Venezuela no es una democracia. Hace mucho dejó de
serlo. En una democracia (espero que mis amigos izquierdistas lo recuerden) se
respetan las libertades civiles de asociación, reunión, expresión e
información. En una democracia se garantiza la libertad de prensa, y los que
critican al Gobierno no son perseguidos. En una democracia la oposición tiene el
derecho a competir en elecciones limpias y justas. Estas condiciones que definen
a una democracia desaparecieron en Venezuela hace varios años.
La doble moral de la izquierda
Por eso me sorprende que algunos amigos, con los
cuales salí a las calles a criticar y enfrentar a la dictadura fujimorista, hoy
en día defiendan y justifiquen la feroz represión desatada por el chavismo en
Venezuela. Ok, algunos dirán que Chávez está muerto, y que el dictador es
Maduro y no el Comandante. A ellos les digo que la democracia llanera se
desplomó por acción directa de Chávez y no de Maduro. Este último ha demostrado
en poco tiempo, que sin el liderazgo de Chávez, la caída y el fin de la
Revolución Bolivariana está cada vez más cerca. Maduro no es otra cosa que un
ignaro político que tuvo la suerte de recibir la bendición del líder muerto.
Me dicen esos mis amigos izquierdistas, que lo que
ocurre en Venezuela es producto de la acción de una oposición golpista que se
ha puesto al servicio de los intereses imperialistas. A ellos les digo que
están absolutamente equivocados, y que sus afirmaciones son peligrosas, sobre
todo para la propia izquierda. Pretender deslegitimar cínicamente la protesta
de la oposición en Venezuela, tildándola de golpista y pro yanqui, no es otra cosa
que buscar la legitimación de la represión y la violencia criminal del
chavismo.
Al parecer, mis amigos izquierdistas han olvidado
que la criminalización de la protesta ha sido siempre una táctica usada por la
derecha, por las fuerzas conservadoras y militaristas de la sociedad. Recuerden
queridos amigos izquierdistas, que cuando la protesta deja de ser un derecho de
las mayorías, los primeros caídos son siempre los más pobres e indefensos de la
patria. Por eso los progresistas y liberales debemos siempre defender el
derecho a levantar la voz, a decir basta, independientemente del color político
del dictador a quien se repudia públicamente por sus crímenes y atrocidades.
El final se está cerca
Lo que se vive en Venezuela hoy en día, no es otra
cosa que la “Crónica de una muerte anunciada” (por citar el título de la gran
novela de otro pro chavista como Gabriel García Márquez). Como se sabe, pocos
regímenes autoritarios (personalistas) sobreviven después de la salida
(enfermedad o muerte) de su líder. Recordemos que de los 51 regímenes personalistas
que existieron entre 1945 y 1998, solo cuatro duraron después de la muerte del
dictador, tal y como se lee en la notable investigación realizada por la
politóloga Barbara Geddes sobre la estabilidad de los regímenes autoritarios. Venezuela
no será la excepción. El Gobierno chavista caerá (ahora con Maduro). De eso no
tengo dudas.
Como lo apuntó hace algún tiempo Levitsky, la
sucesión en un Gobierno autoritario como el de Venezuela genera serios
problemas al interior del partido o movimiento del autócrata. Ahora nos damos
cuenta de que la opinión del politólogo de Hardvard era algo más que la voz
profética de un académico informado. Levitsky señala que la sucesión es menos
traumática en los regímenes con un partido institucionalizado. De hecho, países
como México (con el PRI), Malasia, Vietnam y China, con la presencia de un partido oficialista
(hegemónico e institucionalizado), lograron implementar mecanismos para renovar
liderazgos y solucionar pugnas internas. He allí su éxito. Les recomiendo leer
sobre el “dedazo” en México.
Pero el problema en Venezuela es que el régimen
autoritario del chavismo no contó nunca con instituciones sólidas. De hecho, la
vida institucional del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) estuvo
marcada siempre por el sello personalista de Chávez. Por eso muchos se animaron
a vaticinar, hace ya algunos años, que la Revolución Bolivariana era
insostenible. Uno de ellos fue justamente Levitsky, para quien el régimen
político y el modelo del Socialismo del Siglo XXI, estaban condenados al
fracaso, porque se construyeron sobre dos elementos muy precarios que hacían
imposible la consolidación e institucionalización del régimen: el personalismo
y el petróleo. Lo explico brevemente.
El personalismo chavista y el petróleo
Si el proyecto chavista está herido de muerte en
estos días, es porque durante casi 14 años Hugo Chávez hizo todo menos adoptar
políticas para la consolidación de un partido político sólido que le
garantizase estabilidad al régimen una vez que este ya no estuviera entre los
vivos. ¿Le interesó a Chávez despersonalizar su movimiento? No. Al contrario.
Chávez buscó siempre ser la única voz política en Venezuela, él, y sólo él, era
la carta de triunfo de la revolución. Caudillismo y mesianismo puros.
Por eso llama la atención cuando algunos
izquierdistas peruanos llaman a Chávez “el último revolucionario de
Latinoamérica”, ya que si uno revisa la historia política venezolana de los
últimos años podrá darse cuenta (con mucha facilidad) que el chavismo fue sobre
todo un movimiento populista, que logró tejer una red clientelar y una masa de
“agradecidos” que le sirvieron para asegurar victorias electorales en
contiendas injustas. Pero que jamás se tomó en serio la tarea histórica de
llevar adelante un proyecto revolucionario como el cubano. Así, y espero que lo
que voy a decir a continuación no ofenda la sensibilidad de mis amigos
fujimoristas, para mí Chávez terminó pareciéndose más a Fujimori, que al
octogenario Fidel Castro.
Como ya lo señalamos en líneas anteriores, cuando
un régimen no se institucionaliza, está siempre expuesto a los vaivenes de la
política y al sacudón de la economía mundial. Venezuela es el más claro ejemplo
de cómo la extrema dependencia de los ingresos generados por la explotación de
petróleo pueden terminar paralizando al Estado. El petróleo (su renta
astronómica) trajo problemas de corrupción, ineficiencia y clientelismo a gran
escala, que terminaron minando la estabilidad del régimen.
Un régimen sin instituciones
El problema es que Chávez, más allá del despilfarro
fiscal que desató en cada proceso electoral, no hizo nada durante sus años como
gobernante para romper esa dependencia. ¿Qué ocurrirá cuando lleguen los años
de las vacas flacas? ¿Qué pasará cuando tengan que limitarse los subsidios?
¿Qué sucederá cuando la inflación crezca y la escasez comience a pasar factura?
Eran preguntas que muchos nos hacíamos cuando analizábamos el proceso
venezolano.
Ahora todos estamos siendo testigos del descalabro
político y económico por el cual está atravesando Venezuela gracias a la irresponsabilidad
de un gobernante autoritario y de sus secuaces (entre ellos el actual
presidente Maduro) que creyeron que una revolución se hacía repartiendo
prebendas entre los que menos tienen, usufructuando la pobreza de la gente, avivando
la confrontación y la polarización entre hermanos. Hoy, la violencia desatada
en Venezuela, no es otra cosa que el resultado de un conjunto de acciones
llevadas a cabo por un Gobierno que decidió arremeter ferozmente contra todos
aquellos que se atrevieron a cuestionar su política.
La historia de nuestro continente nos ha enseñado
que ningún Gobierno autoritario quiere dejar el poder (sino preguntémosle al
fujimorismo). Eso no quiere decir que llegado el momento estos Gobiernos no caerán.
De hecho, todas las dictaduras, ya sea debido a factores externos, o por pugnas
desatadas al interior de sus cúpulas, terminan desplomándose. El Gobierno de
Maduro caerá también. Maduro está herido de muerte, es un líder muy débil, y
con muy poco talento político para salir bien librado de situaciones de crisis.
¿Qué ocurrirá con el chavismo?
Ahora bien, ¿La caída de Maduro marcará el fin del
chavismo? No. Yo creo que con el chavismo pasará lo mismo que ha ocurrido en
Argentina con el peronismo, o lo que hemos vivido en el Perú con el
fujimorismo. El chavismo sentó sus bases y echó raíces en la sociedad
venezolana. Esa es una verdad innegable. La fuerza del chavismo está
básicamente en los sectores populares venezolanos. El chavismo, cuenta con una
identidad muy fuerte, una militancia comprometida presente en casi todos los
rincones de Venezuela, y con una ideología que los convoca y cohesiona.
Recordemos que Venezuela ha sido por muchos años un
Gobierno autoritario que contaba con apoyo mayoritario. ¿Por qué una dictadura
recibe apoyo por parte de la población, sobre todo de los sectores populares?
La razón es muy simple: Si bien es cierto los proyectos sociales de participación
popular del chavismo fueron creados de manera vertical, y estuvieron marcados
por el clientelismo y la politización de sus objetivos, no podemos negar que
estos lograron importantes logros como la extensión del acceso a servicios
básicos como la educación, vivienda, pensión y salud. Ello trajo consigo una
reducción importante de la pobreza y la desigualdad. Y con ello, un mayoritario
respaldo popular, el mismo que durante muchos años se tradujo en millones de
votos.
Los retos de una democracia en transición
Por tanto, la caída inminente de un Gobierno
autoritario como el chavista, y la apertura hacia una transición, deben ser
vistos por los partidos y las fuerzas de oposición venezolanos como la
oportunidad para sentar las bases de una democracia institucional que apueste
por la acción social, la misma que sea capaz de garantizar no sólo el respeto
por las reglas de la democracia constitucional, sino también la tutela de
derechos económicos y sociales.
Así, el gran reto para la democracia en América
Latina es la lucha contra la pobreza y la exclusión. Mientras nuestras
democracias no sean capaces de solucionar ambos problemas, siempre correremos
el riesgo de caer en manos de líderes populistas y autoritarios, que busquen
perpetuarse en el poder, violando sistemáticamente los derechos y libertades
fundamentales de los ciudadanos. Como diría el viejo maestro Raúl Ferrero
Rebagliati: “Nos toca a los demócratas, nos toca a los latinoamericanos
extender, la democracia del campo político al económico y social, haciendo
partícipes de la renta a las clases medias y populares”.
Etiquetas: Alberto Fujimori, autoritarismo competitivo, Capriles Radonski, Hugo Chávez, LEVITSKY, MADURO
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