martes, 17 de mayo de 2011

Intolerancia política: sobre la persecución de periodistas



Rechazo, ese es el único sentimiento que puede generar en todo peruano cualquier acto de violencia verbal, física o de cualquier otro tipo empleado por partido o sector político, cualquiera fuera este, con el ánimo de amedrentar o callar las voces disidentes de periodistas que mantienen una posición crítica frente a tal o cual candidato en esta campaña electoral. Se sabía que el último tramo de la campaña, las últimas semanas antes del 5 de junio fecha en la cual se llevarán a cabo los comicios de segunda vuelta en nuestro país estarían cargadas de un discurso político violento y confrontacional por parte de los seguidores de Ollanta Humala y Keiko Fujimori, respectivamente. Sin embargo, algunos incautos, dentro de los cuales me incluyo, pensábamos que esto no pasaría de las típicas puyas y adjetivaciones propias de este tipo de contiendas. Jamás se me hubiera pasado por la cabeza imaginar que las prácticas del pasado vergonzante de los setenta y noventa en los cuales la persecución a los medios de prensa era una práctica común, entendida muchas veces, como simples gajes del oficio de informar, retornarían de manera virulenta en este tiempo para preocupación de todos los demócratas que anhelamos una sociedad libre y plural en la cual todos, absolutamente todos podamos expresar nuestras ideas sin el temor a recibir una pedrada o perder el trabajo.



El viernes 6 de mayo, a las afueras de los estudios de América televisión, el periodista y conductor de la Hora N, Jaime De Althaus, fue cobardemente emboscado por una turba enardecida, de aproximadamente 50 personas, en la cual al parecer estarían algunos militantes del partido de Ollanta Humala. Como se sabe, basta con revisar el contenido de dicho programa, el mencionado periodista mantiene una posición de crítica frontal contra la candidatura del líder de Gana Perú y un abierto apoyo hacia la candidata de Fuerza 2011. Desde inicios de la segunda vuelta, no ha habido programa alguno en el cual el señor De Althaus no se esfuerce en hacer parecer a Humala como el peor de los dos candidatos. El señor De Althaus utiliza su programa, al cual ha convertido en caja de resonancia del discurso fujimorista en una auténtica trinchera de combate comunicacional anti Humala, haciéndolo aparecer a este como la auténtica reencarnación del mismísimo demonio.




Los periodistas, como los medios de comunicación, televisivos, radiales o escritos, tienen el total derecho de asumir una posición política a favor o en contra de tal o cual candidatura. Los medios son libres de discrepar y criticar a quienes consideren el “mal menor”, o a quien consideren tirará por la borda el desarrollo del país, o para ser más sinceros, a quién creen podría poner en peligro su espacio de poder adquirido durante tanto tiempo, en perjuicio de su propio estatus y de sus intereses económicos. En tal sentido, nada justifica, que un periodista, que un ciudadano en general, sea emboscado cobardemente, sea insultado por un grupo enardecido de seudo manifestantes, sea agredido y vea como el auto que conduce es reventado a patadas y puñetes, al puro estilo de las pandillas y grupos delincuenciales de la lumpeneria, por haber usado el espacio, que el canal para el cual trabaja le brinda, con la finalidad de hacer campaña contra Ollanta Humala favoreciendo a Keiko Fujimori. El periodista De Althaus, y espero quede claro, tiene todo el derecho de defender a quien él quiera, el señor De Althaus puede declararse fujimorista si él así lo desea, eso es parte del derecho que tiene todo ciudadano a formarse libremente una opinión política y expresarla sin temor alguno.




En ese sentido, nada, ningún motivo justifica que un periodista, cualquiera sea la línea política que este tenga, sea víctima de este tipo de acciones de amedrentamiento y persecución, propio de regímenes autoritarios y dictatoriales que como el Fujimorismo durante una década arremetía con dureza frente a toda persona que se resistía a agachar la cabeza y con posición genuflexa avalar con su apoyo directo o su silencio cómplice todas y cada una de las tropelías que en nombre del orden, la tranquilidad, el combate del terrorismo o la gran transformación se cometían en aquel entonces.




Frente a este tipo de acciones resulta fundamental que los líderes de cada agrupación, tanto Humala como Keiko Fujimori, deslinden con todo acto o amenaza que tenga por finalidad restringir de manera arbitraria la libertad de expresión en nuestro país. Ambos candidatos deben salir a los medios y asumir la responsabilidad política de su militancia, identificar a quienes en nombre de su ideología apedrean, atentan contra la propiedad privada, golpean o insultan, y luego de una investigación sumaria sancionarlos de manera ejemplar. Los partidos democráticos, las agrupaciones que defienden las libertades y el ejercicio de los derechos civiles, no pueden, de ningún modo, permitir que dentro de su militancia se logren infiltrar personajes violentos, radicaloides que creen que la violencia y el miedo son un medio válido para conseguir sus objetivos. Los partidos y sus líderes deben tener una posición vigilante frente a estos temas, no podemos permitir que una vez más nuestra débil y frágil democracia sea testigo de este tipo de actos de vandalismo y persecución, no podemos permitir que la conducta delincuencial de unos cuantos empañe la celebración de un proceso electoral que debe ser ante todo una fiesta cívica en la cual los ciudadanos se vuelcan a las ánforas y con absoluta libertad ejercen su derecho de sufragio.




Por eso en mi opinión resulta bastante preocupante la posición tibia, medrosa, casi cómplice del señor Ollanta Humala, quien a pesar del conjunto de pruebas exhibidas por los medios que evidencian la participación de miembros de su partido en este acto delincuencial, como Jareth Solìs quien al parecer lideraba a este grupo de desadaptados, se niegue a reconocer dicho comportamiento y trate de encubrir de manera solapada a quienes con su actitud violenta acrecientan las dudas que sobre su candidatura y su persona se han generado desde 2006, generándole a él y a su partido un pasivo mayor al que ya tienen.




Pero si por el lado del humalismo, los actos de amedrentamiento contra periodistas críticos de su candidatura se hacen evidentes mediante este tipo de actos bochornosos. Por el lado del fujimorismo la situación no es menos preocupante. El fujimorismo durante una década encontró un modo mucho más sutil que la piedra, el insulto o el abucheo público para intimidar a quienes no compartían sus ideas. El fujimorismo utilizó, y al parecer sigue haciéndolo, el poder del dinero, de la influencia, de la prebenda para comprar o lograr el beneplácito de las líneas editoriales de los principales medios de comunicación y así sacar del camino a todos aquellos que se atrevían a criticar al régimen. Fajos de dinero, bolsas negras cargados de cientos de dólares fueron repartidas entre los dueños de los canales de televisión y entre los propietarios y directores de los famosos diarios “chicha” para enlodar, difamar, calumniar, injuriar a todo político, periodista o líder de opinión que se resistiese a repetir de modo monocorde el discurso oficial que desde Palacio de Gobierno y desde la salida del SIN se apoderaba de la mente de todos los peruanos.






Hoy, con menos poder que en esos años, el fujimorismo utiliza otros medios con la finalidad de callar las voces de quienes tienen memoria y se esfuerzan desde los centros periodísticos o salas de redacción en recordarle al Perú lo que fue ese régimen corrupto y delincuencial, cuyos actos de barbarie y pillería fueron y son reivindicados por la hija del dictador Fujimori, hoy candidata a la presidencia de nuestro país. Como se sabe el caso más sonado ha sido el de los periodistas Patricia Montero, productora general y José jara, productor de Canal N, quienes han sido despedidos, según denuncia de la misma señora Montero, porque al parecer para los directores de dicho medio de comunicación, ambos periodistas habían “humanizado” al candidato Humala, hecho que sin lugar a dudas, en nuestros días, y para la mayoría de grupos como el Comercio, es algo así como una herejía. A ello se suma, la posible renuncia de la reconocida periodista Laura Puertas de América Televisión, cuya separación era casi un hecho pero al parecer ha sido frenada gracias a la solidaridad de muchos de sus colegas que amenazaron con una renuncia masiva en caso dicha empresa no garantice la independencia de sus periodistas. Lo mismo ha ocurrido, con periodistas de Arequipa, más de una decena al parecer, que han perdido el trabajo por criticar la figura de la hoy sacrosanta imagen de Keiko Fujimori, tal ha sido el caso de tres profesionales pertenecientes a Radio Líder, entre los cuales se encuentra Federico Rosado.




Por estas razones preocupa la posición del fujimorismo frente a los medios de prensa, más si se tiene en cuenta su oscuro y prontuariado pasado, preocupa pues nadie ha salido a dar una explicación convincente en torno al retiro de estos periodistas, despedidos, hasta donde se conoce, por carecer de un espíritu servil y condescendiente con la candidatura de quien en palabras de Julio Cotler, representa lo más repulsivo que tiene el Perú. Si a ello, le sumamos la denuncia que hiciera pública el periodista César Lévano, bajo la cual, a partir de información filtrada de personal militar y del servicio de inteligencia, el gobierno estaría implementado un plan destinado a dinamitar la candidatura de Ollanta Humala, al puro estilo fujimontesinista, no son pocas las explicaciones que la candidata de Fuerza 2011 y de los actores allegados a la misma deben brindar en torno a estos temas a todo el país en aras de la transparencia y del respeto por la institucionalidad democrática.




En tal sentido, es fundamental que en estos días de calor electoral, en los cuales las pasiones suelen encenderse y las voces y gritos de cada sector suelen sobrepasar el límite permitido de decibeles, sean los líderes de cada agrupación los que salgan a exponer y aclararnos a todos los electores cuál es su verdadera posición frente a la libertad de expresión. Debemos dejar atrás el pasado vergonzante de épocas recientes en las cuales ejercer el periodismo independiente era casi todo un acto de heroicidad, en un país poco acostumbrado a defender los valores de la libertad, la tolerancia y el respeto. En un país en el cual los medios de comunicación lejos de defender principios se ocupan únicamente de sus propios intereses y rentas, defendiendo a quienes forman parte de su camarilla o tildando de mentirosos a quienes presentan o proclaman una opción política discordante.




Aprovecho en todo caso esta oportunidad para solidarizarme con todos y cada uno de los periodistas que sufren algún tipo de presión o son víctimas de cualquier tipo de amedrentamiento. Lo que se defiende en estos casos no es la línea editorial de tal o cual medio comunicacional, la opción política de tal o cual periodista, de lo que se trata es de defender la libertad de expresión como valor que distingue a una sociedad auténticamente democrática. Por eso mi rechazo a actos como los cometidos contra Jaime de Althaus, o como el canallesco acto de amedrentamiento sufrido por César Lévano, quien el pasado miércoles recibiera un arreglo fúnebre, amenazándolo de muerte, por su posición crítica frente al fujimorismo, al puro estilo del Grupo Colina y compañía. A todos ellos mi solidaridad y respeto.

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