La semana pasada, Julio Galindo, titular de la Procuraduría
Antiterrorista, se encargó de demostrarle a todos los peruanos que esta
importante entidad se encuentra totalmente a la deriva, ya que su principal
funcionario, carece de la capacidad profesional necesaria para diseñar una estrategia
legal eficaz para luchar contra el terrorismo en el terreno jurídico. En otras
palabras, lo ocurrido con el procurador se resume en una sola palabra:
incompetencia profesional.
Como ya todos saben, el mediático procurador, salió a informar
que presentaría una denuncia por el delito de “apología al terrorismo” en
contra de la obra de teatro “La Cautiva” (creador, directora, productor, incluso
actores). Pero además señaló, que, pese a no haber visto la puesta en escena,
contaba con pruebas de que en la obra se realizaban “alabanzas a la guerra
popular”. Es decir, sabía todo pero de “oídas”, o para ser más preciso, “se
creyó el cuento que le contaron”.
Para quienes no fueron a ver esta obra (yo sí lo hice), debo
decirles que ha sido uno de los mejores estrenos del año pasado, y que la
misma, además de contar con las notables actuaciones de Nidia Bermejo, Alaín
Salinas, Carlos Victoria, Emilram Cossio y otros, narra -de manera conmovedora-
los años de la violencia política en Ayacucho. Al final de la presentación, lo
recuerdo nítidamente, los aplausos del público que colmaba la sala se
prolongaron por más de diez minutos, y el comentario general era unánime:
notable la obra que acabamos de ver.
En resumen, la puesta cuenta la historia de María Josefa,
adolescente ayacuchana asesinada a manos de personal del ejército, cuyo cuerpo
sin vida será ultrajado por el capitán y su tropa; para evitar dicha infamia,
Mauro, joven ayudante del encargado de la morgue, intentará salvarla, aunque
para ello tenga que acabar con la vida de este capitán. Como afirman los
críticos, esta es una obra plagada de simbolismos y metáforas, que nos acercan
a la manera cómo una niña de 14 años ve la lucha entre senderistas y militares
en pleno conflicto armado interno.
Es más, en la obra se pone en evidencia la manera cómo la
población civil, al encontrarse entre dos fuegos, resultó siendo la gran víctima
de la violación sistemática de los derechos humanos, por parte de Sendero
Luminoso y las fuerzas del orden, respectivamente, quienes en todo momento,
buscan legitimar sus acciones apelando a razones totalmente reñidas con el
respeto por la vida y la dignidad de las personas, algo que, sin lugar a dudas,
constituye una deuda histórica que el
Estado y la sociedad peruana deben saldar con aquellos que fueron víctimas del
terror.
Sin embargo, para Julio Galindo, la obra merece ser investigada
por el delito de apología al terrorismo debido a su contenido, ya que a su
juicio, está lleno de mensajes subliminales a favor de los grupos violentistas.
¿Cómo llego Julio Galindo a esta conclusión (me refiero a los mensajes
subliminales) si él ha confesado que no ha visto la obra? Ese es un misterio
que quedará sin resolver, pues luego del papelón mediático, el procurador ha
decidido entrar en una cura de silencio para evitar -seguramente- un mayor
desprestigio.
Ahora sabemos, gracias a los medios, que todo este asunto
comenzó con la denuncia, presentada por un coronel en retiro, recibida por la
Dirección contra el Terrorismo (DIRCOTE), en la que se señalaba que la obra
hacía una implícita apología al terrorismo y denigraba a las Fuerzas Armadas.
Para ello, el denunciante afirmaba que en la obra habían expresiones como ¡Viva
la lucha armada!, ¡Viva el Partido Comunista!, ¡Viva el presidente Gonzalo!,
que acreditaban la tendencia pro terrorista de la misma.
Pero si la conducta del procurador es preocupante, ya que un
funcionario no puede salir a los medios a denunciar por un delito tan grave,
sin contar previamente con elementos probatorios suficientes que acrediten la
presunta responsabilidad penal de los implicados, lo ha sido más la posición
(inicial, ya que luego cambio de parecer) del Ministro del Interior, Daniel
Urresti, quién respaldó la labor de la DIRCOTE, al señalar que esta unidad es
muy profesional y en aras de velar porque no vuelva a aparecer Sendero Luminoso,
tiene derecho a hacer todas las investigaciones que quiera.
Esta última expresión es sumamente peligrosa, porque incluso la
DIRCOTE tiene la obligación de actuar de acuerdo a ley y proceder de manera
razonable. Es decir, la DIRCOTE no puede iniciar investigaciones en contra de
determinadas personas por la sola denuncia de un ciudadano cuyo juicio “absolutamente
subjetivo” le dice que en una obra, pintura, novela, película o escultura se
hace apología al terrorismo y/o se denigra a las Fuerzas Armadas, porque si
leemos con atención las declaraciones de Daniel Urresti, pareciera que la
DIRCOTE, en aras de la lucha contra el terrorismo, puede “hacer lo que se le da
la gana”, sin la observancia de ningún criterio objetivo que respalde su
proceder.
En todo caso, ha sido el propio jefe de la DIRCOTE, coronel PNP
Óscar Arriola, quien se ha encargado de enmendarle la plana tanto al procurador
antiterrorista, como al propio Ministro del Interior, dejándolos totalmente mal parados a ambos,
haciendo evidente la falta de rigor profesional del primero, y la falta de
cuidado del segundo, al señalar que su dirección nunca abrió una investigación
por apología al terrorismo a la obra de teatro “La Cautiva”, y que su accionar
sólo se limitó a la elaboración de una nota informativa.
Entonces, si eso es así, cabría hacernos la siguiente pregunta
¿Basta una nota informativa de la DIRCOTE para que el procurador antiterrorista
salga a los medios a denunciar por delito de apología al terrorismo a una obra
de teatro? No, rotundamente no. El procurador cometió un grave error, en su afán
de protagonismo, inconveniente por la naturaleza del cargo que ejerce, olvidó
que la obra se estrenó en el Teatro La Plaza (¿acaso alguien cree que una obra
pro terrorista se exhibiría en este lugar?) y que el guión de la obra, escrito
por Luis Alberto León, obtuvo el premio especial del jurado Sala de Parto 2013
del Teatro La Plaza, programa cuyo objetivo es estimular el surgimiento de
nuevas obras y autores peruanos (¿acaso también se pretende denunciar a los
miembros del jurado por promover la apología al terrorismo?).
Pero el disparate cometido por el procurador ha sido tan
monumental que ha motivado una serie de pronunciamientos, por parte de diversos
sectores, respaldando a la obra de teatro “La Cautiva”. El propio Ministerio de
Cultura emitió una nota aclarando que en la obra “La Cautiva”, como en todas, la
inspiración viene de hechos reales e imaginarios, y que lo que busca es la
reflexión entre artistas y espectadores, con el fin de estimular la formación
de una ciudadanía más participativa y democrática. Al mismo tiempo, también el Ministro
de Defensa, Pablo Cateriano afirmó que respaldaba la posición del Ministerio de
Cultura en este asunto, pues la obra “La Cautiva” es una pieza de teatro como
cualquier otra.
Al respecto, yo no haré otra cosa que suscribir en su totalidad
la lúcida e inteligente opinión del autor de la obra, Luis Alberto León, quien
además de lamentar que el procurador, pero sobre todo el denunciante no haya
visto la obra como cualquier espectador, es decir, desprovisto de los
prejuicios que nublan el criterio de las personas, sesgando su análisis y
parcializando su juicio, señaló que una obra de teatro no es una representación
total de la época, pues sólo es un fragmento de ficción, y que en todo caso,
cualquier persona con cierta lucidez llegaría a la conclusión de que no se
trata de una apología al terrorismo. La obra, afirmó su creador, puede ser
catalogada de mala dramaturgia, pero jamás de pro terrorista.
En esa misma línea, la Primera Ministra, Ana Jara, como otros
miembros del Poder Ejecutivo, han señalado que no será este Gobierno el que
empiece a censurar y parametrar el contenido de las expresiones artísticas.
Estas declaraciones son, sin lugar a dudas, muy saludables, y nos dan a los
ciudadanos cierta tranquilidad, pues lo más peligroso para la cultura de la
libertad es tener que enfrentarse a un Gobierno que usa el aparato público con
el afán de controlar la expresión artística e intelectual de sus ciudadanos.
No obstante ello, creo que a todas luces ha quedado claro que la
Procuraduría Antiterrorista no puede seguir siendo conducida por Julio Galindo,
funcionario que en lugar de estar desatando cacerías de bruja en contra de
obras de teatro como “La Cautiva”, debería corregir los errores cometidos
durante su gestión, los mismos que han sido denunciados el año pasado (se lo
acusa de falta de profesionalismo) y que han ocasionado la victoria judicial de
varios terroristas (absoluciones, beneficios, entre otros).
En ese sentido, quiero reiterar mi posición, expuesta en mi
columna anterior, sobre el terrorismo. El Estado, a través de todas sus
instituciones, y la propia sociedad civil, tienen el derecho y deber, de luchar
frontalmente contra este flagelo. En esa línea, la Procuraduría Antiterrorista
es la entidad llamada a iniciar esta lucha en el campo jurídico, denunciando
oportunamente a todos aquellos que puedan estar cometiendo delitos vinculados
al terrorismo. Pero eso no quiere decir que su labor, como la de la PNP, o la
de las Fuerzas Armadas, se deba llevar a cabo de manera arbitraria, sin el más
mínimo respeto por la legalidad, o por los derechos de los ciudadanos.
Así, el Ministro del Interior, no puede salir a los medios a
decir que esta supuesta amenaza de denuncia por el delito de apología al
terrorismo en contra de la obra “La Cautiva”, al final la terminó favoreciendo,
pues había recibido la publicidad que no tuvo durante toda su temporada, y que
todos habían resultado beneficiados. Estas declaraciones son inaceptables, pues
el dinero de todos los peruanos no puede servir para financiar, gracias a la
torpeza de algunos funcionarios, como el procurador antiterrorista, Julio
Galindo, la publicidad de obras teatrales, novelas, películas, esculturas o
expresiones artísticas, a las que se las acusa irresponsablemente por el delito
de apología al terrorismo.
Finalmente, debo señalar, como también lo han hecho de manera
unánime todos los medios, que por decoro y vergüenza propia, el procurador,
Julio Galindo, no puede estar un minuto más a cargo de la Procuraduría
Antiterrorista. Esta importante entidad no puede ser dirigida por una
profesional que no tiene la capacidad suficiente como para saber diferenciar
entre una obra teatral y una acción de apología al terrorismo.
En todo caso, su cese -en caso no renuncie- es la única manera que
tiene este Gobierno para demostrarle al país que en el Perú no se tolerará
ningún tipo de amenaza o persecución en contra de artistas e intelectuales que
se atreven a decir aquello que a las Fuerzas Armadas les parece ofensivo. Bajo
ese criterio, el primer procesado debería ser el director de cine Francisco
Lombardi, en cuya película la “Boca del Lobo”, se hace referencia explícita a
la matanza cometida por los militares en Ayacucho, en plena lucha contra el
terrorismo. El cese del procurador es lo único que en este caso corresponde, de
no ser así, quedará en evidencia que en el Perú, quienes hacen el esfuerzo por
reconstruir la memoria histórica, corren el riesgo de ser perseguidos,
contradictoriamente, por quienes están llamados a defender los derechos de los
ciudadanos.
Etiquetas: APOLOGIA DEL TERRORISMO, Julio Galindo, LA CAUTIVA, PROCURADOR ANTITERRORISTA
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