miércoles, 25 de septiembre de 2013

LA PROMESA PERUANA

REPUBLICANISMO Y NEOLIBERALISMO




El Perú contemporáneo, afirma Alberto Vergara en su libro “Ciudadanos Sin República” (2013), está definido por el desencuentro de dos promesas: la neoliberal y la republicana. El contrapunto peruano de nuestro tiempo está dado por el éxito de la promesa neoliberal y por el fracaso de la republicana. La primera es responsable de nuestro crecimiento, lo segundo produce infelicidad. Algo que Alfredo Torres (cita Vergara) ha sabido graficar de manera brillante como “la paradoja del crecimiento infeliz”.

¿Cuál ha sido la promesa republicana?

La República, nos lo recuerda el autor, como teoría y experiencia histórica, es la libertad por la vía del autogobierno (¿alguna vez nos habremos autogobernado?) Detrás de esa construcción teórica se encuentra la idea bajo la cual son necesarias algunas condiciones para que los ciudadanos vivan libremente sin ser dependientes de algún ente superior (Dios, rey, príncipe o tirano).

¿Cuenta el Perú con esas condiciones?

La primera condición supone la existencia de un orden fundado en la igualdad de los ciudadanos. Esta es una igualdad (no económica), referida sobre todo a la capacidad de participar en los asuntos públicos de la misma manera que cualquier otro ciudadano. ¿La voz de todos los ciudadanos se escucha con la misma intensidad e interés en nuestro país? Ustedes tienen la respuesta. El problema de la desigualdad política cobra fundamental importancia para el republicanismo porque esta reproduce una esfera pública y unas instituciones donde algunos grupos o sectores consiguen más influencia que otros deslegitimando su carácter público y común (esta es nuestra herencia oligárquica).

La segunda condición se refiere al orden republicano, sostenido por el respeto por la ley y por instituciones legítimas. Vergara se pregunta: ¿cuándo estas instituciones son legítimas? Cuando son capaces de canalizar las demandas de la sociedad asegurando que ella efectivamente se autogobierne, eso, en el mundo contemporáneo se consigue a través del modelo de democracia representativa, que cuenta con instituciones como el Parlamento o el Poder Judicial, que deben convertirse en espacios en los cuales las demandas ciudadanas son procesadas a través de los mecanismos de la democracia.




Por último, la República sana, dice Vergara, requiere confianza entre los ciudadanos y los grupos de ciudadanos; requiere algún sentido de fraternidad (pienso en el ideal de los revolucionarios franceses). Una República jamás se robustecerá si los de abajo creen que las instituciones están puestas al servicio de los de arriba (esa ha sido la historia de nuestra República); y si los de arriba ven con temor cualquier propuesta que provenga desde los sectores bajos. Cuando ello ocurre, la República adolecerá (como es nuestro caso) de un espacio público en donde todos los ciudadanos (no sólo los poderosos) puedan participar en el proceso de toma de decisiones de poder. Por ello, y es algo sobre lo que Vergara volverá con insistencia, el republicanismo está siempre ligado a la educación como espacio primordial para la construcción de una comunidad de ciudadanos iguales.

Ese ideal republicano, que descansa sobre estos tres grandes pilares, que a pesar de haber sido consagrado en todas y cada una de nuestras Constituciones desde el amanecer de nuestra independencia (ver artículo 43º de nuestra actual Constitución) nunca pudo cumplirse, es, como dice Vergara, la gran promesa peruana que nuestro país no supo cumplir durante casi dos siglos.



La otra promesa

Frente a ese ideal republicano esquivo, a fines del siglo XX hizo su aparición otra promesa: la neoliberal (el autor no usa el término en sentido peyorativo). El neoliberalismo es un programa de acción política que tiene en el centro de sus intereses la libertad del individuo a través del establecimiento de una economía de mercado abierta. En otras palabras, refiere Vergara, el centro de preocupación del neoliberalismo es la libertad del individuo, pero no en los términos del liberalismo tradicional (a través de derechos civiles como la libertad religiosa, de expresión o de asociación, etc.), sino en un lenguaje netamente económico. Para los neoliberales, un individuo libre es aquel que no encuentra intromisiones del Estado al actuar en el mercado.

Los neoliberales confían ciegamente que el mercado redistribuirá la riqueza de manera más eficiente que la acción estatal (de hecho mientras menos Estado haya más libres son los individuos). Por tanto, la libre competencia (que en nuestro país no es tan libre) generará crecimiento económico y terminará por beneficiar a todos. Pero esta dinámica genera profundas desigualdades, cuestionamos algunos. Así es, pero la pobreza, afirman los neoliberales, es más grave que la desigualdad. ¿Qué pasa entonces con el ideal igualitario de la República?



Los neoliberales sí cumplieron

Pero si la historia del Perú contemporáneo está marcada por el fracaso del ideal republicano, no es menos cierto, que esa misma historia (sobre todo la de los últimos tiempos) nos habla del éxito rotundo (los neoliberales convirtieron su discurso en un programa popular) de la promesa neoliberal.

Como bien lo señala Vergara, el neoliberalismo no prometió un país más igualitario, tampoco uno más democrático; ni prometió uno más justo, tampoco una comunidad de ciudadanos fortalecidos. Su agenda era otra: mercados desregulados, crecimiento económico, desigualdad, si hacía falta, el individuo como consumidor y/o empresario. ¿A alguien le cabe alguna duda de que el neoliberalismo sí cumplió su promesa? El Perú de hoy, querámoslo o no, es obra de los neoliberales (como el Estado fue construcción de la Oligarquía). Y como para el neoliberalismo el ideal político-republicano es secundario frente al económico, sus promotores no tuvieron ni tienen mayores reparos en trabajar de la mano de gobernantes democráticos o autoritarios (recordemos el gobierno de Fujimori). Ellos sí cumplieron.



¿Por qué debemos recuperar el ideal republicano?

Al parecer, para Vergara (lectura que compartimos), el progreso económico boyante de los últimos tiempos ha hecho que el problema político de la precariedad republicana y de nuestras instituciones democráticas pase desapercibido, pero ¿qué pasará cuando lleguen los años de las vacas flacas? ¿Qué ocurrirá cuando la gran prensa deje de hablar del “modelo peruano”? ¿Será gobernable el Perú cuando el crecimiento no sea el mismo y sigamos contando con instituciones políticas con pies de plomo?

Leamos este libro


Esas son las preguntas que cualquier lector se hará al leer los artículos de este libro, en todos y cada uno de ellos el autor expone con brillantez este desencuentro entre el programa republicano y el programa neoliberal. Por estas razones, yo recomiendo la lectura de esta obra “Ciudadanos Sin República”, pues más allá de recordarnos el fracaso de nuestra República, nos arroja a la cara ese futuro por el que debemos pelear. En palabras de Steven Levitsky, este libro nos ayudará a entender cómo, a pesar del boom económico, en el Perú post Fujimori persisten profundas deficiencias políticas. Las mismas que debemos corregir usando los frutos de este extraordinario crecimiento económico en la construcción de instituciones sólidas que nos ayuden a paliar el temporal en tiempos de crisis económica y política. Pues esa será la única manera para defender a nuestra democracia republicana de cualquier intento autoritario y populista. 

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