En el año 2000, luego de la
fraudulenta e inconstitucional reelección de Alberto Fujimori, el fujimorismo
se vio debilitado por la pérdida de la mayoría parlamentaria en el Congreso.
Ante esa situación, el ex dictador y su asesor Vladimiro Montesinos, diseñaron
el “Plan Reclutamiento”, que consistió en obtener una mayoría
post electoral a toda costa, violando incluso el principio de soberanía popular
expresado en las urnas si era necesario. ¿Qué hizo Alberto Fujimori para
consolidar esta “nueva mayoría” parlamentaria?
Todos lo sabemos, aunque muchos hoy
en día prefieren olvidarse del asunto. Alberto Fujimori se apropió y usó dinero
público para comprar el apoyo de los congresistas de otras bancadas. En algunos
casos, logró que los congresistas abandonaran sus grupos parlamentarios y se
integraran al fujimorismo (tránsfugas). En otros, logró que los parlamentarios,
sin abandonar formalmente sus bancadas, votasen a favor de sus iniciativas
(topos).
Alberto Fujimori fue el padre de los
tránsfugas
Así se gestó el transfuguismo en el
Perú, convirtiéndose luego en una práctica normal en la política de nuestro
país. Cabe recordar que esta ilegal práctica sólo pudo ser conocida luego del
escándalo desatado por la difusión del video Kouri-Montesinos (el parlamentario
de “oposición” recibía 15 mil dólares de manos del asesor presidencial a cambio
de su lealtad incondicional). Como podemos darnos cuenta, el fujimorismo reclamó
con éxito la paternidad histórica de este infame proceder, pero eso no quiere
decir que luego de la caída de la autocracia fujimorista, los gobiernos
democráticos que la sucedieron hayan sido capaces de resolver este problema que
socava los cimientos de nuestro sistema político.
El transfuguismo como práctica normal
en el Perú
Incluso, me animaría a decir que el
transfuguismo (post Fujimori) como práctica política ha terminado por
institucionalizarse en nuestra patria. Digo ello porque como se recuerda, entre
los años 2001 y 2006 el partido de gobierno Perú Posible también
sufrió una fuerte oleada de transfuguismo. Luego, a partir del año 2006, y tras
la ruptura con Ollanta Humala, el partido Unión por el Perú vio
partir de sus filas a un importante contingente de congresistas. Finalmente, en
este año, varios parlamentarios de la Alianza por el Gran Cambio y Perú
Posible (otra vez), decidieron mudarse de tienda política, hecho que
ha reabierto el debate sobre esta materia). Pero, ¿es posible regular el
transfuguismo en el Perú? Antes de responder esta pregunta, creemos necesario
dejar en claro algunos conceptos.
¿A quiénes llamamos tránsfugas?
El transfuguismo, en su vertiente más
restringida, hace alusión a aquella forma de comportamiento político en la que
un parlamentario, caracterizado como un representante democrático y
popularmente elegido, abandona la agrupación política en la que se encontraba
para pasar a engrosar las filas de otras. Esto hace que el tránsfuga sea visto
como un traidor, una persona que luego de aprovechar la organización y los
recursos económicos de la agrupación que lo presentó ante los electores, viola
tanto la fidelidad del partido como la de los votantes que creyeron en él,
situación que como ya lo hemos advertido, perjudica gravemente a nuestro
sistema político.
¿Por qué es tan perjudicial el
transfuguismo para nuestro sistema político?
Porque el elector se siente
defraudado y estafado por la persona que ofreció defender el programa
institucional del partido político por el que votó, y porque más allá del
repudio moral o ético, el elector no tiene ninguna posibilidad real de reclamar
o revertir el engaño sufrido, por ejemplo, cuando la coalición partidaria por
la que sufragó (Partido Nacionalista y Unión por el Perú en
2006 ó Alianza por el Gran Cambio en 2011) se quiebra meses
después del proceso electoral. Esta situación, le resta credibilidad al sistema
político en su conjunto, pues mina la confianza de los ciudadanos en las
instituciones políticas claves de la democracia representativa: los partidos
políticos.
¿Todo el que abandona al partido
político por el que fue electo es un tránsfuga?
No, yo creo que no. Cierto es que la
práctica fujimorista de comprar conciencias con el dinero de todos los peruanos
para lograr que los congresistas de oposición se plieguen a sus filas
constituye un comportamiento inmoral y delictivo, pero no todos los casos
tienen estas características. ¿Qué ocurre cuando un partido gana una elección
con un discurso de izquierda pero luego gobierna con un programa de derecha?
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, por si acaso. ¿Acaso
los parlamentarios izquierdistas no tienen el derecho de defender la promesa
electoral por la que fueron votados abandonando al partido que traicionó la confianza
de sus electores? Yo creo que sí.
Como podemos observar, no en todos
los casos quien abandona al partido político por el que fue electo puede ser
considerado un tránsfuga, al menos no bajo la connotación peyorativa que
solemos asignarle a este término. O más aún, ¿cómo categorizamos los casos en
donde el parlamentario se encuentra ante verdaderos dilemas morales como el
aborto, la pena de muerte, la eutanasia o el matrimonio entre personas del
mismo sexo? ¿Podemos llamar tránsfuga encubierto a quien decide votar en contra
de la posición mayoritaria que su bancada tiene frente a estos temas? Yo creo
que no.
Pero volvamos a la pregunta, ¿es
posible regular el transfuguismo en el Perú? ¿Podrá una ley acabar con esta
práctica, prohibiéndola o sancionándola con la pérdida del escaño? Sobre este
punto, creo que la interrogante que buscamos absolver merece una respuesta
jurídica y política, al mismo tiempo.
El transfuguismo en el terreno
jurídico
En el terreno jurídico, debemos
empezar por responder lo siguiente, ¿a quién le pertenece el escaño
parlamentario? ¿Quién es el titular de la curul congresal? ¿El titular es el
partido político o el parlamentario que resulta electo? Si el titular es el
partido político, si el escaño le pertenece a la agrupación política entonces
resulta lógico que quien abandone las filas de su partido pierda su curul y sea
reemplazado por un accesitario. En cambio, si el titular es el parlamentario “a
título individual” entonces el tránsfuga conserva su escaño y el partido pierde
a un miembro de su bancada.
Al parecer, es la segunda tesis la
que ha terminado por imponerse en países como España, en donde el Tribunal
Constitucional (sentencias 5/83 y 10/83) ha señalado que un
individuo, una vez electo, es dueño de su escaño, y por tanto, puede marcharse
libremente a otro partido político, hecho que sin lugar a dudas niega el papel
central de los partidos políticos en el proceso de formación de la voluntad
popular. Es una lástima que en el Perú nuestro Tribunal Constitucional no haya
tenido la oportunidad de pronunciarse sobre este tema, pues eso nos ayudaría a
tener mayor claridad en el análisis.
El transfuguismo en el terreno
político
En el terreno político, la situación
es mucho más compleja, pues como bien lo ha señalado Steven Levitsky en un
artículo titulado Simpatía por el Tránsfuga, no creo que una
legislación sobre el transfuguismo funcione, pues lo que en realidad se
pretendería legislar es la existencia de partidos sólidos. Una ley
antitránsfuga, afirma el profesor de Harvard, funcionaría como la prohibición
del divorcio. Habría lealtades artificiales y transfuguismo encubierto:
congresistas sentándose formalmente con sus bancadas originales mientras en
realidad andan con otras. No cambiarían de bancada pero sí de discurso y
voto (topos).
Es importante la opinión de Levitsky
para esta reflexión pues nos recuerda que todos los políticos son ambiciosos
(no sólo los peruanos), en el sentido de que buscan ganar elecciones y
mantenerse en el poder. La pregunta es entonces, ¿qué hacen los políticos para
conseguir ese objetivo? En países con partidos políticos sólidos como Estados
Unidos, Suecia o Canadá, los políticos deciden permanecer en las filas de sus
partidos pues saben que la marca partidaria tiene un valor que se mantendrá en
el tiempo. La lógica es muy sencilla: si mi partido seguirá siendo una
locomotora electoral entonces yo tengo incentivos para permanecer en él y no
convertirme en un tránsfuga, pues será mí partido quien me haga ganar una
elección.
Esto no ocurre en nuestro país,
porque los partidos políticos tienen una vida muy efímera, la mayoría de ellos
se construyen sobre la base de liderazgos caudillistas y camarillas que
desaparecen cuando el entusiasmo por “el candidato novedoso” decae. En ese
escenario, el transfuguismo se convierte en una estrategia racional para
sobrevivir políticamente, ya que si para ser electos o reelectos los políticos
peruanos necesitan una locomotora, una lista encabezada por un candidato
viable; entonces, cuando esa locomotora deja de ser viable, los políticos no
tienen otra salida que no sea convertirse en tránsfugas. En otras
palabras, si en los Estados Unidos los políticos tienen incentivos para ser
“leales” con sus partidos, en nuestro país los políticos están obligados (si quieren
sobrevivir) a ser “tránsfugas”.
Los parlamentarios no son los únicos
tránsfugas
Al parecer, los analistas y líderes
de opinión suelen encontrar en el Parlamento a lo más vil y deleznable de la
política nacional, pero en este caso, como en tantos otros, la realidad nos
demuestra que los problemas políticos sobrepasan los muros del Congreso de la
República, pues el transfuguismo es una práctica perniciosa que está presente
en todos los espacios y niveles de nuestro sistema de representación. Por
ejemplo, en la actualidad 31 de los 43 alcaldes distritales en Lima, han
militado en por lo menos dos partidos, y casi la mitad lo ha hecho en tres o
más partidos. Esto confirma lo expuesto en líneas anteriores, los políticos en
el Perú son leales al partido político o al líder que los convoca siempre que
tengan la certeza de que esa lealtad servirá para impulsar su propia
candidatura, cuando ello ya no es así, el transfuguismo se convierte en una
opción real para subsistir en la jungla de la política peruana.
El verdadero problema son los
partidos políticos
No es el transfuguismo lo que debemos
combatir, una ley no puede asegurar la lealtad o fidelidad de un militante, así
como la prohibición del divorcio no puede evitar el quiebre amoroso de una
pareja, ya que los esposos pueden permanecer legalmente casados pero eso no
quiere decir que tengan una vida común. El problema de fondo está dado por la
inexistencia de partidos. En un país en donde los partidos no son otra cosa que
“denominaciones registrales” que hacen posible el arribismo electoral de
algunos egos personales y, cuya vida útil no supera el promedio de 5 o 10 años,
es lógico que si un político quiere hacer “carrera política” busque
necesariamente al partido que en cada elección le brinde la posibilidad de acceder
o mantenerse en un cargo. Eso ocurre acá y en cualquier lugar del mundo, así
que evitemos caer en pesimismos tontos, y empecemos a reflexionar seriamente
sobre este asunto. Porque la pregunta del millón que debemos resolver es: ¿Cómo
construir un sistema de partidos en el Perú?
Etiquetas: Alberto Fujimori, Transfuguismo, Vladimiro Montesinos