martes, 12 de abril de 2011

La primera vuelta electoral: cuando los ignorantes somos los que ignoramos


Ollanta Humala y Keiko Fujimori, en ese orden, serán los protagonistas de la segunda vuelta electoral. Su triunfo ha sido indiscutible y legítimo, eso es inobjetable. Ambos candidatos, a pesar de ser los más resistidos dentro del grupo de cinco que postularon en esta oportunidad a la presidencia de la república han logrado captar el mayor número de votos. Esas son las reglas del juego democrático, quien ingresa en la carrera electoral debe estar preparado para ganar y perder, un político debe ser grande en la victoria pero mucho más grande en los momentos de derrota.

Hace algunos meses, ni el más optimista de los partidarios de Ollanta Humala o Keiko Fujimori podía haber imaginado este escenario. Las encuestas colocaban al ex presidente Alejandro Toledo y al ex alcalde de Lima en la cúspide de las preferencias electorales. En palabras del Presidente Alan García, el futuro del Perú estaba asegurado, los antisistema, en especial referencia a Humala, no tenían mayor posibilidad, nuestro país elegiría por una opción democrática, el Perú elegiría a un candidato que represente y asegure la continuidad del modelo económico y del sistema político. ¿Qué ocurrió entonces?

Más allá de las responsabilidades personales existentes, que sin lugar a dudas deben ser asumidas por quien corresponda, más allá de señalar culpables, porque al parecer ese es el tenor de la mayoría de medios y periodistas en nuestro país, debemos preguntarnos por las razones estructurales que llevan a que casi el 50% del electorado se incline por opciones autoritarias y de escasa credibilidad democrática. Es cierto que Toledo cometió muchos errores en la campaña, que por ratos nos hizo recordar el porqué durante casi todo su gobierno su nivel de aprobación no superó los dos dígitos, es cierto también que la soberbia le jugó una mala pasada, pero no creo que el ex presidente sea el único responsable de este descalabro.

El segundo en las preferencias, el señor Castañeda se esforzó por desmostarnos su enorme incapacidad y talento para asumir una lid de este tipo. El señor Castañeda demostró, o confirmó la regla que en nuestro país, ningún ex alcalde capitalino logra vencer en las elecciones presidenciales. El señor alcalde no pudo jamás diseñar una campaña capaz de sintonizar con el ciudadano, sobre todo, con el poblador del interior del país. Su falta de capacidad comunicacional, sus continuos desencuentros con la prensa que cuestionaba su gestión, su falta de capacidad para sumir sus propios errores, su testarudez y empecinamiento al momento de culpar a todos, menos a los su propio entorno, por su estrepitosa caída y su patético intento por parecer siempre un perseguido, terminaron por sepultarlo. El alcalde que dejó la gestión con casi el 80% de aprobación, no logró alcanzar ni siquiera el 10% de los votos al final de la jornada.

A estos dos se suma la figura de PPK, un candidato que por momentos, sobre todo en días previos al anuncio de su candidatura, generó muchas expectativas, PPk terminó por convertirse en un payaso más en este circo al cual falsamente seguimos denominando contienda electoral. PPK, profesional de reconocida trayectoria a nivel nacional e internacional, con experiencia en el sector público, ministro de Estado en los gobiernos de Fernando Belaúnde y Alejandro Toledo, a quién trató de desacreditar a lo largo de toda la campaña, en un gesto que en lo personal me dejó serias dudas sobre el concepto de lealtad y las bondades personales de este señor, convirtió rápidamente a su campaña en un programa de farándula. Los electores esperábamos, dada su capacidad y su porte de hombre de Estado, algo más que polos coloridos con las iniciales de su nombre, algo más que sus bailes torpes al ritmo del PPKUY (la mascota de su campaña), algo más que sus desplazamientos a bordo del PPKAMION repartiendo llaveros y calendarios. PPK se dio por vencido rápidamente, puso bajo siete llaves su plan de gobierno, y se dedicó a hacer lo único que los políticos en nuestro país saben hacer, despotricar contra el adversario, farandulizar la campaña, a ritmo de huayno, cumbia u otro son, y empobrecer el debate político, aunque quizá denominar debate a lo que hemos tenido es caer en una exageración. Sin lugar a dudas, tanto PPK, Castañeda, Toledo, como los dos vencedores, Ollanta Humala y keiko Fujimori, nos regalaron la peor campaña electoral de los últimos años.

Creo, a diferencia de lo que sostienen algunos “analistas” o comentaristas de televisión, que si de buscar responsables se trata, habría que jalarle las orejas, y alguito más, no solo a estos tres señores, sino también a toda la clase política y empresarial a la que representan. Su mezquindad, su afán de protagonismo, su deseo caudillista por erigirse como los únicos predestinados para salvar a la república del desastre que para la salud democrática y el desarrollo económico resultan ser los dos candidatos restantes, hizo imposible la elaboración de un proyecto integral y coherente de centro, capaz de seducir a las grandes mayorías de nuestro país, aglutinando a todos los sectores democráticos en una sola candidatura, con un mensaje de estabilidad política y económica, que sirva como base para los cambios sociales que sin lugar a dudas deben darse en un país en el cual más del 30% de la población sigue viviendo por debajo de la línea de pobreza. La pluralidad de candidatos de centro, de candidatos demócratas, unos en mayor medida que otros, hizo posible los candidatos extremistas, apelando a un discurso populista y autoritario capitalicen dicha falta de unión, colocándose al frente de las preferencias ciudadanas. Qué distinto hubiera sido el panorama si la mezquindad no se hubiese apoderado de las mentes de estos “líderes”, una vez más la incapacidad de diálogo y de consenso de nuestra clase política, presente a lo largo de toda nuestra historia republicana, nos empuja a una situación tan desesperanzadora como la de la hora actual.

He escuchado también, a algunos directores de diarios, en especial a uno que suele tildar de comunista o terrorista, a quien no piensa como él, sin lugar a dudas José Carlos Mariátegui también sería un ferruco tan deleznable como el propio Abimael en la lógica de este señor, que esta elección es fruto de la ignorancia de los electores. Lo he escuchado decir, como en otras ocasiones en las cuales su candidato favorito no logra resultados positivos, que quien vota por Humala o Keiko, aunque al parecer con los electores de Keiko es más comprensivo, es algo menos que un retrasado mental. Lo he escuchado decir que solo los idiotas no se pueden percatar de las profundas contradicciones ideológicas y programáticas de ambos candidatos. Sin embargo, frente a esa andanada de comentarios, me cuesta denominar reflexiones o ideas a lo que dice este señor, que lo único que hacen es reducir el análisis político electoral a una confrontación entre electores educados y cultos versus los ignorantes y desinformados, creo debemos reflexionar sobre las razones de fondo, las razones estructurales que hacen que casi la mitad del electorado opte por candidaturas como la de Ollanta Humala o Keiko Fujimori, a pesar del peligro que estas generan.

En mi opinión, no es coincidencia, que teniendo en el Perú a casi el 30% de la población en situación de pobreza, sea este mismo porcentaje, y algunos puntos más, el que prefiera una opción de cambio, radical, populista, de derecha o de izquierda. Los analistas señalan que ese sector de la población elije siempre de manera irreflexiva, y que por tanto son ellos los que le dan vida a los antisistema. Me preguntó lo siguiente: ¿Cómo pedirle a aquella persona que vive con menos de tres dólares diarios, que no cuenta con servicios de agua, luz o desagüe, que vive en un clima de inseguridad y violencia constante, que carece de servicios de salud para atender sus enfermedades y la de sus hijos, que observa como la administración de justicia les da la espalda, que se indigna con los actos de corrupción presentes en cada gobierno “democrático” y que ve como los mismos quedan siempre, o casi siempre impunes, que crea en el sistema político, que crea en el modelo económico, que crea en un modelo que no los ha sacado de la pobreza, y que mucho menos los ha convertido en ciudadanos? En mi opinión, pedirle a este sector un nivel de análisis y reflexión ausente incluso en los sectores A y B, es una tamaña injusticia. No sé cómo algunos líderes de opinión pueden mirar a los ojos a quienes tildan de ignorantes, hacerlo sin sonrojarse, sabiendo que los bolsillos de estos pobladores solo están cargados de miseria.

Siendo ese el panorama uno puede explicarse muchas cosas. Existe un sector de la población, casi un tercio de ella al cual el desarrollo no ha llegado, existe un tercio de la población que vive en condiciones extremadamente precarias, existe un sector de la población que quiere un cambio, que está dispuesto a dar un salto al vacio, pues nada tiene, y por tanto, nada tiene que perder. Existe un sector de la población que está dispuesto a renunciar a sus derechos y libertades cívicas si a cambio recibe la dádiva o el apoyo asistencialista del Estado. Para muchos de estos pobladores, y posiblemente para uno mismo si estuviera en la situación de ellos, una opción de este tipo, populista y clientelista es un mal menor, su situación no empeorará más de lo que está, porqué creer en aquello que los diarios llaman mercado o democracia, si por más de 20 años de crecimiento económico, la situación de su familia no ha cambiado, si la desnutrición entre sus hijos sigue siendo la misma. El problema señores analistas es que al parecer en nuestro país, la pobreza ha dejado de indignarnos, y se ha convertido en parte del paisaje de nuestra sociedad.

No me siento contento con el resultado electoral, jamás hubiera optado por una opción como la que Ollanta Humala o Keiko Fujimori representan. Ambos, desde mi óptica son o están fuera del sistema, no creen en las reglas básicas de la democracia, ambos presentan discursos autoritarios, de izquierda o derecha, para el caso resulta lo mismo. Ambos ponen en peligro los logros alcanzados durante los últimos años. Ambos pueden desatar una verdadera catástrofe en el país. Para mí no existe mayor diferencia. En todo caso, lo que corresponde es hacer una muy profunda reflexión, un mea culpa colectivo, preguntarnos cómo convencemos al elector, al más pobre sobre todo, que el desarrollo es posible en un clima de libertad y de respeto a los valores democráticos. Debemos de demostrar que la democracia también es eficiente, que es eficaz, que es capaz de mejorarle la vida a la gente, que es capaz de luchar contra la corrupción, que en democracia no solo las personas con recursos son ciudadanos. Ideológicamente las candidaturas de Ollanta y Keiko representan a sectores que se encuentran en las antípodas del escenario político, pero desde un punto de vista social, su electorado es el mismo, es el poblador del sector C, D y E, es el poblador de la sierra central, de las zonas rurales, de los sectores urbano marginales. Ha sido la incapacidad de la clase política, el egoísmo de los sectores de poder económico, y nuestra indiferencia, la que hoy en día no pasa la factura, una factura que deberemos pagar durante largos 5 años. El resultado del domingo, no es responsabilidad de una persona en especial, de un sector en particular, de un candidato, la culpa la tenemos todos, y en el colmo de los cinismos osamos llamar ignorantes a aquellos pobladores a los cuales siempre hemos ignorado.

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