En 1869, John Stuart Mill (JSM) publicó “El sometimiento de
las mujeres”, obra que es un clásico de la teoría feminista y por tanto, del
pensamiento social y político moderno. Desde su publicación tuvo una notable
influencia en el desarrollo del movimiento feminista del siglo XIX. En este
ensayo, como lo señala Ana de Miguel en el estudio preliminar del libro
(Biblioteca Edaf, 2005), el autor reformuló algunos de los argumentos que ya formaban
parte de la tradición teórica sufragista y desarrolló nuevos procedentes de su
filosofía moral y política.
Importancia
histórica de la obra de JSM
Sobre la importancia de esta obra, el historiador Richard
Evans señaló lo siguiente: “Es difícil exagerar la enorme impresión que causó
en la mentalidad de las mujeres cultas de todo el mundo. La obra de JSM fue la
biblia de las feministas del siglo XIX”. A su turno, Elizabeth Candy, una de
las más importantes feministas del movimiento sufragista norteamericano, en una
carta dirigida a JSM, dijo lo siguiente: “Terminé el libro con una paz y una
alegría que nunca antes había sentido. Se trata, en efecto, de la primera
respuesta de un hombre que se muestra capaz de ver y sentir todos los sutiles
matices y grados de los agravios hechos a la mujer, y el núcleo de su debilidad
y degradación”.
Hoy en día, en pleno siglo XXI, las formas de
discriminación (simbólica y real) en contra de las mujeres siguen vigentes, no
con la publicidad y violencia de otros siglos, pero sí con la sutileza y el
camuflaje necesarios como para convertirse en auténticas violaciones de los
derechos humanos de la mitad de la población mundial, las mujeres. Así, no
exagero al señalar que a diario somos testigos de un discurso social y político
cargado de estereotipos y prejuicios que busca mantener a las mujeres en una
posición de inferioridad y sumisión con relación a los hombres.
Al respecto, basta con traer a colación las recientes
declaraciones del presidente de Bolivia, Evo Morales, al señalar que “si las
mujeres no fueran caprichositas, mandarían en el país altiplánico”. En otras
palabras, para Evo Morales, únicamente las mujeres son caprichosas, y es
justamente esta condición la que les impide gobernar y liderar políticamente en
su país. En suma, una perla más para la lista de declaraciones machistas a las
que el presidente boliviano ya nos tiene acostumbrados.
La
actualidad de la obra de JSM
Esto último, demuestra que si bien en los últimas décadas
se han venido registrando avances notables a nivel mundial en cuanto al
reconocimiento y ampliación de derechos y libertades a favor de las mujeres, no
es menos cierto que aún en nuestro días, las mujeres, sobre todo las más
pobres, se encuentran en una situación de sujeción y subordinación con respecto
a los hombres, condición que las convierte -muchas veces- en blanco de
violencia sexual, física y psicológica.
Esta situación es la que ahora me anima a comentar la obra
de JSM, la misma que habiendo sido publicada hace dos siglos, no ha perdido su
vigencia, pues los planteamientos -la mayoría de ellos- expuestos por el autor,
son de una actualidad asombrosa. De hecho, en muchas partes del mundo, y de
nuestro país, la situación de las mujeres es peor a la descrita por JSM en “El
sometimiento de las mujeres”.
Los estudiosos de la obra de JSM, como Ana de Miguel, han
señalado que para la elaboración de este libro, fue fundamental la influencia
intelectual que en JSM ejerció William Thomson y Anna Wheeler con su libro
titulado “La demanda de la mitad de la raza humana, las mujeres”. No obstante
ello, reconocen que la influencia más importante en el feminismo de este autor
fue la de Harriet Taylor Mill, intelectual y socialista con la que compartió su
vida y con la que llegaría a casarse.
El
contexto en el que fue escrita la obra de JSM
Del mismo modo, es importante recordar el contexto
histórico/político y el objetivo que el autor perseguía con la publicación de
esta obra. Como se sabe, en la segunda mitad del siglo XIX, en Europa se venía
debatiendo el reconocimiento legal del derecho de sufragio para las mujeres.
Por ello, afirma Ana de Miguel, el rasgo predominante de esta obra es su
carácter polémico y político: convencer a la mayor parte posible de las
personas de la justa y necesaria reforma de una serie de leyes e instituciones,
entre las cuales estaba el derecho de sufragio, sabiendo a ciencia cierta que
la mayoría de la opinión pública y la clase política estaban en contra de las propuestas
libertarias e igualitarias de JSM, consideradas, por los sectores conservadores,
como subversivas y revolucionarias.
El
argumento central de la obra de JSM
Ahora bien, con respecto a la posición que el autor
presenta sobre este tema, en la obra, es el propio JSM quien resume en una frase
el núcleo de su pensamiento. Él dirá lo siguiente: “El principio que regula las
relaciones sociales vigentes entre los dos sexos (la subordinación legal de un
sexo al otro) es incorrecto por sí mismo y que, en nuestros tiempos, es uno de
los mayores obstáculos que se oponen al desarrollo humano; y que debería ser
sustituido por un principio de igualdad perfecta, que no reconozca poder ni
privilegios para una de las partes (los hombres) ni desventajas para la otra
(las mujeres)”.
Por ello, el objetivo de JSM en la obra es desarticular los
prejuicios en torno a la naturaleza femenina, prejuicios que considera uno de
los mayores obstáculos para la igualdad de los sexos. De hecho, como se lee en
la contratapa del libro, el éxito de la obra de JSM se explica por haber
logrado identificar la ideología de la naturaleza femenina, en concreto el
discurso de la ideología diferente y complementaria de los sexos, como el
enemigo principal de las mujeres, el mismo que justifica y legitima política y
socialmente la condición de sujeción de las mujeres.
Argumentos
que refuerzan la tesis de JSM (el feminismo liberal-igualitario)
Según la teoría patriarcal, refiere JSM, es la naturaleza
diferente pero complementaria de las mujeres y los hombres lo que justifica la
asignación de distintas funciones, roles y posiciones sociales de los mismos.
Esto, según Ana de Miguel, supone la presencia de dos tipos de discurso. Uno de
inferioridad, según el cual la debilidad, el infantilismo, la maldad, o en
definitiva, la precariedad de cualidades físicas, intelectuales y morales de
las mujeres hacen que tengan que estar tuteladas o sometidas a los varones.
Otro de excelencia, según el cual las mujeres se convierten en patrimonio o
reserva moral de la humanidad en su conjunto y de cada varón en particular. Y
para no corromper cualidades tan necesarias al bienestar y al progreso social,
quedan enclaustradas a la esfera de lo privado, velando la santidad de la
familia.
Ambos argumentos son confrontados por JSM en la obra, y
para ello utiliza tres tesis fundamentales: el agnosticismo, el empirismo, y
finalmente, la universalización del concepto de naturaleza humana.
El
agnosticismo
Para JSM dado el estado actual del conocimiento humano,
nada puede afirmarse acerca de cuál es la auténtica naturaleza de las mujeres,
ni siquiera si tienen una en particular. Por lo tanto, no hay forma de
diferenciar qué pertenece a la propia naturaleza de los sexos y qué es
adquirido. Eso quiere decir que no se puede invocar la “supuesta naturaleza
femenina” para asignar roles, funciones y competencias a las mujeres diferentes
a las que presentan los hombres. Este, según Ana de Miguel, es uno de los
argumentos básicos de JSM en su defensa de la emancipación femenina, tesis que
dirige contra la ideología de la naturaleza complementaria de los sexos.
El
empirismo
Para JSM (esta es la contradicción que se le reprocha) las
mujeres presentan rasgos propios (naturales) que demuestran sus enormes
potencialidades y justifican la necesidad de contar con ellas en la esfera
pública. Así, como lo recuerda Ana de Miguel, JSM señala que del hecho de que
algunas mujeres hayan sido buenas reinas podemos deducir que todas las mujeres
son capaces de gobernar. Del mismo modo, señalará, por ejemplo, que las mujeres
resultan ser más intuitivas y prácticas que los hombres, mayormente dotados
para la reflexión abstracta. Así, en este punto, JSM, en su afán de lograr el
apoyo de la mayoría de la población para su causa, terminará usando todos los
tópicos “naturalistas” que antes había negado al señalar que no era posible, al
menos no racionalmente, identificar la naturaleza de los sexos.
La
universalización del concepto de naturaleza humana
Para JSM, refiere Ana de Miguel, todo lo que es cierto
respecto a la naturaleza y felicidad de los varones lo es también para las
mujeres; en su caso no existen recortes a la universalidad. Por lo tanto,
afirma JSM, lo primero para lograr la emancipación de las mujeres es reconocer
su individualidad en todos los campos, sobre todo en el político. Ello exige
que tanto hombres como mujeres, concebidos como miembros de una democracia
representativa (recordemos que Inglaterra aspiraba a consolidarse como tal en
esa época), gocen de los mismos derechos y libertades políticas y civiles. Por
esta razón, señala JSM, negarles el derecho de sufragio a las mujeres resulta
ser un acto absolutamente injusto, que contradice los principios de igualdad y
libertad sobre los cuales se ha construido el régimen representativo.
Finalmente, y a modo de apunte histórico, cabría señalar
que a pesar del notable esfuerzo intelectual y político llevado a cabo por JSM,
las mujeres británicas no conquistarían el derecho al voto hasta el año 1919,
al término de la Primera Guerra Mundial. No obstante ello, “El sometimiento de
las mujeres”, logró, desde el año de su publicación, convertirse, en un
verdadero clásico del pensamiento político y de la teoría feminista de nuestro
tiempo. De allí la importancia de su lectura para quienes están interesados, no
sólo en la obra de JSM, sino también en la historia de las ideas.
Etiquetas: EL SOMETIMIENTO DE LAS MUJERES, FEMINISMO, JOHN STUART MILL, LIBERALISMO
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