lunes, 6 de enero de 2014

LA HOMOFOBIA ASESINA


De acuerdo a la legislación internacional, un crimen de odio es cualquier forma de violencia motivada por el prejuicio hacia una determinada religión, discapacidad física, origen étnico, grupo racial u orientación sexual. El ensañamiento, la atroz brutalidad, la maldad convertida en violencia física o psicológica son sus principales características. Este tipo de delitos suelen desencadenar en la comisión de atroces asesinatos, sin embargo, sus perpetradores, en muchos casos con la complicidad e indiferencia de las autoridades, se ríen del sistema y pasean impunemente por las calles, ante el dolor e impotencia de sus víctimas y familiares.

En el Perú, sólo entre los años 2008 y 2009, se registraron aproximadamente 126 asesinatos contra personas homosexuales. Para el periodo 2011-2012, el MHOL señaló que por lo menos 21 miembros de la comunidad LGTB fueron asesinados, y decenas fueron brutalmente agredidos. Según estas organizaciones, las cifras reportadas no logran cubrir a la totalidad de crímenes cometidos contra este grupo, pues muchos de estos delitos nunca se denuncian.

 Temor y vergüenza para denunciar

¿Por qué estos crímenes no se denuncian? Al parecer, así como en nuestro país muchas violaciones contra mujeres o menores de edad no son reportadas, los delitos cometidos contra la comunidad LGTB tampoco lo son por temor a las represalias o por la vergüenza que para muchos todavía genera el reconocer que un miembro familiar es homosexual o lesbiana. Así ocurrió hace un par de años con la brutal agresión sufrida por un amigo mío, quien luego de abandonar una discoteca en Miraflores, fue interceptado por 4 sujetos que le propinaron una terrible golpiza. ¡Eso te pasa por rosquete! Le gritaban mientras lo masacraban.


 A pesar de la gravedad del problema, nuestro país, a diferencia de lo que ocurre en otros lugares del mundo como España o los Estados Unidos, no cuenta con cifras oficiales o con entidades públicas encargadas de registrar, sistematizar y analizar los casos y las razones que explican toda esta barbarie. La violencia homofóbica es percibida como un tema de menor importancia por la mayoría de los peruanos. Es un problema que afecta a algunos cuantos “desviados”, dicen los cínicos. Tenemos problemas más importantes que resolver, señalan los más obtusos.

Una sociedad indiferente e intolerante

A todos aquellos que razonan de esta manera, les preguntaría lo siguiente: ¿Qué cosa puede ser más importante para una sociedad que la defensa de los derechos de todos sus ciudadanos? ¿Qué es más importante para un país que velar por el derecho a la vida, a la libertad, a la igualdad, de todos sus hombres y mujeres? ¿Es que en el Perú el valor de la vida depende de la orientación sexual de su titular? ¿Por qué en nuestro país las autoridades prefieren ocultar cobardemente la gravedad de este problema?

La comunidad homosexual se enfrenta diariamente a la intolerancia de una sociedad que sigue manteniendo patrones de conducta y esquemas mentales bajo los cuales los derechos de algunos hombres y mujeres pueden ser violentados por el solo hecho de ser diferentes. La comunidad homosexual debe lidiar con la indiferencia de la autoridad a la cual recurre en busca de ayuda, pues en muchos casos, son los propios agentes del Estado los que de manera alevosa y cobarde violentan a estas personas.


Según un estudio publicado por el Instituto Runa, las víctimas de esta violencia identifican como responsables del 31% de sus agresiones a integrantes de la policía. Según este mismo estudio, en el 46% de los casos son los miembros del serenazgo de Lima los que atropellan de manera reiterada sus derechos. ¿Hasta cuándo tenemos que soportar esta barbarie? Es una pregunta que ninguna autoridad se atreve a responder.

Una larga tradición homofóbica en nuestro continente

¿Cómo podemos entonces hablar de desarrollo, democracia y ciudadanía en el Perú si nuestra sociedad no es capaz de frenar esta violencia? ¿Cómo pretendemos convertirnos en un país de primer mundo cuando nuestra sociedad tolera y hasta justifica este tipo de crímenes? Lo que debe quedarnos claro es que la violencia homofóbica en contra de las minorías seguirá siendo un problema mientras no seamos capaces de enfrentarla decididamente como sociedad.

La historia reciente de nuestro continente demuestra que en América Latina los periodos de dictadura fueron tiempos terribles para la comunidad homosexual. En Latinoamérica, durante las décadas de los 70 y 80, los homosexuales fueron víctimas de una violencia sistemática que acabó con la vida de muchas personas. En Argentina, Chile, o Paraguay, por ejemplo, se perpetraron continuos actos de violencia y represión en contra de los homosexuales. Así, podemos decir que las dictaduras desataron toda su furia contra este grupo, bajo la creencia absurda y ultraconsevadora de que estos seres “anormales” no podían ser parte de ningún proyecto social, político o cultural, y que por tanto, debían de ser exterminados o borrados del mapa.


En Norteamérica, el más famoso de los crímenes de odio cometidos contra un miembro de la comunidad homosexual fue el asesinato de Harvey Bernard Milk, quien luego de renunciar a un importante cargo ejecutivo en Wall Street, decidió iniciar su carrera como activista homosexual. Harvey, y así se lo recuerda en la película que lleva su nombre (personaje interpretado por Sean Pen), es asesinado en 1978 por Dan White, supervisor de la ciudad de San Francisco por el sólo hecho de ser homosexual, luego de que en 1977 fuera elegido para ocupar el cargo de miembro de la Junta de Supervisores de dicha ciudad.

La violencia homofóbica en el Perú

En nuestro país lo casos de crímenes de odio cometidos contra homosexuales no han sido pocos. Se recuerdan los asesinatos cometidos por los grupos terroristas contra estas personas conocidos como operativos de “limpieza social”. Basta mencionar, que en el Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, se documenta el asesinato de 10 homosexuales en Aucayacu (1986), 8 en Pucallpa (1988) y otras 8 personas en Tarapoto (1989).

Hace algún tiempo los grupos de derechos humanos denunciaron el caso de Edgar Peña, joven de 32 años, al cual un grupo de salvajes le cortaron la cara y el cuerpo con una navaja y una botella rota. Edgar tuvo que ser operado de emergencia, 180 puntos se necesitaron para cerrar sus heridas. Lo mismo parece haber ocurrido con Luis Alberto Rojas, joven de 26 años, que en febrero de 2008 habría sido violado con una vara de goma por tres policías del distrito de Casa Grande.


En el año 2012, apareció un cadáver que llevaba un cartel que decía “Por Maricón”. Ese mismo año, a otra víctima le dejaron un pico de botella introducido en el ano. Este año, a María Medina le arruinaron la vida, a ella la golpearon y le arrancaron el cabello de raíz en la puerta de su colegio ubicado en San Martín de Porres. Sus agresoras la maltrataron mientras le gritaban: ¡Ella es una machona! ¡Le gusta la concha! Esta es la violencia homofóbica peruana en su versión más psicópata.

Tenemos el deber de combatir esta violencia

A este tipo de delitos se los conoce como delitos o crímenes de odio. Tal y como señalan los especialistas, son los miembros de la comunidad LGTB los que sufren este tipo de agresiones con mayor frecuencia. Esta es una problemática que parecer no tener solución. Las cifras registradas, conservadoras todas ellas, ponen en evidencia la violencia e impunidad con la que actúan estos delincuentes. Te agredo, insulto, ofendo y asesino por el solo hecho de ser LGTB. ¿Qué debe de hacer el Estado para enfrentar este problema? ¿Qué debemos de hacer los peruanos como sociedad para hacer frente a este flagelo?

En primer lugar, es necesario hacer una revisión exhaustiva de la legislación vigente. Se debe tipificar con claridad el delito o crimen de odio en nuestro Código Penal, fijando una pena proporcional al grave daño que este tipo de conductas genera en la persona de la víctima. En segundo lugar,  se debe implementar una política institucional, que abarcando a todas las instituciones involucradas (PNP, Ministerio Público, Poder Judicial, entre otras) busque dar una solución integral al problema. En tercer lugar, debemos lanzar una campaña de sensibilización a nivel de todo el aparato público, para hacerles comprender a los agentes estatales, que todos los peruanos merecen respeto, independientemente de la orientación sexual que cada uno presente.


Finalmente, resulta primordial diseñar una política educativa a nivel inicial, primario y secundario, destinada a acabar con la homofobia e intolerancia en nuestro país. Esto último resulta fundamental, pues solo en la medida que todos nuestros niños y  jóvenes dejen atrás los odios y prejuicios absurdos de sus mayores, es que los peruanos estaremos en capacidad de construir una sociedad auténticamente plural, igualitaria y democrática, en la cual todos podamos ser libres. Sólo así acabaremos con esta violencia  homofóbica y primitiva. 

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