martes, 5 de julio de 2011

A Carlos Iván Degregori, un peruano ilustre



No puedo decir que lo conocía, mucho menos que era mi amigo, a lo sumo puedo decir con total honestidad que fue mi maestro, un maestro al cual perseguí por cuanta charla, conversatorio, coloquio o evento de este tipo se organizaba en Lima. La amistad es un sentimiento que se desarrolla a partir del contacto directo entre las personas, es por ello que en mi caso, al no poder contar a Carlos Iván entre mis amigos, lo adopté unilateralmente como maestro, lo hice sin consultárselo, desarrollando por este peruano ilustre sentimientos de profunda admiración y agradecimiento. Ahora que lo recuerdo, en más de una vez me pregunté cómo se hace para llegar a ser como Carlos Iván.



Carlos Iván fue un estudiante sanmarquino y profesor de esa casa de estudios. Carlos Iván fue también estudiante y profesor en la Universidad San Cristóbal de Huamanga, fue profesor en este recinto educativo durante los años más duros de la violencia política vivida en el Perú. Quizá haya sido el contacto directo con la población de la sierra central y de otras regiones de nuestro país el elemento que le permitió tener una visión integral y panorámica de lo que era el Perú de aquel entonces. Todo el conocimiento acumulado durante esos años, fueron volcados en uno de sus trabajos más importantes para la comunidad intelectual de nuestra patria y para el lector latinoamericano: “El surgimiento de Sendero Luminoso. Ayacucho 1969-1979”, libro publicado en 1990. En este texto de necesaria consulta para todo aquél que se acerque al estudio del fenómeno de Sendero Luminoso, Carlos Iván, nos brinda reflexiones profundas en torno a las razones que originaron el surgimiento de este movimiento terrorista y los factores estructurales que debían de ser evaluados con el objetivo de dar respuesta a la problemática que en ese entonces estaba a punto de llevar al Perú al mismísimo abismo.



Los que hemos leído y seguido la obra de Carlos Iván podemos decir que la gran ventaja de este científico social frente a los demás fue su capacidad parar explicar con sencillez y con un lenguaje asequible para el gran público las cuestiones más complejas sobre la realidad social, política y cultural de nuestro país. Leer a Carlos Iván era como escuchar a un talentoso contador de historias, que logrando conjugar reflexión, análisis y cuidado en el uso de las palabras podía lograr que sus libros fuesen devorados por sus lectores en algunas cuantas horas. Carlos Iván también fue un poeta, según cuentan algunos amigos suyos tenía algunos poemitas escritos que compartía en veladas y charlas entre sus más cercanos. Quizá esa afición suya por las letras, la poesía, la literatura y otros géneros, le permitieron desarrollar una prosa ligera, sencilla y la vez encantadora capaz de asombrar al crítico literario más agudo.



Esa facilidad para colocar en blanco y negro sus ideas, sus reflexiones, siempre las más agudas entre los suyos, entre sus propios profesores, que luego serían sus alumnos y sus más adictos lectores, lo convirtieron en el principal redactor del Informe Final de la Comisión de la Verdad. Como se sabe, Carlos Iván fue nombrado comisionado en el año 2003, nadie como él para explicar las razones del conflicto y tratar de legarle a la sociedad peruana un trabajo que le permitiese reconstruir su memoria histórica, exorcizando los demonios de un pasado que, tal y como señaló él tantas veces, debíamos dejar atrás no sin antes hacer justicia, pues solo la justicia y la verdad son los caminos que nos conducirían a una auténtica reconciliación.



Pero la producción intelectual de Carlos Iván fue mucho más allá de los linderos de la violencia política, de Sendero Luminoso o del fenómeno terrorista de los ochenta. Carlos Iván se ocupó también de las identidades nacionales. Para el científico, la diversidad y variedad del Perú no debían ser vistas como un lastre, como un fracaso de un país homogéneo, como un proyecto trunco abandonado, el Perú, decía Carlos Iván, debe reivindicar su heterogeneidad como su verdadero activo, como aquel rasgo distintivo de su propia identidad, rica, diversa, plural, multicolor. Prueba de todo ello es su libro: “No hay país más diverso. Compendio de antropología peruana”, publicado en el año 2000. La antropología es la ciencia social que se ocupa del estudio de los otros, de los pueblos más alejados, de las culturas más complejas, de las sociedades más primitivas y de las más modernas. Eso lo supo desde siempre Carlos Iván, y su talento mayor fue siempre la capacidad que este desarrollara para reconocerse en el otro, en los demás, para ver a todos los peruanos como sus iguales, en deberes, en obligaciones, pero sobre todo, en derechos y libertades.



Luego de una década en donde la dictadura fujimorista se encargara de destruir la institucionalidad democrática de nuestro país, en donde la corrupción se instaló, como nunca antes en nuestra historia en todos los niveles de gobierno, en donde el desfalco, el robo, el atropello y el asesinato fueron prácticas sistemáticas digitadas desde Palacio de Gobierno, a Carlos Iván no se le ocurrió mejor idea que explicar este fenómeno, la compresión de los factores que hicieron posible la instalación de una cleptocracia mafiosa y asesina en nuestro país, con el silencio y concurso cómplice de importantes sectores de nuestra sociedad, esa era una tarea intelectual y cívica que nadie sólo un tipo como Carlos Iván podía abordar con éxito y objetividad. A este periodo aciago lo retrató en dos importantes obras “La década de la antipolítica. Auge y caída de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos” y “El nacimiento de los otorongos: El Congreso de la República durante los gobiernos de Alberto Fujimori (1990-2000). El primero de estos libros es una pieza importantísima de las ciencias sociales, el rigor y lucidez académica puestas de manifiesto a lo largo de sus páginas la convierten en un obra consumada, una obra redonda, en términos literarios podríamos decir que se trata de una novela total.



Carlos Iván fue un gran intelectual, un gran lector, entre sus amigos se dice que incluso en los últimos días de su vida, aquellas semanas en las cuales el maestro perdía posiciones frente a ese francotirador certero que suele ser el cáncer no perdía el interés por los libros, por aprender, por estar siempre a la vanguardia de la intelectualidad peruana y latinoamericana. Siempre se ha dicho que quien lee cosas buenas, escribe cosas buenas también, que el hombre actúa por imitación, si esa frase es cierta o no, yo no lo sé, pero en el caso de Carlos Iván, su producción y el manejo de las fuentes que el tenía en cada obra, ensayo, artículo o libro, la tornan verosímil.



Pero además de todo ello Carlos Iván fue un hombre comprometido con la solución de los problemas de nuestro país, él entendía que el intelectual debía de asumir siempre un rol activo con su sociedad, con el medio del cual forma parte, el creía en la figura del intelectual comprometido. Debido a ello su participación como figura pública, de hombre que formó parte de los grandes debates de su tiempo, de allí su vocación docente puesta al servicio al servicio de varias generaciones. Siempre levantó una voz de alerta contra todo afán autoritario o dictatorial que pretendiese convertir al Perú en una república sin derechos, sin libertades, sin democracia. Carlos Iván sabía que un país diverso como el nuestro necesita de libertades y derechos para poder expresar toda su riqueza, pero que también requiere de mecanismos institucionales que permitan solucionar las profundas contradicciones presentes en una sociedad tan injusta como la peruana. Carlos Iván fue siempre un hombre de izquierda, pero un hombre de una izquierda democrática, moderna, que se ganó detractores y hasta enemigos dentro de este grupo por su constante crítica a los proyectos totalitarios o fanáticos que muchos de estos traían bajo el brazo.



Carlos Iván nos invita en su obra a reconocer al Perú como un país verdaderamente maravilloso, el Perú es algo más que una postal turística afirmó en alguna oportunidad, el Perú es mucho más que Machu Pichu y sus ruinas, el Perú es también su gastronomía, su música, su folclore, su literatura, pero sobre todo, el Perú es su gente y la generosidad de la misma. El Perú, ese país que tanto amo, pues solo quien ama algo se esfuerza por comprenderlo como él lo hizo, lo llora, lo extraña desde esa mañana del 18 de mayo de 2011 fecha en la cual Carlos Iván perdió la batalla contra ese cáncer de páncreas que nos lo arrebató, que se nos lo llevó de la tierra de los vivos, para escribir al mismo tiempo su nombre en la inmortalidad de la peruanidad, ya que leer a Carlos Iván nos hace sentirnos un poquito más peruanos. Se los aseguro. ¡Gracias maestro!

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