viernes, 10 de octubre de 2014

¿TIENE FUTURO LA DEMOCRACIA?


Para responder a esta pregunta, tomaremos como referencia el libro escrito por Norberto Bobbio a mediados de la década de 1980, titulado “El futuro de la democracia”, una obra que reúne una selección de textos que el autor escribió a lo largo de los años sobre las llamadas “transformaciones de la democracia”.

Se trata, como se lee en la introducción, de un estudio que nació como una conferencia sostenida en 1983 en el Palacio de las Cortes de Madrid, y que fue posteriormente, corregida y aumentada, para ser presentada como disertación introductoria en el Congreso Internacional “Ya comenzó el futuro”, llevado a cabo en Locarno en 1984.

¿Por qué leer hoy “El futuro de la democracia”?

Como lo señala el propio autor: “Todos los textos reunidos en este libro tratan problemas generales y elementales. Están escritos para un público que se interesa por la política, y no para los especialistas. Son textos que en otros tiempos se habrían llamado de filosofía popular. Los mismos que han sido elaborados a partir de una preocupación esencial: hacer descender la democracia del cielo de los principios a la tierra donde chocan fuertes intereses, a partir de un lenguaje claro y sencillo”.

Democracia Ideal versus Democracia Real

En pocas palabras, lo que el autor hace en este libro es básicamente presentar las transformaciones de la democracia dentro de la línea de las “falsas promesas” o de la diferencia entre la “democracia ideal” como fue concebida por sus padres fundadores y la “democracia real” como la vivimos, con mayor o menor participación, cotidianamente.


Una definición mínima de democracia

Ahora bien, antes de pasar a exponer las principales críticas que el autor hace al modelo de democracia, señalando los obstáculos que todo régimen democrático debe sortear en su proceso de consolidación y profundización, es necesario hacer una precisión conceptual en torno al término “democracia”.

Para el autor, la única manera de entenderse cuando se habla de democracia, contrapuesta a todas las formas de gobierno autocrático, es considerarla como un “conjunto de reglas fundamentales que establecen quién está autorizado para tomar las decisiones colectivas y bajo qué procedimiento”. Una definición de corte procedimental, que ha sido duramente criticada por quienes adoptan un enfoque más sustantivo (Guillermo O’donnell, por ejemplo).

Seis grandes críticas al modelo ideal de democracia (o las falsas promesas)

Como ya lo anticipamos, para el autor, existe una gran diferencia entre la democracia ideal y la democracia real. Esto hace, que con la democracia ocurra algo que es frecuente en la historia de la humanidad: “Aquello que fue concebido como noble y elevado se ha vuelto una cruda realidad, así Grecia se volvió Roma, como la Ilustración rusa se convirtió en la Revolución rusa”. Esto nos obliga a marcar el contraste entre lo que había sido prometido y lo que se realizó efectivamente. Por eso a continuación resumiremos las seis grandes críticas al modelo ideal de democracia (las falsas promesas) que se exponen en este libro:


1)      El individuo no es el actor central
La democracia ideal nos prometió que serían los individuos los actores centrales de la vida política de la nación. Sin embargo, lo que ha sucedido en los estados democráticos es exactamente lo opuesto: los grupos se han vuelto cada vez más los sujetos políticamente relevantes, organizaciones, asociaciones, sindicatos, partidos y conglomerados empresariales son los verdaderos protagonistas en una sociedad democrática, en la que ya no es el pueblo o la nación quienes detentan el poder político último, sino más bien es el pueblo dividido en grupos, que compiten entre ellos, los encargados de ejercer el poder real. En otras palabras, se pasó del modelo ideal de sociedad monocéntrica o centrípeta a la realidad de una sociedad policéntrica o poliárquica.

2)      El ideal representativo

La democracia ideal se construyó sobre la base del ideal representativo (en oposición a la idea de mandato imperativo), es decir por una forma de representación en la que el representante elegido se convierte en guardián de los intereses de la nación y no en representante obligatorio de los intereses de quienes lo eligieron. Sin embargo, la cruda realidad democrática nos dice que no hay principio constitucional más violado que el de gobierno representativo. ¿O es que existe algún criterio general que permita distinguir el interés general del interés particular de este o de aquel grupo, o de la combinación de intereses particulares de grupos que se ponen de acuerdo entre ellos en detrimento de otros?

3)      La competencia de las oligarquías

La democracia ideal nos ofreció igualdad entre todos los ciudadanos, bajo la convicción de que no había nada más dañino para la vida cívica de una sociedad que el poder oligárquico capaz de poner a su servicio al Estado y a sus representantes. Sin embargo, lo que caracteriza a la democracia real no es la ausencia de una élite sino la presencia de muchas élites que compiten entre ellas por la conquista del voto popular (producto de la profesionalización de la política y también de la indiferencia de la mayoría de los ciudadanos por los asuntos públicos). Entonces: ¿La democracia es el gobierno de los ciudadanos o de las élites organizadas?


4)      Los espacios de poder

La democracia ideal buscaba ocupar todos los espacios en los que se ejerciera el poder político. Sin embargo, la democracia real ha mostrado que además de no haber logrado derrotar totalmente al poder oligárquico mucho menos ha conseguido penetrar en todas las áreas en las que se ejerce un poder capaz de tomar decisiones que se vuelven obligatorias para un completo grupo social. En otras palabras, cuando deseamos conocer si la democracia se ha desarrollado en un determinado país, se debería investigar no si aumentó o disminuyó el número de quienes tienen derecho a participar en las decisiones que les atañen, sino los espacios en los que pueden ejercer ese derecho. ¿Cómo democratizamos a la empresa? ¿Cómo democratizamos a la Administración Pública? Mientras ello no ocurra el proceso de democratización no podrá considerarse realizado plenamente.

5)      El poder invisible

La democracia ideal prometió acabar con los poderes invisibles, con ese poder que desde las sombras era capaz de manipular a quienes debían tomar las decisiones en nombre de los ciudadanos de toda una comunidad. Sin embargo, la democracia real no ha sido capaz de frenar el poder oscuro de las mafias, el narcotráfico, los servicios secretos no controlados, la subversión, entre otros. Por tanto, si quienes deben controlar y velar por el bien común se encuentran severamente influenciados por el poder de estos grupos, ¿Quién evitará que los representantes de la comunidad política no se pongan al servicio de los intereses de estos grupos que actúan desde las sombras?

6)      La educación y la virtud cívica

La democracia ideal se construyó bajo la idea de que la única manera de hacer que un hombre deje de ser súbdito para convertirse en ciudadano era atribuirle aquellos derechos que le permitieran desarrollar actividad cívica, y que para ello era imprescindible que los ciudadanos recibieran una educación para la democracia que los convirtieran en sujetos activos y no pasivos del proceso político, pues los gobernantes (sobre todo los despóticos) prefieren a los ciudadanos pasivos porque es más fácil tener controlados a súbditos dóciles e indiferentes que a ciudadanos cívicamente activos. Sin embargo, la democracia real nos viene demostrando que lo que se impone en el mundo actual no es la relación “Ciudadano Activo/Informado-Voto de Conciencia Cívica”, sino más bien la fórmula “Ciudadano Pasivo/Apático-Voto de Clientela”. Entonces: ¿Cómo alcanzar el ideal republicano cuando la apatía reina en la ciudadanía?


Los obstáculos de la democracia

Habiendo llegado a este punto, luego de señalar las críticas al modelo ideal de democracia que el autor expone, corresponde anotar tres ideas en torno a los obstáculos que todo esfuerzo democratizador encuentra a su paso.

1)      El gobierno de los técnicos

La democracia ideal ofreció que el gobierno y el proceso de toma de decisiones podrían ser llevados a cabo por cualquier ciudadano miembro de la comunidad política. También prometió que todos los ciudadanos tenían igual derecho a participar (de manera efectiva) en el Gobierno de la Polis. Sin embargo, el desarrollo de la economía industrial-capitalista hizo que en la democracia real los problemas técnicos sean resueltos por un conjunto cada vez más grande de personal técnico y especializado. Entonces: ¿Quiénes nos gobiernan actualmente: técnicos, políticos o ciudadanos?

2)      La verticalización del poder

La democracia ideal ofreció un sistema de poder horizontal en donde el pueblo y/o los ciudadanos sean los depositarios del poder político. Sin embargo, la modernidad (industrialización) trajo consigo el crecimiento continuo del aparato burocrático, de un aparato de poder ordenado jerárquicamente, del vértice a la base, diametralmente opuesto al ideal que la democracia prescribía. Entonces: ¿Quién es el verdadero actor en una democracia: el ciudadano o el burócrata?

3)      Demandas ciudadanas y respuesta gubernamental

La democracia ideal ofreció establecer una relación mucho más directa entre los ciudadanos y el poder. Sin embargo, el reconocimiento paulatino de derechos civiles y políticos contribuyó a emancipar a la sociedad civil del sistema político. Este proceso ha hecho que la sociedad civil se convierta en una fuente diversa e inagotable de demandas que simplemente ningún gobierno está en capacidad de responder. Entonces: ¿Cómo puede el gobierno responder, si las peticiones que provienen de una sociedad libre y emancipada son cada vez más numerosas, inalcanzables y costosas? Y si no lo puede hacer: ¿Cómo evitamos que la frustración y la insatisfacción generadas por las promesas incumplidas o por las demandas no atendidas no perviertan el orden democrático y terminen generando ingobernabilidad y conflicto?


Conclusión: ¿Por qué creer hoy en la democracia?

En palabras del autor: “Las falsas promesas y los obstáculos imprevistos de los que me he ocupado no han sido capaces de “transformar” un régimen democrático en un régimen autocrático”. ¿Por qué preferir hoy el régimen democrático a un régimen autocrático? Porque el contenido mínimo del régimen democrático es el único capaz de garantizar el ejercicio de las libertades fundamentales del hombre, apostando por elecciones periódicas, libres y competitivas, y porque las decisiones tomadas de manera concertada o en base al principio de mayoría, siempre son el resultado del debate libre entre las partes o entre los aliados de una coalición de gobierno, en donde la ciudadanía tiene mayores posibilidades de participar y ejercer control, en un clima de tolerancia y de no violencia.

Esto quiere decir, como señala el autor, que aun “sin hacer alguna apuesta sobre el futuro de la democracia, mirando el entorno no como filósofos de la historia sino como simples cronistas del presente que se atienen a los hechos y no se permiten hacer vuelos demasiado altos- las democracias existentes no sólo han sobrevivido, sino que nuevas democracias aparecieron o reaparecen allí donde jamás habían existido o habían sido eliminadas por dictaduras políticas o militares”. Eso ha hecho que, la democracia se haya convertido durante las últimas décadas en el denominador común de todas las cuestiones políticamente relevantes, teóricas y prácticas a nivel mundial. Por eso es importante no solo apostar políticamente por el futuro de la democracia, sino profundizar académicamente en su estudio.


Nota: recomendamos otras obras de este autor: Diálogo en torno a la República, Derecha e Izquierda, Liberalismo y Democracia, Igualdad y Libertad, El tiempo de los derechos, entre otras.

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