miércoles, 25 de septiembre de 2013

LA PROMESA PERUANA

REPUBLICANISMO Y NEOLIBERALISMO




El Perú contemporáneo, afirma Alberto Vergara en su libro “Ciudadanos Sin República” (2013), está definido por el desencuentro de dos promesas: la neoliberal y la republicana. El contrapunto peruano de nuestro tiempo está dado por el éxito de la promesa neoliberal y por el fracaso de la republicana. La primera es responsable de nuestro crecimiento, lo segundo produce infelicidad. Algo que Alfredo Torres (cita Vergara) ha sabido graficar de manera brillante como “la paradoja del crecimiento infeliz”.

¿Cuál ha sido la promesa republicana?

La República, nos lo recuerda el autor, como teoría y experiencia histórica, es la libertad por la vía del autogobierno (¿alguna vez nos habremos autogobernado?) Detrás de esa construcción teórica se encuentra la idea bajo la cual son necesarias algunas condiciones para que los ciudadanos vivan libremente sin ser dependientes de algún ente superior (Dios, rey, príncipe o tirano).

¿Cuenta el Perú con esas condiciones?

La primera condición supone la existencia de un orden fundado en la igualdad de los ciudadanos. Esta es una igualdad (no económica), referida sobre todo a la capacidad de participar en los asuntos públicos de la misma manera que cualquier otro ciudadano. ¿La voz de todos los ciudadanos se escucha con la misma intensidad e interés en nuestro país? Ustedes tienen la respuesta. El problema de la desigualdad política cobra fundamental importancia para el republicanismo porque esta reproduce una esfera pública y unas instituciones donde algunos grupos o sectores consiguen más influencia que otros deslegitimando su carácter público y común (esta es nuestra herencia oligárquica).

La segunda condición se refiere al orden republicano, sostenido por el respeto por la ley y por instituciones legítimas. Vergara se pregunta: ¿cuándo estas instituciones son legítimas? Cuando son capaces de canalizar las demandas de la sociedad asegurando que ella efectivamente se autogobierne, eso, en el mundo contemporáneo se consigue a través del modelo de democracia representativa, que cuenta con instituciones como el Parlamento o el Poder Judicial, que deben convertirse en espacios en los cuales las demandas ciudadanas son procesadas a través de los mecanismos de la democracia.




Por último, la República sana, dice Vergara, requiere confianza entre los ciudadanos y los grupos de ciudadanos; requiere algún sentido de fraternidad (pienso en el ideal de los revolucionarios franceses). Una República jamás se robustecerá si los de abajo creen que las instituciones están puestas al servicio de los de arriba (esa ha sido la historia de nuestra República); y si los de arriba ven con temor cualquier propuesta que provenga desde los sectores bajos. Cuando ello ocurre, la República adolecerá (como es nuestro caso) de un espacio público en donde todos los ciudadanos (no sólo los poderosos) puedan participar en el proceso de toma de decisiones de poder. Por ello, y es algo sobre lo que Vergara volverá con insistencia, el republicanismo está siempre ligado a la educación como espacio primordial para la construcción de una comunidad de ciudadanos iguales.

Ese ideal republicano, que descansa sobre estos tres grandes pilares, que a pesar de haber sido consagrado en todas y cada una de nuestras Constituciones desde el amanecer de nuestra independencia (ver artículo 43º de nuestra actual Constitución) nunca pudo cumplirse, es, como dice Vergara, la gran promesa peruana que nuestro país no supo cumplir durante casi dos siglos.



La otra promesa

Frente a ese ideal republicano esquivo, a fines del siglo XX hizo su aparición otra promesa: la neoliberal (el autor no usa el término en sentido peyorativo). El neoliberalismo es un programa de acción política que tiene en el centro de sus intereses la libertad del individuo a través del establecimiento de una economía de mercado abierta. En otras palabras, refiere Vergara, el centro de preocupación del neoliberalismo es la libertad del individuo, pero no en los términos del liberalismo tradicional (a través de derechos civiles como la libertad religiosa, de expresión o de asociación, etc.), sino en un lenguaje netamente económico. Para los neoliberales, un individuo libre es aquel que no encuentra intromisiones del Estado al actuar en el mercado.

Los neoliberales confían ciegamente que el mercado redistribuirá la riqueza de manera más eficiente que la acción estatal (de hecho mientras menos Estado haya más libres son los individuos). Por tanto, la libre competencia (que en nuestro país no es tan libre) generará crecimiento económico y terminará por beneficiar a todos. Pero esta dinámica genera profundas desigualdades, cuestionamos algunos. Así es, pero la pobreza, afirman los neoliberales, es más grave que la desigualdad. ¿Qué pasa entonces con el ideal igualitario de la República?



Los neoliberales sí cumplieron

Pero si la historia del Perú contemporáneo está marcada por el fracaso del ideal republicano, no es menos cierto, que esa misma historia (sobre todo la de los últimos tiempos) nos habla del éxito rotundo (los neoliberales convirtieron su discurso en un programa popular) de la promesa neoliberal.

Como bien lo señala Vergara, el neoliberalismo no prometió un país más igualitario, tampoco uno más democrático; ni prometió uno más justo, tampoco una comunidad de ciudadanos fortalecidos. Su agenda era otra: mercados desregulados, crecimiento económico, desigualdad, si hacía falta, el individuo como consumidor y/o empresario. ¿A alguien le cabe alguna duda de que el neoliberalismo sí cumplió su promesa? El Perú de hoy, querámoslo o no, es obra de los neoliberales (como el Estado fue construcción de la Oligarquía). Y como para el neoliberalismo el ideal político-republicano es secundario frente al económico, sus promotores no tuvieron ni tienen mayores reparos en trabajar de la mano de gobernantes democráticos o autoritarios (recordemos el gobierno de Fujimori). Ellos sí cumplieron.



¿Por qué debemos recuperar el ideal republicano?

Al parecer, para Vergara (lectura que compartimos), el progreso económico boyante de los últimos tiempos ha hecho que el problema político de la precariedad republicana y de nuestras instituciones democráticas pase desapercibido, pero ¿qué pasará cuando lleguen los años de las vacas flacas? ¿Qué ocurrirá cuando la gran prensa deje de hablar del “modelo peruano”? ¿Será gobernable el Perú cuando el crecimiento no sea el mismo y sigamos contando con instituciones políticas con pies de plomo?

Leamos este libro


Esas son las preguntas que cualquier lector se hará al leer los artículos de este libro, en todos y cada uno de ellos el autor expone con brillantez este desencuentro entre el programa republicano y el programa neoliberal. Por estas razones, yo recomiendo la lectura de esta obra “Ciudadanos Sin República”, pues más allá de recordarnos el fracaso de nuestra República, nos arroja a la cara ese futuro por el que debemos pelear. En palabras de Steven Levitsky, este libro nos ayudará a entender cómo, a pesar del boom económico, en el Perú post Fujimori persisten profundas deficiencias políticas. Las mismas que debemos corregir usando los frutos de este extraordinario crecimiento económico en la construcción de instituciones sólidas que nos ayuden a paliar el temporal en tiempos de crisis económica y política. Pues esa será la única manera para defender a nuestra democracia republicana de cualquier intento autoritario y populista. 

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A FAVOR DEL MATRIMONIO ENTRE PERSONAS DEL MISMO SEXO


NO BASTA CON LA UNÌON CIVIL NO MATRIMONIAL DE CARLOS BRUCE

En Colombia, también hace unos meses, el parlamento empezó a debatir sobre el matrimonio igualitario, es decir, sobre la posibilidad que las parejas homosexuales puedan contraer nupcias y ejercer todos los derechos de los cuales gozan las parejas heterosexuales. Esto que para muchos en nuestro país es visto como un “vanguardismo” (sobre todo ahora que el Congresista Carlos Bruce acaba de presentar un Proyecto de Ley que busca legalizar la Unión Civil No Matrimonial de estas parejas), no lo es tanto, si tomamos en cuenta que en nuestro continente países como Uruguay y Argentina ya han reconocido el matrimonio igualitario. A estos países se suman Ciudad de México, o estados brasileños como Bahía, Sao Paulo y Paraná, en donde el matrimonio igualitario ya es legal.
Nuestra Constitución y el derecho a la igualdad
Nuestra Carta Política reconoce el derecho a la igualdad. Esto quiere decir que nadie en el Perú debe ser discriminado por motivo de origen, raza, sexo, idioma, religión; o de cualquiera otra índole. En consecuencia, y aunque el texto no lo diga expresamente, nadie puede ser discriminado por su orientación sexual.
Por tanto, si lo que la Constitución establece tiene un efecto vinculante para todos, entonces, ¿por qué las parejas homosexuales no pueden contraer matrimonio? ¿Esta prohibición no es acaso discriminatoria? Yo creo que sí. Lo decimos claramente porque no encontramos razones que justifiquen que en nuestro país un contrato como el matrimonio sólo pueda ser celebrado por parejas heterosexuales.
La legislación no puede violar la Constitución
Entre los que se oponen al matrimonio igualitario tenemos a quienes basan su postura en lo que dispone el artículo 234º de nuestro Código Civil. El Código dice lo siguiente: El matrimonio es la unión voluntariamente concertada por un varón y una mujer formalizada con sujeción a las disposiciones de este Código, a fin de hacer vida en común. Siguiendo esta lógica, los opositores creen que la Constitución debe interpretarse de conformidad con el Código (Ley) y no el Código (Ley) de conformidad con la Constitución, quebrando uno de los principios de interpretación jurídica más elementales del Derecho actual (hace más de 200 años esto es así).

El discurso de los que se oponen (tres falacias)
El discurso religioso (mayoritario)
El Estado peruano es no confesional. Eso quiere decir que el Perú no tiene una religión oficial y que reconoce el derecho a la libertad religiosa de todos sus ciudadanos. Si ello es así, no resulta válido afirmar que como los católicos (mayoría) están en contra del matrimonio igualitario entonces este deba prohibirse. Si eso fuera cierto, ¿qué sentido tendría reconocer el derecho a la libertad religiosa de los ciudadanos si la legislación estatal estará determinada por las lecciones bíblicas de la Iglesia Católica?
La religión es importante, eso no admite discusión. Sin embargo, al momento de legislar, las autoridades no pueden decidir en función de lo que dicte la religión mayoritaria. Si permitimos que eso pase, entonces corremos el riesgo de convertirnos en una teocracia en la cual la política no es otra cosa que un derivado de la fe. Con lo cual, la democracia republicana de la que se habla en el artículo 43º de nuestra Constitución terminará convertida en una forma de gobierno en la que la ley que rige a los ciudadanos transcribe el  mandato divino de la fe mayoritaria. Algo que atenta contra los principios de pluralismo y tolerancia que deben ser la base de sociedades democráticas como la nuestra.
El discurso del orden natural
Como los que se oponen al matrimonio igualitario saben que el argumento mayoritario (religioso) no tiene mayor sustento al momento de reconocer o ampliar derechos, estos han empezado a utilizar el argumento del orden natural. Sostienen, como lo hicieron en el pasado, que el reconocimiento del matrimonio homosexual acabará con el orden natural de la sociedad y que esta terminará por destruirse. Este argumento es falso porque reconocer una situación que ya existe en la realidad (las cifras más conservadoras dicen que el 10% de la población es homosexual) no supone el fin del orden establecido. Esto es simplemente parte de un proceso de cambio social que avanzará por más que los ultramontanos se opongan.
En todo caso, ¿por qué el temor al cambio? Recordemos que este mismo argumento fue utilizado por el mismo sector para impedir que las mujeres ejerzan derechos como el trabajo o sufragio. Se decía que si la mujer trabajaba y no se dedicaba al hogar entonces la familia se destruiría y la sociedad occidental llegaría a su fin. Han pasado más de 50 años desde entonces y seguimos acá. ¿Podemos entonces darle validez a este tipo de argumentos? Yo creo que no.


Soy igual que tú pero tengo más derechos

¿Qué tanto se quejan los homosexuales si ya se les va a reconocer el derecho a unirse civilmente (en el Perú ni eso)? Esa es una expresión que muchos defensores del “orden natural” esgrimen en diversos medios de comunicación. En mi opinión, esta expresión únicamente disfraza un pensamiento discriminatorio que pretende decirnos que “las personas somos iguales en derechos pero que los homosexuales son menos iguales que nosotros los heterosexuales”. Y como ello es así, entonces la discriminación se mantiene pero con un nuevo esquema: matrimonio para los “iguales” (heterosexuales) y uniones civiles para los “menos iguales” (homosexuales).

Bueno, esa salida sigue siendo cínica y no responde la pregunta antes planteada, ¿por qué razón los homosexuales no pueden contraer matrimonio si la finalidad del mismo es hacer vida en común? ¿Acaso las personas del mismo sexo no tienen iguales derechos que heterosexuales? Los tienen, por eso esta limitación viola los valores de igualdad, dignidad y libertad que la Constitución reconoce.



Que se casen pero que no adopten

¿Qué ocurrirá con los menores que son criados por homosexuales? ¿Acaso no terminarán adoptando la misma orientación sexual que sus padres adoptivos? Estas son las preguntas que los opositores al matrimonio igualitario hacen. Sobre este punto, debemos saber que existen estudios que demuestran que el desarrollo alcanzado por niños criados por parejas homosexuales es igual al obtenido por quienes lo fueron por parejas heterosexuales, tal y como ha sido señalado en la sentencia de la CIDH emitida en el caso Atala Riffo y niñas vs Chile. Del mismo modo, se sabe que la orientación sexual de las personas no está determinada por la de sus padres. Si ello fuese así, entonces ¿cómo explicamos que en una sociedad heterosexual tengamos que casi un 10% de esta es homosexual? Muy simple, la orientación sexual de las personas no se adquiere por imitación. Así como la orientación sexual de los padres no garantiza una paternidad o maternidad responsables.

¿Por qué estamos a favor de la legalización del matrimonio igualitario en el Perú?


Si nos fijamos con atención, son tres los argumentos que fundamentan la posición de quienes se oponen al matrimonio igualitario: 1) El moral-religioso; 2) El mayoritario; y 3) El tradicional. Los tres argumentos no pueden servir de justificación para mantener la prohibición por tres razones fundamentales: 1) La moral que protege la Constitución es la moral civil y no la de un grupo religioso en particular; 2) La opinión de la mayoría no puede justificar la restricción de derechos a una minoría basada en su orientación sexual; y 3) No se busca acabar con el matrimonio sino permitir que más personas puedan celebrarlo. Nosotros estamos de acuerdo con el matrimonio igualitario pues esta propuesta permite defender la libertad individual frente a prácticas históricamente excluyentes, allanando el camino hacia la construcción de una sociedad más tolerante, libre e igualitaria.

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miércoles, 11 de septiembre de 2013

CHILE 1973: EL 11 DE SETIEMBRE QUE HOY RECUERDO



Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.

Estas fueron las últimas palabras que el Presidente Salvador Allende (SA) pronunció antes de dejar este mundo, estas fueron las palabras con las que este hombre entró en las páginas de nuestra historia para ocupar un lugar privilegiado entre aquellos luchadores sociales que se atrevieron a soñar con un mundo mejor, estas son las palabras con las que este hombre inmenso le dio a todos los habitantes de nuestra patria grande una de las lecciones más importantes de valentía, honor y convicción de toda su vida republicana.

El Bombardeo del Palacio de la Moneda

El 11 de setiembre de 1973, el Palacio de la Moneda era bombardeado por un grupo de militares cobardes que desconociendo el juramento constitucional que habían asumido ante su Presidente, y con el aval de los grupos de poder económico hiperideologizados de la derecha chilena y el auspicio del Gobierno de los Estados Unidos terminaron con la vida de su Jefe de Estado, destruyendo las instalaciones de la casa de Gobierno, asesinando a los militares dignos que no se apartaron del camino de la legalidad democrática, sepultando de ese modo, a una de las democracias más estables de nuestro continente y abriendo el camino para la llegada de una de las dictaduras más sangrientas de América Latina.



El plan de Gobierno de Salvador Allende

Como se recuerda, eran 5 las grandes reformas que el Plan de Gobierno de la Unidad Popular (integrada por el Partido Socialista, Comunista, Radical, Acción Popular Independiente y otras agrupaciones progresistas que respaldaron la candidatura de SA) le proponía a los chilenos en 1970, y fueron esos 5 planteamientos los que hicieron que SA obtuviese la más alta votación en ese año: 1) Estatización de las áreas claves de la economía; 2) Nacionalización de la gran minería del Cobre; 3) Aceleración de la reforma agraria; 4) Congelamiento de los precios de las mercancías; y 5) Aumento de los salarios de todos los trabajadores.

La derecha golpista y reaccionaria

No resulta extraño entonces, que hayan sido los sectores más conservadores y excluyentes de la sociedad chilena los que desde el inicio del Gobierno de SA hayan tratado, por todos los medios (incluso ilícitos como el sabotaje) de obstaculizar la puesta en práctica de estas reformas que los dirigentes de la Unidad Popular decían que marcarían el inicio de la vía chilena hacia el socialismo. En otras palabras, lo ocurrido el 11 de setiembre de hace 40 años no fue sino la consumación de un golpismo cívico-militar que fue gestándose a lo largo de varios meses, el mismo, que no hubiera sido posible – a pesar de la vocación intervencionista norteamericana que existiese- si un importante grupo de altos mandos militares chilenos no traicionaba los principios constitucionales que consolidaron la tradición republicana de ese país.

Militares y empresarios golpistas

Pero las responsabilidades de los golpistas deben ser individualizadas, y como bien lo anotara el director del excelente documental titulado “El diario de Agustín”, es necesario señalar que fue Agustín Edwards, propietario del Diario El Mercurio (brazo mediático de la oligarquía chilena) junto a otros sectores empresariales, los que crearon los condiciones para el golpe de Estado, y fueron también ellos los que pusieron a Augusto Pinochet a la cabeza de este grupo de militares que luego pondría a Chile en manos de los poderes fácticos más conservadores y reaccionarios de ese país, para beneplácito de los capitales extranjeros, especialmente norteamericanos, que desde las sombras siempre se opusieron y complotaron contra el Gobierno democráticamente elegido de la Unidad Popular.



Por eso, para muchos historiadores y politólogos de nuestra región, fueron los grupos de la derecha chilena los principales actores, promotores y responsables de este atropello contra su república y contra la voluntad soberana de su pueblo expresada en las urnas, tanto en las elecciones de 1970 (en las que fue elegido SA como presidente) como en las elecciones parlamentarias de marzo de 1973 (en las que a pesar de todo el clima de convulsión social propiciado por este sector, la Unidad Popular volvió a recibir el respaldo mayoritario de los chilenos).



La traición de Augusto Pinochet

Pero volvamos a la mañana infausta del 11 de setiembre, volvamos al levantamiento golpista en el que además de la Fuerza Aérea, también participaron los carabineros (la policía uniformada chilena), volvamos a esos momentos en los que un grueso contingente de soldados, armados hasta los dientes, rodeaban el Palacio de la Moneda para tomarlo por asalto y herir de muerte a la democracia chilena. Algunos testigos afirman que en medio de la confusión y el desasosiego, el Presidente SA alcanzó a pronunciar estas palabras: "Que será del pobre Augusto Pinochet", se preguntaba el Presidente, que para ese entonces no sabía que ese general era uno de los cuatro golpistas que más tarde conformarían la Junta Militar de Gobierno.

¿Era SA un tonto por confiar en Augusto Pinochet? Y cómo no hacerlo, si el propio Augusto Pinochet le había jurado lealtad el 23 de agosto, 19 días antes del golpe, al designarlo comandante en jefe del Ejército por recomendación de su antecesor, el renunciado general constitucionalista Carlos Prats, asesinado en Argentina un año después por agentes de la policía secreta de la dictadura chilena,  tal y como nos lo recuerda la prensa de ese país.



“Pero qué se han creído ¡Traidores de mierda!”

Los ataques y el bombardeo aumentaron con el transcurrir de las horas, la caída de la democracia chilena era inminente, razón por la cual fueron los propios golpistas los que se comunicaron con SA para exigirle la renuncia con el compromiso de que lo trasladarían en avión a él y a su familia fuera del país. Estos militares felones jamás imaginaron el carácter y la firmeza con la que SA respondería: "Pero qué se han creído ¡Traidores de mierda!". Pero luego de pronunciar esta frase, que refleja la personalidad combativa e indomable de SA, su suerte estaba echada, y con ella, el futuro de los miles de chilenos que fueron víctimas de la barbarie de Augusto Pinochet y compañía.

La barbarie de la dictadura  de Augusto Pinochet

En 1991, el Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (Comisión Rettig) documentó 2,296 casos de personas que habían sido asesinadas, de los cuales casi un millar eran casos de desaparición forzada. En 2004 y 2005, el Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura  (Comisión Valech) halló que 28,459 personas habían sido detenidas por motivos políticos y que la mayoría de ellas habían sido torturadas.



Además unas 200,000 personas habrían sufrido el exilio y un número no determinado (cientos de miles) habría pasado por centros clandestinos e ilegales de detención. La Comisión se reabrió en 2010 para evaluar más casos de desaparición forzada, ejecuciones extrajudiciales, encarcelamiento por motivos políticos y tortura. En la actualidad, según cifras de los órganos de justicia chilenos, al menos 262 personas han sido condenadas por violaciones de derechos humanos, y hay abiertos más de 1,100 procesos judiciales.

La batalla contra la impunidad debe continuar

Eso quiere decir que la batalla en Chile (como en nuestro país) continúa, con jueces y fiscales que deben luchar contra la corriente, desmontando estrategias legales que únicamente buscan la impunidad de los militares violadores de derechos humanos. En todo caso, llama poderosamente la atención, que luego de recuperada la democracia en Chile, muchos crímenes contra los derechos humanos cometidos por el ejército y las fuerzas de seguridad sigan bajo la jurisdicción militar, hecho que sin lugar a dudas, vulnera los principios básicos de protección de los derechos humanos de toda democracia constitucional y del propio sistema internacional.




Finalmente, cabría recordar lo que el autor del libro “Pinochet, el gran comisionista”, dijo sobre la fortuna del dictador: la riqueza del Dictador superó los 29 millones de dólares, pero hay voces que dicen que esta suma es muchísimo mayor: departamentos en Valparaíso, Reñaca, Iquique, Santiago, propiedades en el Molocoton, Parcelas en Quintero, autos, entre otros. ¿Fortunas propias que se ganan en una carrera militar y de servicio a la “patria”? Este fue el cobarde dictador que acabó con la vida de uno de los líderes políticos y sociales más importantes de nuestra historia latinoamericana y con la de miles de sus compatriotas. No lo olvidemos nunca. ¡Salvador Allende! ¡Presente! 

lunes, 9 de septiembre de 2013

“LOS PRESIDENTES PASAN, PERO “EL COMERCIO” SE QUEDA”




Al parecer, esta expresión fue pronunciada por un viejo Director del decano de la prensa nacional. Pero hoy esta frase recobra total actualidad. Como todos saben, con la compra de Diario Correo por parte del Grupo El Comercio, este conglomerado pasará a controlar el 80% del mercado, hecho que lo convierte en el actor con mayor poder en nuestro país, mayor incluso que el que formalmente tienen algunas autoridades e instituciones.

El negocio de las hamburguesas

Los defensores a ultranza del “libre mercado”, esa especie de tótem contemporáneo al que muchos adoran y veneran sin ningún juicio crítico, dicen que los negocios son así, que los grandes agentes económicos se tragan a los pequeños, que los absorben y engullen como si se tratase de una hamburguesa, o mejor aún, estos señores dicen que no importa que un medio controle el 80 % de la publicidad (estatal y privada) porque la venta de diarios y revistas es igual que el negocio de la comida chatarra, como si un periódico o un canal de televisión fuesen equiparables a los carritos sangucheros. ¿Será posible tanta estupidez?

Lo que no dicen estos señores es que este cuasi monopolio mediático resulta muy peligroso para la democracia en nuestro país, pues si uno de los fundamentos de la misma es “teóricamente hablando” la libertad de expresión y la diversidad de opiniones, así como el derecho de los ciudadanos a recibir información plural, entonces resulta evidente que si un medio, cualquiera que este sea, controla el 80% de la prensa escrita, entonces existen motivos suficientes para preocuparse, y mucho, pues se convierte en un actor social y político capaz de torcerle el brazo al mismísimo Gobierno.

El debate de fondo

¿Por qué no aprovechar esta situación para debatir en torno a la necesidad de contar con una norma que regule este tipo de “negocios” impidiendo (siempre de manera razonable y proporcional) la concentración del poder mediático en una sola mano? Eso es lo que deberíamos hacer, aunque dudo mucho que el decano esté interesado en darle tribuna a quienes creemos que “los medios de comunicación en una democracia son muy importantes” como para que una única familia sea la  propietaria absoluta (casi) de todas las opiniones en nuestro país.

Los insultos de los reaccionarios

Pero claro, no faltarán los señores que apuraditos correrán a llamarnos “estatistas”, “velasquistas”, “intervencionistas”, y toda esa retahíla de tonterías a las que el sector más bruto y achorado de la derecha criolla nos tiene tan acostumbrados. Para estos señores, la palabra regulación ofende, y las normas que limitan la capacidad de negociación de los agentes privados en aras del bien común (republicano) y/o el interés general (liberal) son algo así como el Armagedón que amenaza arrasar con todo lo que se interponga en su camino. Nada más falso, nada más alejado de la realidad, sobre todo si tomamos en cuenta la realidad comparada, pues esto que a los señores les parece una “extravagancia” es moneda corriente en muchas de las democracias avanzadas.

¿Qué dice nuestra Constitución al respecto?

Lo más curioso de todo esto es que en nuestro país, la propia Constitución (ese libro pequeño cuyos mandatos suelen ser frecuentemente burlados por los peruanos) señala expresamente que la prensa, la radio, la televisión y los demás medios de expresión y comunicación social; y, en general, las empresas, los bienes y servicios relacionados con la libertad de expresión y de comunicación, no pueden ser objeto de exclusividad, monopolio ni acaparamiento, directa ni indirectamente, por parte del Estado ni de particulares.

Entonces, si esto es así, ¿por qué en nuestro país no contamos con una norma que resguarde el interés que este artículo constitucional (61º) pretende tutelar? La respuesta es muy sencilla, a nadie le interesa, menos a los poderosos (casualmente los que tienen la posibilidad de poner este tema en agenda) que en el Perú se promulguen leyes destinadas a regular el enorme poder de los medios de comunicación. ¿De qué democracia estamos hablando si los medios de comunicación reproducirán un único punto de vista, deslegitimando todas y cada una de las opiniones que se atreven a cuestionar este enfoque?

El diario de la derecha

El decano de la prensa nacional es desde hace muchísimo tiempo un medio de derecha, pero no de esa derecha intelectual y brillante que alguna vez tuvo grandes plumas que ayudaron a consolidar la posición de este medio, El Comercio se ha quedado en el pasado, huele a naftalina, y hoy por hoy, no es otra cosa que el vocero a sueldo del pensamiento más conservador y reaccionario de este país.

Es importante que en una democracia la derecha (ojalá tuviésemos una derecha culta) cuente con un medio para dar a conocer su manera de ver el país y entender la problemática social, cultural, política y económica por la que nuestra patria atraviesa, sin embargo, lo preocupante en este caso es que el decano se ha convertido en el instrumento más poderoso con el que cuentan los “dueños del Perú” para imponernos su agenda privada, defendiendo sus intereses a costa de los intereses de todo el país, bajo la lógica de que el país es una maravilla, que los pobres deben esperar con paciencia su turno para dejar su miseria atrás, y que mientras los empresarios estén felices entonces todos, absolutamente todos, debemos sonreír mientras inclinamos la cabeza y les rendimos pleitesía.

El gran poder de Du Bois


En otras palabras, de ahora en adelante la “cabecita” del señor Du Bois, sí, el mismo que trabajó para la dictadura (en sus años más duros), definirá la información que luego servirá para la formación de la opinión pública. Los que conocemos la línea ideológica del señor Du Bois tenemos razones fundadas para sentir pánico, sabemos que este señor tiene la misma tolerancia que un fundamentalista islámico (versión libre mercado y nada más) cuando de debatir políticamente se trata, sabemos que sus intereses “suelen coincidir” con los de quienes cortan el jamón en nuestro país, y que si de demoler se trata, no dudará en asesinar mediáticamente a quién alce la voz y tenga el valor de criticar el statu quo que a algunos todavía nos ofende.

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lunes, 2 de septiembre de 2013

NO NOS HAGAMOS ILUSIONES: NO HAY PRIMAVERA CHOLA


FOTOS
Guillermo Torres Campos
Reportero Gráfico

Ha pasado casi un mes desde la movilización del día 27 de julio. En esa fecha, cientos de ciudadanos (jóvenes en su mayoría) de distintas tendencias políticas decidieron tomar la calle para mostrar su rechazo contra la manera como algunos de nuestros “líderes” (la mayoría) hacen política en nuestro país.

Todo comenzó días antes, cuando el Congreso de la República, en uno de los episodios más reprobables de los últimos años, decidió seguir adelante con la “repartija” de los cargos al Tribunal Constitucional, Banco Central de Reserva y Defensoría del Pueblo, respectivamente. Las fuerzas políticas en el Parlamento habían acordado dividirse los cargos en función al peso de cada bancada, y sin importar los méritos (o deméritos) académicos y/o profesionales de los elegidos, optaron por elegir a una serie de personalidades “francamente impresentables” (salvo algunas excepciones).

La nueva asamblea: el Facebook

Conocida la noticia, la “nueva sociedad civil del Facebook”, decidió usar esta red social para convocar a una “gran marcha” que tendría como punto de llegada las puertas del Congreso. Los organizadores, muchos de ellos anónimos, esperaban convocar a miles de personas y con ello obligar al Parlamento a que diera marcha atrás y anulara la decisión horas antes adoptada con gran convicción (“lo hacemos por el país”, se atrevieron a decir los más sinvergüenzas).


Cinco mil contra la repartija

¿Cuál fue el resultado real de esta convocatoria ciudadana? Yo estuve presente en esa marcha, así que a mí no me pueden vender cuentos, y con bastante desazón debo decir que los asistentes no superamos las 5000 personas. Por eso me sorprende que algunos “activistas” disfrazados de periodistas, hayan señalado que “un mar de gente estaba en las calles a lo largo de toda la avenida Abancay” protestando contra lo que consideraban una repartija inmunda y rastrera.

No le hemos ganado a nadie

¿Si eran solamente 5000 por qué entonces el Congreso dio marcha atrás? Como bien lo señaló el politólogo Alberto Vergara en una entrevista reciente: “parece ingenuo pensar que el Congreso dio marcha atrás porque había 5000 en la calle”. Pero, si no fue la presión de la calle, entonces, ¿qué pasó? Muy sencillo. Para Vergara, como para nosotros, el Congreso retrocede porque está compuesto de políticos ligeros, novatos e inútiles para todo fin práctico. Debemos recordar, que durante este mismo año ya se había logrado neutralizar otras iniciativas legislativas (iguales o más discutibles) sin la participación de la gente en la calle. En todo caso, si alguna presión efectiva debemos reconocer, esa es la que impulsan los medios de comunicación masiva.

Por ello debemos tener cuidado cuando leemos o escuchamos a quienes fungen de líderes de opinión en nuestro país, ya que muchas veces sus expresiones, lejos de informar y describir con objetividad (la posible) nuestra realidad no hacen sino proyectar (sin ningún sustento) lo que su “yo personal” quisiera ver como realidad concreta. En otras palabras, como dice Vergara: “Hay columnistas-activistas que creen que le están parando los machos al Tercer Reich y no a Víctor Isla y su combo. Si eso es así, entonces, ¿cuál es el impacto real de las movilizaciones o las protestas callejeras en la política peruana? Sobre ello escribiremos próximamente.



Todos protestan por su cada uno

Pero veamos lo que ocurrió el día 27 de julio. Ese día también estuve presente en la marcha junto a otros amigos y conocidos (fue la primera vez que caminé en medio del gas lacrimógeno de la mano de mi hermana) y aproveché para conversar con varios jóvenes que portaban carteles, pancartas y banderines. ¿Por qué marchas compañero (a)?

- Porque no quiero que la U, el equipo de mis amores, se convierta en sociedad anónima.

- Porque soy de la comunidad LGTB y este Gobierno no ha hecho nada en favor de nuestros derechos.

- Porque soy miembro de la CGTP y este Gobierno no ha cumplido sus promesas laborales de campaña.

- Porque soy miembro de un grupo ambientalista y este Gobierno no ha hecho nada por cuidar el ecosistema y favorece únicamente a las grandes mineras.


- Porque soy fonavista y el Gobierno no ha cumplido con devolver nuestros aportes.

- Porque soy feminista y el Gobierno no ha hecho nada para acabar con los feminicidios y la violencia contra la mujer.

-Porque queremos una nueva Constitución que derogue a la Constitución de la mafia fujimorista.

- Porque mi enamorado estudia en la Católica (yo en la de Lima) y me pidió que lo acompañara a esta marcha.



Más preguntas que respuestas

En realidad, recibí muchas más respuestas, la pregunta se la hice a aproximadamente 30 personas, pero transcribo las que rápidamente se me han venido a la mente. Como pueden apreciar, la demandas que desde la ciudadanía se le hacen al Gobierno (en realidad muchas cuestiona al Estado mismo) son bastante diversas y contradictorias. Eso hace muy difícil explicar el motivo principal por el que los ciudadanos deciden recorrer las calles en la víspera del aniversario patrio. Pero, a ver, ¿qué cosa crees tú que el Gobierno debe hacer para solucionar tus problemas? Pues no lo sé, yo sólo quiero que los políticos hagan su trabajo, me decían los jóvenes. Pero, ¿tú confías en los políticos? No, pero, ¿qué otra cosa podemos hacer?




Un Gobierno débil como el nuestro, que no cuenta con políticos duchos entre sus filas capaces de defender sus planteamientos, un país como el Perú, que carece de un sistema de partidos capaces de canalizar las demandas de la población y hacerlas llegar a sus representantes por las vías institucionales, debe “dar gracias de que la protesta en la calle no se articule en una plataforma única de lucha social”, porque de ser así, estamos seguros de que el Gobierno afrontaría un escenario de crisis del que le sería muy difícil salir bien librado.

No nos engañemos

Pero quizá la pregunta del millón no es ¿cuánta gente debe haber en la calle para lograr cambios sociales? La pregunta es mucho más compleja, ¿cómo puede un Gobierno como el nuestro responder a la demandas ciudadanas que cada vez se tornan más diversas, inalcanzables, numerosas y costosas? ¿Cómo mejorar la vida de la gente que protesta si tenemos un Estado débil y tacaño a la hora de invertir en gasto social? Empecemos entonces a reflexionar sobre estas interrogantes, antes de vaticinar, de manera irresponsable, la llegada de una “primavera chola en nuestro país” liderada por jóvenes acostumbrados a ahorrarse palabras en el Facebook. 

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