Las tendencias electorales en el Perú: ¿Quién ganará en el 2011?
Estos periplo se inicia en el año de 1921, fecha en la cual se celebró el Centenario de nuestra independencia, durante el gobierno de Leguía. Continúa en 1971 con la celebración por el Sesquicentenario, bajo el gobierno del general Juan Velasco Alvarado. Luego, el viaje tiene como siguiente parada el año 1991, fecha que marca el inicio de la dictadura de Alberto Fujimori. Para finalizar con el retorno de Alán García Pérez al poder en el año 2006, tres lustros antes de conmemorarse el Bicentenario de nuestra república.
El libro arroja una serie de datos y estadísticas que ilustran y evidencian la profunda transformación que nuestro país ha sufrido a lo largo de su vida republicana, los numerosos retrocesos y sin sabores que en materia de desarrollo económico y político hemos experimentado todos los peruanos, los cambios de opinión y tendencias políticas marcadas por el populismo, el clientelismo, y el autoritarismo, los cuales, en uno u otro sentido, explican o permiten extraer conclusiones en torno al porqué de nuestro atraso y al porqué de nuestra fragilidad institucional y democrática.
Por razones de espacio y tiempo no puedo hacer una breve reseña de toda la información que este importante trabajo de Alfredo Torres trae consigo. Es por ello que en esta oportunidad, dado el comienzo de una nueva campaña electoral en nuestro país, centraré la mirada en el análisis que Alfredo hace en torno a las grandes tendencias electorales que los estudios de opinión pública y las encuestas en materia electoral han arrojado a lo largo de las últimas décadas en el Perú. Alfredo, con rigor académico y minuciosidad propia de alguien que ha logrado ganarse el respeto de propios y extraños, a pesar de haber sido blanco de las diatribas de quienes no viéndose favorecidos por el voto popular buscan siempre culpar a las encuestadoras de sus propios fracasos, nos brinda una valiosísima información en torno a las grandes tendencias electorales que se han venido presentando en los comicios en nuestro país, sobre todo en cuanto a las elecciones presidenciales. Estos apuntes que serán resumidos en 7 grandes ideas son de necesaria revisión por parte de los ciudadanos, y en especial, por aquellos que competirán por el Sillón de Pizarro en el 2011.
Un primer apunte señala que los errores y desaciertos cometidos por el gobernante saliente determinan en gran medida las características y la oferta electoral que los candidatos a sucederlo le ofrezcan al electorado. Dicho de otro modo, el candidato debe ser capaz de mostrase ante la ciudadanía como una alternativa de cambio responsable capaz de enmendar los errores cometidos por el gobierno pasado, dando continuidad a todo aquello que es valorado por la población como un aspecto positivo en la gestión del presidente a suceder. Como ejemplo, Alfredo hace mención a lo ocurrido en la última campaña presidencial en la cual la impopular gestión de Alejandro Toledo polarizó a la opinión pública entre el cambio radical, representado por Ollanta Humala, y el cambio responsable, de Alan García, al final sabemos todos cual fue el resultado de esa contienda.
Un segundo apunte es el vinculado a la importancia que cobra la figura personal del candidato, la cual se erige por encima de la estructura o institucionalidad de la agrupación, movimiento o partido político que lo presenta como su candidato. En esa línea, queda claro que la capacidad y el carisma que el candidato proyecte entre los votantes será un factor decisivo y determinante en su carrea hacia la presidencia. Es justamente esa capacidad personal y de seducción la que le permitirá captar un importante número de votos entre los independientes, es decir entre aquellos electores, que son la mayoría en nuestro país, que no le deben fidelidad a partido o agrupación política alguna. Esta tendencia explica porqué tanto en el caso de Acción Popular o el Apra, dos de los partidos con mayor tradición en nuestro país, estos sólo han podido alzarse con el triunfo electoral cuando han contado con figuras carismáticas como Fernando Belaunde y Alan García, respectivamente. Cuando ello no fue así, cuando el candidato elegido para que los represente fue un militante carente de dicha capacidad el resultado obtenido se resumió en una sola palabra: Fracaso.
Un tercer apunte señala que en nuestro país la derecha democrática y liberal no ha ganado nunca una elección presidencial. Los electores identificados con los ideales de una derecha moderna y democrática, respetuosa del orden jurídico y de la institucionalidad democrática no han podido celebrar jamás un triunfo en las elecciones generales. Las ideas liberales han sido implementadas desde el gobierno no por los políticos del partido de gobierno de turno sino por los tecnócratas que afincados en algún ministerio u organismo han tratado de ponerlas en práctica, pero hasta el momento el Perú no ha contado con algún candidato que inspirado en los valores de una derecha democrática resulte vencedor. Lo preocupante es que en los últimos años los únicos dos triunfos de la derecha registrados en el país corresponden a los años 1995 y 2000, años en los cuales el dictador Fujimori, desprovisto de todo tipo de discurso ideológico, y amparado por el apoyo de las Fuerzas armadas, los grupos de poder económico, y algunos sectores de la Iglesia, asumió por puro pragmatismo el modelo económico de mercado, dejando de lado los principios básicos del Estado de Derecho, como el principio de separación de poderes, el respeto por la libertad de expresión o el resguardo de la institucionalidad democrática. En otras palabras, la derecha autoritaria y antidemocrática, a diferencia de la derecha democrática y liberal, apelando a un discurso populista y clientelista, ha logrado el respaldo popular, más allá de las series y comprobadas acusaciones de fraude difundidas en el país, en especial con motivo de la segunda reelección de Fujimori en el año 2000.
Un cuarto apunte nos dice que la izquierda en el Perú es una fuerza política y electoral marginal. Es decir, ni en su versión moderada ni en la más radical ha logrado recibir un respaldo popular importante que le permita ser gobierno. Los candidatos de la izquierda, la mayoría de ellos anclados en la vieja prédica marxista de años pasados, desprovistos de un discurso moderno, liberal, y auténticamente democrático, capaz de despertar en los jóvenes entusiasmo por el cambio y esperanza en el futuro, no han logrado hacerse del voto de las grandes mayorías, ni siquiera entre los trabajadores independientes, los pequeños empresarios o el campesinado. Así, tenemos que el único logro electoral de la izquierda importante se remonta al año 1983 con la elección de Alfonso Barrantes como alcalde de Lima, aunque en aquella oportunidad el discurso del mismo estuvo más cerca del populismo, el asistencialismo y el cooperativismo, que de un conjunto de principios auténticamente de izquierda. Quizá ello explique el porqué el actual candidato Ollanta Humala, tildado de radical o antisistema en las elecciones de 2006, no escatima esfuerzos por colocarse en el centro del tablero político, para lograr así un mayor acercamiento al sector independiente y desideologizado.
Un quinto apunte afirma que la alcaldía de Lima no es un trampolín confiable de cara a una elección presidencial. En otras palabras, ninguno de los alcades elegidos y reelegidos en el cargo de burgomaestres de la ciudad de Lima, logró obtener una votación importante en la elección presidencial en la cual decidió postular. Ello les ocurrió a Luis Bedoya, Alfonso Barrantes, Ricardo Belmont y Alberto Andrade, respectivamente. Ninguno de ellos pudo convencer a los votantes y lograr su respaldo mayoritario en las urnas. Al parecer, tal y como arrojan las estadísticas, los votantes del resto del país asumen que elegir a un ex alcande de Lima como presidente de la república lo único que ocasionaría es la consolidación del centralismo limeño y la consiguiente despreocupación por el Perú provinciano. En todo caso, si el señor Castañeda pretende ser presidente de nuestro país debe saber que tendrá que hilar muy fino ya que el reto es mayúsculo, no sólo tendrá que vencer a sus oponentes, sino también a la historia misma, aunque siempre hay una primera vez para todo.
Un sexto apunte dice que en el caso del Perú los ex presidentes pueden volver, por muy mediocres o catastróficos que hayan sido sus gobiernos. Belaunde, y en especial Alan García, son prueba de ello. Un dato interesante es que en ambos casos los ex presidentes volvieron a Palacio de Gobierno luego de un período de diez años. Tiempo durante el cual, en ambos casos, los candidatos guardaron perfil bajo y se abstuvieron, por una u otra razón, de cobrar un protagonismo superlativo en la política nacional. Ellos aparecieron en los meses anteriores a la campaña. Tal parece que a pesar de sus fracasos, el pueblo peruano exige un periodo prudencial para perdonar los pecados y echarlos al olvido. Incluso, se podría decir que a pesar de los fracasos se prefiere al malo conocido y con algo de experiencia que al bueno por conocer, jamás un dicho popular graficó mejor un escenario político creo yo. Ahora bien, en esta elección, con el dictador Fujimori, preso y condenado a 25 años de prisión por delitos contra los derechos humanos y de corrupción al más alto rango, será imposible poner a prueba esta tesis, salvo su hija se encargue, como hasta ahora lo hace, de utilizar la figura de su padre y exhibir los logros de su gobierno, como la única carta de presentación que avala su candidatura.
Finalmente, y vinculado al cómo armar un plan de gobierno, y sobre todo, a la manera de llevar el mensaje político por Costa, Sierra y Selva, en el libro se señala que la mayoría de votantes lo hacen de acuerdo a su identidad regional y socioeconómica. En el caso de Lima, y la costa norte del país, los electores se identifican más con un discurso más abierto a la globalización, al mercado, respaldan las medidas que fortalezcan la iniciativa privada. La sierra sur lo hace por posiciones más nacionalistas y paternalistas. Mientras que en el resto del país, los electores se identifican con posiciones intermedias, que buscan equilibrios tanto en el campo económico como social. Los resultados de la última elección presidencial son la prueba más tangible de lo que aquí se afirma, basta recordar que el candidato de la izquierda radical, tal como fue bautizado Ollanta Humala, tuvo como bastión electoral los departamentos de la sierra sur, y perdió categóricamente en Lima y otras ciudades de la costa.
Sin lugar a dudas, la obra de Alfredo Torres constituye una de las más importantes investigaciones hechas en el campo del análisis de la opinión pública. A mi modo de ver, es un libro de lectura obligatoria para cualquier ciudadano que pretende profundizar en el estudio de este campo, o que simplemente busca estar bien informado en cuanto a los procesos de transformación política, económica y social vividos en nuestro país durante nuestra historia última. Las ideas que hemos vertido en esta oportunidad tienen como base lo afirmado por Alfredo, sobre las cuales hemos tratado de reflexionar incorporando alguno que otro comentario. Creo que teniendo próximas las celebraciones de la navidad este libro es, sin lugar a dudas, un regalo a tener en cuenta durante las compras familiares. Solo debo darles un consejo, como señala el propio Alfredo: “Existen ciudadanos políticamente atentos, distraídos e indiferentes. Este libro está pensado para los primeros para aquellos interesados en la historia contemporánea y en el futuro del Perú, pues se trata de un viaje que nos permitirá descubrir cómo somos y qué queremos los habitantes de este país”.
Etiquetas: Alan García, Alberto Fujimori, Alfredo Torres, autoritarismo elecciones presidenciales 2011, caudillismo, derecha democrática, Ollanta Humala, Opinión Pública 1921-2021, populismo
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