en la Primavera Negra, luego de haber puesto en riesgo su vida al iniciar una huelga de hambre que duraría 134 días. Pero ningún premio, ni reconocimiento, pueden corresponder el invaluable ejemplo y muestra de fortaleza, civismo y lucha pacífica en defensa de los derechos humanos que estas mujeres nos han regalado a todos los ciudadanos del mundo.


Seguramente Las Damas de Blanco volverán a las calles, armadas de pancartas, ramos de rosas blancas, crucifijos y banderas cubanas con el rostro de sus familiares. Regresarán a la lucha, harán sentir su voz de protesta, marcharán por las calles de la Habana exigiendo la liberación de los suyos. El gobierno de los Castro volverá a responder, responderá de la única forma que sabe hacerlo, las reprimirá, las perseguirá, las insultará, pero no podrá doblegar ese espíritu indomable que estas mujeres día a día ponen a prueba; y es que una dictadura puede violar las libertades políticas, puede arrestar impunemente a sus opositores, puede destruirle la vida a todo ciudadano al cual considere un peligro para sus retorcidos fines, pero nunca, nunca podrá con el amor que una madre guarda por su hijo, nunca podrá con la fidelidad que una esposa guarda por su esposo, nunca vencerá la gratitud y devoción que una hija o hijo guardan por su padre.


Las Damas de Blanco, ahora de la mano de Berta Soler, como ayer lo hicieran bajo la prédica de Laura Pollán, anónimas, casi invisibles para los medios de comunicación cubanos, y por qué no decirlo, anónimas para muchos latinoamericanos, seguirán en la lucha, no desmayarán en el esfuerzo, no verán quebrado su espíritu, De eso estoy absolutamente seguro. A los hombres, y sobre a todo a las mujeres, les pueden arrebatar la vida, pero jamás una idea, y mucho menos la esperanza de ver de regreso, sentado a la mesa un día domingo, al ser querido, preso durante años por haberse atrevido a pensar diferente.


Laura Pollán, tu figura tiene ya un lugar en la historia de Latinoamérica y en la memoria de tu pueblo, tu ejemplo de vida, tu entrega, tu fortaleza y tus años de lucha no hicieron sino confirmar las palabras de José Martín, ese cubano genial al que reivindicaste con tu acción y leíste con fruición, cuando afirmaba: “Las campañas de los pueblos sólo son débiles cuando en ellas no se alista el corazón de mujer; pero cuando la mujer se estremece y ayuda, cuando la mujer tímida y quieta en su natural, anima y aplaude, cuando la mujer culta y virtuosa unge la obra con la miel de su cariño, la obra es invencible”.


Laura Pollán, descansa en la gloria.

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lunes, 7 de noviembre de 2011

Ollanta Humala: Chehade debe renunciar


“En lo personal, yo pienso que haría bien que dé el paso al costado, pero eso debe nacer de él”, expresó el presidente, Ollanta Humala, al ser consultado por la situación incómoda por la cual atraviesa su vicepresidente, otrora “zar anticorrupción”, Omar Chehade. Una situación provocada y magnificada por el propio vicepresidente quien de manera reiterada, atolondrada y hasta cantinflesca se ha enredado en sus propias mentiras al momento de justificar su presencia en la “reunión” llevada a cabo en el restaurante Las Brujas de Cachiche, en la que recordarán todos, al parecer, el vicepresidente, aprovechando el poder que le otorga el cargo y la cercanía que tiene con el jefe de Estado, habría solicitado el apoyo de altos mandos policiales para favorecer al grupo empresarial Wong en el litigio que sostiene por el control del complejo azucarero Andahuasi, hoy en día en manos del grupo Bustamante.





Omar Chehade, Omar “el breve” como algunos medios lo han bautizado, se había convertido en la piedra en el zapato de nuestro mandatario en las últimas semanas. El vicepresidente, su presencia en el poder ejecutivo, su cercanía al presidente se había transformado en un factor de inestabilidad y descrédito para un gobierno cuyo lema más importante durante la campaña fue la lucha frontal contra la corrupción. Muchos peruanos quisimos creer, y queremos creer en el Presidente cuando habla de la necesidad de trasparentar la gestión pública y adecentar la política a partir de una conducta ética y honesta. Por eso sorprendió la falta de reacción del ejecutivo, en especial de Ollanta Humala, para desmarcarse de Chehade, pedirle su renuncia y respaldar a todas las institicuiones encargadas de investigar este presunto caso de tráfico de influencias.





La dinámica de la política, a diferencia de lo que ocurre en el ámbito jurisdiccional, se mueve en el terreno de las percepciones, en política no basta con que un funcionario sea inocente, pues más importante que ser una persona decente y honesta es parecerlo ante los ojos de la ciudadanía. En un principio, escuchamos decir a Ollanta Humala que todos deberíamos esperar el término de las investigaciones para tomar una medida en torno a la permanencia en el cargo de vicepresidente de su ex abogado, Omar Chehade. Grave error, propio de su inexperiencia política, creo yo. En política 150 días pueden ser una eternidad, un tiempo durante el cual la fetidez y el hedor que exhala este caso podían sencillamente alcanzar las habitaciones de Palacio de Gobierno, enrareciendo el aire que allí se respira, minando la credibilidad e importante respaldo de los cuales goza hasta el día de hoy el Presidente.





La presunción de inocencia de una persona es un principio y un derecho que debemos consolidar en toda democracia, nadie puede ser sancionado penal o administrativamente sino cuando la responsabilidad de la persona haya sido debidamente comprobada. Sin embargo, esa misma lógica parece flexibilizarse cuando de lo que se trata es juzgar y dar respuesta a faltas de orden político. Le llamo faltas pues siendo bastante rigurosos en el análisis jurídico no creo que existan los elementos suficientes que acrediten la responsabilidad penal de Chehade por lo delitos que hoy en día pretenden imputársele. Digamos que Chehade será declarado inocente, en caso se llegue a abrir un proceso en su contra, pero Chehade ya ha sido sentenciado por la opinión pública, como lo fue en su momento Raúl Diez Canseco durante el gobierno de Alejandro Toledo, cuando se descubrió que mediante la promulgación de un dispositivo legal se buscaba favorecer indirectamente a una familia muy allegada a su persona. A diferencia de Chehade, el vicepresidente de Toledo decidió dejar voluntariamente la casa de gobierno, y no espero a que el dueño lo eche a la calle en presencia de más de 28 millones de peruanos. Dignidad y elegancia le llaman algunos.





En pocas palabras, podríamos decir que Chehade es el primer cadáver político de este gobierno, o al menos, el muerto de mayor peso, pues a su lado tendrá de compañeros a los “come oro” o a las “roba cable”, y algunos otros más que estoy seguro incrementarán la larga lista de bizarros personajes con la cual culminaremos este quinquenio. Aunque si algo conocemos de la historia de nuestro país, debemos saber que en el Perú no existen difuntos políticos, prueba de ello es que en nuestra historia, nuestro pueblo, de memoria frágil y corazón enormemente estúpido, ha sabido perdonar bribonadas y pillerías de la peor calaña.





Solicitarle al vicepresidente, a quien llamó congresista y no vicepresidente, este sin lugar a dudas no es un detalle menor, que diera un paso al costado para no entorpecer las investigaciones abiertas en su contra en la comisión de ética y fiscalización en el Parlamento, respectivamente, y la que está llevando a cabo el Ministerio Público, ha sido la declaración política más importante de las vertidas durante la entrevista que concediera el Presidente a cuatro periodistas de televisión (salvo Alvarez Rodrich, los demás es esforzaron, y vaya que lograron parecer tontos durante la entrevista) en el salón Túpac Amaru de la sede del Ejecutivo, con motivo de los primeros 100 días de gestión de su gobierno.





El tema Chehade, y por consiguiente el de la lucha contra la corrupción, era el más importante a desarrollar en la velada. A la gente, al gran público, no le interesaba saber si Ollanta Humala ratificaría el modelo económico, renovando el compromiso que firmara durante la segunda vuelta de la campaña electoral, la famosa “hoja de ruta”, tampoco le interesaba saber si avalaría una iniciativa de reforma constitucional o si propondría el retorno a la Constitución de 1979, por cuyos valores juramentó el 28 de julio. Todos, absolutamente todos, al menos los que no creemos en cucos y en demonios inventados por el sector más conservador de este país, sabíamos, teníamos conocimiento de primera mano, que una vez en Palacio de Gobierno, Ollanta Humala seguiría la pista de las políticas macroeconómicas que tan buenos resultados nos han traído durante la última década. Ollanta Humala no es un líder con una base ideológica importante, el señor Presidente no es un doctrinario, una persona que maneje con fluidez conceptos e instituciones propias del discurso político. Ollanta Humala es simplemente un militar en retiro al cual la historia decidió colocar en el sillón de Pizarro.





En mi opinión, Ollanta Humala es un tipo pragmático, con una inclinación innegable a la izquierda, pero nada más. Me atrevo a decir que al final de los 5 años de su gobierno, el presidente Ollanta Humala terminará siendo el consentido de los grandes grupos de poder, disputándole tal honor al mismísimo Alan García. Si eso es bueno o malo, dependerá de si su gestión aprovechó o no esa relación con el empresariado para implementar políticas de inclusión social que ayuden a cerrar la brecha social existente en nuestra patria. Pero seamos claros, y esto es algo que no debe olvidar el mandatario, para distribuir, primero se debe generar riqueza, y para generar riqueza, lo primero es atraer inversiones, pero no cualquier inversión, debemos atraer inversiones dispuestas a respetar el marco legal establecido, inversiones dispuestas a competir honestamente, inversiones que no busquen ventaja por medio del dinero, el acomodo, el favorcito de los políticos, como estoy seguro ha tratado de hacer el grupo Wong con Chehade en esta oportunidad. Porque debemos ser tontos para pensar que el señor Chehade es así de “comprometido y solícito” con todos los empresarios del Perú, que corre, va y vuela a solucionar los problemas judiciales de las pequeñas y medianas empresas, y que hace todo eso por puro amor a la patria o porque su corazón es el de un “emprendedor”. Vamos Chehade, no nos quieras tomar el pelo, no de una manera tan grosera, cómo se te ocurre declarar en el Congreso que tú no sabías que los Wong tenían que ver con Andahuasi. Esa historia no la cree nadie, salvo tengas complejo de cuentista, y te quieras parecer a los defensores de la interpretación auténtica.





A pesar de la positiva declaración en torno al caso Chehade, la presentación de Ollanta Humala me deja el sin sabor de ver a un jefe de Estado al cual le falta capacidad de reacción y de toma de decisión en situaciones de alta tensión, además de su ya conocida incapacidad para comunicar con fluidez sus ideas, de sus limitaciones oratorias, de su falta de cultura política, y rapidez mental al momento de la respuesta rápida. El Presidente dejó pasar mucho tiempo para pedir la renuncia de su vicepresidente, en lo personal creo que lo correcto hubiera sido hacerlo en privado, es poco elegante que se utilicen las cámaras como elemento de presión mediática para arrinconar políticamente al caído en desgracia. Mayor reacción tuvo su esposa, la señora Nadine Heredia, quien en pocas palabras marco la línea que debía seguir su esposo, con su famosa frase publicada en Twitter, días después del destape del escándalo: ¿Es tan difícil caminar derecho? Yo no creo que sea difícil. Se hace difícil cuando desde las esferas más altas del poder se cubren las cosas con un manto de impunidad. Las tentaciones siempre estarán presentes, el poder, el dinero, las gollerías suelen ser siempre elementos de seducción, sobre todo cuando se ostenta un cargo importante, algo que a los hombres, o a la mayoría de ellos, los hace sentirse todopoderosos, como parece ser el caso de Chehade.





Lo realmente difícil, diría yo, es saber tomar las decisiones adecuadas en el momento adecuado, lo difícil es dejar de lado a quien con su conducta genera un daño a la imagen y a la investidura presidencial. Lo difícil, se torna aún más difícil, cuando la persona que debe recibir la sanción política del anda y vete es nada menos que el vicepresidente, amigo y abogado del Presidente. Lo preocupante para Ollanta Humala es quizá haberse dado cuenta que sabe menos cosas de Chehade, que Chehade de él, no en vano el fantasma del caso Madre Mía volvió rondar la mente de la gente con la pegunta: ¿Qué cosas le sabrá Chehade al Presidente? Su falta de reacción y olfato político generaron esta situación de inestabilidad y crisis, de ahí la importancia de fijar posición de manera inmediata frente a todo posible acto de corrupción que se presente, venga de donde venga. De no ser así, Ollanta Humala pasará a ocupar un lugar preferencial, junto a Chehade, en la larga lista de jóvenes promesas que terminaron por convertirse en terribles decepciones, siguiendo la tradición criolla del político peruano, miedoso, mentiroso, cacaceno y bribón. Como si en el Perú la pendejada de los políticos estuviese en su ADN y formase parte de la identidad nacional.

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