Rosario y Eva fueron sentenciadas por
el tribunal de la tele, nuestra audiencia a punta de insultos, abucheos y
gritos las mandó a la hoguera, los bárbaros de nuestra sociedad ya se habían
pronunciado: “una madre soltera libertina
y una lesbiana medio machona no podían ser inocentes”, escuché decir a un
grupo de deslenguadas señitos. Rosario (por reír) y Eva (por no llorar)
cumplían con el perfil homicida, eran asesinas, y debían ser apedreadas por
calles y plazas, ese fue el veredicto de una plebe sedienta de irracional
venganza. Hasta vendieron muñecas con sus rostros para ser quemadas en año
nuevo. Tercermundismo le llaman algunos, yo le llamo estupidez y salvajismo. ¿Y
ahora, qué dirán estos desadaptados?
Durante todo este tiempo preferí no
pronunciarme sobre ambos casos, por lo trágico y doloroso que debe ser perder a
un hijo o a una madre. No quise ser parte del circo mediático, tampoco me sumé
al bullicio de aquellos que se sienten felices llenando de sangre las primeras
planas de los diarios o ventilando la miseria humana en televisión. Total, la
mierda siempre vende, sino pregúntenle a Magaly Medina, a Laura Bozzo, o a los
productores de los enlatados de estiércol que baten récords de sintonía en la
programación nocturna del canal de las estrellas.
Pan
y circo para las hordas
Quise decir algunas cosas cuando vi al
dolido huérfano bailando los sábados por la noche ante miles de televidentes,
ganado popularidad (lanzó su libro, recuerdan) mientras su única hermana estaba
encerrada en una miserable cárcel peruana. Quise levantar la voz cuando vi al
padre del fallecido lanzando su candidatura presidencial (así como lucho por mi hijo, lucharé por el Perú, dijo el outsider).
No lo hice, sentía que hacerlo era seguirles el juego a los que lucran con el
dolor ajeno, a los que buscan la muerte para elevar sus niveles de rating, a
los que se aprovechan de la desgracia de un par de jovencitas para dar rienda
suelta a sus más bajos instintos.
Vivimos en una sociedad enferma, llena
de violencia y morbo, sólo eso explica la manera cómo los medios cubrieron
ambos sucesos. Los periodistas, esos que creen que la libertad de expresión es
un buen pretexto para acabar con la honra y la reputación de las personas,
convirtieron a su profesión en el más vil de los oficios. Aunque para ser
sinceros, debo confesar que me cuesta trabajo llamar oficio a esta práctica
delictiva de conseguir pericias psicológicas (reservadas) y ventilarlas en
televisión nacional; para que luego, psicólogos y psiquiatras mercenarios, a
cambio de un poquito de publicidad, lancen diagnósticos clínicos sobre la
personalidad de la presunta criminal a la que jamás habían visto en sus
miserables vidas. ¿Acaso las patologías se diagnostican por televisión? En el
Perú sí, y eso es lo más triste.
La receta infalible: sangre, drogas y
sexo
Uno de esos miserables llegó a decir que
Rosario era del tipo de chica al que le gusta vivir al límite. ¿Qué carajos se
cree este tipo para querer embaucarnos de esa manera? ¿Qué importancia tenía
esta opinión para efectos del esclarecimiento de un asesinato? Ninguna, pero al
público le gusta el pan y el circo, y mejor si el circo tiene alto contenido
sexual. Recuerden que a Rosario la acusaron de promiscua y marihuanera: “Segurito que su novio le descubrió alguna
pendejada, y por eso ella lo mató”, afirmaban sin rubor los machotes en la
combi, sí esos mismos que a la hora de la hora no tienen ningún problema en desfigurar
el rostro de sus parejas propinándoles un brutal puñetazo.
Pero si el morbo que despertaba la
pobre de Rosario era grande, el caso de Eva era mucho más suculento. Era un
manjar que la prensa chicha engulliría de un solo bocado. Fíjense nomás: la
chica es de clase alta, estudiante de la universidad más gay del Perú (así
piensan algunos idiotas), peligrosamente linda, pero no le gustan los hombres y
su ex pareja (la supuesta cómplice) otra chica buena onda, es una gringuita a
la que le gusta jugar fútbol como a los varoncitos. Pero además, su hermano, el
justiciero y principal incriminador, también es gay. Una historia de polendas
para la tinta roja: “millonaria
empresaria es asesinada, su hija lesbiana y su hijo gay son los principales sospechosos”.
¿Cuántos miles de soles podría vender esta historia? Y así ocurrió, durante más
de tres años, y por capítulos, la prensa habló de la sexualidad y de las perversiones
de los hijos de Myriam Fefer como si los gustos de alcoba de una persona fueran
un asunto de interés público.
Dos enfermos: sociedad e instituciones
Ok, seamos comprensivos, la gente se
puede dejar llevar por sus ímpetus y lubricaciones. La audiencia, idiota y
tarada como algunos la califican, puede darse esos lujos. Total, que le puedes
pedir al consumidor promedio de Esto es
Guerra, o Combate (grandes éxitos
de nuestra televisión). Pero, ¿qué pasa con las autoridades? ¿Cómo debían de
actuar los jueces y los fiscales encargados de llevar estos casos? ¿Cómo
calificar la labor de la policía? ¿Cumplieron con su deber?
Poder Judicial, Ministerio Público y
Policía Nacional del Perú, se zurraron, literalmente, se guanaron en los
derechos de estas jovencitas. ¿O cómo creen que las pericias, atestados, partes
policiales, declaraciones llegaban a manos de la prensa? Claro, alguien los
vendía, alguien de adentro traficaba esa información, alguien al que le importaba
un carajo la reserva de esta investigación. Y así conocimos el estado de salud
de ambas señoritas, todo gracias a la corrupción que hace ya mucho tiempo se
apoderó de la institución policial ¿No es acaso eso una violación clara de la intimidad
de ambas jóvenes? Claro que sí. ¿No es acaso eso la muestra más evidente de la
corrupción de nuestras instituciones de justicia? Desde luego, pero al parecer en
nuestro país periodistas y policías compran y venden la vida privada de las
personas sin ningún remordimiento ético y con total impunidad.
La cobardía de nuestras autoridades
Pero si en el caso de Rosario no había
pruebas que acreditasen su presunta responsabilidad, ¿por qué motivo la fiscal
a cargo del caso lo mantuvo abierto por más de dos años? Ese es un gran
misterio. A mí, se me ocurren dos hipótesis. La primera, que la fiscal se dejó
atarantar por las bravuconadas mediáticas del candidato presidencial de
apellido Castillo. La segunda, que este candidato presidencial hizo lo que
muchos hacen para ganar terreno en nuestro Ministerio Público: gestión de
intereses, le dicen los más cínicos.
¿Por qué Eva tuvo que sufrir cuatro
años de encierro? ¿Por qué nuestro Poder Judicial ordenó su detención
preventiva? Eso es algo que nadie que conozca un poco de derecho se logra
explicar. ¿Alguien puede creer que esta jovencita se fugaría del país? Nadie
con dos dedos de frente. ¿Cuál era la prueba que acreditaba su participación en
el crimen? Ninguna. Hoy, luego de varios meses de investigación, careos,
alegatos y diligencias, tres vocales supremos votaron por la absolución de Eva y
cuatro pidieron la nulidad de su proceso por falta de pruebas. ¿Eso quiere
decir que Eva tuvo que sufrir cuatro años de prisión por la felonía de nuestra
justicia? Así es. Y no nos sorprendamos, porque este proceder es pan de cada
día en nuestro país, pero a nadie parece importarle. En otras palabras, tenemos
jueces cuyo sentido de la justicia responde a los humores de la opinión
pública. Algo profundamente peligroso para cualquier democracia.
Una tribu llamada Perú
Y para terminar, quiero contarles que
hace unos días estuve con unos amigos en una reunión, ellos volvieron a hablar
del tema, yo les expliqué que el caso de Rosario se archivó en sede fiscal, y
que el proceso de Eva fue declarado nulo. Pero, como la estupidez es grande, y
no distingue sexos, escuché la siguiente frase: “Las dos serán absueltas porque tienen buenos abogados, no porque sean
inocentes”, afirmaba una señorita. Me pregunto, ¿qué país de bárbaros es el
Perú en donde la culpabilidad penal de una persona se presume y la inocencia
debe ser probada? Espero no caer nunca en manos de nuestro sistema de justicia,
ni mucho menos en las garras de nuestra teleaudiencia, porque si los encargados
de juzgar mi caso son los mismos que gozan a diario con el romance de Guty
Carrera y Melissa Loza, entonces estoy seguro que mi presunción de inocencia
será mandada a la mierda entre los aplausos y gritos de la turba excitada.
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