jueves, 16 de enero de 2014

LA IZQUIERDA URUGUAYA Y LA LIBERTAD


El año pasado, la revista “The Economist”, una de las más importantes a nivel mundial, declaró a Uruguay como el país del año, la razón de esta denominación ha sido básicamente la siguiente: el gobierno izquierdista del Presidente José Mujica, otrora guerrillero tupamaru, aprobó dos importantes reformas en materia de derechos y libertades civiles como son la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo (matrimonio gay) y la regulación de la venta, producción y consumo de la marihuana. Para “The Economist”, ambas reformas son muy profundas por lo que se espera que puedan beneficiar al mundo entero.
Una tradición democrática
Todos los que conocen la historia política uruguaya saben que este país sudamericano se ha caracterizado por sus profundas raíces democráticas y su apego por el respeto al Estado de Derecho. Uruguay cuenta con la tradición democrática y constitucional más sólida de Sudamérica, la misma que le ha permitido consolidar un sistema institucional capaz de garantizar de manera efectiva el ejercicio de los derechos de las personas, hecho que sin lugar a dudas, le otorga a la democracia uruguaya mayores niveles de estabilidad y gobernabilidad.
Sin embargo, y a pesar de su fecunda vocación democrática, Uruguay, como tantos otros países de Sudamérica, también atravesó por un periodo oscuro de dictadura y represión (1973-1985), el mismo que acabó con la vida de decenas de personas, entre asesinados, torturados, perseguidos y desaparecidos. A pesar de ello, y contra lo que muchos pudieran haber presagiado, el trauma autoritario, el horror de lo vivido y la violencia desatada por los operadores de la dictadura, sirvieron para generar en todos los sectores políticos, tanto de derecha como de izquierda, una fuerte convicción democrática y una apuesta sincera por la defensa de los valores de la democracia política.
Lo que vino después de la dictadura
Decimos todo ello, pues como bien lo ha señalado Mario Vargas Llosa, “resulta extraordinario que ambas medidas, inspiradas en la cultura de la libertad, hayan sido adoptadas por el Gobierno de un movimiento que en su origen no creía en la democracia sino en la revolución marxista leninista y el modelo cubano de autoritarismo vertical y de partido único”. Recordemos que fue justamente este carácter revolucionario y socializante, lo que sirvió de justificación a los militares uruguayos, para asaltar la democracia en 1973, dando paso a una dictadura conservadora de derecha que terminó por instalar el miedo y el terror en el país.

Luego de la caída de la dictadura y del retorno a la constitucionalidad en 1985, en Uruguay, se abrió un proceso de transición política en el cual todas las fuerzas y movimientos decidieron unir esfuerzos para construir un país estable, libre y seguro, pero para ello, fue necesario que tanto la derecha como la izquierda, se comprometieran a defender y respetar las reglas y principios básicos de la democracia política, incluso por encima de las presiones de las facciones extremistas y radicales que ambos sectores todavía presentaban.
El Gobierno izquierdista del Frente Amplio
Por eso no sorprende el que una vez en el Gobierno (2005), con la presidencia de Tabaré Vásquez, y luego, con el ascenso del Presidente José Mujica, el Frente Amplio (la coalición de centro izquierda que agrupa a diversos partidos y movimientos progresistas uruguayos) haya respetado rigurosamente las reglas de la democracia política como son la independencia de los poderes públicos, la libertad de prensa, el pluralismo político, la libre competencia electoral, así como también la propiedad privada, la libertad de empresa y las libertades individuales.
La izquierda uruguaya, representada por el Frente Amplio, comprendió que la fórmula para el desarrollo era la combinación de democracia y mercado, sumada a la implementación eficiente de una serie de políticas redistributivas que le permitiesen reducir la desigualdad social y económica que tanto daño le hace a la gobernabilidad en los países de nuestro continente. De hecho, Uruguay es el país de la región que presenta la menor brecha de desigualdad.

Contra viento y marea
En todo caso, lo que sí es sorprendente, y por eso digno de resaltar, es que a pesar de la oposición de la mayoría de la población (católica, desde luego), la izquierda uruguaya, de la mano de su Presidente José Mujica, haya tenido la valentía de aprobar dos reformas liberales, que en otros países de la Sudamérica, incluyendo al Perú, son todavía hoy impensadas. Este hecho, esta vocación inclusiva, denota el perfil democrático y liberal de una izquierda que ha logrado dar el salto a la modernidad, y que seguramente hará que Uruguay, más temprano que tarde, vuelva a ser visto como “la Suiza de América del Sur”.
Con respecto al matrimonio gay, la izquierda uruguaya ha logrado entender que todas las personas, independientemente de su identidad sexual (no es una opción, como algunos dicen) tienen el derecho a ser libres, y a buscar su felicidad en condiciones de igualdad, y por tanto, merecen por parte del Estado, el mismo respeto y reconocimiento. En ese sentido, el hecho que ahora en Uruguay, todas las parejas, sean homosexuales o heterosexuales, puedan contraer matrimonio, nos habla del enorme avance que en materia de reconocimiento de derechos se ha llevado a cabo en este país. Algo que en el Perú, por cierto, muchos miramos con sana envidia.
A su turno, con relación a la regulación de la venta, producción y consumo de la marihuana, la izquierda uruguaya por fin comprendió que las políticas represivas y de criminalización que tantos miles de millones de dólares han costado, simplemente no han funcionado, y que muy por el contrario, lo único que han conseguido es encarecer el producto tornándolo mucho más rentable, generando enormes incentivos para la formación de bandas criminales y redes de corrupción asociadas al narcotráfico, problemática que día a día pone en jaque y amenaza la estabilidad de los gobiernos de Latinoamérica.

¿Aumentará el número de personas homosexuales o de consumidores de marihuana a partir de la aprobación de estas reformas?
Con respecto a lo primero, debo decir que resulta absurdo que en pleno siglo XXI tengamos a gente que cree que la homosexualidad se transmite por imitación, y que los niños/niñas que caminan por las calles a diario decidirán ser heterosexuales u homosexuales dependiendo del número de parejas que ven pasar frente a sus ojos. Sostener ello resulta absurdo, por el simple hecho que la homosexualidad no es una enfermedad que se contagia por la exposición al ambiente, o por la presencia de modelos de pareja que se salen de la regla sagrada de la heterosexualidad.

Con respecto a lo segundo, puede que el consumo de marihuana aumente en un primer momento, por la novedad que esta medida supone, sin embargo, queda claro que si el Gobierno uruguayo implementa campañas de información y educación a gran escala, dando cuenta del enorme riesgo que representa para la salud el consumo indiscriminado de este producto, entonces los niveles de consumo descenderán y la actividad empezará a tornarse mucho más controlable. Lo que sí es seguro, es que la regulación irá acabando poco a poco con el mercado negro de la marihuana, golpeando y desarticulando a las redes criminales que hasta estos días vivían gracias a este negocio clandestino (lo mismo ocurrió cuando se levantó la prohibición a las bebidas alcohólicas en los Estados Unidos).
Una izquierda moderna, democrática y liberal
Para terminar, es preciso señalar que la defensa de las libertades individuales, en el campo político, social, económico y cultural, tiene siempre algunos costos y riesgos que sus defensores deben asumir. Hoy en día el Gobierno izquierdista de José Mujica, decide correr esos riesgos, y enfrentarse a la mayoría de su país con el único objetivo de garantizar el pleno ejercicio de la libertad individual de las personas. Estas son reformas que seguramente cambiarán la vida en Uruguay, y que esperemos sean debatidas seriamente en la región.

Es muy meritorio, reitero, que movimientos de izquierda con un pasado antiliberal, hoy representados por el Frente Amplio, hayan decidido enarbolar las banderas de la libertad impulsando éstas reformas. Me pregunto: ¿Cuántos de nuestros izquierdistas locales que hoy se esfuerzan por formar el Frente Amplio estarán dispuestos a salir a los medios y apoyar medidas liberalizadoras como éstas? Pregunto ello pues eso marcará la diferencia entre esa izquierda trasnochada, que se quedó anclada en el pasado, y la izquierda moderna, democrática y liberal, que tanto necesitamos en nuestro país para la consolidación de nuestra democracia. 

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