El 24 de marzo de 1976
marcó el inicio de una de las etapas más terribles de la historia política
Argentina. Los militares, comandados por el general Jorge Videla, derrocaban al
gobierno democrático de Isabelita Perón, instaurando una sangrienta dictadura
que dejó la escalofriante cifra de 30 mil desaparecidos.
En septiembre de ese
mismo año, durante los primeros meses de la sangrienta dictadura, siete líderes
estudiantiles de la ciudad de la Plata, entre ellos Claudia Falcone, fueron
secuestrados, torturados y asesinados. Su delito fue haber protestado por la implantación del boleto estudiantil
secundario. Sólo Pablo Díaz sobrevivió a esa tragedia. El resto de sus
compañeros forman parte de la lista de 238 adolescentes argentinos que fueron
secuestrados por órdenes de la Junta Militar (Jorge Videla, Emilio Massera y
Orlando Agosti) y que hasta el día de hoy siguen desaparecidos.
La barbarie cometida
contra estos muchachos fue bautizada por los propios perpetradores de estos
crímenes con el nombre de “La noche de
los lápices”, bajo esta denominación se conoce a la serie de secuestros
llevados a cabo a partir del 16 de septiembre en la Plata. En casi todos estos
casos, los jóvenes secuestrados no superaban la edad de 18 años.
La
Noche de los lápices muestra lo que en realidad fue ese
periodo de horror al que los militares llamaron “Reorganización Nacional”. Este
crimen en particular grafica la crueldad con la cual los militares argentinos, apoyados
por grupos de poder económico y por algunos miembros de la Iglesia Católica,
trataron a los estudiantes a los que acusaron, sin mayor prueba, pero cegados por
su odio visceral hacia los militantes de izquierda, de subversivos y terroristas.
En 1985, durante el
juicio a los miembros de las juntas militares, Pablo Díaz, el único
sobreviviente de la “Noche de los lápices”, brindó su testimonio ante la
justicia argentina, el mismo que sirvió de inspiración para que el director
gaucho, Héctor Olivera, lleve la historia a la pantalla grande, convirtiendo a este
film en una prueba histórica acerca del profundo daño que la dictadura le ocasionó
a la democracia argentina, destruyendo para siempre la vida de miles de sus
ciudadanos.
Pablo, personaje
principal en el film, narra la vida que los estudiantes secundarios llevaban
antes del golpe, su militancia en el Frente de Estudiantes Secundarios de la
Plata, la lucha por la implantación del boleto estudiantil, y las anécdotas que
como jóvenes vivían durante aquellos años en los cuales sus sueños se
construían al ritmo de Canción para mi
muerte de Sui Generis.
En 1985, luego de
recibir el testimonio de decenas de personas y reunir la prueba incriminatoria
necesaria que acreditaba la responsabilidad penal de los implicados, la
justicia argentina condenó a nueve integrantes de las juntas militares (Jorge
Videla era uno de ellos) a cadena perpetua por los delitos de homicidio
calificado, secuestro seguido de muerte, desaparición forzada, tortura, entre
otros delitos de lesa humanidad.
El proceso y posterior
sentencia a los miembros de las juntas militares marcó el inició de la
reconstrucción democrática argentina, las organizaciones de derechos humanos,
las organizaciones de la sociedad civil, entre ellas las “Madres y Abuelas de
la Plaza de Mayo” vieron en ese juicio el esfuerzo de un país por recobrar su
memoria histórica, hacer justicia y sancionar a aquellos que acabaron con la
vida de padres, hijos, abuelos, esposos, esposas, nietos y nietas. Sin embargo,
y a pesar de la indignación interna e internacional que la medida trajo
consigo, todos estos criminales fueron indultados por el presidente Carlos
Menen, una decisión que representó una de las más grandes injusticias cometidas
por el Estado argentino en perjuicio de los familiares de las víctimas y de la
memoria de los desaparecidos. Esta decisión volvió a abrir las heridas que la
justicia había empezado a cicatrizar.
A pesar de ello, y
gracias a la presión ejercida por las organizaciones de derechos humanos, la
Cámara Federal en lo Penal y Correccional de la capital argentina, declaró
inconstitucionales los indultos que beneficiaron a Videla en 2007, ordenando
reabrir los juicios a los dictadores, los cuales también deberían afrontar un
proceso por el robo sistemático de recién nacidos.
Conocida es ahora la
práctica mediante la cual a las detenidas, que en esos momentos se encontraban
en estado de gestación, les arrebataban a sus bebés que habían traído al mundo
en la cárcel, para posteriormente, luego de haberles cambiado de identidad,
darlos en adopción, o incluso venderlos, hecho que evidencia, una vez más, la
violencia insana que la dictadura desató durante esos años en contra de su
propio pueblo.
Al igual que en el caso
de la “Noche de los lápices”, la historia de estos crímenes también fue llevada
a la pantalla grande, en el film “La
historia oficial”, película que en el año de 1985 recibiera el Oscar a
mejor película extranjera, la cual ha sido estrenada decenas de veces con la
finalidad de mostrar a las nuevas generaciones el horror vivido durante
aquellos años y el esfuerzo que los argentinos, y todos los pueblos
latinoamericanos, víctimas de gobiernos dictatoriales deben hacer en su afán
por consolidar su democracia y defender los valores de la libertad y el respeto
por la vida de los hombres.
El 22 de diciembre de
2010, luego que el mismísimo Jorge Videla asumiera la responsabilidad por los
crímenes políticos cometidos durante la dictadura (1976-1983), entre ellos el
fusilamiento de 31 presos en Córdoba, el Tribunal Oral Federal 1 de la ciudad
de Córdoba sentenció a Jorge Videla por los delitos de imposición
de tormentos, homicidio calificado y tormentos seguidos de muerte, condenándolo
a prisión perpetua por tan abominables delitos.
En este juicio, como en
aquel llevado a cabo en 1985, se logró comprobar que los disidentes asesinados
durante la dictadura, la mayoría militantes de partidos de izquierda, incluso
jóvenes menores de edad como en el caso de la “Noche de los lápices”, fueron
ejecutados a mansalva entre abril y noviembre de 1976, como parte de un
operativo de “limpieza cívica”, para utilizar uno de los términos empleados por
los propios acusados durante los juicios, con el objetivo de eliminar a los
“comunistas” que querían acabar con Argentina.
El juicio al dictador
Jorge Videla, al igual que el llevado a cabo en contra del dictador peruano Alberto Fujimori por
violación de derechos humanos, fue una lección de civismo y compromiso ético
con la defensa de los valores democráticos y la dignidad del ser humano. Nunca
más los latinoamericanos permitamos que
ningún golpista, militar o civil, se atreva a arrebatarnos nuestra vida y
nuestra libertad. Nunca más permitamos que las bayonetas, fusiles y botas de
militares cobardes, manchen de sangre nuestra tierra, acabando con la vida y
los sueños de los hombres y mujeres de nuestra América.
En sus declaraciones el
dictador dijo lo siguiente: “reclamo el honor de la victoria y lamento las
secuelas”. Creo que ningún hombre con algo de humanidad y amor por la vida
hubiera podido proferir una frase tan terrorífica como la del general Videla. Sentir
orgullo por haber desaparecido a 30 mil argentinos, asesinado a otros cientos,
torturado a mujeres, maltratado a adolescentes, y robado a aproximadamente 400
recién nacidos privándoles de su identidad y del amor de sus familias, es un
sentimiento que únicamente puede ser experimentado por una persona con una
mente enferma y un alma carcomida por el odio y el deseo de venganza y sangre.
Por estos hechos, en
julio del año pasado, el Tribunal
Oral Federal 6 condenó al dictador por idear y ejecutar un plan sistemático y
generalizado para robar y ocultar bebés nacidos en cautiverio durante la
dictadura. El tribunal lo condenó a una pena a 50 años de prisión y unificó las
sentencias anteriores en una pena única de reclusión perpetua.
La sentencia impuesta al
dictador abrió una nueva etapa en Argentina. Gracias a este fallo, Claudia Falcone puede ahora descansar
en paz. Luego de 36 años podrá cerrar los ojos y volverá a conciliar el sueño,
ya no tendrá pesadillas, ya no sentirá vergüenza de la justicia y de la clase
política de su país que tantas veces le dieron la espalda, sentirá que su
Argentina a la que tanto amó, le hizo justicia, y con ella, le ha devuelto la
fe a todo un país, un país que siempre estuvo en contra de las amnistías e
indultos para sus asesinos, de las leyes de punto final y de los recursos dilatorios
que durante años fueron presentados por los militares asesinos. Esta sentencia
debe llenar de orgullo a todos los argentinos pues aunque sea por unos
instantes les ha devuelto la vida a sus hijos a los cuales pensó haber perdido
para siempre en la “Noche de los lápices”.
Hoy, 17 de mayo de
2013, el dictador ha muerto. ¿Cuántos secretos de horror y violencia se habrá
llevado este asesino a la tumba? ¿Se habrá arrepentido de sus crímenes? ¿Habrá
sentido remordimiento por los jóvenes a los que les arrebató la vida? Eso nadie
lo sabrá jamás. Lo único que les puedo decir, como demócrata y defensor de los
derechos humanos, es que el día de hoy la muerte ha ganado para siempre a uno
de sus hijos predilectos. Porque Jorge Videla, el asesino y dictador, fue uno
de los más insignes ángeles de la muerte en la historia reciente de nuestra
América Latina.
Etiquetas: claudia falcone, dictadura argentina, jorge videla, la noche de los lápices, Muerte de Jorge Videla, robo de bebés
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