Hablar del Informe Final
de la CVR sigue siendo una tarea muy difícil en nuestro país. Quienes están a
favor de su contenido son tildados de comunistas, rojos o caviares. Por su
parte, quienes están en contra son vistos como fachos, reaccionarios o
defensores del terrorismo de Estado.
Un maniqueísmo absurdo
En nuestra opinión, ambas
posiciones son igualmente absurdas y maniqueas. La lógica es muy simple:
respaldar el diagnóstico de una investigación no te convierte en defensor de
una ideología, así como estar en contra no dice nada sobre la posición política
de sus detractores; sobre todo en un país como el nuestro en el cual no se
puede hablar de una “sola izquierda” o una “sola derecha”, y menos de una
identificación ideológica fuerte.
Nosotros consideramos que
el Informe constituye la investigación más importante que se ha hecho en el
Perú sobre los años de violencia política que los peruanos padecimos durante
más de una década. Eso no quiere decir que este Informe esté exento de errores
o imprecisiones. Como toda obra humana, este trabajo siempre será susceptible
de ser mejorado con información y enfoques que contribuyan a consolidar su
contenido, esclareciendo las dudas que en su momento se hubiesen podido generar
en torno a algunas de sus conclusiones.
Muchos críticos no han leído el
Informe
No obstante ello, ninguna
persona que haya leído (por completo) el Informe, despercudida de los
prejuicios y sesgos ideológicos que enturbian el análisis y nublan el juicio,
puede desmerecer el valioso trabajo que los Comisionados llevaron a cabo
durante todo el tiempo que les tomó la elaboración de esta investigación.
En todo caso, y a pesar de
las posibles críticas, insultos o agresiones que seguramente recibiremos de
parte de los que a lo largo de los últimos años se han empeñado en atacar de
manera virulenta a quienes respaldamos las conclusiones vertidas en el Informe
(la gran mayoría), nosotros consideramos fundamental, a 11 años de la
presentación del Informe Final de la CVR, recordar el rostro de las víctimas de
la demencial violencia desatada por el movimiento terrorista Sendero Luminoso.
Víctimas de la desigualdad
La CVR determinó que la
violencia armada no afectó de manera uniforme a todos los ámbitos geográficos
ni a los diferentes estratos sociales del país. La violencia se concentró en
las zonas marginales de nuestra sociedad, en los pueblos y áreas menos
integradas a los centros de poder económico y político de nuestra patria. Los
datos encontrados por la CVR permiten afirmar que los actores del conflicto
seleccionaron a sus víctimas al interior de los lugares más pobres y olvidados
de las regiones y localidades que fueron el escenario de esta delirante
violencia.
La sierra se desangraba
Como ya lo hemos señalado,
la violencia política afectó con mayor dureza a las zonas más pobres y
excluidas de nuestro país. Pero en el Perú, como todos saben, los más
desamparados han sido siempre los campesinos del área rural.
Por eso no debe
sorprendernos que Ayacucho sea el departamento que concentra la mayor cantidad
de muertos y desaparecidos reportados a la CVR (más del 40%). Adicionalmente,
la CVR determinó que en los departamentos de Junín, Huánuco, Huancavelica,
Apurímac y San Martín, se registraron cerca del 85% de las víctimas que le
fueron reportadas.
Esto demuestra, aunque
algunos todavía insistan en negarlo, que existe una relación directa entre
exclusión social e intensidad de la violencia. No es una simple coincidencia
que cuatro de los departamentos más afectados por el conflicto armado interno
(Huánuco, Apurímac, Ayacucho y Huancavelica) sean considerados dentro de la
lista de los cinco departamentos más pobres de nuestro país.
Si el Perú fuese Ayacucho
¿Qué hubiera pasado si la
violencia desatada en Ayacucho se replicaba en todo el país? Esta es una
pregunta que es importante hacer pues nos permitirá apreciar con claridad la
magnitud de la tragedia que le tocó vivir a este departamento. La CVR ha estimado
que 26,259 personas murieron o desaparecieron durante los años del conflicto
armado interno entre 1980 y 2000 en Ayacucho.
Ahora bien, si esa
proporción estimada de víctimas para Ayacucho respecto de su población en 1993
se hubiera replicado en todo el país, el conflicto armado interno habría
causado cerca de 1.2 millones de víctimas fatales en todo el Perú, de las
cuales 340 mil (aproximadamente) habrían ocurrido en la ciudad de Lima
Metropolitana, el equivalente a la proyección al año 2000 de la población total
de los distritos capitalinos de San Isidro, Miraflores, San Borja y La Molina.
Se seleccionaron a las víctimas
La CVR afirma que a pesar
de que la violencia tuvo un carácter masivo y estuvo concentrada en las zonas
más excluidas y marginadas de nuestra sociedad, los principales actores del
conflicto desarrollaron una estrategia de selección de víctimas en atención a los
objetivos que estos actores buscaron alcanzar. Así pues, a partir de los
testimonios recogidos por la CVR, podemos decir que el perfil de las víctimas
fue el que mostraremos a continuación.
Los líderes y las autoridades
locales
Fueron uno de los blancos del
terrorismo de Sendero Luminoso. Eso significó que las personas que tenían
responsabilidades importantes o desempeñaban labores de liderazgo social o
político en sus respectivas comunidades se convirtieron en potenciales enemigos
y víctimas de este movimiento terrorista (es imposible no recordar la figura de
María Elena Moyano).
La cifras son tan
contundentes que permiten afirmar que después de los campesinos, el segundo
grupo ocupacional más golpeado por Sendero Luminoso, estuvo conformado por las
diversas autoridades locales y dirigentes sociales que existían en las zonas en
las cuales el conflicto se desató (alcaldes, regidores, prefectos, sub
prefectos, jueces de paz, dirigentes barriales, etc.).
Agricultores y ganaderos
La CVR señaló también que
las personas dedicadas a actividades agropecuarias representan el 57% de las
víctimas causadas por Sendero Luminoso; sin embargo, existen diferencias al
interior de ese mismo grupo, entre los campesinos medianamente prósperos y los
más pobres, entre aquellos que contaban con la posibilidad de acceder a centros
de poder (económico y político) local o regional y los más excluidos.
Esto hizo que los
campesinos más prósperos fueran perseguidos y maltratados con mucha mayor
violencia por parte de Sendero Luminoso. Para este movimiento terrorista, todos
aquéllos agricultores o ganaderos que tuvieran contactos con el mercado, las
instituciones formales o las redes de poder económico y político, eran
considerados “enemigos de la clase del proletariado y del campesinado” o
“agentes del Estado feudal y burocrático” que debían ser aniquilados.
Las víctimas de los agentes del
Estado
Las fuerzas del orden
seleccionaron a sus víctimas de acuerdo con el perfil general de quienes podían
ser proclives a integrarse a los grupos terroristas. ¿Quiénes eran y qué
características tenían? Eran los jóvenes con educación secundaria y superior
que habiendo generado expectativas de ascenso social y progreso económico que
no fueron satisfechas por las escasas oportunidades locales y regionales,
fueron seducidos por el discurso de cambio social y político de Sendero
Luminoso, en el cual los jóvenes “serían los verdaderos artífices del mundo
nuevo”.
Al mismo tiempo, es
posible hacer una diferencia en cuanto a la edad de las víctimas. Así, la
proporción de personas menores de 30 años es mayor entre las víctimas del
Estado, mientras que las víctimas mayores de 40 años se cuentan en mayor
proporción entre las víctimas de Sendero Luminoso. Además, de acuerdo a los
testimonios recogidos, se sabe que dentro de los detenidos por delito de
terrorismo, más de la mitad de ellos tenían entre 20 y 29 años al momento de
ser detenidos por los agentes del Estado y 45% de ellas tenían algún nivel de
instrucción superior.
Esto hace que una
estrategia de selección de víctimas basada en categorías tan generales (edad,
grado de instrucción, lugar de nacimiento), aplicada de manera general y
sistemática, conduje inexorablemente a la comisión de graves violaciones contra
los derechos humanos, y eso no quiere decir, de ninguna manera, que el Informe
tenga un sesgo en contra de los militares o policías, son los datos y
testimonios los que arrojan esta terrible conclusión.
El sexo y la edad de las
víctimas
Se sabe que la violencia
no afectó del mismo modo a mujeres y hombres por igual ni estuvo distribuida
uniformemente entre todos los grupos de edad. ¿Qué sexo y edad tenía el grueso
de las víctimas? Fueron los hombres entre 20 y 49 años quienes conformaron el
mayor grupo de víctimas fatales reportadas a la CVR (más del 50%) mientras que
las mujeres de todas las edades suman cerca del 20% del total de víctimas. En
otras palabras, el conflicto afectó sobre todo a hombres jefes de hogar, es
decir, el grupo de la población con mayor cantidad de hijos dependientes,
responsables económicos y políticos en sus localidades.
Asimismo, se sabe que
fueron las mujeres y los niños las víctimas que con mayor frecuencia aparecen
en situaciones de violencia indiscriminada como son las masacres. La CVR ha
señalado que conforme aumentaba el tamaño del grupo de personas asesinadas,
también aumentaba la proporción de mujeres y niños menores de 15 años. Y claro,
fueron los niños las víctimas menos identificadas en estas matanzas (los
sobrevivientes no los reconocían).
Memoria para construir un mejor
país
Fueron los desposeídos y
olvidados de nuestra patria los que sufrieron los mayores horrores de esta
barbarie. El problema es que luego de años de vida republicana, el panorama y
las condiciones estructurales de atraso y postergación de gran parte de nuestro
país aún siguen vigentes. Nuestro deber es acabar con esta situación que
indigna y subleva el corazón de la mayoría de peruanos. Por eso ahora, a 11
años del Informe Final de la CVR es importante mirar atrás, observar la
tragedia que nos tocó vivir, mirar lo que fuimos y lo que debemos dejar de ser,
pues esa será la única manera de construir un país menos injusto y más
solidario para todos los peruanos.
Para que casos como el de
Giorgina Gamboa no se repitan
Todo ello debemos hacer
como sociedad para que en un futuro, casos como los descritos, crímenes
terribles e infames como el de Giogiana Gamboa, mujer violada por 7 sinchis
(policías) en 1980, a la edad de 15 años, jamás se vuelvan a repetir en nuestra
patria. Hemos querido recordar el caso de Giorgina Gamboa, pues hace pocos
días, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ha aceptado la petición
para esclarecer estos hechos, por lo que el Estado peruano tendrá que explicar,
entre muchas otras cosas, por qué, a pesar del tiempo transcurrido y de las
pruebas contundentes que acreditan la responsabilidad de los sinchis, el caso
se archivó -dos veces- absolviendo a todos los implicados.
Finalmente, lo que los
peruanos debemos tener claro, es que si aspiramos a construir una sociedad
civilizada, debemos primero hacer justicia, buscar la verdad, luchar contra la
impunidad, pues ese es el único camino para alcanzar la auténtica
reconciliación nacional, es la única fórmula para dejar atrás nuestro pasado
vergonzante, enterrar a nuestros demonios, y dejar que el alma de nuestros
muertos descanse en paz. Creo que la mejor forma de terminar esta columna es
citando las palabras que Giogina Gamboa pronunció en una entrevista: “Yo solo
quiero que me pidan perdón”.
Etiquetas: CVR, Sendero Luminoso, terrorismo, violación de los derechos humanos, violencia política
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