REPUBLICANISMO Y NEOLIBERALISMO
El Perú contemporáneo, afirma Alberto Vergara en su libro “Ciudadanos Sin República” (2013), está
definido por el desencuentro de dos promesas: la neoliberal y la republicana.
El contrapunto peruano de nuestro tiempo está dado por el éxito de la promesa
neoliberal y por el fracaso de la republicana. La primera es responsable de
nuestro crecimiento, lo segundo produce infelicidad. Algo que Alfredo Torres
(cita Vergara) ha sabido graficar de manera brillante como “la paradoja del crecimiento infeliz”.
¿Cuál ha sido la promesa republicana?
La República, nos lo recuerda el autor, como teoría y experiencia
histórica, es la libertad por la vía del autogobierno (¿alguna vez nos habremos
autogobernado?) Detrás de esa construcción teórica se encuentra la idea bajo la
cual son necesarias algunas condiciones para que los ciudadanos vivan
libremente sin ser dependientes de algún ente superior (Dios, rey, príncipe o
tirano).
¿Cuenta el Perú con esas condiciones?
La primera condición supone la existencia de un orden fundado en la
igualdad de los ciudadanos. Esta es una igualdad (no económica), referida sobre
todo a la capacidad de participar en los asuntos públicos de la misma manera
que cualquier otro ciudadano. ¿La voz de todos los ciudadanos se escucha con la
misma intensidad e interés en nuestro país? Ustedes tienen la respuesta. El
problema de la desigualdad política cobra fundamental importancia para el
republicanismo porque esta reproduce una esfera pública y unas instituciones
donde algunos grupos o sectores consiguen más influencia que otros
deslegitimando su carácter público y común (esta es nuestra herencia
oligárquica).
La segunda condición se refiere al orden republicano, sostenido por el
respeto por la ley y por instituciones legítimas. Vergara se pregunta: ¿cuándo
estas instituciones son legítimas? Cuando son capaces de canalizar las demandas
de la sociedad asegurando que ella efectivamente se autogobierne, eso, en el
mundo contemporáneo se consigue a través del modelo de democracia
representativa, que cuenta con instituciones como el Parlamento o el Poder
Judicial, que deben convertirse en espacios en los cuales las demandas
ciudadanas son procesadas a través de los mecanismos de la democracia.
Por último, la República sana, dice Vergara, requiere confianza entre
los ciudadanos y los grupos de ciudadanos; requiere algún sentido de
fraternidad (pienso en el ideal de los revolucionarios franceses). Una
República jamás se robustecerá si los de abajo creen que las instituciones
están puestas al servicio de los de arriba (esa ha sido la historia de nuestra
República); y si los de arriba ven con temor cualquier propuesta que provenga
desde los sectores bajos. Cuando ello ocurre, la República adolecerá (como es
nuestro caso) de un espacio público en donde todos los ciudadanos (no sólo los
poderosos) puedan participar en el proceso de toma de decisiones de poder. Por
ello, y es algo sobre lo que Vergara volverá con insistencia, el republicanismo
está siempre ligado a la educación como espacio primordial para la construcción
de una comunidad de ciudadanos iguales.
Ese ideal republicano, que descansa sobre estos tres grandes pilares,
que a pesar de haber sido consagrado en todas y cada una de nuestras
Constituciones desde el amanecer de nuestra independencia (ver artículo 43º de
nuestra actual Constitución) nunca pudo cumplirse, es, como dice Vergara, la
gran promesa peruana que nuestro país no supo cumplir durante casi dos siglos.
La otra promesa
Frente a ese ideal republicano esquivo, a fines del siglo XX hizo su
aparición otra promesa: la neoliberal (el autor no usa el término en sentido
peyorativo). El neoliberalismo es un programa de acción política que tiene en
el centro de sus intereses la libertad del individuo a través del
establecimiento de una economía de mercado abierta. En otras palabras, refiere
Vergara, el centro de preocupación del neoliberalismo es la libertad del
individuo, pero no en los términos del liberalismo tradicional (a través de
derechos civiles como la libertad religiosa, de expresión o de asociación,
etc.), sino en un lenguaje netamente económico. Para los neoliberales, un
individuo libre es aquel que no encuentra intromisiones del Estado al actuar en
el mercado.
Los neoliberales confían ciegamente que el mercado redistribuirá la
riqueza de manera más eficiente que la acción estatal (de hecho mientras menos
Estado haya más libres son los individuos). Por tanto, la libre competencia
(que en nuestro país no es tan libre) generará crecimiento económico y
terminará por beneficiar a todos. Pero esta dinámica genera profundas
desigualdades, cuestionamos algunos. Así es, pero la pobreza, afirman los
neoliberales, es más grave que la desigualdad. ¿Qué pasa entonces con el ideal
igualitario de la República?
Los neoliberales sí cumplieron
Pero si la historia del Perú contemporáneo está marcada por el fracaso
del ideal republicano, no es menos cierto, que esa misma historia (sobre todo
la de los últimos tiempos) nos habla del éxito rotundo (los neoliberales convirtieron
su discurso en un programa popular) de la promesa neoliberal.
Como bien lo señala Vergara, el neoliberalismo no prometió un país más
igualitario, tampoco uno más democrático; ni prometió uno más justo, tampoco
una comunidad de ciudadanos fortalecidos. Su agenda era otra: mercados
desregulados, crecimiento económico, desigualdad, si hacía falta, el individuo
como consumidor y/o empresario. ¿A alguien le cabe alguna duda de que el
neoliberalismo sí cumplió su promesa? El Perú de hoy, querámoslo o no, es obra
de los neoliberales (como el Estado fue construcción de la Oligarquía). Y como
para el neoliberalismo el ideal político-republicano es secundario frente al
económico, sus promotores no tuvieron ni tienen mayores reparos en trabajar de
la mano de gobernantes democráticos o autoritarios (recordemos el gobierno de
Fujimori). Ellos sí cumplieron.
¿Por qué debemos recuperar el ideal republicano?
Al parecer, para Vergara (lectura que compartimos), el progreso
económico boyante de los últimos tiempos ha hecho que el problema político de
la precariedad republicana y de nuestras instituciones democráticas pase desapercibido,
pero ¿qué pasará cuando lleguen los años de las vacas flacas? ¿Qué ocurrirá
cuando la gran prensa deje de hablar del “modelo peruano”? ¿Será gobernable el
Perú cuando el crecimiento no sea el mismo y sigamos contando con instituciones
políticas con pies de plomo?
Leamos este libro
Esas son las preguntas que cualquier lector se hará al leer los
artículos de este libro, en todos y cada uno de ellos el autor expone con
brillantez este desencuentro entre el programa republicano y el programa
neoliberal. Por estas razones, yo recomiendo la lectura de esta obra “Ciudadanos Sin República”, pues más
allá de recordarnos el fracaso de nuestra República, nos arroja a la cara ese
futuro por el que debemos pelear. En palabras de Steven Levitsky, este libro
nos ayudará a entender cómo, a pesar del boom económico, en el Perú post
Fujimori persisten profundas deficiencias políticas. Las mismas que debemos
corregir usando los frutos de este extraordinario crecimiento económico en la
construcción de instituciones sólidas que nos ayuden a paliar el temporal en
tiempos de crisis económica y política. Pues esa será la única manera para defender
a nuestra democracia republicana de cualquier intento autoritario y populista.
Etiquetas: Alberto Vergara, Ciudadanos Sin República, Neoliberalismo, Republicanismo
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