jueves, 31 de octubre de 2013

ROSARIO PONCE Y EVA BRACAMONTE


Rosario y Eva fueron sentenciadas por el tribunal de la tele, nuestra audiencia a punta de insultos, abucheos y gritos las mandó a la hoguera, los bárbaros de nuestra sociedad ya se habían pronunciado: “una madre soltera libertina y una lesbiana medio machona no podían ser inocentes”, escuché decir a un grupo de deslenguadas señitos. Rosario (por reír) y Eva (por no llorar) cumplían con el perfil homicida, eran asesinas, y debían ser apedreadas por calles y plazas, ese fue el veredicto de una plebe sedienta de irracional venganza. Hasta vendieron muñecas con sus rostros para ser quemadas en año nuevo. Tercermundismo le llaman algunos, yo le llamo estupidez y salvajismo. ¿Y ahora, qué dirán estos desadaptados?
Durante todo este tiempo preferí no pronunciarme sobre ambos casos, por lo trágico y doloroso que debe ser perder a un hijo o a una madre. No quise ser parte del circo mediático, tampoco me sumé al bullicio de aquellos que se sienten felices llenando de sangre las primeras planas de los diarios o ventilando la miseria humana en televisión. Total, la mierda siempre vende, sino pregúntenle a Magaly Medina, a Laura Bozzo, o a los productores de los enlatados de estiércol que baten récords de sintonía en la programación nocturna del canal de las estrellas.
Pan y circo para las hordas
Quise decir algunas cosas cuando vi al dolido huérfano bailando los sábados por la noche ante miles de televidentes, ganado popularidad (lanzó su libro, recuerdan) mientras su única hermana estaba encerrada en una miserable cárcel peruana. Quise levantar la voz cuando vi al padre del fallecido lanzando su candidatura presidencial (así como lucho por mi hijo, lucharé por el Perú, dijo el outsider). No lo hice, sentía que hacerlo era seguirles el juego a los que lucran con el dolor ajeno, a los que buscan la muerte para elevar sus niveles de rating, a los que se aprovechan de la desgracia de un par de jovencitas para dar rienda suelta a sus más bajos instintos.

Vivimos en una sociedad enferma, llena de violencia y morbo, sólo eso explica la manera cómo los medios cubrieron ambos sucesos. Los periodistas, esos que creen que la libertad de expresión es un buen pretexto para acabar con la honra y la reputación de las personas, convirtieron a su profesión en el más vil de los oficios. Aunque para ser sinceros, debo confesar que me cuesta trabajo llamar oficio a esta práctica delictiva de conseguir pericias psicológicas (reservadas) y ventilarlas en televisión nacional; para que luego, psicólogos y psiquiatras mercenarios, a cambio de un poquito de publicidad, lancen diagnósticos clínicos sobre la personalidad de la presunta criminal a la que jamás habían visto en sus miserables vidas. ¿Acaso las patologías se diagnostican por televisión? En el Perú sí, y eso es lo más triste.
La receta infalible: sangre, drogas y sexo
Uno de esos miserables llegó a decir que Rosario era del tipo de chica al que le gusta vivir al límite. ¿Qué carajos se cree este tipo para querer embaucarnos de esa manera? ¿Qué importancia tenía esta opinión para efectos del esclarecimiento de un asesinato? Ninguna, pero al público le gusta el pan y el circo, y mejor si el circo tiene alto contenido sexual. Recuerden que a Rosario la acusaron de promiscua y marihuanera: “Segurito que su novio le descubrió alguna pendejada, y por eso ella lo mató”, afirmaban sin rubor los machotes en la combi, sí esos mismos que a la hora de la hora no tienen ningún problema en desfigurar el rostro de sus parejas propinándoles un brutal puñetazo.

Pero si el morbo que despertaba la pobre de Rosario era grande, el caso de Eva era mucho más suculento. Era un manjar que la prensa chicha engulliría de un solo bocado. Fíjense nomás: la chica es de clase alta, estudiante de la universidad más gay del Perú (así piensan algunos idiotas), peligrosamente linda, pero no le gustan los hombres y su ex pareja (la supuesta cómplice) otra chica buena onda, es una gringuita a la que le gusta jugar fútbol como a los varoncitos. Pero además, su hermano, el justiciero y principal incriminador, también es gay. Una historia de polendas para la tinta roja: “millonaria empresaria es asesinada, su hija lesbiana y su hijo gay son los principales sospechosos”. ¿Cuántos miles de soles podría vender esta historia? Y así ocurrió, durante más de tres años, y por capítulos, la prensa habló de la sexualidad y de las perversiones de los hijos de Myriam Fefer como si los gustos de alcoba de una persona fueran un asunto de interés público.

Dos enfermos: sociedad e instituciones
Ok, seamos comprensivos, la gente se puede dejar llevar por sus ímpetus y lubricaciones. La audiencia, idiota y tarada como algunos la califican, puede darse esos lujos. Total, que le puedes pedir al consumidor promedio de Esto es Guerra, o Combate (grandes éxitos de nuestra televisión). Pero, ¿qué pasa con las autoridades? ¿Cómo debían de actuar los jueces y los fiscales encargados de llevar estos casos? ¿Cómo calificar la labor de la policía? ¿Cumplieron con su deber?
Poder Judicial, Ministerio Público y Policía Nacional del Perú, se zurraron, literalmente, se guanaron en los derechos de estas jovencitas. ¿O cómo creen que las pericias, atestados, partes policiales, declaraciones llegaban a manos de la prensa? Claro, alguien los vendía, alguien de adentro traficaba esa información, alguien al que le importaba un carajo la reserva de esta investigación. Y así conocimos el estado de salud de ambas señoritas, todo gracias a la corrupción que hace ya mucho tiempo se apoderó de la institución policial ¿No es acaso eso una violación clara de la intimidad de ambas jóvenes? Claro que sí. ¿No es acaso eso la muestra más evidente de la corrupción de nuestras instituciones de justicia? Desde luego, pero al parecer en nuestro país periodistas y policías compran y venden la vida privada de las personas sin ningún remordimiento ético y con total impunidad.
La cobardía de nuestras autoridades
Pero si en el caso de Rosario no había pruebas que acreditasen su presunta responsabilidad, ¿por qué motivo la fiscal a cargo del caso lo mantuvo abierto por más de dos años? Ese es un gran misterio. A mí, se me ocurren dos hipótesis. La primera, que la fiscal se dejó atarantar por las bravuconadas mediáticas del candidato presidencial de apellido Castillo. La segunda, que este candidato presidencial hizo lo que muchos hacen para ganar terreno en nuestro Ministerio Público: gestión de intereses, le dicen los más cínicos.

¿Por qué Eva tuvo que sufrir cuatro años de encierro? ¿Por qué nuestro Poder Judicial ordenó su detención preventiva? Eso es algo que nadie que conozca un poco de derecho se logra explicar. ¿Alguien puede creer que esta jovencita se fugaría del país? Nadie con dos dedos de frente. ¿Cuál era la prueba que acreditaba su participación en el crimen? Ninguna. Hoy, luego de varios meses de investigación, careos, alegatos y diligencias, tres vocales supremos votaron por la absolución de Eva y cuatro pidieron la nulidad de su proceso por falta de pruebas. ¿Eso quiere decir que Eva tuvo que sufrir cuatro años de prisión por la felonía de nuestra justicia? Así es. Y no nos sorprendamos, porque este proceder es pan de cada día en nuestro país, pero a nadie parece importarle. En otras palabras, tenemos jueces cuyo sentido de la justicia responde a los humores de la opinión pública. Algo profundamente peligroso para cualquier democracia.
Una tribu llamada Perú

Y para terminar, quiero contarles que hace unos días estuve con unos amigos en una reunión, ellos volvieron a hablar del tema, yo les expliqué que el caso de Rosario se archivó en sede fiscal, y que el proceso de Eva fue declarado nulo. Pero, como la estupidez es grande, y no distingue sexos, escuché la siguiente frase: “Las dos serán absueltas porque tienen buenos abogados, no porque sean inocentes”, afirmaba una señorita. Me pregunto, ¿qué país de bárbaros es el Perú en donde la culpabilidad penal de una persona se presume y la inocencia debe ser probada? Espero no caer nunca en manos de nuestro sistema de justicia, ni mucho menos en las garras de nuestra teleaudiencia, porque si los encargados de juzgar mi caso son los mismos que gozan a diario con el romance de Guty Carrera y Melissa Loza, entonces estoy seguro que mi presunción de inocencia será mandada a la mierda entre los aplausos y gritos de la turba excitada.

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