Para responder a esta pregunta, tomaremos como
referencia el libro escrito por Norberto Bobbio a mediados de la década de
1980, titulado “El futuro de la democracia”, una obra que reúne una selección
de textos que el autor escribió a lo largo de los años sobre las llamadas
“transformaciones de la democracia”.
Se trata, como se lee en la introducción, de un
estudio que nació como una conferencia sostenida en 1983 en el Palacio de las
Cortes de Madrid, y que fue posteriormente, corregida y aumentada, para ser
presentada como disertación introductoria en el Congreso Internacional “Ya
comenzó el futuro”, llevado a cabo en Locarno en 1984.
¿Por
qué leer hoy “El futuro de la democracia”?
Como lo señala el propio autor: “Todos los textos
reunidos en este libro tratan problemas generales y elementales. Están escritos
para un público que se interesa por la política, y no para los especialistas. Son
textos que en otros tiempos se habrían llamado de filosofía popular. Los mismos
que han sido elaborados a partir de una preocupación esencial: hacer descender
la democracia del cielo de los principios a la tierra donde chocan fuertes
intereses, a partir de un lenguaje claro y sencillo”.
Democracia
Ideal versus Democracia Real
En pocas palabras, lo que el autor hace en este
libro es básicamente presentar las transformaciones de la democracia dentro de
la línea de las “falsas promesas” o de la diferencia entre la “democracia ideal”
como fue concebida por sus padres fundadores y la “democracia real” como la
vivimos, con mayor o menor participación, cotidianamente.
Una
definición mínima de democracia
Ahora bien, antes de pasar a exponer las principales
críticas que el autor hace al modelo de democracia, señalando los obstáculos
que todo régimen democrático debe sortear en su proceso de consolidación y
profundización, es necesario hacer una precisión conceptual en torno al término
“democracia”.
Para el autor, la única manera de entenderse cuando
se habla de democracia, contrapuesta a todas las formas de gobierno
autocrático, es considerarla como un “conjunto de reglas fundamentales que
establecen quién está autorizado para tomar las decisiones colectivas y bajo
qué procedimiento”. Una definición de corte procedimental, que ha sido
duramente criticada por quienes adoptan un enfoque más sustantivo (Guillermo O’donnell,
por ejemplo).
Seis
grandes críticas al modelo ideal de democracia (o las falsas promesas)
Como ya lo anticipamos, para el autor, existe una
gran diferencia entre la democracia ideal y la democracia real. Esto hace, que
con la democracia ocurra algo que es frecuente en la historia de la humanidad:
“Aquello que fue concebido como noble y elevado se ha vuelto una cruda
realidad, así Grecia se volvió Roma, como la Ilustración rusa se convirtió en
la Revolución rusa”. Esto nos obliga a marcar el contraste entre lo que había
sido prometido y lo que se realizó efectivamente. Por eso a continuación resumiremos
las seis grandes críticas al modelo ideal de democracia (las falsas promesas)
que se exponen en este libro:
1)
El
individuo no es el actor central
La democracia ideal nos prometió que serían los
individuos los actores centrales de la vida política de la nación. Sin embargo,
lo que ha sucedido en los estados democráticos es exactamente lo opuesto: los
grupos se han vuelto cada vez más los sujetos políticamente relevantes,
organizaciones, asociaciones, sindicatos, partidos y conglomerados
empresariales son los verdaderos protagonistas en una sociedad democrática, en
la que ya no es el pueblo o la nación quienes detentan el poder político
último, sino más bien es el pueblo dividido en grupos, que compiten entre
ellos, los encargados de ejercer el poder real. En otras palabras, se pasó del
modelo ideal de sociedad monocéntrica o centrípeta a la realidad de una
sociedad policéntrica o poliárquica.
2)
El
ideal representativo
La democracia ideal se construyó
sobre la base del ideal representativo (en oposición a la idea de mandato
imperativo), es decir por una forma de representación en la que el
representante elegido se convierte en guardián de los intereses de la nación y
no en representante obligatorio de los intereses de quienes lo eligieron. Sin
embargo, la cruda realidad democrática nos dice que no hay principio
constitucional más violado que el de gobierno representativo. ¿O es que existe
algún criterio general que permita distinguir el interés general del interés
particular de este o de aquel grupo, o de la combinación de intereses
particulares de grupos que se ponen de acuerdo entre ellos en detrimento de
otros?
3)
La
competencia de las oligarquías
La democracia ideal nos ofreció
igualdad entre todos los ciudadanos, bajo la convicción de que no había nada
más dañino para la vida cívica de una sociedad que el poder oligárquico capaz
de poner a su servicio al Estado y a sus representantes. Sin embargo, lo que
caracteriza a la democracia real no es la ausencia de una élite sino la
presencia de muchas élites que compiten entre ellas por la conquista del voto
popular (producto de la profesionalización de la política y también de la
indiferencia de la mayoría de los ciudadanos por los asuntos públicos). Entonces:
¿La democracia es el gobierno de los ciudadanos o de las élites organizadas?
4)
Los
espacios de poder
La democracia ideal buscaba ocupar
todos los espacios en los que se ejerciera el poder político. Sin embargo, la
democracia real ha mostrado que además de no haber logrado derrotar totalmente
al poder oligárquico mucho menos ha conseguido penetrar en todas las áreas en
las que se ejerce un poder capaz de tomar decisiones que se vuelven obligatorias
para un completo grupo social. En otras palabras, cuando deseamos conocer si la
democracia se ha desarrollado en un determinado país, se debería investigar no
si aumentó o disminuyó el número de quienes tienen derecho a participar en las
decisiones que les atañen, sino los espacios en los que pueden ejercer ese
derecho. ¿Cómo democratizamos a la empresa? ¿Cómo democratizamos a la
Administración Pública? Mientras ello no ocurra el proceso de democratización
no podrá considerarse realizado plenamente.
5)
El
poder invisible
La democracia ideal prometió acabar
con los poderes invisibles, con ese poder que desde las sombras era capaz de
manipular a quienes debían tomar las decisiones en nombre de los ciudadanos de
toda una comunidad. Sin embargo, la democracia real no ha sido capaz de frenar
el poder oscuro de las mafias, el narcotráfico, los servicios secretos no
controlados, la subversión, entre otros. Por tanto, si quienes deben controlar
y velar por el bien común se encuentran severamente influenciados por el poder
de estos grupos, ¿Quién evitará que los representantes de la comunidad política
no se pongan al servicio de los intereses de estos grupos que actúan desde las
sombras?
6)
La
educación y la virtud cívica
La democracia ideal se construyó
bajo la idea de que la única manera de hacer que un hombre deje de ser súbdito
para convertirse en ciudadano era atribuirle aquellos derechos que le
permitieran desarrollar actividad cívica, y que para ello era imprescindible
que los ciudadanos recibieran una educación para la democracia que los
convirtieran en sujetos activos y no pasivos del proceso político, pues los
gobernantes (sobre todo los despóticos) prefieren a los ciudadanos pasivos
porque es más fácil tener controlados a súbditos dóciles e indiferentes que a
ciudadanos cívicamente activos. Sin embargo, la democracia real nos viene
demostrando que lo que se impone en el mundo actual no es la relación “Ciudadano
Activo/Informado-Voto de Conciencia Cívica”, sino más bien la fórmula “Ciudadano
Pasivo/Apático-Voto de Clientela”. Entonces: ¿Cómo alcanzar el ideal
republicano cuando la apatía reina en la ciudadanía?
Los obstáculos de la democracia
Habiendo
llegado a este punto, luego de señalar las críticas al modelo ideal de
democracia que el autor expone, corresponde anotar tres ideas en torno a los
obstáculos que todo esfuerzo democratizador encuentra a su paso.
1)
El
gobierno de los técnicos
La democracia ideal ofreció que el
gobierno y el proceso de toma de decisiones podrían ser llevados a cabo por
cualquier ciudadano miembro de la comunidad política. También prometió que
todos los ciudadanos tenían igual derecho a participar (de manera efectiva) en
el Gobierno de la Polis. Sin embargo, el desarrollo de la economía industrial-capitalista
hizo que en la democracia real los problemas técnicos sean resueltos por un
conjunto cada vez más grande de personal técnico y especializado. Entonces: ¿Quiénes
nos gobiernan actualmente: técnicos, políticos o ciudadanos?
2)
La
verticalización del poder
La democracia ideal ofreció un
sistema de poder horizontal en donde el pueblo y/o los ciudadanos sean los
depositarios del poder político. Sin embargo, la modernidad (industrialización)
trajo consigo el crecimiento continuo del aparato burocrático, de un aparato de
poder ordenado jerárquicamente, del vértice a la base, diametralmente opuesto
al ideal que la democracia prescribía. Entonces: ¿Quién es el verdadero actor
en una democracia: el ciudadano o el burócrata?
3)
Demandas
ciudadanas y respuesta gubernamental
La democracia ideal ofreció
establecer una relación mucho más directa entre los ciudadanos y el poder. Sin
embargo, el reconocimiento paulatino de derechos civiles y políticos contribuyó
a emancipar a la sociedad civil del sistema político. Este proceso ha hecho que
la sociedad civil se convierta en una fuente diversa e inagotable de demandas
que simplemente ningún gobierno está en capacidad de responder. Entonces: ¿Cómo
puede el gobierno responder, si las peticiones que provienen de una sociedad
libre y emancipada son cada vez más numerosas, inalcanzables y costosas? Y si
no lo puede hacer: ¿Cómo evitamos que la frustración y la insatisfacción
generadas por las promesas incumplidas o por las demandas no atendidas no
perviertan el orden democrático y terminen generando ingobernabilidad y
conflicto?
Conclusión: ¿Por qué creer hoy en
la democracia?
En
palabras del autor: “Las falsas promesas y los obstáculos imprevistos de los
que me he ocupado no han sido capaces de “transformar” un régimen democrático
en un régimen autocrático”. ¿Por qué
preferir hoy el régimen democrático a un régimen autocrático? Porque el
contenido mínimo del régimen democrático es el único capaz de garantizar el
ejercicio de las libertades fundamentales del hombre, apostando por elecciones
periódicas, libres y competitivas, y porque las decisiones tomadas de manera
concertada o en base al principio de mayoría, siempre son el resultado del
debate libre entre las partes o entre los aliados de una coalición de gobierno,
en donde la ciudadanía tiene mayores posibilidades de participar y ejercer
control, en un clima de tolerancia y de no violencia.
Esto quiere decir, como señala el autor, que aun “sin
hacer alguna apuesta sobre el futuro de la democracia, mirando el entorno no
como filósofos de la historia sino como simples cronistas del presente que se
atienen a los hechos y no se permiten hacer vuelos demasiado altos- las
democracias existentes no sólo han sobrevivido, sino que nuevas democracias
aparecieron o reaparecen allí donde jamás habían existido o habían sido
eliminadas por dictaduras políticas o militares”. Eso ha hecho que, la
democracia se haya convertido durante las últimas décadas en el denominador
común de todas las cuestiones políticamente relevantes, teóricas y prácticas a
nivel mundial. Por eso es importante no solo apostar políticamente por el
futuro de la democracia, sino profundizar académicamente en su estudio.
Nota:
recomendamos otras obras de este autor: Diálogo en torno a la República,
Derecha e Izquierda, Liberalismo y Democracia, Igualdad y Libertad, El tiempo
de los derechos, entre otras.
Etiquetas: Norberto Bobbio
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