sábado, 28 de febrero de 2009

A la policía se la respeta, a las chicas fénix también


Nadie puede negar la difícil situación de crisis insitucional que atraviesa la Policía Nacional del Perú (PNP). Sin lugar a dudas, es el sector más sensible y el que más problemas le ha ocasionado al gobierno de turno. Son 4, con la actual Ministra del Interior, Mercedes Cabanillas, las personalidades que han tenido el encargo de conducir las riendas de este ministerio, ninguna fue capaz de ofrecerle al país resultados positivos, de impulsar una auténtica reforma institucional en dicho sector, de luchar y diseñar un plan coherente que le haga frente a la corrupción que al parecer carcome a dicha institución de sus entrañas. El nombramiento de todos ellos fue anunciado con autobombos, con cornetas y platillos. Al final del día, una imagen, una realidad incontrastable, un sin sabor, ministros que resultaban chamuscados, víctimas de su propia incapacidad, vapuleados por los medios de comunicación y castigados por una opinión pública que día a día confía menos en una institución tan importante para la sociedad como la PNP.

Corrupción generalizada, denuncias de malversación de fondos en el uso de combustible para las unidades policiales, pases al retiro y nombramientos de personal sin mayor criterio que los miedos y gustos personales del jefe del sector, inseguridad ciudadana que pone los pelos de punta a cualquier analista, pandillaje, violencia, sicariato, narcotráfico, son algunos de los problemas que el ministro o la ministra de turno debe afrontar. Qué duda cabe, este ministerio es una papa caliente.

¿Qué ha hecho el gobierno para afrontar esta problemática? Nada. No ha hecho absolutamente nada. Cuando uno revisa el plan de gobierno con el cual el Partido Aprista se presentó a las últimas elecciones puede darse cuenta de que la política diseñada para este sector se encontraba llena de lugares comunes, de palabras vacías, de buenas intenciones y escaso contenido de fondo, carente de una política institucional coherente y huérfana de una visión cabal en torno al rol que representa este ministerio en las democracias modernas.

Ante dicha situación, no sorprende que el gobierno haya recurrido a personalidades de tan poca capacidad para encabezar la supuesta reforma de la PNP. al mando del ministerio. Tuvimos a una ex ministra de salud, que en temas de seguridad, reforma institucional y gestión demostró no tener consigo a todas las luces necesarias para el puesto, luego, llegó un ex ministro de economía del primer gobierno aprista, peor aún, la situación fue más caótica, no sólo por el desprestigio con el que su figura contagió a la ya debilitada imagen de la institución, sino por el continuo y permanente tufillo a corrupción con el que se asoció a su gestión, quedaba un intento más, un coronel en retiro, el de menor duración en el cargo, cuyo breve paso no sólo obedeció a sus continuas y poco felices declaraciones ante los medios de comunicación, sino sobre todo por haber demostrado, desde el minuto uno de su gestión, que la cartera del interior le quedaba grande y que su figura hacia agua frente a todo problema que le tocó afrontar. Pero eso no sorprende, al menos a mí no me sorprende, es muy difícil que un gobierno que no tiene ni la más mínima noción para el manejo de dicho sector tenga el tino para elaborar un perfil para la persona que tome el encargo de asumir el puesto de Ministro del Interior. ¿Y entonces que nos dejaron estos ministros? Nada. Todos creyeron traer en sus manos la solución mágica para el sector, todos pretendieron refundar la institución, todos trajeron consigo su plan de reforma, una reforma que en ningún caso se llevó a cabo, debido a que el sucesor, se encargó de desbaratar todo lo hecho por su antecesor, independientemente de si este plan tenía medidas rescatables o aportes que merecieran ser tomados en cuenta. ¿Eso sorprende? No. En un país acostumbrando a no contar con políticas de estado de larga data, tremendo desatino en el manejo institucional no sorprende.

Pero no debemos perder la fe, no perdamos el optimismo, eso fue lo que me dije al conocer el nombramiento de la actual Ministra el Interior, en fin, no será una conocedora del sector, pero ya es mucho que sea una civil, que sea una política de carrera y que nadie pueda dudar de sus bondades personales de probidad, honestidad y compromiso con la defensa de los valores democráticos. Al menos eso quiero pensar, no me gustaría tener que reconocer que me equivoqué una vez más.

Parece que la ministra hizo una adecuada lectura de la problemática de la institución, debe recuperar el principio de autoridad, debe mejorar la moral de la institución, debe implementar mecanismos que hagan más difícil la comisión de delitos vinculados a la corrupción al interior de su sector. Sin embargo, han sido las medidas adoptadas por esta las que ensombrecen y cubren con un velo de pesimismo su desempeño ministerial.

La ministra, al parecer, tiene serios problemas para reconocer la diferencia entre autoridad y autoritarismo, o quizá quiera aprovechar su nombramiento al frente de esta cartera, con el único propósito de granjearse para sí, un importante apoyo político de cara a las elecciones del 2011, en un país al que le encanta lanzar la primera piedra, levantar el dedo acusador, rasgarse las vestiduras en nombre de la moral, pero al que le cuesta mirarse frente a un espejo y asumir la fealdad de su rostro, de nuestro rostro, el tuyo, el mío y el de todos nosotros. De otro modo, nadie puede entender la abrupta medida de separar de la institución a cuatro policías femeninas por aparecer en una página web peruana. Las agentes pertenecían al Escuadrón Fénix y fueron grabadas desnudas por una compañera con la cámara de su celular. El aparato fue robado, y las imágenes, colgadas en la web http://www.cholotube/ para el deleite de más de 100 mil curiosos o curiosas, quién sabe. Es decir, las agraviadas, las chicas fénix, que vieron violentado y vulnerado sus derechos fundamentales a la intimidad, a la vida privada, a la imagen y a la voz, reciben la sanción inmediata de la ministra posiblemente buscando rédito político o popularidad mediática, pero sin mayor argumento para ello que sus complejos y trasnochados cánones de moral y decencia personal que no pueden ser el baremo para identificar a los buenos o malos policías. Vamos señora ministra, el país espera otra respuesta de su parte.

A todo ello, se le suma la andanada de calificativos y epítetos denigrantes e injuriosos, de los que han sido víctimas estas señoritas, el propio Presidente de la República, consultado por la medida, decidió respaldar la decisión de la ministra en los siguientes términos: “No queremos 'vedetistas’ que estén dispuestas a proteger el orden público desnudas”. Señor presidente, no nos quiera tomar el pelo, a estas alturas y usted con este tipo de cucufaterias y huachafadas. A usted que le encanta invitar a ex vedettes a que desempolven las lentejuelas y se echen una cumbia de su brazo en teletones y conciertos. Por favor.

Al parecer la ministra viene investida de una espada de “Damocles”, sanciona a todos y a todas, el problema es que lo hace sin distinguir los hechos verdaderamente sancionables, como el protagonizado por dos efectivos policiales, los cuales en estado de ebriedad y a bordo de un vehículo, vestidos con el uniforme policial y en horas en las cuales debían estar prestando servicio, ocasionaron un accidente de tránsito, de aquellos que no pasan de ser una simple travesura, cometida por chicas que en sus tiempo libre, y en un espacio privado, como lo es un cuarto o una habitación, deciden llevar a cabo un jueguito color rosa, hasta de mal gusto si se quiere, pero que de ninguna manera puede ser considerado un delito o una falta que ponga en riesgo el prestigio de la institución.

Señora ministra, no nos haga retroceder en el tiempo, no juegue a ser una inquisidora, no nos venda humo haciéndonos creer que elevando las sanciones y endureciendo el reglamento disciplinario la situación al interior de la policía va a cambiar, eso no es cierto. Reflexione, retráctese, no sea injusta, usted no puede castigar a su antojo, no puede sancionar sino a partir de la comisión de una conducta que haya sido expresamente señalada como tal, como susceptible de sanción disciplinaria, esa es la garantía mínima que le asiste a todo los trabajadores del Perú, y las policías no son la excepción. En lugar de demostrarnos su figura de “Dama de Hierro”, a partir de la adopción de este tipo de medidas, explíquenos porqué pretende hacernos creer y quizá auto convencerse de que firmando un convenio con Petroperú se ha de solucionar el problema de la corrupción en el manejo de combustible en la institución a la cual usted representa, más cuando esta empresa ha dado numerosas muestras de ineficiencia, además de estar vinculada al escándalo de corrupción más importante de su gobierno, el de los petroaudios.

A pesar de ello, le deseamos suerte ministra, y esperamos por el bienestar del país y de su sector, que sea usted la última ministra del régimen, ya que de no ser así, de seguir la suerte de su antecesores, sólo nos queda apagar las luces, encomendarnos a dios, y esperar las elecciones del 2011, en las cuales usted seguramente será candidata, no sabemos para qué, pero candidata al fin y al cabo.

Rafael Rodríguez Campos

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viernes, 20 de febrero de 2009

Venezuela: buscando un rey


El día de ayer en Venezuela fue promulgada la enmienda constitucional para la reelección indefinida que le permitirá a Hugo Chávez presentarse nuevamente como candidato presidencial para las elecciones en el 2012.

La enmienda fue aprobada el domingo pasado mediante un referéndum popular, lo que en opinión del partido oficialista, constituyó una gesta histórica de las filas revolucionarias que sueñan con una Venezuela socialista y un golpe de muerte para la “oligarquía pitiyanqui”, nombre con el que los partidarios del chavismo denominan a la oposición democrática en se país.

Según informes del Consejo Nacional Electoral (organismo constitucional venezolano absolutamente copado por el chavismo), el “Sí” a la enmienda a la Carta Constitucional, que permitirá la reelección indefinida para todos los cargos de elección popular, obtuvo el 54.86% de los votos frente a un 45.6% del “No”, registrándose también un 32.95% de abstención, en una jornada electoral que fue llevada a cabo en medio de un amplio operativo de seguridad, luego de una constante y millonaria campaña por el Sí en la cual el gobierno utilizó los recursos del Estado a su antojo.

Durante este acto de promulgación llevado a cabo en una plaza del oeste de Caracas, al aire libre y con ribetes de histrionismo populachero a los que nos tiene acostumbrado su gobierno y en compañía de sus ministros, Chávez se anunció como el primer precandidato para las próximas elecciones presidenciales: “Estoy listo para seguir comandando la revolución desde el 2009 hasta el 2016, por lo menos, si así lo quiere el pueblo”, sentenció. Recordemos que Chávez fue elegido presidente por primera vez en diciembre de 1998 y dos veces ha sido ratificado en el cargo en la última década.

Sin lugar a dudas, este resultado es un triunfo importante para el partido de gobierno, el cual no terminaba de superar el sin sabor que había sufrido a fines del 2007, cuando el pueblo venezolano le dijo no en las urnas a una amplia reforma constitucional que incluía eliminar los límites a la reelección presidencial. No cabe duda, que para Chávez y la pandilla a la cual él lidera, no hay mejor dicho sino aquel que dice: “El que la sigue la consigue”.

Ahora bien, las preguntas que uno debe de hacerse al momento de analizar el tema de la conveniencia de la reelección inmediata e indefinida en nuestra Latinoamérica son dos a mi juicio ¿Cuál ha sido la experiencia histórica de nuestro continente con este tipo de iniciativas? y ¿Cuáles son las razones de tipo social, cultural y político que nos permitan estar a favor o en contra de las mismas?

En nuestro país por ejemplo, ocurrió lo mismo que en Chile siglo XIX. En la Constitución de 1828, tomando el ejemplo de la Carta Fundamental norteamericana, se permitió la reelección inmediata, ni siquiera la indefinida. Sin embargo, durante todo el siglo XIX tanto en el Perú como en el resto de países latinoamericanos, los legisladores trataron de ir restándole la fuerza a la figura del Presidente de la República, a fin de impedir que este utilice su poder, su fuerza y sobre todo los recursos del Estado, para perpetuarse en el cargo. Entonces, si ese temor, fundado a mi juicio, se presenta con relación a la figura de la reelección inmediata, imaginémonos el peligro que nuestras frágiles democracias sufren ante la posibilidad de consagrar en sus constituciones, una figura como la reelección indefinida, tal y como acaba de ocurrir en Venezuela.

Esa es pues la radiografía histórica de la reelección en Latinoamérica, esta ha sido y es contraria a la reelección en cualquiera de sus formas, porque quien en su momento propuso desde la primera magistratura enmiendas constitucionales de este tipo, terminó convirtiéndose en dictador, atornillándose en el cargo y distorsionando gravemente todo el orden democrático e institucional de cada nación, poniendo al Estado al servicio de sus apetitos personales e intereses de turno. Esta ha sido la historia política de Latinoamérica desde mediados del siglo XIX y a lo largo del XX..

Hagamos un breve repaso, nuestro continente ha tenido en su tierra casos de Presidentes que han permanecido 35, 40 y hasta 50 años en el cargo, demoliendo instituciones, violentando libertades y derechos ciudadanos, promoviendo corruptelas y lo peor, postergando al infinito, el sueño de construir Estados auténticamente modernos y democráticos, en los cuales la ética y la decencia política no sean vistos simplemente como utopías o bienes inalcanzables por los ciudadanos. Así, hemos tenido por ejemplo: Juan Vicente Gómez en Venezuela, 35 años, Porfirio Díaz en México 35 años, Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana, 40 años, la familia Somoza en Nicaragua 40 años y, por supuesto, Fidel Castro y ahora su hermano, Raúl Castro, 50 años, en Cuba.

Como se puede apreciar, la nota característica y la lección que como peruanos y latinoamericanos debemos de aprender es que todos aquellos que han pretendido intentar la reelección desde el poder, lo único que buscaban era permanecer indefinidamente en el y servirse de el, aprovechando los placeres y gollerías que otorga el poder.

Bien lo señala el maestro Domingo García Belaúnde, gran profesor y talentoso constitucionalista nacional, el problema de la reelección y su relación con la aparición de dictaduras, ya sean de derecha o izquierda, es desde un punto de vista social y político tan grande, que incluso a servido de inspiración para la creación de verdaderas joyas de la literatura latinoamericana, como la obra de Ramón del Valle Inclán, Tirano Banderas, publicada en 1926, en la cual se describe la manera como los caudillos se perpetúan en nuestro continente, la obra de Miguel Ángel Asturias, El Señor Presidente, publicada en 1946, en la cual se narra la manera despótica como gobierna un gobernante sin nombre muy parecido a los de nuestras tierras, o la obra de nuestro Mario Vargas Llosa, La fiesta del chivo, publicada en el año 2000, en la cual se da cuenta de la manera como el dictador Trujillo tiranizó a más de tres millones de personas, sin saber que se estaba urdiendo una conspiración en su contra la cual acabaría con su asesinato.

Como podemos apreciar, los peligros que la reelección presidencial trae consigo para nuestras democracias no es una fantasía, no es un invento de los defensores del imperio y enemigos de los Chávez, los Evos, los Correa o los Uribe, todo lo contrario, los peligros existen y son una realidad.

La pobreza, la marginalidad, el clientelismo político, la fragilidad institucional, la escasa cultura y vocación democrática, el caudillismo y el deseo desmedido de poder, son factores de tipo social, político y cultural que tornan inviable una iniciativa de este tipo, la cual le permite al Presidente utilizar a todo el aparato estatal (dinero, propaganda, puestos de trabajo) a favor de su reelección.

A todo ello se le suma el clima de confrontación social que genera esta propuesta al interior de los países que la aprueban, tal como hemos podido apreciar en experiencias recientes como la venezolana y boliviana, en las cuales, la mitad de la población respalda el sueño de presidentes que se sienten reyes y la otra mitad decide defender tímidamente los principios democráticos, como el de separación de poderes o el de alternancia en el ejercicio del poder político.

Esta vez Chávez se salió con la suya, esta vez Chávez volvió a ganarle a una frágil oposición, una tímida oposición, una torpe oposición, una oposición que espera que sea el frente estudiantil, plagado de jóvenes y adolescentes, el que lidere la defensa de la democracia, como si el entusiasmo y los sueños por cambiar las cosas bastasen en política. Pero este triunfo no le asegura a Chávez el éxito en las próximas elecciones presidenciales.

A Chávez, señalan todos lo analistas, le esperan 4 años muy difíciles, le espera afrontar 4 retos que a mi parecer son las más duros de resolver, debe demostrar que es capaz de reducir la pobreza, debe disminuir los índices de delincuencia que, según el Ministerio de Relaciones Interiores de Venezuela, arroja una cifra de 152 homicidios a nivel nacional por semana, debe manejar con responsabilidad el gasto público, teniendo en cuenta la caída del precio del petróleo en el mercado internacional, recurso que le genera más del 50% de los ingresos de su Gobierno y el 94% de los que recibe por exportaciones y, finalmente, disminuir el índice inflacionario que culminó en 30.9% en el 2008, siendo el más alto de la región por tercer año consecutivo.

Esperemos, por el bienestar social y económico de los venezolanos, que el manejo gubernamental de estos 4 puntos sea el más coherente y responsable, aun cuando estoy seguro de que será todo lo contrario y, por el bienestar de su democracia, que la oposición sea lo suficientemente inteligente, para aglutinar fuerzas en torno a un solo candidato, para articular un discurso coherente desde el punto de vista económico y político capaz de desnudar las falencias del modelo y del proyecto bolivariano y que ayudada por todas las fuerzas democráticas venezolanas puedan despertar al dictador del sueño de ser rey, porque América Latina necesita de estadistas democráticos y de instituciones sólidas no de dictadores o caudillos, que de eso, ya hemos tenido mucho.

Rafael Rodríguez Campos

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lunes, 9 de febrero de 2009

Bolivia: Un país partido por la mitad


Han transcurrido dos semanas desde el pasado 24 de enero, fecha en la cual el pueblo boliviano aprobó mediante referéndum constitucional la promulgación de una nueva Constitución.

Los días previos a la mencionada votación estuvieron plagados de una serie de enfrentamientos entre los seguidores del presidente Evo Morales y los sectores de oposición, ambos bandos, promoviendo el “Sí” o el “No”, respectivamente, no dudaron en usar todo tipo de calificativos a la hora de referirse a sus rivales políticos de turno, en suma, el electorado boliviano fue testigo de una contienda política en la cual el insulto, el atropello y el enfrentamiento físico reemplazaron a la exposición y confrontación responsable y democrática de ideas y argumentos en torno al conjunto de disposiciones constitucionales que configurarían el nuevo marco jurídico y político del hermano país altiplánico, muestra de ello fue el conjunto de agresiones verbales y empujones sufridos por el ex presidente Carlos Mesa en los alrededores del Palacio Quemado de la Paz durante una concentración en contra del proyecto oficialista.

Sin lugar a dudas, la promulgación de una nueva Constitución Política es uno de los momentos de mayor importancia jurídica y política para un país. Una nueva Constitución simboliza, en palabras de Rousseau, el contrato social a partir del cual los miembros de una comunidad política deciden establecer el conjunto de reglas y normas generales de convivencia que han de regular el total de relaciones sociales, políticas y económicas que se generan al interior de la misma.

En ese sentido, una Constitución, al ser expresión viva del Poder Constituyente, es decir del conjunto de ciudadanos de una determinada nación, debe albergar en sí misma a la diversidad de voces, opciones y planteamientos de toda índole presentes en un país, y por tanto, debe de proclamar los principios de pluralismo, igualdad y tolerancia que caracterizan a la convivencia de las sociedades civilizadas y auténticamente democráticas de nuestro tiempo.

Como señalan los especialistas, una Constitución representa el conjunto de coincidencias presentes en un tiempo y lugar determinado, una Constitución representa en ese sentido, el consenso al interior de la diferencia, diferencia que se acrecienta en sociedades tan diversas y plurales como la boliviana o la nuestra, caracterizadas por la diferencia racial, étnica, religiosa y lingüística.

Es por ello que el proceso mediante el cual se elabora y aprueba una Constitución debe de contar con la participación activa de todos los sectores sociales de un país, empresarios, trabajadores, intelectuales, movimientos sociales, partidos políticos, así como también, de la sociedad civil en su conjunto. Y ello, porque es justamente dicha participación, la única y auténtica garantía de que el producto resultante de este diálogo político y social reflejará con transparencia el acuerdo de la mayoría de ciudadanos de un país, y por tanto, será la única manera de asegurar el origen y la legitimidad democrática de una nueva Constitución.

Sin embargo, no basta con que la mayoría de un pueblo participe y decida aprobar en las urnas una Constitución para catalogar a esta de democrática y legítima. Una Constitución debe consagrar en su interior un conjunto de principios y valores que le otorguen ese status jurídico y político, una Constitución debe apostar con auténtica convicción por consagrar principios tales como la dignidad de la persona humana, el respeto a sus derechos y libertades, la separación de poderes, la alternancia en el ejercicio del poder político, el Estado de Derecho, así como el respeto al conjunto de normas y disposiciones constitucionales que regulan, limitan y justifican el ejercicio del poder público.

A partir de ello podemos señalar que el proceso mediante el cual se elaboró la actual Constitución boliviana estuvo plagado de una serie de cuestionamientos que ponen en tela de juicio su origen democrático. Así, tenemos que la Asamblea Constituyente que redactó la Constitución sesionó durante cerca de 16 meses sin alcanzar acuerdo alguno y, posteriormente, aprobó su texto- con 400 artículos- a mano alzada, sin la presencia de la oposición y en una sede militar, una situación similar a la vivida en Venezuela, en la cual la oposición de dicho país decidió no participar en la elaboración de la mal llamada “Constitución bolivariana”, por no contar con las garantías necesarias que asegurasen un resultado justo y transparente, más cuando todos los poderes del estado venezolano, incluido el órgano electoral de dicho país, se encuentran tomados por los partidarios del chavismo.

Pero las similitudes entre el proceso constitucional boliviano y venezolano no quedan en lo concerniente a la elaboración de sus respectivas constituciones (en todo caso el pueblo venezolano, a pesar de la avalancha mediática a favor de la Constitución de Chávez le dio la espalda al proyecto autoritario y votó en mayoritariamente por el “No”). Las similitudes también se encuentran en cuanto al contenido del texto constitucional de ambos países. Así, podemos observar que en ambos textos se consagró la figura de la reelección presidencial, en el caso venezolano se trataba de una reelección indefinida, con una mayor dosis de autoritarismo, en el boliviano en cambio, estamos frente a una reelección inmediata, lo mismo sucede con el artículo 411 de la Constitución boliviana, que es una mera trascripción del texto venezolano, mediante el cual se permite la reforma parcial de la Constitución con la firma de apenas el 20% del electorado, para que luego sea sometido a referéndum., ahora bien, teniendo en cuenta que Evo Morales cuenta con un respaldo casi tres veces superior a ese porcentaje, se abre la posibilidad para que Evo modifique, su propia Constitución, de acuerdo a sus intereses y conveniencias políticas, restándole legitimidad e institucionalidad democrática a la misma.

Pero ¿Qué otras novedades trae consigo esta nueva Constitución Boliviana? Reelección inmediata, como ya lo hemos anticipado, un estado que se proclama laico, que reconoce la administración autónoma de justicia en las comunidades indígenas y les otorga más poder, un estado que prohíbe los latifundios, que reclama una salida soberana al mar y que nacionaliza sus recursos naturales, son la base de esta nueva Constitución a partir de la cual el presidente Morales, pretende refundar Bolivia, todo ello bajo la infame mentira mediante la cual se le pretende hacer creer a la gente que una Constitución es una especie de piedra filosofal, a partir de la cual el estado de cosas actual, social, político y económico, cambiará como por arte de magia, en beneficio del pueblo boliviano. Nada más absurdo que pretender defender esa tesis, si algo debemos de aprender de la historia latinoamericana, en especial si miramos la historia constitucional peruana, es que las constituciones no son creaciones neofantásticas que llegan como enviadas de Dios a solucionar todos los problemas de la tierra, un nueva Constitución no asegura el progreso ni el desarrollo de una país perse. Nosotros los peruanos contamos con 13 constituciones a lo largo de nuestra historia, y sin embargo, somos un país que todavía no logra alcanzar una madurez social y política que nos permita mejorar los niveles de vida de nuestros ciudadanos. Lo que se requiere es el esfuerzo conjunto de todos los actores sociales, así como una vocación decididamente democrática de defensa de las libertades y derechos ciudadanos para construir una sociedad auténticamente justa y libre. Así, proyectos mesiánicos como el de Chávez o Evo, son solamente eso, sueños de opio o discursos trasnochados de dictadores que lo único que pretenden es perpetuarse en el poder, conduciendo a sus naciones por el sendero del atraso y el subdesarrollo.

Además de ello, son tres los temas que se presentan como los más polémicos en esta nueva Constitución.

El primero de ellos es el referido a la autonomía por la que los denominados prefectos de la “media luna” (región opositora al régimen de Evo Morales conformado por Santa Cruz, Beni y Tarija) han luchado e incluso han aprobado para sus departamentos en abierta oposición al oficialismo. El problema radica en el hecho de que a pesar de que el gobierno accedió a respetar la autonomía (política, económica y administrativa) en el articulado del texto constitucional, las políticas económicas de cada región seguirán en manos del gobierno de Evo. Ello, debido que sus actividades se verán limitadas, sobre todo las vinculadas a la agricultura, más cuando de acuerdo a la mencionada votación del pasado 24, 5000 hectáreas será el número máximo de tierra que un propietario pueda adquirir, configurando de ese modo una clara y abierta afectación a derechos tales como el de propiedad, empresa y comercio.

Un segundo tema a tomar en consideración es el de la facultad que tendrá cada comunidad indígena para administrar justicia entre sus miembros, de acuerdo con sus usos y costumbres, los mismos que no necesariamente son acordes a los estándares de protección de derechos fundamentales reconocidos en tratados como la Convención Americana de Derechos Humanos. En tal sentido, esta iniciativa traerá consigo la división del país en 36 circunscripciones indígenas con 36 formas diferentes de aplicar justicia, propuesta que puede convertirse en un problema más que una solución, debido a la contradicción y diversidad de criterios jurídicos que puedan generarse en la forma de administrar justicia en Bolivia.

Finalmente, es el acceso privilegiado de los pueblos indígenas al Poder Legislativo y Poder Judicial boliviano, el tema que ha dado lugar a que muchos opositores tilden a esta Constitución de racista y sectaria. Así por ejemplo, en un órgano colegiado como el Supremo Tribunal Electoral, compuesto por 7 magistrados, al menos 2 de sus miembros deberán de ser de origen indígena originario campesino. Con lo cual, se abre una era en la cual el criterio para nombrar a los más altos cargos públicos, no será la capacidad y brillantez profesional de las personas, sino el origen étnico o racial de las mismas.

Ahora bien, a pesar de todo ello la Constitución boliviana fue aprobada. Para la cadena ATB, el proyecto de Morales, es decir el “Sí” fue respaldado por el 58.3% del electorado frente al 41.7% que se opuso. Mientras que de acuerdo al sondeo a boca de urna de Unitel, los resultados fueron de 60% contra 40%, respectivamente.

Estos resultados vistos circunscripción por circunscripción nos reflejan la profunda división política de dicho país, la enorme diferencia social y económica existente entre los bolivianos. Fueron los departamentos más prósperos económicamente los que le dieron la espalda al proyecto de Evo Morales, entre ellos, Santa Cruz, Tarija, Chuquisaca, Beni y Pando, mientras que departamentos como La Paz, Oruro, Potosí y Cochabamba, en los cuales la pobreza y exclusión marcan el día a día de los ciudadanos, votaron mayoritariamente por el “Sí” de Evo.

Sin lugar a dudas, el panorama para el hermano país del altiplano es bastante complicado, la implementación legislativa y la puesta en práctica de la nueva Constitución abre un camino para el diálogo y la búsqueda de consensos entre todos los bolivianos, en ese sentido, dependerá de la voluntad y de la inteligencia del presidente Evo, el éxito de este su proyecto refundacional. Esperemos que Morales, a diferencia de Chávez, deje de lado el discurso populista confrontacional y las actitudes soberbias y autoritarias, y de paso a un tiempo de diálogo político responsable y democrático que ayude a estrechar los lazos de fraternidad y solidaridad entre los suyos, cerrando de manera paulatina la brecha ideológica y regional que hoy en día conduce a Bolivia por el camino de la desintegración social.

Rafael Rodríguez Campos

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