domingo, 24 de abril de 2011

Correrse hacia el centro: la estrategia en la segunda vuelta




Luego de la primera vuelta, este parece ser el nuevo propósito de los candidatos, al menos de uno de ellos. El escenario político y la dinámica de un proceso electoral en una segunda vuelta son completamente diferentes al primer tramo de la contienda. En esta oportunidad, no basta con consolidar el voto que el candidato sabe que tiene en su favor, es la hora de buscar la simpatía de los que no votaron por esta opción, es hora de salir en búsqueda de los electores que se quedaron sin candidato favorito a la vista, y para ello, lo más importante es generar menos miedo y menos antipatías que el contrincante, la fórmula es una sola, abandonar posturas radicales o que generen poco consenso entre los indecisos, a partir de un discurso moderado que le permita al candidato posicionarse en el centro de la cancha.

Durante las dos últimas semanas hemos podido darnos cuenta, a pesar de los denodados esfuerzos del sector mayoritario de la prensa nacional, de cómo los candidatos, uno con mayor éxito que otro, han hecho diversos ajustes a sus estrategias de campaña. Hoy en día nadie recuerda ya el plan de gobierno presentado a la ciudadanía e inscrito ante el órgano electoral competente, hoy en día, algunos personajes, vinculados a los candidatos han sido prácticamente desterrados de su entorno, pues son sumas que restan, hoy en día cierta información parece haber sido ocultada bajo siete llaves. ¿Por qué ocurre esto? Muy simple. En una segunda vuelta, quien resulta vencedor no es quien convence a un mayor número de electores sino quién despierta en ellos menos dudas e incertidumbres.

Si ello es así, creo que en estos primeros días, post primera vuelta, Ollanta Humala, por quien no voté en primera vuelta, está moviendo las piezas del ajedrez político con mayor tino que Keiko Fujimori. Ollanta, fue el primero en reiniciar su campaña, ha vuelto a visitar el interior del país, ha regresado a los pueblos y provincias en los cuales logró la primera mayoría hace apenas dos semanas, en un intento por consolidar el voto obtenido y por lograr la adhesión de quienes decidieron marcar por otra opción política. Pero no solo ello, lo más importante creo yo, es haber obtenido el respaldo explícito de algunos personajes, sectores y corrientes de opinión distintas a la de su propio partido, radicalmente distintas diría yo. Al parecer, Ollanta Humala ha entendido que el discurso radical, antisistema, el discurso “llego para cambiarlo todo”, no le servirá de mucho en los últimos metros de la largada. Más allá de las dudas, fundadas creo yo, que uno pueda tener en torno a la veracidad de este cambio repentino, parece haber sido una jugada política interesante el haber sumado a su equipo de campaña y de elaboración de plan de gobierno a una serie de profesionales y técnicos independientes de reconocida trayectoria a nivel nacional e internacional, como una muestra evidente ante el electorado de moderación y de voluntad política en la difícil búsqueda de consensos, los cuales son necesarios para alzarse con el triunfo al final de esta batalla.

Un sector importante de la opinión pública, pero sobre todo los medios de comunicación, se han esforzado por presentar al candidato nacionalista como todo un perfecto mentiroso. Es decir, diarios como correo, Perú 21, la razón, y por supuesto, El Comercio, haciendo gala de un marcado favoritismo por la otra candidata, no hacen sino decirle a la ciudadanía que para el caso de Ollanta Humala la frase “lobo vestido con piel de cordero”, calza como anillo al dedo. Tal parece que los días de objetividad, y periodismo imparcial o neutral, si es que eso alguna vez ha existido, acabaron, el pudor no es algo que caracterice a los medios en este tipo de coyunturas, el apoyo de estos hacia la candidatura de Keiko Fujimori es más que evidente, y los grupos de poder mediático no hacen el mayor esfuerzo por ocultarlo.

Para ser sinceros, la opción y el comportamiento de estos grupos de poder no me sorprenden. En una democracia, basta para ello ver lo que ocurre en países como Estados Unidos, los medios de comunicación tienen el derecho de optar por tal o cual candidato. Los medios así lo hacen, de manera expresa le dicen al lector o televidente cuales son los colores que defienden, en un acto que no hace sino hacer más transparente el manejo de la información y la manera como esta es presentada ante el gran público. Esta conducta no es algo novedoso, no es algo que deba llamarnos la atención. Como tampoco me llama la atención el hecho que el señor Ollanta Humala, trate de correrse hacia el centro, presente un discurso mucho más moderado, más acorde a lo que casi el otro 50% del electorado desea escuchar. Por eso es entendible que una de sus primeras medidas haya sido buscar comunicación con este grupo de tecnócratas al cual hemos hecho alusión, por eso no sorprende que el discurso de primera vuelta, plan de gobierno incluido, esté siendo reformado cada día, estoy seguro que al final de esta jornada, lo único que dará de ese documento original será el nombre. En lo personal, esta conducta, de este candidato, de cualquier candidato en segunda vuelta, no me sorprende, sobre todo si se trata de uno tan resistido como el señor Humala. No niego, como si lo hace la gran prensa, que la estrategia es inteligente. Como dicen algunos periodistas, es preferible que sean estos personajes los que poco a poco formen parte del entorno de Ollanta Humala, limitando su acción, moderado sus posturas, frenado sus inquietantes ataques de voluntarismo, a que ese mismo círculo esté compuesto por los radicales de izquierda de siempre con los que nadie quiere sentarse a negociar.




Pero si el señor Humala ha hecho y está haciendo todo ello. Qué tenemos en frente. Qué movidas, que acomodos se cocinan en la tienda de Keiko Fujimori. Al parecer ninguno. En mi opinión es esta actitud la que debe tener preocupados a los sectores de poder económico, militar y político que están detrás de su candidatura. Pareciera que la candidata siente que serán los medios, quien hubiera pensado eso hace algunas semanas atrás, los que se encargaran de petardear la candidatura de su contrincante, desnudado sus incoherencias y debilidades, y escondiendo las suyas. Digo ello porque si uno revisa las carátulas y contenidos de estos medios, encontrará todo menos alguna razón que justifique el porqué un eventual gobierno de la señora Fujimori sería mejor para el país que un gobierno de Ollanta Humala. Lo que tenemos a diario son carátulas, unas más agraviantes y ridículas que otras, en las cuales de lo que se trata es de descalificar a un candidato, sea en base a verdades verificables o simplemente a rumores sin sentido, en una suerte de prolongación de lo que hasta el momento hemos tenido en el país, cuando se trata de bajarle la llanta a todo aquel que ose presentar una opción de cambio o simplemente cuestione ese sistema económico que solo en el Perú hemos endiosado creyéndolo perfecto.

Entiendo que para los medios sea difícil destacar algún aspecto positivo o alguna virtud política en Keiko Fujimori. Digamos que su cartel y su curriculun vitae como político no son de los mejores. Siendo una mujer de apenas 35 años, como el Alan García del 85, a la cual no se le conoce trabajo alguno, salvo los últimos 5 años durante los cuales se esforzó por hacer nada en el Congreso, y lo logró creo yo. La señora Keiko Fujimori no tiene más que ofrecer. Por eso preocupa su pasividad y su poca reacción y olfato en la búsqueda de nuevos apoyos y adhesiones a su candidatura que la ayuden a vencer a Humala. Salvo los grupos de poder mediático ya mencionados, no vemos que otros grupos, gremios, sectores políticos, o líderes de opinión, le ofrezcan su apoyo, o su confianza, al menos no de manera explícita. Al parecer, a un importante sector de la población, compuesto por empresarios, intelectuales, políticos, o ex candidatos presidenciales, le sigue generando cierto temor, vergüenza y hasta sentimientos de culpa decir públicamente “esta vez me la juego por el fujimorismo”. Eso quiere decir solo una cosa, que tan desmemoriados no lo son. Y sin lo son, algunos lo saben disimular con extraordinario talento.

La candidatura y el candidato Ollanta Humala no generan en mí el menor tipo de entusiasmo. No me subiré al carro de los que hoy creen ver en él al gran salvador de la república. A lo largo de estos años creo haber sido bastante crítico de su persona. Nunca he creído en los modelos autoritarios, ni en el afán mesiánico de algunos políticos que creen que el desarrollo se alcanza por arte de magia, y que para ello basta con cambiar algunos artículos de la Constitución, o elevar el salario mínimo, o a través de programas tan discutibles como pensión 65, discutible por el modo de financiamiento de los mismos, más no por la finalidad que estos persiguen, ojo, es preciso hacer esta aclaración, de no ser así fácilmente podría ser confundido con un mastín más de la derecha. Creo que el programa de gobierno, al cual Ollanta parece haber refundido haya donde no llega el sol, está lleno de un sin número de incoherencias, lleno de propuestas económicas, políticas y sociales algo más que discutibles, algunas desastrosas e inviables. Pero es justamente esto último lo que a mi modo de ver la política hace que Ollanta Humala esté en mejor posición que Keiko Fujimori. El señor Humala, consciente o no, equivocado o no, está siendo capaz de presentar una propuesta política de cambio al país, cosa que no hace Keiko Fujimori. El señor Humala está tratando de afinar algunos conceptos, no digo que lo logre, con la finalidad de hacer mucho más digerible su discurso, convoca a profesionales independientes, se compromete a respetar algunos principios políticos y económicos básicos, que le den seguridad y tranquilidad al país. En cambio, Keiko Fujimori, quien de los dos, fue la única en firmar el compromiso político planteado por PPK, como niñita de escuela que es incapaz de criticar al profesor, algo que en mi concepto es bastante sui generis, pues nunca se ha visto que los vencidos en una campaña le impongan la agenda a quienes resultaron vencedores, calla en todos los idiomas, y rehúye el debate político y programático.

Digámoslo de un modo mucho más gráfico, estos últimos días me dejan algunas imágenes y frases para la reflexión. Mientras el señor Humala, con alguito de mentira incluida, modera el discurso, convoca y se reúne con líderes y técnicos de otras tiendas políticas en búsqueda de su adhesión, la señora Keiko Fujimori se coloca los guantes rosados, y al lado de Leyla Chihuán, posa feliz ante las cámaras junto a Kina Malpartida. Mientras el señor Ollanta Humala, se compromete a respetar la libertad de prensa, no cambiar la Constitución, fomentar la iniciativa privada y fomentar la inversión extranjera, como respuesta a la presión que los medios ejercen sobre su candidatura, el único compromiso que se le ha escuchado a Keiko Fujimori ha sido el siguiente: Juro por Dios, que no indultaré a mi padre. Como si el futuro de un país o el plan de gobierno de un candidato se sostuviese por el solo hecho de indultar o no a un corrupto violador de derechos humanos. ¿Por qué ocurre esto? Muy simple. Las cartas ya están jugadas, y los medios no tocarán a Keiko. Keiko se siente ganadora. Cuidado, si sigue así, puede resultar más magullada que las rivales de Kina.

Rafael Rodríguez Campos

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martes, 12 de abril de 2011

La primera vuelta electoral: cuando los ignorantes somos los que ignoramos


Ollanta Humala y Keiko Fujimori, en ese orden, serán los protagonistas de la segunda vuelta electoral. Su triunfo ha sido indiscutible y legítimo, eso es inobjetable. Ambos candidatos, a pesar de ser los más resistidos dentro del grupo de cinco que postularon en esta oportunidad a la presidencia de la república han logrado captar el mayor número de votos. Esas son las reglas del juego democrático, quien ingresa en la carrera electoral debe estar preparado para ganar y perder, un político debe ser grande en la victoria pero mucho más grande en los momentos de derrota.

Hace algunos meses, ni el más optimista de los partidarios de Ollanta Humala o Keiko Fujimori podía haber imaginado este escenario. Las encuestas colocaban al ex presidente Alejandro Toledo y al ex alcalde de Lima en la cúspide de las preferencias electorales. En palabras del Presidente Alan García, el futuro del Perú estaba asegurado, los antisistema, en especial referencia a Humala, no tenían mayor posibilidad, nuestro país elegiría por una opción democrática, el Perú elegiría a un candidato que represente y asegure la continuidad del modelo económico y del sistema político. ¿Qué ocurrió entonces?

Más allá de las responsabilidades personales existentes, que sin lugar a dudas deben ser asumidas por quien corresponda, más allá de señalar culpables, porque al parecer ese es el tenor de la mayoría de medios y periodistas en nuestro país, debemos preguntarnos por las razones estructurales que llevan a que casi el 50% del electorado se incline por opciones autoritarias y de escasa credibilidad democrática. Es cierto que Toledo cometió muchos errores en la campaña, que por ratos nos hizo recordar el porqué durante casi todo su gobierno su nivel de aprobación no superó los dos dígitos, es cierto también que la soberbia le jugó una mala pasada, pero no creo que el ex presidente sea el único responsable de este descalabro.

El segundo en las preferencias, el señor Castañeda se esforzó por desmostarnos su enorme incapacidad y talento para asumir una lid de este tipo. El señor Castañeda demostró, o confirmó la regla que en nuestro país, ningún ex alcalde capitalino logra vencer en las elecciones presidenciales. El señor alcalde no pudo jamás diseñar una campaña capaz de sintonizar con el ciudadano, sobre todo, con el poblador del interior del país. Su falta de capacidad comunicacional, sus continuos desencuentros con la prensa que cuestionaba su gestión, su falta de capacidad para sumir sus propios errores, su testarudez y empecinamiento al momento de culpar a todos, menos a los su propio entorno, por su estrepitosa caída y su patético intento por parecer siempre un perseguido, terminaron por sepultarlo. El alcalde que dejó la gestión con casi el 80% de aprobación, no logró alcanzar ni siquiera el 10% de los votos al final de la jornada.

A estos dos se suma la figura de PPK, un candidato que por momentos, sobre todo en días previos al anuncio de su candidatura, generó muchas expectativas, PPk terminó por convertirse en un payaso más en este circo al cual falsamente seguimos denominando contienda electoral. PPK, profesional de reconocida trayectoria a nivel nacional e internacional, con experiencia en el sector público, ministro de Estado en los gobiernos de Fernando Belaúnde y Alejandro Toledo, a quién trató de desacreditar a lo largo de toda la campaña, en un gesto que en lo personal me dejó serias dudas sobre el concepto de lealtad y las bondades personales de este señor, convirtió rápidamente a su campaña en un programa de farándula. Los electores esperábamos, dada su capacidad y su porte de hombre de Estado, algo más que polos coloridos con las iniciales de su nombre, algo más que sus bailes torpes al ritmo del PPKUY (la mascota de su campaña), algo más que sus desplazamientos a bordo del PPKAMION repartiendo llaveros y calendarios. PPK se dio por vencido rápidamente, puso bajo siete llaves su plan de gobierno, y se dedicó a hacer lo único que los políticos en nuestro país saben hacer, despotricar contra el adversario, farandulizar la campaña, a ritmo de huayno, cumbia u otro son, y empobrecer el debate político, aunque quizá denominar debate a lo que hemos tenido es caer en una exageración. Sin lugar a dudas, tanto PPK, Castañeda, Toledo, como los dos vencedores, Ollanta Humala y keiko Fujimori, nos regalaron la peor campaña electoral de los últimos años.

Creo, a diferencia de lo que sostienen algunos “analistas” o comentaristas de televisión, que si de buscar responsables se trata, habría que jalarle las orejas, y alguito más, no solo a estos tres señores, sino también a toda la clase política y empresarial a la que representan. Su mezquindad, su afán de protagonismo, su deseo caudillista por erigirse como los únicos predestinados para salvar a la república del desastre que para la salud democrática y el desarrollo económico resultan ser los dos candidatos restantes, hizo imposible la elaboración de un proyecto integral y coherente de centro, capaz de seducir a las grandes mayorías de nuestro país, aglutinando a todos los sectores democráticos en una sola candidatura, con un mensaje de estabilidad política y económica, que sirva como base para los cambios sociales que sin lugar a dudas deben darse en un país en el cual más del 30% de la población sigue viviendo por debajo de la línea de pobreza. La pluralidad de candidatos de centro, de candidatos demócratas, unos en mayor medida que otros, hizo posible los candidatos extremistas, apelando a un discurso populista y autoritario capitalicen dicha falta de unión, colocándose al frente de las preferencias ciudadanas. Qué distinto hubiera sido el panorama si la mezquindad no se hubiese apoderado de las mentes de estos “líderes”, una vez más la incapacidad de diálogo y de consenso de nuestra clase política, presente a lo largo de toda nuestra historia republicana, nos empuja a una situación tan desesperanzadora como la de la hora actual.

He escuchado también, a algunos directores de diarios, en especial a uno que suele tildar de comunista o terrorista, a quien no piensa como él, sin lugar a dudas José Carlos Mariátegui también sería un ferruco tan deleznable como el propio Abimael en la lógica de este señor, que esta elección es fruto de la ignorancia de los electores. Lo he escuchado decir, como en otras ocasiones en las cuales su candidato favorito no logra resultados positivos, que quien vota por Humala o Keiko, aunque al parecer con los electores de Keiko es más comprensivo, es algo menos que un retrasado mental. Lo he escuchado decir que solo los idiotas no se pueden percatar de las profundas contradicciones ideológicas y programáticas de ambos candidatos. Sin embargo, frente a esa andanada de comentarios, me cuesta denominar reflexiones o ideas a lo que dice este señor, que lo único que hacen es reducir el análisis político electoral a una confrontación entre electores educados y cultos versus los ignorantes y desinformados, creo debemos reflexionar sobre las razones de fondo, las razones estructurales que hacen que casi la mitad del electorado opte por candidaturas como la de Ollanta Humala o Keiko Fujimori, a pesar del peligro que estas generan.

En mi opinión, no es coincidencia, que teniendo en el Perú a casi el 30% de la población en situación de pobreza, sea este mismo porcentaje, y algunos puntos más, el que prefiera una opción de cambio, radical, populista, de derecha o de izquierda. Los analistas señalan que ese sector de la población elije siempre de manera irreflexiva, y que por tanto son ellos los que le dan vida a los antisistema. Me preguntó lo siguiente: ¿Cómo pedirle a aquella persona que vive con menos de tres dólares diarios, que no cuenta con servicios de agua, luz o desagüe, que vive en un clima de inseguridad y violencia constante, que carece de servicios de salud para atender sus enfermedades y la de sus hijos, que observa como la administración de justicia les da la espalda, que se indigna con los actos de corrupción presentes en cada gobierno “democrático” y que ve como los mismos quedan siempre, o casi siempre impunes, que crea en el sistema político, que crea en el modelo económico, que crea en un modelo que no los ha sacado de la pobreza, y que mucho menos los ha convertido en ciudadanos? En mi opinión, pedirle a este sector un nivel de análisis y reflexión ausente incluso en los sectores A y B, es una tamaña injusticia. No sé cómo algunos líderes de opinión pueden mirar a los ojos a quienes tildan de ignorantes, hacerlo sin sonrojarse, sabiendo que los bolsillos de estos pobladores solo están cargados de miseria.

Siendo ese el panorama uno puede explicarse muchas cosas. Existe un sector de la población, casi un tercio de ella al cual el desarrollo no ha llegado, existe un tercio de la población que vive en condiciones extremadamente precarias, existe un sector de la población que quiere un cambio, que está dispuesto a dar un salto al vacio, pues nada tiene, y por tanto, nada tiene que perder. Existe un sector de la población que está dispuesto a renunciar a sus derechos y libertades cívicas si a cambio recibe la dádiva o el apoyo asistencialista del Estado. Para muchos de estos pobladores, y posiblemente para uno mismo si estuviera en la situación de ellos, una opción de este tipo, populista y clientelista es un mal menor, su situación no empeorará más de lo que está, porqué creer en aquello que los diarios llaman mercado o democracia, si por más de 20 años de crecimiento económico, la situación de su familia no ha cambiado, si la desnutrición entre sus hijos sigue siendo la misma. El problema señores analistas es que al parecer en nuestro país, la pobreza ha dejado de indignarnos, y se ha convertido en parte del paisaje de nuestra sociedad.

No me siento contento con el resultado electoral, jamás hubiera optado por una opción como la que Ollanta Humala o Keiko Fujimori representan. Ambos, desde mi óptica son o están fuera del sistema, no creen en las reglas básicas de la democracia, ambos presentan discursos autoritarios, de izquierda o derecha, para el caso resulta lo mismo. Ambos ponen en peligro los logros alcanzados durante los últimos años. Ambos pueden desatar una verdadera catástrofe en el país. Para mí no existe mayor diferencia. En todo caso, lo que corresponde es hacer una muy profunda reflexión, un mea culpa colectivo, preguntarnos cómo convencemos al elector, al más pobre sobre todo, que el desarrollo es posible en un clima de libertad y de respeto a los valores democráticos. Debemos de demostrar que la democracia también es eficiente, que es eficaz, que es capaz de mejorarle la vida a la gente, que es capaz de luchar contra la corrupción, que en democracia no solo las personas con recursos son ciudadanos. Ideológicamente las candidaturas de Ollanta y Keiko representan a sectores que se encuentran en las antípodas del escenario político, pero desde un punto de vista social, su electorado es el mismo, es el poblador del sector C, D y E, es el poblador de la sierra central, de las zonas rurales, de los sectores urbano marginales. Ha sido la incapacidad de la clase política, el egoísmo de los sectores de poder económico, y nuestra indiferencia, la que hoy en día no pasa la factura, una factura que deberemos pagar durante largos 5 años. El resultado del domingo, no es responsabilidad de una persona en especial, de un sector en particular, de un candidato, la culpa la tenemos todos, y en el colmo de los cinismos osamos llamar ignorantes a aquellos pobladores a los cuales siempre hemos ignorado.

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