miércoles, 16 de noviembre de 2011

Laura Pollán, la Dama de Blanco ha muerto




Laura Pollán, profesora de literatura, máxima dirigente de las Damas de Blanco, la organización de madres, hijas, esposas y abuelas disidentes que luchan por la libertad y los derechos ciudadanos en Cuba ha muerto. Su partida deja en el corazón de los latinoamericanos, y sobre todo en el de los cubanos, un enorme vacío.


Laura Pollán, junto a otro grupo de valientes mujeres organizaron el movimiento de las Damas de Blanco, una agrupación que se formó en el año 2003 con la finalidad de lograr la liberación de sus familiares injustamente presos, todos ellos encarcelados y perseguidos por la dictadura castrista por presentar una postura política contraria a la que durante más de 50 años le ha sido impuesta de manera totalitaria a todos los habitantes de la isla.


La detención de los familiares de las Damas de Blanco, 75 ciudadanos, la mayoría de ellos periodistas e intelectuales, se llevó a cabo en el año 2003, en el marco del operativo conocido como la Primavera Negra. Todos ellos fueron acusados de atentar contra los altos intereses de la nación, poner en riesgo la seguridad del Estado cubano, ser instrumentos y alfiles del imperialismo, espionaje y sabotaje de la mano de miembros de la CIA. En otras palabras, los Castro, sus huestes y vasallos, instrumentalizaron este operativo con la única finalidad de acallar a quienes de manera pacífica cometieron el imperdonable pecado de pensar diferente. La consigna era clara, todo aquel intelectual, periodista, abogado, hombre de letras que decidiera hacer público su descontento con la situación social y política que vive Cuba, que pusiese en discusión la manera cómo los hermanos Castro conducen las riendas del Estado cubano recibiría una reprimenda similar a quienes fueron encarcelados durante la Primavera Negra.


Contra este tipo de atropellos, contra este tipo de agresiones, contra toda la maquinaria de Estado y contra la propaganda oficial se revelaron las Damas de Blanco. Laura Pollán, comenzó así su labor de concientización en Cuba. Una labor que fue más allá de sus fronteras y que se dió a conocer en toda América Latina. Laura Pollán y sus compañeras, vestidas de blanco, y provistas de pancartas en las cuales aparecían las fotos de sus familiares presos, iniciaron esta protesta, este duro transitar, esta batalla por la libertad y por los derechos civiles en Cuba. Nunca imaginó, así lo señaló en más de una oportunidad, las múltiples y generosas muestras de respaldo y el reconocimiento que su labor recibiría por parte de la comunidad internacional, por líderes mundiales de diversas tendencias políticas, pero sobre todo, por las mujeres del continente que vieron en ella y en su movimiento, un ejemplo, una muestra viviente de lo que el coraje y el amor de una mujer pueden conseguir cuando la testarudez y la locura de un gobierno totalitario y de dictadores como Fidel y compañía deciden pisotear la dignidad de los hombres y mujeres de una nación, de los hijos de Cuba, de los libre pensadores de América Latina.


La represión castrista, la persecución cobarde de los uniformados y los servicios de inteligencia y de seguridad en Cuba no se hicieron esperar. Los latinoamericanos hemos sido testigos del acoso y la humillación de las cuales han sido víctiman este grupo de mujeres. Las Damas de Blanco han sido insultadas, perseguidas, agraviadas, incluso golpeadas por “espontáneos” ciudadanos (ahora sabemos que estos grupos eran movilizados por el régimen castrista) autoproclamados defensores de “la revolución”, una revolución que está herida de muerte, que comenzó a trazar el camino de su ocaso, el mismísimo día en que decidió arremeter contra madres que lo único que le solicitaban al gobierno era que les devolviese con vida a sus hijos.


Pero el régimen cubano se equivocó, la estrategia y el hostigamiento desatado desde el gobierno, puesto en práctica maléficamente por aquellos que parecen haber perdido todo sentimiento de humanidad hacia el prójimo, por aquellos que han olvidado o han visto en ellos morir el sentimiento de compasión y solidaridad con el dolor ajeno, fracasaron. La respuesta de las Damas de Blanco fue siempre la de la”no violencia”. A pesar del temor que la dictadura castrista infunde en los disidentes, a pesar del miedo que el régimen autocrático cubano trata de generar en todo ciudadano que no asume o reivindica los más de 50 años de “revolución” esclavizante, a pesar de todo ello, estas valientes mujeres decidieron seguir transitando las calles de la Habana, decidieron levantar la voz de protesta contra la arbitrariedad, denunciando el maltrato, las humillaciones, los vejámenes y el aislamiento que sufren sus familiares en las cárceles de Cuba. Cómo resignarse, diría una de ellas, a ver cómo el esposo, el hijo, el hermano deben purgar condenas de más de 25 años por el sólo hecho de ejercer el derecho de pensar libremente. Cómo no sufrir, cómo no revelarse cuando en cada visita vemos las condiciones de desamparo e inhumanidad a las cuales el régimen castrista ha condenado a nuestros familiares, señaló Laura Pollán alguna vez.


La diferencia entre las Damas de Blanco y otros grupos disidentes en América Latina es el haber elegido el discurso y la protesta pacífica como arma de combate frente a la violencia, frente a un régimen prepotente, frente a una persona acostumbrada a utilizar la fuerza, el miedo y el amendrentamiento como instrumento de control social y como mecanismo lícito en la arena política. De ahí la importancia de las palabras de Berta Soler, la nueva dirigente y líder de este grupo de mujeres, cuando recordando la figura de Laura Pollán afirma que con disciplina, constancia, y sobre todo, con una lucha pacífica, que rechaza los actos de repudio y hostigamiento, enarbolando las banderas de la no violencia, seguirán luchando, porque esa es la prédica que han internalizado en sus mentes y corazones a lo largo de los años, porque ese es el camino que les enseñó a transitar la enorme figura de Laura Pollán.


La figura de Laura ha sido y será recordada, de eso estamos seguros, por mucho tiempo a lo largo de toda nuestra América Latina, su figura será una huella imborrable en la historia y en la memoria de todos aquellos que creemos y queremos una Latinoamérica libre, igualitaria y democrática. Su ejemplo deberá ser seguido por los hombres y mujeres del continente que sueñan con un mañana en el cual los dictadores, de derecha o de izquierda, hayan sido borrados de un plumazo, para quedar refundidos en un pasado que nos recuerde lo que hemos sido y lo que jamás debemos volver a ser. Por eso no sorprende que su labor, como la de sus compañeras, haya sido reconocida por diversos líderes, como el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, quien le rindió un homenaje póstumo en el cual destacó la labor que esta mujer ha cumplido, así como su valor y compromiso en la defensa de los derechos y libertades en Cuba.


Desde Europa el reconocimiento tampoco se hizo esperar. Ya en el año 2005, el Parlamento Europeo las premió otorgándoles el premio Sarajov, el mismo que en años posteriores recibiera Guillermo Fariñas, ejemplo también de la resistencia pacífica en Cuba, cuya labor y sacrificio forzaron al gobierno de los Castro a tomar la decisión de liberar a un importante número de los disidentes capturados en la Primavera Negra, luego de haber puesto en riesgo su vida al iniciar una huelga de hambre que duraría 134 días. Pero ningún premio, ni reconocimiento, pueden corresponder el invaluable ejemplo y muestra de fortaleza, civismo y lucha pacífica en defensa de los derechos humanos que estas mujeres nos han regalado a todos los ciudadanos del mundo.


Seguramente Las Damas de Blanco volverán a las calles, armadas de pancartas, ramos de rosas blancas, crucifijos y banderas cubanas con el rostro de sus familiares. Regresarán a la lucha, harán sentir su voz de protesta, marcharán por las calles de la Habana exigiendo la liberación de los suyos. El gobierno de los Castro volverá a responder, responderá de la única forma que sabe hacerlo, las reprimirá, las perseguirá, las insultará, pero no podrá doblegar ese espíritu indomable que estas mujeres día a día ponen a prueba; y es que una dictadura puede violar las libertades políticas, puede arrestar impunemente a sus opositores, puede destruirle la vida a todo ciudadano al cual considere un peligro para sus retorcidos fines, pero nunca, nunca podrá con el amor que una madre guarda por su hijo, nunca podrá con la fidelidad que una esposa guarda por su esposo, nunca vencerá la gratitud y devoción que una hija o hijo guardan por su padre.


Las Damas de Blanco, ahora de la mano de Berta Soler, como ayer lo hicieran bajo la prédica de Laura Pollán, anónimas, casi invisibles para los medios de comunicación cubanos, y por qué no decirlo, anónimas para muchos latinoamericanos, seguirán en la lucha, no desmayarán en el esfuerzo, no verán quebrado su espíritu, De eso estoy absolutamente seguro. A los hombres, y sobre a todo a las mujeres, les pueden arrebatar la vida, pero jamás una idea, y mucho menos la esperanza de ver de regreso, sentado a la mesa un día domingo, al ser querido, preso durante años por haberse atrevido a pensar diferente.


Laura Pollán, tu figura tiene ya un lugar en la historia de Latinoamérica y en la memoria de tu pueblo, tu ejemplo de vida, tu entrega, tu fortaleza y tus años de lucha no hicieron sino confirmar las palabras de José Martín, ese cubano genial al que reivindicaste con tu acción y leíste con fruición, cuando afirmaba: “Las campañas de los pueblos sólo son débiles cuando en ellas no se alista el corazón de mujer; pero cuando la mujer se estremece y ayuda, cuando la mujer tímida y quieta en su natural, anima y aplaude, cuando la mujer culta y virtuosa unge la obra con la miel de su cariño, la obra es invencible”.


Laura Pollán, descansa en la gloria.

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