jueves, 25 de octubre de 2012

Felicidades para el MHOL




Hace algunos días, el Movimiento Homosexual de Lima (MHOL), recibió “el Tributo al valor por la democracia”, otorgado por el Movimiento Mundial por la Democracia en su séptima edición. Este premio es otorgado a grupos dedicados a la promoción y defensa de los derechos humanos en todo el mundo. El premio en esta oportunidad también fue concedido a los defensores de los derechos humanos de Bahrain y al movimiento por la democracia en Cuba. Como se puede apreciar es todo un mérito que una agrupación de nuestro país como el MHOL haya recibido esta distinción. Por eso sorprende la poca cobertura que esta noticia ha tenido en los medios.


El premio, según refieren los organizadores, ha sido otorgado al MHOL por la meritoria labor que a lo largo de todos estos años ha venido realizando en defensa y protección de los derechos y libertades de las lesbianas, gais y bisexuales de nuestro país. Su trabajo ha permitido visibilizar la situación de indefensión y agresión constante que viven las minorías sexuales en el Perú. Esa tarea ha hecho posible la adopción de algunas (muy pocas todavía) medidas destinadas a corregir esta problemática. De allí, la importancia que este reconocimiento tiene para el MHOL, pues es el justo premio que un grupo peruano recibe por su loable labor y compromiso con la defensa de personas que históricamente han sido víctimas de violencia y abuso en nuestra sociedad.


Pero el MHOL tiene muchas otras razones para celebrar. Este año cumple 30 años de vida institucional. En el año de 1982, en medio de la crisis económica y la violencia terrorista por la cual atravesaba el Perú, un grupo de muchachos decidieron organizarse con el objetivo de luchar contra la discriminación y los prejuicios sociales que los sancionaban y sentenciaban condenándolos al aislamiento y exclusión. Al poco tiempo, fue el MHOL y no el Estado, la agrupación que empezó a luchar contra el SIDA, informado a la gente sobre la naturaleza de esta enfermedad, la misma que durante esos años era vista por la mayoría de personas (cuánta ignorancia) como un mal que atacaba únicamente a los “raros”, así eran llamadas peyorativamente estas personas por la Iglesia Católica y otros sectores ultraconservadores de nuestro país.


La labor del MHOL ha sido generosa, gracias a ellos y a otros grupos de mirada mucho más pluralista y tolerante, contamos hoy en día con una sociedad un poco más abierta y libre. Los niveles de discriminación hacia la comunidad homosexual han descendido, aunque todavía continúan siendo muy fuertes, algunas personas hemos aprendido a reconocer y aceptar que el mundo no puede dividirse entre homosexuales y heterosexuales, que el valor de los seres humanos no se mide en función del gusto y orientación sexual que uno tenga, sino en atención a la ética y el comportamiento virtuoso que cada individuo ejerce en libertad.


Hoy en día, según cifras manejadas por el propio MHOL, el Perú cuenta con más de 100 grupos activistas a lo largo de todo el país. Las minorías sexuales han aprendido que la única manera de hacer frente a una sociedad hostil y estúpidamente machista como la nuestra es organizándose, militando y saliendo a la escena pública a dar batalla exponiendo sus argumentos. Reconforta saber que la mayoría de estos grupos están formados por jóvenes y estudiantes universitarios que luchan todos los días por ser reconocidos y por alcanzar mayores niveles de ciudadanía.


Los peruanos y peruanas, pero sobre todo los jóvenes de este país, deben asumir la tarea de construir una sociedad más justa y libre, el MHOL es un espacio que justamente les permite asumir ese reto, pero al igual que el MHOL, existen otros grupos que abren sus puertas a todo aquel que sienta la necesidad y el deseo de vivir en una sociedad mucho más tolerante. Los jóvenes, homosexuales y heterosexuales, eso no importa, tendrán en pocos años las riendas de este país, por eso es importante que aprendan a tolerar y respetar las diferencias existentes. Todos en el Perú merecemos la oportunidad, todos en el Perú tenemos el derecho a vivir libremente sin sufrir agresiones o ataques de ningún tipo. El día que esto ocurra, podremos decir sin sonrojarnos que el Perú avanza y que estamos próximos a convertirnos en un país de primer mundo.





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lunes, 22 de octubre de 2012

Para entender la protesta social




El proceso de democratización iniciado en nuestro país a principios de la década pasada trajo consigo importantes cambios sociales y políticos. La democracia recién recuperada hizo posible el ejercicio pleno de libertades que durante diez años habían sido sistemáticamente vulneradas. Es así que sobre la base de derechos como la libertad de expresión, reunión y asociación, se fueron organizando y diseminando por todo el Perú lo que conocemos con el nombre de “movimientos sociales”. Qué duda cabe entonces, que durante los últimos años la protesta social ha ido adquiriendo mayor importancia tanto en fuerza como en número.

Como bien lo señalara el BID en su momento, existe un sector de la sociedad que mantiene una percepción equivocada en torno a este fenómeno. Tradicionalmente se pensó que los movimientos sociales y la protesta eran resultado de procesos de atomización social, alienación o frustración. Esta percepción en la actualidad se encuentra en franco retroceso, pues en muchos casos, sino en la mayoría, estos movimientos están conformados por personas racionales y socialmente activas que estando bien integradas en su comunidad buscan defender sus intereses por canales diferentes a los que las institucionales oficiales reconocen (Parlamento, partidos políticos y otras).

Seguramente se escucharán algunas voces que rebatirán lo señalado por el BID sosteniendo que eso no es cierto, que es pura teoría y que lo que en realidad sucede es que la calle ha caído en manos de grupos radicales que imbuidos de la prédica comunista buscan réditos políticos avivando las contradicciones existentes. Cierto es que en toda protesta se registra la presencia de oportunistas de que tomando carreteras o quemando llantas buscan un protagonismo que de otra manera no conseguirían. Pero reducir la explicación del fenómeno a la presencia de estos azuzadores no es una respuesta del todo convincente. Si la calle se mueve es porque la población siente un descontento históricamente insatisfecho, capitalizado por los extremistas.

¿Por qué se da este fenómeno?

En primer lugar, porque la democracia (joven en nuestro caso) no ha sido capaz de dar atención a las necesidades sociales de la población, transparentar el manejo de la cosa pública, luchar frontalmente contra la corrupción y evitar la captura del Estado por los intereses particulares de los grupos de poder fáctico.

En segundo lugar, porque si bien el modelo económico adoptado genera importantes ingresos económicos al país, la administración de los mismos por parte del Estado, no ha sido capaz de dar acceso a servicios básicos adecuados (educación, salud, justicia, agua y saneamiento) a la población menos favorecida (rural y urbano marginal, principalmente). En otras palabras, la democracia no ha cumplido con las expectativas que en su momento generó entre los más necesitados.

En tercer lugar, porque luego de 191 años de república, nuestro país no ha sido capaz de construir un proyecto nacional compartido. Los peruanos no hemos tenido el valor y la capacidad suficientes para proponer al país (sobre todo a los más pobres) una visión de futuro colectivo en donde todos los ciudadanos se sientan iguales en derechos y obligaciones. Mientras subsista en nuestra patria el sentimiento de muchos peruanos que ven a diario cómo la ley no se aplica igual para todos, la justicia solo llega para quienes tienen influencias o los beneficios del crecimiento se concentran en una minoría, será muy difícil abrazar la idea de un Perú realmente inclusivo.

Los retos de la democracia son muchos. La tarea por alcanzar el desarrollo y el bienestar de “todos” es más compleja de lo que muchos pensamos. Ahora muchos recuerdan con nostalgia los años de autoritarismo, dicen que prefieren el orden a la libertad, afirman que nadie protestaba en aquel tiempo y que todo era calma y tranquilidad. Esa percepción es absolutamente equivocada, el autoritarismo usó la violencia para acallar las voces disidentes y arremetió contra los que se atrevían a disentir con el poder. No caigamos en ese juego, reconozcamos las ventajas de ser libres, y al mismo tiempo, asumamos la obligación de construir un país más solidario y justo.






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miércoles, 10 de octubre de 2012

La esquizofrenia de la izquierda peruana



Seguro al leer el título de este artículo algún izquierdista bruto y achorado (dogmáticos tenemos en ambos bandos) afilará su puntería y llenará su arma con balas de odio y estiércol. Lo mismo haría un derechista en el otro bando, si el tenor fuese otro. El título pudo ser también “hipocresía zurda” o “la doble moral progresista”. En fin, el encabezado pudo ser cualquiera, pero en modo alguno cambiaría lo que muchos hemos sentido y pensado al escuchar a algunas voces de nuestra izquierda pronunciándose sobre los resultados en las últimas elecciones presidenciales llevadas a cabo en Venezuela.


Celebran y felicitan la victoria “democrática” del sátrapa Hugo Chávez, es una nueva forma de hacer la revolución, dicen algunos. Otros, con menos pudor y con más talento para la lisonja interesada y la adulación rastrera, dicen que Chávez es la mismísima encarnación de Simón Bolívar, y que su pueblo lo ha premiado por ser la única voz en América del Sur capaz de denunciar los abusos del imperio norteamericano (se olvidan que ese mismo imperio es el principal importador de su petróleo).


Chávez tiene sus amigos en el barrio, mejor dicho, tiene un grupo de mandatarios que con la misma prédica, pero con menos dólares, pretenden hacer la revolución socialista del siglo XXI en base a clientelismo y populismo puros. Ser generoso es muy fácil, sobre todo cuando la generosidad es financiada con el dinero de todos los ciudadanos. Ningún venezolano, hasta los más chavistas, puede negar el brutal despilfarro que Chávez hace de las reservas de su país, financiando programas “populares” que tienen como único objetivo la formación de milicias que pueblan las calles y visten un  polo rojo por el temor a perder las dádivas que desde el poder reciben.


He marchado hace algunos años con muchos hombres y mujeres que con convicción nos oponíamos a la tercera elección del reo Alberto Fujimori. En ese momento las razones jugaban a nuestro favor, el dictador y su partido aprovechando la miseria de la población, desarrollaban un plan de asistencialismo a gran escala, financiado con el dinero de todos los peruanos, el cual les permitía transformar al autócrata en Papá Noel los doce meses del año. Pero el asunto era más complejo, el shogunato fujimorista había copado todo el aparato público, y hacía lo mismo con los medios de comunicación. Frente a ese escenario la respuesta era unánime: no es posible hablar de elecciones democráticas en un país en donde las libertades son conculcadas y los opositores son perseguidos.


Pero al cabo de algunos años, esos mismos defensores de la democracia, hoy convertidos en publicistas del chavismo, o silentes organizaciones no gubernamentales que prefieren mirar a otro lado, tiran al tacho toda esa prédica democrática, y se afanan en justificar una barbarie incalificable. Decir que las elecciones en Venezuela son un ejemplo de civismo democrático es atentar e insultar la inteligencia de todo latinoamericano medianamente informado.


El problema de este sector de la izquierda (no quiero referirme a toda ella) es que bajo su tesis la palabra democracia se reduce únicamente al acto electoral en el cual los ciudadanos depositan su voto. Si ello es así, el continente corre un grave riesgo, pues en otro país, y usando las mismas prácticas, el gobernante puede modificar la Constitución y las leyes electorales a su antojo, dilapidar los fondos públicos en su campaña, manipular a toda la burocracia convirtiéndola en portátil, quebrar el principio de separación de poderes, cerrar los medios de comunicación incómodos, perseguir a los opositores, y finalmente proclamarse “tirano electoralmente elegido” en una competencia cuya transparencia no pudo ser supervisada por ningún organismo internacional serio.


Qué curioso, esta izquierda fracasada y trasnochada, que cada cinco años va de tumbo en tumbo buscando a algún partido inscrito para fagocitar de sus entrañas, es la misma izquierda que criticó y sentenció políticamente a Fujimori por hacer todo aquello que hoy en día le perdona al tirano Hugo Chávez. Eso se llama hipocresía, acomodo, doble moral, incoherencia, o únicamente sesgo ideológico. Hablan de libertad, democracia y derechos humanos cuando se trata de descalificar a los jinetes negros de la derecha, pero callan, cierran los ojos, adulan, incluso ríen, cuando el tirano es uno de los suyos, cuando el autócrata se declara anti-imperialista  aunque todos estos sepan que ese mismo enemigo del colonialismo invierte miles de dólares en el financiamiento de grupos que en cada país inoculan su ideología anti-democrática.


Chávez venció en una competencia en la que no podía perder. El esfuerzo de Enrique Capriles ha sido enorme y merece por ello nuestro reconocimiento. Pero, ¿cómo competir con Goliat si a David ni siquiera se le permite tener una piedra? Basta con medir la presencia mediática de uno y otro candidato para darnos cuenta de la falsedad de las palabras de aquellos que afirman que la oposición tuvo las mismas posibilidades de vencer en esta elección.


Es cierto que en Venezuela existe un importante número de electores (la mitad de Venezuela quizá) que seguramente votó por Chávez. Es cierto que muchos de ellos prefieren a Chávez que a los grupos tradicionales de poder que representados por AD y COPEI, se encargaron de invisibilizarlos durante décadas mientras ponían el país al servicio de sus intereses. Chávez es visto  por ellos como el héroe que descabezó a esa derecha oligárquica, egoísta y corrupta. Todo eso es cierto.


Pero con igual contundencia, podemos decir que Chávez ha convertido a Venezuela en un país donde el plebiscito sirve para justificar la destrucción de los principios básicos de la democracia. No hemos querido hablar de la brutal crisis social, política y económica por la que atraviesa Venezuela, pues razones de tiempo nos lo impiden. Lo que debe quedarnos claro es que el discurso populista y autoritario sigue siendo exitoso en nuestros pueblos, y lo seguirá siendo mientras la “democracia” no sea capaz de llevar bienestar y desarrollo a la mayor parte de latinoamericanos. Debe quedarnos claro también que tenemos una clase política que más allá de comprometerse con la defensa de ciertas reglas que transparenten la dinámica política, como el rechazo a la reelección indefinida, aparecen en el escenario para justificar autoritarismos de derecha o izquierda, dependiendo de los apetitos e intereses que estos defiendan.




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jueves, 4 de octubre de 2012

Sobre el indulto a Alberto Fujimori





Veo con preocupación cómo los medios de comunicación hacen esfuerzos por “formar opinión” en torno a la posibilidad de que el Presidente de la República le conceda un indulto humanitario al reo Alberto Fujimori. Digo ello, pues en la mayoría de los casos la información y las reflexiones que ellos propalan no hacen sino distraer la atención sobre lo que en mi opinión debe ser el debate central en este tema: cumple o no Alberto Fujimori con los requisitos legales previstos para el otorgamiento de esta gracia presidencial.

De un lado, tenemos a un importante número de medios de prensa que más o menos sostienen la siguiente tesis: Alberto Fujimori fue un presidente que cometió errores como todos, pero si evaluamos sus logros y sus pasivos, los primeros son mayores que los segundos; y por tanto, es merecedor de este beneficio.

En la otra orilla, tenemos a otro sector en donde la lógica es la misma pero en sentido inverso: Alberto Fujimori fue un presidente que si bien tuvo éxitos, cometió crímenes contra los derechos humanos e innumerables actos de corrupción que de ninguna manera pueden ser perdonados, y por tanto, no merece ningún tipo de beneficio.

Creo que en ambos casos la reflexión es completamente errónea. Sostengo ello pues para conceder un indulto humanitario no se requiere de un análisis que pase por evaluar si la persona que lo solicita tiene o no una hoja de vida positiva. Dicho de otro modo, en el caso puntual del indulto humanitario para el condenado Alberto Fujimori, el Poder Ejecutivo no evaluará la gestión gubernamental de este señor, ni tampoco sus logros obtenidos, ni mucho menos el número de delitos por los cuales ha sido sentenciado.

Lo que vemos, en mi opinión, es la voluntad de cierta prensa de crear un clima a favor o en contra de Alberto Fujimori, para presionar con ello al Presidente de la República para adoptar una decisión que vaya en un sentido u otro. Es decir, recurren a la estrategia bajo la cual Alberto Fujimori es mostrado como un héroe nacional que merece el indulto, o lo hacen aparecer como un ser abominable cuya figura representa lo más vil y despreciable de la política peruana.

Al mismo tiempo, y con el concurso de “ilustres juristas”, cierta prensa trata de colocar en el imaginario colectivo la siguiente premisa: no existe ningún límite legal para que el Presidente conceda el indulto, y por tanto, la decisión pasa únicamente por la voluntad del Jefe de Estado.

En esa misma línea, tenemos a otro sector que con el mismo método no se cansa de afirmar lo siguiente: no procede el indulto para quienes han sido sentenciados por delitos que califican como delitos de lesa humanidad como es el caso del sentenciado Alberto Fujimori, por ese motivo el Presidente no podría concederle este beneficio. Sobre ambos planteamientos haré dos apuntes.

En primer lugar, es falso afirmar que la facultad presidencial de indultar sea ilimitada. Ningún acto de poder público es ilimitado o está exento de control. En una democracia los actos de todas las autoridades y funcionarios públicos, el Jefe de Estado entre ellos, se ejercen de conformidad con el marco constitucional y legal vigente. En tal sentido, si existe una ley que regula la concesión de indultos (inclusive los humanitarios), esta debe ser respetada pues el Presidente no puede actuar en contra de lo establecido por el orden jurídico (por ejemplo, de acuerdo a la legislación vigente, no procede el indulto para quienes como el reo Alberto Fujimori, fueron condenados por el delito de secuestro agravado).

En segundo lugar, si bien la justicia supranacional ha señalado que los derechos de gracia como el indulto o las amnistías no proceden a favor de quienes han cometido delitos calificados como de lesa humanidad, no es menos cierto que nada se ha dicho con respecto a la posibilidad de conceder “indultos humanitarios”, incluso para quienes han incurrido en este tipo de atroces delitos como es el caso del sentenciado Alberto Fujimori, con lo cual, desde un punto de vista estrictamente jurídico, no existe prohibición expresa que impida la adopción de esta decisión al Jefe de Estado.

En mi opinión, creo que todos los que venimos sosteniendo una posición a favor de los derechos humanos y la democracia en nuestro país debemos aceptar que “el indulto humanitario” sí procede para quienes fueron sentenciados por crímenes aberrantes como los perpetrados en el Caso Cantuta y Barrios Altos. Debemos entender que el “indulto humanitario” sí procedería incluso para el condenado Alberto Fujimori. Ello es así, pues en una democracia ninguna persona debería morir en la cárcel (subrayemos la palabra ninguna).

Un indulto de este tipo debe ser entendido como un gesto de humanidad y compasión que la democracia le estaría otorgando a un dictador que durante diez años se encargó de destruirla cometiendo actos tan deleznables como: quebrar el orden constitucional, violar los derechos humanos, secuestrar personas, comprar las líneas editoriales de los medios de comunicación, comprar la conciencia de congresistas tránsfugas, crear una red de interceptación telefónica clandestina, disponer del dinero público de manera ilegal, renunciar por fax a la Presidencia de la República, entre muchos otros que devastaron los cimientos de nuestra república.

No obstante ello, debemos ser respetuosos del dolor ajeno, del sufrimiento que han experimentado los familiares de quienes fueron asesinados y desaparecidos en los Casos Cantuta y Barrios Altos, de aquellos a los cuales el reo Alberto Fujimori se encargó de convertirlos en víctimas atroces de violaciones a los derechos humanos. La mejor manera de mostrar ese respeto y consideración para con todos ellos es evaluar estrictamente si en estos momentos el sentenciado Alberto Fujimori cumple o no con los requisitos para ser merecedor de este tipo de indulto (enfermedad terminal, grave peligro para su salud y/o desorden psíquico).

En mi opinión, luego de haber escuchado las declaraciones de Juan Postigo, médico de Alberto Fujimori desde el año 1997, creo que el condenado Alberto Fujimori no presenta el cuadro médico exigido por la ley para el otorgamiento de esta gracia presidencial. Por esta razón, el Presidente de la República debería rechazar dicho pedido.

Este artículo también será publicado en www.consultaprevia.net.com y www.muladarnews.com

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