Usaré el título del genial
libro de Octavio Paz, publicado en 1950, para graficar la situación de orfandad
por la que atraviesa nuestro presidente. En este libro, el genial escritor mexicano
reflexionó en torno al comportamiento individual y colectivo de sus paisanos. Nosotros
no tenemos una aspiración tan ambiciosa, tan solo buscamos comprender por qué
nuestro presidente se encuentra políticamente tan sólo.
Nuestro presidente se encuentra
aislado, y eso es muy peligroso. Con el correr de los meses los errores del
jefe de Estado lo han ido alejando del conjunto de partidos, movimientos y
actores que respaldaron su candidatura. Eso ha hecho que carezca de todo tipo
de apoyo social y político al momento de impulsar las reformas que el país
necesita. Creo que nadie puede negar la importancia de algunas reformas que el
presidente busca promover (servicio civil, educación universitaria, entre
otras), pero para ello necesita contar con operadores políticos que refuercen y
respalden socialmente sus planteamientos. El presidente simplemente no los
tiene.
Recordemos que el presidente
asumió el cargo de la mano de un conjunto de personalidades políticas y
técnicos de centro-izquierda que lo ayudaron a consolidar políticamente su
figura durante todo ese tiempo. Sin embargo, y luego de la crisis desatada por
el conflicto en Cajamarca (Proyecto minero Conga) decidió romper con el grueso
de este grupo buscando tender puentes de diálogo con ese otro sector al cual el
propio presidente enfrentó a lo largo de toda la campaña electoral (una alianza
contra-natura).
Fue este giro hacia la
derecha lo que motivó la salida del Premier Salomón Lerner, y anunció la
llegada de Óscar Valdés, quien hasta ese momento se desempeñaba como ministro
del Interior. Hoy, todos sabemos que Valdés y el sector al que este representa,
hicieron de todo para propiciar la caída de Lerner, y con ello la salida de los
políticos progresistas a los cuales él había logrado convocar para la campaña
(con la luz verde de la pareja presidencial).
Por algunos meses el
Presidente se sintió seguro, creyó (ilusamente) que si tenía de su lado a los
grupos de poder económico y medios de comunicación afines (los mismos que
trataron de minar su candidatura) podría ir consolidando su imagen de hombre de
Estado, situación que le permitiría fortalecerse y afrontar los reclamos y
demandas que los sectores populares que respaldaron su candidatura le harían al
ver que el presidente por el cual votaron los traicionó incumpliendo muchas de
las promesas (hoja de ruta incluida) que les hiciera para llegar a la
presidencia de nuestro país.
El Presidente se equivocó
(de medio a medio), eso evidenció la falta de experiencia política y la poca
capacidad que ha mostrado a la hora de leer el panorama y la coyuntura política
que se le presenta. Creer que la derecha económica se movilizaría y saldría a
los medios de comunicación a defender la imagen y gestión de una persona a la
cual hace algunos meses veía como un “monstruo marxista y comunista” que
destruiría a nuestro país, fue un error que más temprano que tarde le pasaría
factura.
En un sistema político sin
partidos como el nuestro, con niveles de institucionalidad tan bajos y con una
cultura política tan escasa, resulta fundamental que el presidente en ejercicio
tenga la capacidad para establecer puentes de diálogo con diversos sectores de
la sociedad, no solamente con aquellos que a lo largo de las últimas décadas
han “convertido al país en su feudo.” Esa es la única manera de poder asegurar
niveles de estabilidad social y política medianamente óptimos que le permitan
al Gobierno de turno llevar adelante el programa de reformas que desea
implementar.
Cuando un presidente no
cuenta con un partido político orgánico que lo respalde y que sea capaz de dar
batalla en las calles a nivel de gremios, sindicatos, movimientos de base,
organizaciones populares y grupos de la sociedad civil, la búsqueda de alianzas
sociales (además de las políticas) es un imperativo categórico. Una tarea que
no puede ser pospuesta para el día de mañana, una labor que no puede ser
encomendada al Primer Ministro, sobre todo teniendo en cuenta la escasa
solvencia y el poco peso político de éstos. Es el mismo presidente el que tiene
que salir a construir esos lazos. Pero para eso se requiere algo más que una
esposa carismática. Se requiere talento y convicción, características ajenas al
presidente.
Es preocupante lo que ocurre
ahora con nuestro presidente, la soledad política en la que vive lo convierte
en una figura débil, y esa debilidad se traslada al Gobierno en su conjunto, ya
que en un sistema presidencialista como el nuestro, la solidez de la figura del
jefe de Estado se irradia a todo sistema político. En otras palabras, la suerte
del sistema depende en gran medida de la fortaleza o debilidad que el
presidente proyecte. Si el presidente es débil entonces se abre el camino para
que los discursos violentistas y radicales logren capitalizar y movilizar a los
sectores sociales a los cuales él decidió ignorar, con huelgas y paralizaciones
que generan caos e inestabilidad.
Siempre me pareció un tanto
aburrido hablar del rol protagónico que la Primera Dama (por primera vez en
nuestra historia republicana) juega en este Gobierno. Lo digo así porque nadie
con dos dedos de frente puede negar la influencia que la esposa (o esposo, de
ser el caso) tiene sobre su pareja. Los medios se sorprenden de que Nadine
Heredia se haya convertido en la “vocera real del Gobierno”, en la verdadera
“Primer Ministro” de nuestro país. La verdad es que a nosotros eso no nos causa
admiración.
Como ya lo dijimos, cuando
el presidente se quedó sólo, y perdió el apoyo de quienes creyeron en su
proyecto (también en la hoja de ruta), para luego darse cuenta que sus “amigos”
de la Confiep nunca lo aceptarían como uno de los suyos, buscó refugio en la
única persona en la cual verdaderamente confía: su esposa. Para construir
alianzas políticas con diversos sectores se requiere talento, pero también se
necesita que las partes sientan confianza y crean en la palabra y en los
compromisos asumidos por los demás. Una confianza que el presidente no tiene.
Etiquetas: CASO CONGA, nadine heredia, Ollanta Humala, Oscar Valdez, Salomón Lerner
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