lunes, 9 de septiembre de 2013

“LOS PRESIDENTES PASAN, PERO “EL COMERCIO” SE QUEDA”




Al parecer, esta expresión fue pronunciada por un viejo Director del decano de la prensa nacional. Pero hoy esta frase recobra total actualidad. Como todos saben, con la compra de Diario Correo por parte del Grupo El Comercio, este conglomerado pasará a controlar el 80% del mercado, hecho que lo convierte en el actor con mayor poder en nuestro país, mayor incluso que el que formalmente tienen algunas autoridades e instituciones.

El negocio de las hamburguesas

Los defensores a ultranza del “libre mercado”, esa especie de tótem contemporáneo al que muchos adoran y veneran sin ningún juicio crítico, dicen que los negocios son así, que los grandes agentes económicos se tragan a los pequeños, que los absorben y engullen como si se tratase de una hamburguesa, o mejor aún, estos señores dicen que no importa que un medio controle el 80 % de la publicidad (estatal y privada) porque la venta de diarios y revistas es igual que el negocio de la comida chatarra, como si un periódico o un canal de televisión fuesen equiparables a los carritos sangucheros. ¿Será posible tanta estupidez?

Lo que no dicen estos señores es que este cuasi monopolio mediático resulta muy peligroso para la democracia en nuestro país, pues si uno de los fundamentos de la misma es “teóricamente hablando” la libertad de expresión y la diversidad de opiniones, así como el derecho de los ciudadanos a recibir información plural, entonces resulta evidente que si un medio, cualquiera que este sea, controla el 80% de la prensa escrita, entonces existen motivos suficientes para preocuparse, y mucho, pues se convierte en un actor social y político capaz de torcerle el brazo al mismísimo Gobierno.

El debate de fondo

¿Por qué no aprovechar esta situación para debatir en torno a la necesidad de contar con una norma que regule este tipo de “negocios” impidiendo (siempre de manera razonable y proporcional) la concentración del poder mediático en una sola mano? Eso es lo que deberíamos hacer, aunque dudo mucho que el decano esté interesado en darle tribuna a quienes creemos que “los medios de comunicación en una democracia son muy importantes” como para que una única familia sea la  propietaria absoluta (casi) de todas las opiniones en nuestro país.

Los insultos de los reaccionarios

Pero claro, no faltarán los señores que apuraditos correrán a llamarnos “estatistas”, “velasquistas”, “intervencionistas”, y toda esa retahíla de tonterías a las que el sector más bruto y achorado de la derecha criolla nos tiene tan acostumbrados. Para estos señores, la palabra regulación ofende, y las normas que limitan la capacidad de negociación de los agentes privados en aras del bien común (republicano) y/o el interés general (liberal) son algo así como el Armagedón que amenaza arrasar con todo lo que se interponga en su camino. Nada más falso, nada más alejado de la realidad, sobre todo si tomamos en cuenta la realidad comparada, pues esto que a los señores les parece una “extravagancia” es moneda corriente en muchas de las democracias avanzadas.

¿Qué dice nuestra Constitución al respecto?

Lo más curioso de todo esto es que en nuestro país, la propia Constitución (ese libro pequeño cuyos mandatos suelen ser frecuentemente burlados por los peruanos) señala expresamente que la prensa, la radio, la televisión y los demás medios de expresión y comunicación social; y, en general, las empresas, los bienes y servicios relacionados con la libertad de expresión y de comunicación, no pueden ser objeto de exclusividad, monopolio ni acaparamiento, directa ni indirectamente, por parte del Estado ni de particulares.

Entonces, si esto es así, ¿por qué en nuestro país no contamos con una norma que resguarde el interés que este artículo constitucional (61º) pretende tutelar? La respuesta es muy sencilla, a nadie le interesa, menos a los poderosos (casualmente los que tienen la posibilidad de poner este tema en agenda) que en el Perú se promulguen leyes destinadas a regular el enorme poder de los medios de comunicación. ¿De qué democracia estamos hablando si los medios de comunicación reproducirán un único punto de vista, deslegitimando todas y cada una de las opiniones que se atreven a cuestionar este enfoque?

El diario de la derecha

El decano de la prensa nacional es desde hace muchísimo tiempo un medio de derecha, pero no de esa derecha intelectual y brillante que alguna vez tuvo grandes plumas que ayudaron a consolidar la posición de este medio, El Comercio se ha quedado en el pasado, huele a naftalina, y hoy por hoy, no es otra cosa que el vocero a sueldo del pensamiento más conservador y reaccionario de este país.

Es importante que en una democracia la derecha (ojalá tuviésemos una derecha culta) cuente con un medio para dar a conocer su manera de ver el país y entender la problemática social, cultural, política y económica por la que nuestra patria atraviesa, sin embargo, lo preocupante en este caso es que el decano se ha convertido en el instrumento más poderoso con el que cuentan los “dueños del Perú” para imponernos su agenda privada, defendiendo sus intereses a costa de los intereses de todo el país, bajo la lógica de que el país es una maravilla, que los pobres deben esperar con paciencia su turno para dejar su miseria atrás, y que mientras los empresarios estén felices entonces todos, absolutamente todos, debemos sonreír mientras inclinamos la cabeza y les rendimos pleitesía.

El gran poder de Du Bois


En otras palabras, de ahora en adelante la “cabecita” del señor Du Bois, sí, el mismo que trabajó para la dictadura (en sus años más duros), definirá la información que luego servirá para la formación de la opinión pública. Los que conocemos la línea ideológica del señor Du Bois tenemos razones fundadas para sentir pánico, sabemos que este señor tiene la misma tolerancia que un fundamentalista islámico (versión libre mercado y nada más) cuando de debatir políticamente se trata, sabemos que sus intereses “suelen coincidir” con los de quienes cortan el jamón en nuestro país, y que si de demoler se trata, no dudará en asesinar mediáticamente a quién alce la voz y tenga el valor de criticar el statu quo que a algunos todavía nos ofende.

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