Todos sabemos que José Villena, actual
ministro de Trabajo (esperemos que por poco tiempo), es un cobarde. Lo sabemos
y lo debemos decir con todas sus letras pues tipos de esta calaña no pueden ser
autoridades en nuestro país. Pero además de ser un bárbaro, ahora sabemos que
también es un mentiroso incorregible. Sus mentiras, como todas, tuvieron patas
muy cortas, todas sus falacias esgrimidas con el afán de negar su agresión en
contra de Ana Lucía Ramos en el Aeropuerto de Arequipa han sido desmentidas con
la publicación del informe médico en el cual se señala con claridad que este
granuja sí agredió físicamente a esta trabajadora.
Pero más allá de ello, indigna la
manera cómo algunos miembros del Gobierno y de la mayoría oficialista en el
Congreso han pretendido justificar dicha agresión, o simplemente han buscado restarle
importancia a un hecho que en otro país del mundo hubiera sido motivo de
rechazo y sanción por parte de toda la sociedad. Pero lastimosamente estamos en
el Perú, un país en el cual para una buena parte de la población masculina, la
agresión psicológica o física en contra de la mujer no pasa de ser una mera
anécdota doméstica que se debe permitir y tolerar.
Los medios de comunicación, unos más
que otros, han exigido la renuncia de este tipo al cargo de ministro de Estado.
Dicho sea de paso, en cualquier país civilizado del mundo el funcionario se
habría despedido del cargo al día siguiente de conocido el escándalo. Sin
embargo, para el ministro Villena, las agresiones físicas contra las mujeres,
propias de momentos de ofuscación, así lo ha señalado este troglodita, se
solucionan y perdonan siempre que la persona que cometió la falta, en este caso
él, pida disculpas a la víctima para que con una palmadita en el hombro todo
vuelva a la normalidad. Qué tal infamia.
He leído diversos comentarios y
artículos de opinión sobre este bochornoso incidente -la prensa internacional
titula: “Ministro peruano agrede a trabajadora aérea”- en todos ellos se dice
que ninguna persona investida de autoridad o poder puede aprovecharse de dicha
posición para agredir a otro ciudadano. También afirman que es una vergüenza para
el país que un ministro de Estado, es decir un consejero presidencial, termine
comportándose como un matón e incurra en actos de violencia propios del periodo
paleolítico. Yo comparto estas opiniones, pero creo que las mismas son
insuficientes, la conducta de este tipo es reproblable en grado mayúsculo no
porque sea ministro de Estado o funcionario público, la conducta es inadmisible
por el sólo hecho de que en una sociedad civilizada ningún hombre tiene el
derecho de agredir a una mujer, y viceversa.
No obstante lo antes señalado, todavía
nos queda espacio para una mayor indignación. Digo ello pues lo que resulta
francamente injustificable es que tanto la ministra de la Mujer, la preferida
de Nadine Heredia, como la propia esposa del presidente de la República, tengan
una posición tan timorata frente a este ministro boxeador. Puedo entender que
algunos machistas encubiertos en el Congreso le lancen un salvavidas a este
bravucón con fajín, y hagan lo imposible por voltear la página para que la
población olvide lo más pronto posible este hecho. Lo que no se puede aceptar es
que tanto la ministra como la primera dama, las mismas que tantas veces han
salido a los medios a condenar la violencia contra la mujer en todas sus formas
y expresiones, no hayan tenido la misma valentía para demandar con contundencia
la renuncia de este aprendiz de Tyson.
Y si de felonía y desidia se trata, no
podemos dejar de mencionar las inexplicables e infelices declaraciones del
presidente del Consejo de Ministros, Juan Jiménez Mayor. Al parecer, este tipo
de hechos no generan en este señor mayor preocupación. Quizá el premier crea
que este tipo de reacciones son entendibles en un medio como el nuestro en el
cual las personas suelen solucionar sus problemas a patadas y puñetes. O peor
aún, quizá crea que la agresión física contra una mujer cometida por uno de sus
ministros no es una causal que amerite la renuncia del agresor a dicho cargo. En
este caso, como en muchos otros, el premier Mayor se ha comportado como un político
“menor” cuando de tomar decisiones se trata.
Esperemos por el bien de la política
peruana, llena de personajes oscuros y patanes como este ministro, que el
presidente de la República exija la renuncia de este funcionario y de manera
pública condene contundentemente estos hechos. En un país en el cual la
política está tan desvalorizada, el Gobierno no puede darse el lujo de mantener
como ministro a un zafio de esta estirpe. En todo caso, esperamos un mensaje de
condena en redes sociales de parte de la primera dama, uno de esos a los que
nos tiene acostumbrados. De lo contrario, seguiremos pensando que a ella le
gusta muchísimo aparecer en la foto cuando todo es sonrisa y felicidad, pero
que juega a ser la mujer invisible cuando se trata de enfrentar los problemas.
¿Y así quiere ser candidata presidencial? Qué descaro.
Etiquetas: ana jara, ana lucia ramos, jimenez mayor, jose villena, ministra de la mujer, nadine heredia, premier, violencia contra la mujer.
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