El mundo está feliz. Los 1200 millones de católicos celebran el
nombramiento del nuevo Papa, el argentino Jorge Mario Bergoglio, quien será
llamado por sus fieles con el nombre de Francisco I. La algarabía ha sido
general, pero ese júbilo, sin lugar a dudas, es mucho mayor en América Latina,
en especial, en su natal Argentina. Cientos de argentinos tomaron las calles de
Buenos Aires para celebrar dicha designación y desearle al nuevo Papa el mayor
de los éxitos. Pero no todos comparten esa misma felicidad, algunos medios en
ese país recuerdan el papel que la Iglesia, y en especial Bergoglio, cumplió
durante los años de la dictadura argentina (1976-1983).
Cuando los curas jesuitas decidieron denunciar los abusos del régimen
militar, el nuevo Papa optó por asumir una posición timorata y permisiva frente
a los atroces crímenes que la Junta Militar cometía a diario en este país.
Bergoglio guardó silencio, y se mantuvo alejado de los asuntos políticos, para
luego alegar desconocimiento de lo que ocurría durante los años oscuros del
régimen de facto. La frase que marcó la conducta de Bergoglio en esos años fue:
“el lugar de los sacerdotes eran las iglesias”.
Bergoglio y la dictadura
El 15 de noviembre de 1976 se llevó a cabo una reunión entre la Junta
Militar y la Conferencia Episcopal argentina, en ella los representantes del
clero dejaron sentada su posición frente al proceso iniciado por los militares
luego del golpe de Estado de 1976. La posición de la Iglesia fue la siguiente:
“de ninguna manera pretendemos plantear una posición crítica a la acción del
gobierno dado que un fracaso llevaría,
con mucha probabilidad, al marxismo, por lo cual acompañamos al actual proceso
de re-organización del país”.
Es decir, en forma clara y explícita se menciona la adhesión y aceptación
episcopal de la dictadura que acabó con la vida de miles de argentinos so
pretexto de librar al continente de los peligros que el ateísmo marxista traía
consigo. Así consta en los archivos del episcopado de la calle Suipacha en
Buenos Aires. Esta es la verdad que Bergoglio pretendió encubrir con la
publicación del libro “Iglesia y Democracia en la Argentina”, que él editó en
2006.
Bergoglio, en el libro antes citado, señala que la Iglesia “fue conociendo
de a poco el proceder de la Junta Militar”. Esto que pudiera parecer cierto,
contrasta con lo que miembros de la propia Iglesia argentina como el cardenal
Raúl Primatesta y los obispos Vicente Zazpe, Miguel Hesayne y Enrique
Angelelli, informaron el 10 de mayo de 1976 en la Asamblea Plenaria del
Episcopado. En esta reunión los sacerdotes dijeron: “se han producido numerosos
despidos en las fábricas, secuestros, ejecuciones llevadas a cabo por grupos
parapoliciales y desapariciones forzadas”. También hablaron de corrupción,
torturas policiales y una numerosa cantidad de personas detenidas injustamente.
El obispo Hesayne, con una mayor firmeza que los demás, señaló que la
“Iglesia debía apoyar a los familiares de las personas detenidas-desaparecidas,
y lamentaba que el Episcopado estuviera dividido y los militares pudieran
valerse de unos obispos en contra de otros”. Entonces, siguiendo a Bergoglio:
¿podemos creer que la Iglesia argentina no sabía de los actos de violación
contra los derechos humanos cometidos por la dictadura a la cual ella decidió
apoyar? ¿Él no sabía sobre los crímenes que a diario eran cometidos por los
militares en contra del pueblo argentino?
Pero las acusaciones más duras contra Bergoglio llegaron luego de la
publicación de su libro “El Jesuita”. En este texto, Bergoglio explicó que su
misión como provincial de la Compañía de Jesús entre 1973 y 1979 fue la de
ayudar a los más pobres y necesitados. Sin embargo, Emilio Mignone, fundador
del CELS, recuerda que ese periodo estuvo manchado por las denuncias de los
sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics, quienes afirmaron que fue Bergoglio
quien los entregó a los militares. Ambos estuvieron secuestrados durante cinco
meses.
En ese operativo también fueron detenidos cuatro catequistas y dos de sus
esposos. Estos no tuvieron la misma suerte de los obispos pues hasta el día de
hoy permanecen desaparecidos. Entre estas víctimas se cuentan a Candelaria
Mignone, hija de Emilio, y María Vásquez Ocampo, hija de Martha Ocampo,
presidenta de Madres de Plaza de Mayo. Estas denuncias, hasta el día de hoy, no
han sido esclarecidas.
Bergoglio y la libertad de los hombres
Pretender que alguno de los cardenales “papables” tenga una posición mucho
más flexible y tolerante sobre temas como la unión homosexual, el aborto o la
eutanasia, es una ingenuidad. En este tipo de controversias la jerarquía
eclesial tiene un discurso monocorde que no admite prueba en contrario. No
importa si el mundo cambió, si la realidad se impone sobre los dogmas o si las
sociedades han empezado a reconocer que todas las personas, sin distinción de
ningún tipo, tienen derecho a ser felices. Nada de eso importa. Para las
autoridades eclesiásticas las verdades divinas no admiten discusión. “Existen
modos de vida que simplemente no están dentro del plan que Dios quiere que los
hombres sigan”. ¿Quién sabe qué cosa Dios quiso para los hombres? Pues ellos
mismos, y así será por los siguientes dos mil años.
Más allá de ello, resulta interesante hacer referencia a la manera cómo
Bergoglio ha encarado estos temas durante sus años como Cardenal en Argentina. Dicen
que el lenguaje de los hombres es el mundo que ellos conocen, por eso es
importante recordar algunas de sus más polémicas intervenciones en torno a
estos temas.
Bergoglio es reconocido como un opositor tenaz y acérrimo al matrimonio
igualitario y al aborto no punible. Hace algún tiempo, durante el debate que
generó el proyecto de ley impulsado por el oficialismo argentino que buscaba
legalizar el matrimonio homosexual, Bergoglio redactó una carta de rechazo
dirigida a los cuatro monasterios de Buenos Aires. En esta comunicación
Bergoglio dijo lo siguiente: “no seamos ingenuos: no se trata de una simple
lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios”. Es decir, en la
filosofía del nuevo Papa, las luchas por el reconocimiento de derechos civiles
en países como Argentina no son otra cosa que planes diseñados por el demonio
para acabar con la obra perfecta de Dios.
Sobre este mismo asunto, Bergoglio también afirmó que el proyecto de ley
presentado constituía una “movida” del padre de la mentira que pretende
confundir y engañar a los hijos de Dios. Para Bergoglio, todos aquellos que
apoyamos la adopción de medidas igualitarias por parte de los gobiernos de
nuestro continente en favor de minorías sexuales históricamente discriminadas y
perseguidas, hemos sido engañados por el Demonio y hemos sucumbido ante los
artilugios de sus promotores en la tierra. Es decir, los movimientos de
derechos humanos que han enarbolado las banderas del igualitarismo son para el
nuevo Papa algo así como los “jinetes del apocalipsis del siglo XXI”.
Bergoglio y la política
Estas declaraciones y su posición militante en contra de la propuesta (la
cual al final terminó por imponerse), motivaron una dura respuesta por parte
del gobierno argentino. Dicho sea de paso, la relación de Bergoglio con la
pareja Kirchner no ha sido de las mejores. En alguna oportunidad, Néstor
Kirchner llegó a decir que los obispos, con Bergoglio a la cabeza, eran un
factor de cuestionamiento a su gestión. ¿No era acaso que el papel de los obispos
está en las Iglesias y no en la política? Para Néstor, Bergoglio, así lo señaló
públicamente, era el verdadero representante de la oposición.
Luego llegó Cristina a la presidencia, y la polémica por el matrimonio
homosexual agudizó la tirante relación que siempre existió entre ellos.
Bergoglio afirmó que quienes apoyaban esta propuesta se ponían al servicio del
demonio, pues arteramente atentaban contra la imagen de Dios: hombre y mujer
que reciben el mandato de crecer, multiplicarse y dominar la tierra. La
respuesta de Cristina no se haría esperar: “me preocupa el tono que ha
adquirido el discurso, se plantea como una cuestión de moral religiosa y
atentatoria del orden natural, cuando en realidad lo que se está haciendo es
mirar una realidad que ya está”, señaló. Al poco tiempo, la presidenta
calificaría a este tipo de discurso como desfasado y lo comparó con el que se
tenía en la época medieval e Inquisitorial.
Bergoglio y los derechos de la mujer
A pesar de haber invocado a Dios
muchas veces, Bergoglio no pudo impedir la promulgación del matrimonio
igualitario en Argentina. Pero los encontronazos con el Gobierno de su país no
acabaron allí. De hecho, Bergoglio siguió criticando duramente las decisiones
que el Gobierno de Cristina adoptó con relación a temas vinculados a los
derechos sexuales y reproductivos de la mujer.
Todos recuerdan su oposición a que el Estado promoviera campañas de
educación sexual, planificación familiar y entrega de anticonceptivos para las
mujeres a nivel nacional. Esa misma actitud de rechazo presentó cuando Cristina
decidió dar luz verde a la promoción de programas de inseminación artificial
gratuitos. No hace falta señalar que Bergoglio se opuso ferozmente a debatir la
posibilidad de que las parejas homosexuales puedan adoptar niños como ocurre en
otras partes del mundo.
Pero el repertorio de declaraciones de Bergoglio sobre los derechos de las
mujeres llegó a su clímax el 4 de junio de 2007. En plena campaña presidencial,
refiriéndose a la candidatura de Cristina, el nuevo Papa dijo (tomen nota): "las
mujeres son naturalmente ineptas para ejercer cargos políticos. El orden
natural y los hechos nos enseñan que el hombre es el ser político por
excelencia; las Escrituras nos demuestran que la mujer siempre es el apoyo del
hombre pensador y hacedor, pero nada más que eso”. Y finalizó diciendo: “hay
que tener memoria; tuvimos una mujer como Presidente de la Nación y todos
sabemos qué pasó”, en clara alusión a la viuda de Perón, Estela María
Martínez.
A modo de conclusión
Los argentinos parecen tener una muy
buena memoria, y le recordaron a Bergoglio que el gobierno de Estela fue
interrumpido de manera violenta por las armas de los militares golpistas a los
cuales la Iglesia y él con su silencio cómplice apoyaron.
Esta es también la historia del nuevo
Papa. Historia que seguramente muchos prefieren no recordar. Los hombres somos
esclavos de nuestras palabras. Nuestra conducta es consecuencia de la
personalidad que nosotros tenemos. Por ello, quienes asumen que la llegada de Jorge
Mario Bergoglio a Roma abrirá una nueva etapa en la historia de la Iglesia
están profundamente equivocados. Nada cambiará, y así será, por los siglos de
los siglos. Amén.
Etiquetas: Cristina Fernández de Kirchner, dictadura argentina, eutanasia, Francisco I, iglesia y aborto, Jorge Mario Bergoglio, matrimonio homosexual, Néstor Kirchner, Papa
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