La noticia tomó por sorpresa a todo el
planeta. La renuncia del papa Benedicto XVI a su cargo es un hecho de una relevancia
histórica universal. La influencia de la Iglesia Católica en la formación de la
cultura occidental es indiscutible, esto hace que una decisión de este tipo
ocasione un verdadero cisma a nivel mundial. Nadie podía presagiar esta
renuncia, aunque según señalan algunos medios internacionales, esta decisión había
sido tomada por el Papa luego de su
viaje a Cuba y México en el mes de marzo del año pasado.
En su carta de renuncia, Benedicto XVI
señaló que debido a su edad avanzada (85 años), ya no tenía las fuerzas
suficientes como para cumplir con su misión de pastor de toda la Iglesia
Católica en la tierra. Por su parte, Federico Lombardi, vocero oficial del
Vaticano, reconoció que durante los últimos meses la salud del Papa se había
visto resquebrajada, además recordó que el sumo pontífice lleva un marcapasos
hace 10 años, y que apenas hace tres meses se sometió a una operación para
cambiarle las pilas. No obstante ello, Angelo Sodano, decano del Colegio
Cardenalicio, quien fuera uno de los presentes en el consistorio de los lunes,
ha declarado que todos los cardenales quedaron absolutamente desconcertados con
la noticia.
Por su parte, el hermano mayor de
Benedicto XVI, el también sacerdote, Georg Ratzinger, confirmó esta versión al
señalar a medios alemanes que sus médicos le habían aconsejado no realizar más
viajes transatlánticos, por las evidentes dificultades que había empezado a
tener al momento de caminar. Los especialistas le habrían prescrito llevar una
vida de reposo y cuidado. Eso explicaría la decisión del Papa de retirarse a un
monasterio de monjas de clausura, una vez fuera del cargo, para vivir sus
últimos años en un ambiente de tranquilidad y oración.
Muchos católicos en el mundo pensaban
hasta el día de hoy que el cargo de Papa era irrenunciable, y que la sucesión
papal únicamente procedía ante el fallecimiento del pontífice. Sin embargo,
como se recuerda, fue durante el papado de Juan Pablo II, en el año de 1982,
para ser más precisos, que se promulgó el Código de Derecho Canónico actualmente
vigente, en el cual se establece que si el Papa renuncia, se requiere que este
acto se realice de manera libre, y que además, la renuncia no sea aceptada por
nadie como muestra de respeto a su investidura.
Los historiadores han dicho que esta no
es la primera vez que un Papa renuncia a su cargo. De hecho, fue el Papa
Gregorio XII, el último pontífice en renunciar al cargo en el año de 1415, ello
en el marco de un proceso de negociación que trató de poner punto final a una
gran disputa existente entre dos papas que trataban de imponer su autoridad al
interior de la Iglesia Católica. Sin embargo, la renuncia de Benedicto XVI es
especial pues desde 1294 ningún Papa
había renunciado de manera absolutamente voluntaria. Como se sabe, en ese año, el
Papa Celestino V dejó el cargo cinco meses después de haberlo asumido, alegando
carecer de las virtudes suficientes para asumir semejante responsabilidad.
Las reacciones a nivel mundial ante
esta renuncia no se han hecho esperar. Líderes políticos y jefes de Estado de
todo el mundo se han pronunciado señalando que el anuncio del Papa es un gesto
de “grandeza” y “humildad” que denota las bondades personales de este hombre. En
Europa, el canciller alemán, Angela Merkel, luego de calificar al Papa como uno
de los pensadores religiosos más importantes de nuestra era, mostró su respeto
por la decisión tomada.
Asimismo, en Latinoamérica, Enrique
Peña Nieto, presidente de México, y Sebastián Piñera, gobernante de Chile, han
coincidido en calificar a este acto como una muestra de “coraje y consecuencia”
en la vida de una persona que entregó su labor diaria a la Iglesia Católica. De
la misma opinión ha sido el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, quién
además elogió la labor que Benedicto XVI ha cumplido en la promoción del
diálogo interreligioso desde que asumió su mandato.
Pero más allá de la renuncia del Papa,
habría que decir que el mandato de Benedicto XVI no ha sido nada fácil. Dos
fueron los grandes problemas que este hombre tuvo que afrontar al frente del
Vaticano, y numerosas las críticas que algunas de sus posiciones
ultraconservadoras generaron en la opinión pública mundial.
El primero de ellos estuvo vinculado a
lo que la prensa denominó el escándalo “Vatileaks”, referido a la filtración de
documentos privados del mismísimo Papa. En esa oportunidad, personas cercanas
al Vaticano acusaron a Tarcisio Bertone, nombrado secretario del Estado
Pontifico por el propio Papa, como el responsable de esta infidencia. El
segundo, relacionado a los miles de casos de pedofilia denunciados por
familiares y víctimas en contra de curas pederastas en todo el mundo, muchos de
los cuales habían sido ocultados durante el mandato de Juan Pablo II.
Justo es reconocer que en ambos casos
el Papa mostró consecuencia e inteligencia al momento de tomar decisiones.
Debemos destacar su total condena a los actos de abuso sexual contra menores,
actitud que permitió descubrir y poner en manos de la justicia a decenas de
curas americanos, irlandeses, alemanes y austriacos, como nunca antes había
ocurrido en la historia.
Pero la performance de Benedicto XVI no
fue ajena a las críticas. Su dura oposición a temas como el matrimonio
homosexual, el sacerdocio femenino, la abolición del deber de castidad para los
que visten sotana, el aborto, la eutanasia o la promoción y difusión de métodos
anticonceptivos (preservativos) como medio para hacer frente al VIH, generaron
rechazo en un importante sector de la población mundial, incluso dentro de la
propia feligresía católica.
El 28 de febrero el Papa dejará
oficialmente el cargo. Se sabe que el cónclave en el que se elegirá a su
sucesor se llevará a cabo entre el 24 de marzo y el 1 de abril. La decisión
recaerá en 120 cardenales, menores de 80 años, que votarán en la Capilla Sixtina para elegir al
nuevo pontífice. Para elegir al sucesor se necesitan los dos tercios de los
votos (80 votos como mínimo). De ser el caso, si en 30 votaciones no se lograse
alcanzar esta mayoría, el nuevo Papa sería elegido por mayoría simple.
Según informan los medios extranjeros,
la carrera por la sucesión ya empezó y los candidatos comienzan a ser voceados.
Se sabe que entre los cardenales existen dos corrientes de pensamiento
contrapuestas. Una de ellas vinculada a sectores consevadores, y la otra,
apegada a una línea mucho más progresista y moderna. Así, tenemos que los
nombres que suenan con mayor fuerza en Roma son los del suizo Kurt Koch, el
alemán Gerhard Müller, el estadounidense Timothy Dolan, el canadiense Marc
Ouellet, así como los sudamericanos Scherer, Braz de Aviz y Sandri.
Esta elección será muy importante para
la Iglesia Católica. Esperemos que quien sea elegido Papa tenga una mayor
apertura y tolerancia frente a los cambios que este siglo XXI propone. Aunque
al parecer, según los expertos, el nuevo Papa tendrá más bien un perfil
moderado, en un esfuerzo por centrar a la institución eclesial luego de años en
los cuales se la identificó con los sectores más duros de la derecha
internacional. Lo que sí se sabe es que el elegido deberá ser un hombre joven
que pueda conducir a los católicos durante varios años. En fin, veremos qué pasa. Como dicen los católicos
(yo no formo parte de ese grupo): eso sólo Dios lo sabe.
Etiquetas: Benedicto XVI, Capilla Sixtina, castidad sacerdotal, curas perederastas, Papa, renuncia de Benedicto XVI, sacerdotes pederastas, Vatileaks
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