El miércoles de la semana pasada (28ENE2015), el Congreso
de la República de Chile aprobó el Acuerdo de Vida en Pareja (AVP) creando el
Acuerdo de Unión Civil, el mismo que podrá ser suscrito por parejas heterosexuales
como homosexuales, convirtiéndose en el séptimo país de América del Sur en
promulgar una legislación que reconoce el derecho de las personas del mismo
sexo a unirse civilmente bajo el reconocimiento oficial del Estado.
Al respecto, son gráficas las palabras de la presidenta del
Senado, Isabel Allende, quien calificó de “paso histórico” la aprobación de
esta ley, que a su juicio, permite “avanzar en el respeto, derechos y dignidad
de las personas, pues garantiza que hoy en día nadie sea discriminado por su
identidad sexual”.
Como se
recuerda, desde 2003, diversas propuestas fueron presentadas en el Congreso
chileno con el objetivo de garantizar el derecho de las parejas del mismo sexo
a universo civilmente. De hecho, en 2006 y 2010, los principales candidatos
presidenciales se comprometieron a presentar propuestas normativas sobre esta
materia, señalando públicamente que apoyaban la lucha de la comunidad LGTB por
alcanzar este objetivo.
En
declaraciones a la prensa, el ex presidente chileno Sebastián Piñera declaró
que estaba a favor de legalizar una forma de unión civil para parejas
heterosexuales y homosexuales (por igual), ya que su intención era la de
“proteger y salvaguardar la dignidad de todas las parejas”, reconociendo a las
segundas, una serie de derechos que hasta la fecha eran disfrutados
exclusivamente por las parejas casadas: herencia, bienestar y/o asistencia
social, seguro médico, pensiones, entre otros.
Fue así como en
2011, el Gobierno de Sebastián Piñera presentó ante el Parlamento chileno el
proyecto de ley que creaba el AVP, el mismo que pese a la idea de que Chile es
un país “fuertemente conservador”, recibió -desde su presentación- el apoyo
creciente y entusiasta de la opinión pública, la misma que hoy en día ha
respaldado esta Ley por considerar que se trata de una medida que reconoce y
tutela los derechos de una minoría históricamente discriminada.
De hecho, recientes
estudios de opinión pública revelan que la mayor parte de la población chilena
está a favor de este tipo de iniciativas que reconocen y garantizan los
derechos de las parejas homosexuales, para que los mismos sean ejercidos en
condiciones de respeto e igualdad. Así, casi el 70% de los chilenos está a
favor de esta Ley de Unión Civil. Además, según el Instituto Nacional de la
Juventud (INJUV), siete (7) de cada diez (10) jóvenes en Chile apoyan el
matrimonio homosexual y un 64% aprueba la adopción por parte de homosexuales.
Asimismo, la encuesta titulada “Percepciones en torno a la Diversidad Sexual”
muestra que del 70% de apoyo al matrimonio homosexual, son más mujeres (75%) que
hombres (65%) las que lo aprueban.
Como ya lo
señalé en líneas anteriores, Chile ya forma parte del grupo de países (casi
todos) en Sudamérica que cuenta con una legislación que reconoce el derecho de
las parejas homosexuales a unirse civilmente. Así, en esta parte de
Latinoamérica, sólo tres países carecen de este tipo de normativa: Bolivia,
Paraguay, y lastimosamente, Perú. ¿Hasta cuándo? Yo creo que más temprano que
tarde nuestro país también dará este paso, sobre todo, si tomamos en cuenta que
entre la población juvenil, menos machista y homofóbica, el respaldo a esta
medida es cada vez mayor. La aprobación de la Unión Civil –luego el matrimonio
homosexual, de eso estoy seguro- es tan sólo cuestión de tiempo, ya que como se
dice: “uno no puede oponerse al avance y peso de la historia”.
¿Por qué
sostengo ello? Una encuesta de Apoyo (2014) reveló que el
31% de los peruanos apoya el Proyecto de Ley de Unión Civil para parejas del
mismo sexo presentado por el Congresista Carlos Bruce, y al paso que vamos,
creo que este porcentaje aumenta cada día. Esta es una tendencia global que se
presenta en casi todo el mundo -occidental- (el Perú no es la excepción). Para
ello, basta recordar, por ejemplo, que en el año 1996, solo el 27% de los
estadounidenses apoyaba el matrimonio gay, y que hoy ese porcentaje es de 54%.
Como bien lo apunta Levitsky: “la opinión pública cambia rápidamente en estos
temas, algo que también pone en evidencia la creciente marginalidad política de
la Iglesia católica”.
El
respaldo a esta nueva figura civil, lo dije en una anterior columna, crece
debido a que en el Perú, como en los demás países de occidente, la igualdad de
derechos entre personas heterosexuales y homosexuales ya es vista como parte
del canon constitucional y democrático que toda sociedad moderna hace suyo. Por
tanto, así como a nivel legislativo, empiezan a aparecer leyes destinadas a
proteger los derechos de las mujeres, personas con discapacidad, grupos
étnicos, y otros sectores históricamente excluidos e invisibilizados, no es
extraño que en un país mayoritariamente católico y conservador como el nuestro,
este tipo de iniciativas recién se empiecen a discutir en la segunda década del
siglo XXI, más cuando históricamente en el Perú, a los políticos les ha costado
muchísimo -mueren de miedo- enfrentarse a la jerarquía eclesial.
Por
eso creo que el futuro de este tipo de
iniciativas: unión civil, matrimonio homosexual, aborto o eutanasia, entre
otras, dependerá mucho de la presión política y mediática que ejerzan los
sectores conservadores de nuestra sociedad, encabezados, como es de suponer,
por la Iglesia católica. Sin embargo, no es menos cierto que la Iglesia católica
ha perdido –paulatinamente, con el transcurso de los años- el enorme poder
fáctico que otrora ostentaba, situación que debe ser aprovechada por quienes
desde la sociedad civil impulsan este tipo de iniciativas que apuntar a construir
una sociedad libre e igualitaria para todos los ciudadanos, sin importar la
identidad sexual que éstos presenten. En otras palabras, si la Iglesia católica
presiona, la sociedad civil debe estar preparada para responder a nivel
político y mediático, para ello, la calle siempre es una opción.
En todo caso, la aprobación de esta Ley de Unión Civil en
Chile ha logrado que el debate sobre este tema en nuestro país vuelva a cobrar
impulso. El mismo que a mi juicio pasa únicamente por analizar si la
Constitución y/o la Ley establecen algún impedimento que imposibilite la
aprobación de esta iniciativa. En mi opinión, no existen razones jurídicas para
oponerse a este propósito, salvo se considere que en un Estado No Confesional como
el peruano, la cita de versículos bíblicos u opiniones arzobispales bastan para
negarle a una minoría –las cifras más conservadoras hablan de un 10% de la
población peruana- su libertad para ejercer plenamente sus derechos.
A modo de conclusión, debo decir que me complace que un país
hermano como Chile, se haya sumado a la lista de naciones en el mundo que
reconocen el derecho de todas las parejas a unirse civilmente, sin importar la
identidad sexual de las mismas. La clase política chilena nos ha dado una
lección de cómo en un país mayoritariamente católico, el Estado republicano
asume su laicidad y legista en función de razones jurídicas los temas
vinculados al reconocimiento y garantía de los derechos y libertades
fundamentales de los ciudadanos (heterosexuales y homosexuales), separando lo
religioso de lo político.
En nuestro país, como lo anoté en una reflexión previa, solo
el tiempo nos dirá si los parlamentarios en el año 2015 aprobaron la Ley de
Unión Civil, adoptando una posición política auténticamente democrática y
republicana, inspirada en los valores de libertad e igualdad, o si por el
contrario, decidieron someterse –por temor o conveniencia- a lo que el “vocero
de Dios” proclama todos los domingos desde el púlpito de la Catedral de Lima.
Etiquetas: ACUERDO DE VIDA EN PAREJA, CHILE UNION CIVIL, unión civil
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