En
eso se ha convertido mi querida Cajamarca. Hace algunos días estuve por allá en
un viaje familiar y pude constatar personalmente tan penosa realidad. Según me
refieren algunos amigos con los cuales comparto la afición por los libros y el
gusto por la lectura Cajamarca es todo menos una ciudad en donde las personas
puedan ir en búsqueda de un buen libro o publicación que satisfaga su deseo por
consumir cultura y conocimiento.
Iniciamos
la búsqueda en la Plaza de Armas de la ciudad, luego, nos trasladamos hasta el
mismísimo aeropuerto en donde nos dijeron que podríamos encontrar un pequeño
módulo de una conocida librería capitalina, pero para mala suerte nuestra el
módulo ya no existe. Finalmente, y ya con la esperanza hecha añicos, tuvimos la
idea de buscar en un supermercado recientemente inaugurado. Una vez dentro de
este monstruo comercial, divisamos a lo lejos en un par de repisas no más de 50
libros, la mayoría de ellos de autoayuda (el clásico “Tus zonas erróneas”).
Como
pensé que era una broma de mal gusto, consultamos con los encargados del lugar
y les preguntamos si esos eran los únicos libros que tenían, la respuesta fue
más terrible de lo que esperábamos: “Sí, pero tenemos muchas agendas y material
de escritorio”, señaló el jovencito de uniforme, con una convicción que parecía
más una sentencia. Para ser sinceros diré que encontré únicamente tres títulos
conocidos: “El amante uruguayo”, “Dándole pena a la tristeza” y “La
civilización del espectáculo”, los demás textos podemos decir que decoraban el
lugar, o mejor dicho, servían para colorear la repisa y para hacernos creer que
para los dueños de este negocio los libros “también tienen un lugar”.
Pero
veamos, la lógica del comercio es muy sencilla. Existe oferta cuando la demanda
es creciente. En Cajamarca contamos con muchas licorerías porque a nosotros nos
gusta muchísimo la noche y la jarana, existen bares porque los jóvenes los
desbordan cada fin de semana, existen burdeles porque la demanda (según me
contó el dueño de uno de ellos) ha crecido enormemente en la última década,
existen supermercados y centros comerciales (pronto se inaugurará uno más)
porque a la gente le encanta gastar su dinero al puro estilo de las grandes
ciudades, por último, existen negocios de todo tipo porque existe un público diverso
que consume esta oferta haciéndolos rentables.
Si
ello es así, la lógica nos lleva a una conclusión francamente desalentadora: En
Cajamarca no tenemos librerías porque este negocio no es rentable debido a que
para el residente promedio de la ciudad los libros son algo así como enemigos a
los cuales se los debe eliminar y la lectura un pasatiempo aburrido que no
puede competir con otros placeres terrenales capaces de hacerlos vibrar
llevándolos al éxtasis.
Como
a veces la lógica humana, puesta en práctica de manera lineal, nos puede llevar
a conclusiones falaces seguí indagando sobre la razón de este fenómeno,
pregunté entre algunos conocidos si en algún momento el centro comercial que
tanto movimiento económico ha generado contó entre sus tiendas con alguna
librería, ellos me dijeron lo siguiente: Sí, en sus primeros meses había una
tienda de una librería conocida a nivel nacional, incluso, también podíamos
encontrar una tienda de discos, sin embargo, al cabo de algún tiempo esta cerró
pues las ventas eran muy escasas y no era rentable mantener un negocio de esta
naturaleza.
Lo
más curioso de todo esto es que para muchas de las personas con las cuales
conversé esta situación no parece preocuparles. Me dijeron que los libros no
son algo importante y que en Cajamarca no encontraría la oferta cultural que se
encuentra en Lima pues los gustos de la población son otros. Yo personalmente
me resisto a creer esto, entiendo que la oferta literaria, teatral o pictórica
de una ciudad como Cajamarca no puede ser la misma que ofrece una metrópolis
como Lima, pero no puede ser posible que no contemos con tan sólo “una
librería”.
Dicho
sea de paso, tampoco contamos con un teatro moderno, menos una galería para
presentaciones pictóricas y fotográficas. En otras palabras, la cultura parece
no tener cabida en una ciudad que según los especialistas ha sido una de las
que más creció económicamente durante los últimos años.
Dicen
que Cajamarca es uno de los polos de desarrollo de nuestro país, creo que esta
frase es por lo menos discutible. Me parece que quienes la sostienen no tienen
muy clara la diferencia entre crecimiento económico y desarrollo. Me parece que
para que una ciudad se desarrolle no basta con poner más dinero en los
bolsillos de la gente sino en impulsar desde el Estado y con el concurso del
sector privado actividades destinadas a promover la cultura, el conocimiento,
el arte y la educación entre la gente.
Pero
lo más triste vino después, luego de constatar que para el sector privado es
poco rentable tener un negocio como una librería en Cajamarca (una más o menos
equipada, no pedimos una como las que tenemos en Lima, las cuales también dejan
mucho que desear) me tomé el trabajo de preguntar por el estado de la
“biblioteca pública de la ciudad”.
Mi
padre y otros tíos me contaban que hace algunas décadas Cajamarca contaba con
una biblioteca municipal que acogía con generosidad a un número más o menos
importante de lectores. De hecho, mi padre pasó muchas horas en sus mesas y
anaqueles devorando libros y encontrando historias que luego me narraría. Hoy
en día la situación de la biblioteca municipal es muy precaria, incluso, muchos
de los jóvenes a los cuales les pregunté si alguna vez habían ido a visitarla
me dijeron que no sabían ni siquiera dónde estaba ubicada. Ese tipo de
respuestas me entristecieron muchísimo pues los libros son grandes consejeros y
fuente de conocimiento inagotable.
¿Qué
hacer entonces? La pregunta puede parecer presuntuosa, uno podría decir que no
hay nada que hacer pues la situación que yo describo no es un verdadero
problema (algunos como ya señalé me dijeron que existen problemas más
importantes que estar preocupándome por librerías o bibliotecas) pero creo que
existe un buen grupo de paisanos a los cuales sí les interesa encontrar maneras
inteligentes para promover la cultura y llevar el conocimiento a los
ciudadanos, sobre todo a los más jóvenes.
Pregunté
si en este campo el Gobierno Regional o la Municipalidad Provincial de
Cajamarca tenían programas destinados a difundir la historia, el pasado, el
arte, la cultura o la literatura de nuestra región (sería muy ambicioso exigir
una visión más universalista dada la situación actual del estado de cosas) no
encontré ninguna respuesta afirmativa a esta interrogante. Nadie ha escuchado
nunca de alguna iniciativa estatal destinada a trabajar en este campo.
La
lógica del empresario, comerciante y de quien hace negocio es hacer dinero, eso
es algo que todos entendemos, pero para que al Estado no le interese en lo más
mínimo la cultura de la ciudad es porque algo está mal entre nosotros, algo que
parece importarle muy poco a la mayor cantidad de cajamarquinos.
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