En un artículo titulado
“Perú 2012, continuidad y cambio en una democracia sin partidos”, el politólogo
Eduardo Dargent afirma lo siguiente: “La elección del candidato reformista
Ollanta Humala en 2011 hizo pensar que podían haber cambios sustanciales en la
política peruana. Sin embargo, el nivel de institucionalización del sistema político
aún se mantiene muy bajo, con instituciones desprestigiadas y partidos débiles
que dificultan las reformas”. Han pasado 3 años desde que el Presidente de la
República fue elegido, y todo indica que mantendrá un rumbo similar al de sus
tres últimos antecesores.
En este mismo
artículo el autor recuerda que Alberto Fujimori (1990) se corrió a la derecha
al día siguiente de su elección. Alejandro Toledo (2001) gobernó un poco más a
la derecha del centro ofrecido. Alan García (2006) lo hizo más a la derecha de
lo prometido en su campaña del “cambio responsable”, y el actual Presidente, de
acuerdo a lo señalado por varios analistas, terminará por hacerlo más a la
derecha de su posición centrista de la segunda vuelta expuesta en la “hoja de
ruta”. ¿Qué explica este giro hacia la derecha una vez que los presidentes
empiezan a gobernar en el Perú?
Electorado conservador versus agenda
reformista
El análisis del
electorado en el Perú (casi el 70% suele apoyar cambios moderados y es renuente
a los radicalismos) nos permite afirmar que se trata de una ciudadanía mayoritariamente
conservadora, y que por tanto ofrece una base social que limita agendas de
izquierda radicales. Esto último, si bien grafica el comportamiento electoral
de los peruanos en las últimas décadas, no basta para explicar, por qué los
presidentes elegidos terminan gobernando bastante más a la derecha que su
posición ofrecida durante la campaña, la misma que con ciertos matices puede
definirse como de centro-izquierda.
¿Cómo explicar
el giro hacia la derecha de los presidentes electos? Es una pregunta que varios
politólogos han tratado de responder para el caso de muchos otros países de
América Latina en donde el comportamiento de los presidentes electos ha sido
bastante similar al que han presentado los mandatarios en nuestro país (por no
decir el mismo).
Como ya se
señaló en el párrafo anterior, muchos presidentes electos de América Latina han
violado sus mandatos electorales, es decir, han hecho promesas durante las
campañas y luego las han incumplido al asumir el gobierno. En algunos casos
estos políticos (o sus partidos) fueron castigados en la elección siguiente,
pero en otros, contrariamente a lo que uno pueda presumir, fueron
recompensados, y en ciertos casos se apeló a reformas constitucionales para
hacer viable su reelección.
Dos primeras explicaciones
Sería largo
enumerar las diversas hipótesis que desde la academia se han formulado con
respecto a este fenómeno. No obstante ello, dos son las que en esta oportunidad
me interesan destacar:
-
El
premio a los políticos que faltaron a sus promesas fue el resultado de que
éstos, a pesar de haber faltado a su palabra, hicieron lo que creían mejor para
los ciudadanos, y optaron por un control o evaluación política post mandato, en
el cual los electores pudieran juzgar su desempeño y comprobar que habían
actuado en su beneficio. Estos políticos prefirieron correr el riesgo de ir
contra la opinión pública antes que mantener unas promesas de campaña que
consideraban equivocadas, afirma el politólogo Stokes.
-
Los
políticos de la región pueden incumplir sus promesas electorales porque lo que
existe en América Latina no es una democracia representativa sino una
democracia delegativa, en la que los políticos eligen que pueden hacer lo que
quieran una vez que llegan al poder, afirma el politólogo Guillermo O´donnel.
El vínculo programático entre electores
y partidos
Es el título de
un interesante artículo publicado por la politóloga Patricia Marenghi
(Universidad de Salamanca) en el cual la autora ensaya una novedosa hipótesis
explicativa que responde a la pregunta ¿Por qué los presidentes electos giran
hacia la derecha en América Latina?
Muchos
presidentes electos, sostiene Marengui, han violado sus mandatos electorales,
unos fueron duramente castigados por los electores, otros, por el contrario,
fueron recompensados (ellos o sus partidos). La hipótesis que esta autora
plantea es la siguiente: el electorado castiga o premia a los presidentes que
han violado sus mandatos electorales dependiendo del vínculo que los electores
establecen con los partidos políticos.
Entonces,
propone Marengui: 1) Los partidos que han desarrollado vínculos programáticos
tienen menos posibilidades de violar sus mandatos electorales sin ser
castigados y que, contrariamente 2) Los partidos que han desarrollado vínculos
clientelares o vínculos carismáticos tiene más posibilidades de violar sus
mandatos sin ser castigados.
Tres tipos de vínculos entre electores y
partidos políticos
En síntesis, lo
que propone Marengui puede resumirse en tres grandes postulados:
-
Los
partidos políticos que tienen vinculaciones
programáticas con el electorado tienen más dificultades para cambiar de
políticas (violar el mandato) sin poner en peligro su apoyo electoral; es
decir, tienen más posibilidades de no ser reelegidos: ¿Por qué? Esto se debe a
que las organizaciones partidistas con un fuerte componente ideológico, cuyo
apoyo electoral se basa principalmente en el componente programático de la
organización, cuentan con mandatos fuertes que deben respetar sino quieren ser
sancionados electoralmente en los siguientes comicios. Los votantes castigarán
o premiarán a estos políticos evaluando que tanto han respetado éstos los compromisos
asumidos.
-
Los
partidos políticos que tienen vinculaciones
clientelistas con el electorado tienen menos dificultades para cambiar de
políticas (violar el mandato) sin ser castigados en las siguientes elecciones;
es decir, tienen más posibilidades de ser reelegidos. ¿Por qué? Esto se debe a
que en el caso de las organizaciones que establecen vinculaciones clientelares
con sus electores, los votantes examinarán menos el cumplimiento de las
promesas. El intercambio de votos por favores mantiene el apoyo político a la
hora de rendir cuentas por políticas impopulares.
-
Los
partidos políticos que tienen vinculaciones
carismáticas, al igual que los que construyen vínculos clientelares, tienen
más posibilidades de incumplir las promesas de campaña sin ser castigados por
ello en los siguientes comicios. ¿Por qué? Esto se debe a que una relación
basada solamente en el carisma, donde “el líder es el creador e intérprete
indiscutido de un conjunto de símbolos políticos que llegan a ser inseparables
de su persona”, facilita la persuasión de los electores a cerca de las causas
del incumplimiento de las promesas.
El giro hacia la derecha en el Perú
A la luz de lo
expuesto por Marengui, podemos señalar que en el Perú, los presidentes
(partidos) electos violan sus mandatos electorales pues el vínculo que estos
establecen con el electorado ha sido (casi siempre) de tipo clientelar y/o
carismático, y por tanto, no tienen mayores incentivos para “cumplir sus
promesas de campaña”.
Este último
apunte, nos lleva a reflexionar sobre un asunto que de manera recurrente suele
abordarse en cada proceso electoral en nuestro país, sobre todo cuando el
político que resulta vencedor en la elección, no goza de las preferencias de
los medios de comunicación o del statu quo político del país.
Cuando un
político que no es parte del establishment (limeño) alcanza el triunfo
electoral (nacional o regional), de manera inmediata, periodistas y opinólogos
suelen decir lo siguiente: “El elector en el Perú es irracional (electarado, según
Aldo Mariátegui), pues no analiza las propuestas y planes de gobierno,
dejándose llevar por sus emociones y frustraciones”.
En otras
palabras, lo que este sector le reclama a la ciudadanía es lo siguiente: ¿Por
qué los peruanos no ejercen un voto programático y, en cambio, apuestan por
discursos populistas y/o radicales? Bueno, y con cargo a volver sobre este
mismo tema en una próxima columna, ensayaremos una posible respuesta que toma
como base, además de lo ya señalado, la opinión del politólogo de Harvard
Steven Levitsky.
¿Por qué los peruanos no ejercen un voto
programático?
Una
característica de las elecciones en el Perú, afirma Levitsky, es la
“irracionalidad del voto”. Para muchos, el voto programático –votar por el
candidato que propone implementar las políticas públicas que uno quiere– es lo
más racional e inteligente. Pero en el Perú eso es casi imposible.
El voto programático exige que el electorado: 1) Tenga información
creíble sobre las diferencias programáticas entre los candidatos; y 2) Confía
que el ganador cumplirá con su programa.
Ambas
condiciones no existen en el Perú, pero otro factor –quizá el más importante- que
mina al voto programático es la desconfianza. Los peruanos no creen que
los candidatos vayan a cumplir con sus programas. No porque sean
desconfiados por naturaleza, sino por una razón muy sencilla: los candidatos no
cumplen con sus programas, tal y como lo anotó Dargent al referirse a los
gobiernos de Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala,
respectivamente.
Discurso de centro-izquierda versus
gobierno de derecha
Entonces, afirma
Levitsky, si queremos elevar el nivel de la política en nuestro país, en vez de
denigrar a los ciudadanos cuyo comportamiento electoral no entendemos, sería
mejor tratar de entenderlos. Por ejemplo, en vez de contentarse con la floja
explicación mariateguista (el “electarado”), la derecha debería estudiar por
qué un sector del electorado en el interior sigue votando por candidatos
radicales antisistema.
El votante
peruano no es ni irracional ni estúpido, la gente, como afirma Carlos Meléndez,
vota por muchas razones, basado en diversas identidades, intereses, y
expectativas. Lo que sí queda claro (y debería preocuparnos) es constatar
que para muchos peruanos, el voto programático ha sido totalmente devaluado
pues la experiencia les ha enseñado que el voto no sirve para cambiar las
políticas del gobierno. Más, cuando el presidente a quien los peruanos eligieron
ofreció una agenda de centro-izquierda para luego, una vez instalado en Palacio
de Gobierno, girar hacia la derecha sin mayor explicación.
Etiquetas: Alan García, Alberto Fujimori, Alejando Toledo, Ollanta Humala, VÍNCULOS CARISMÁTICOS, VÍNCULOS CLIENTELARES, VÍNCULOS PROGRAMÁTICOS
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