La derecha se reagrupa y ha
saltado hasta el techo al conocer el interés del Gobierno de comprar los
activos de Repsol. Para este sector esto constituye el inicio de un viraje
económico hacia la izquierda y la vuelta a “La Gran Transformación”. Además,
aprovechando las críticas que el Gobierno ha sufrido por dos temas puntuales: 1)
Su posición frente a las elecciones en Venezuela; y 2) La candidatura de Nadine
Heredia en el 2016. La derecha no ha perdido la oportunidad para pronosticarnos
el inicio de una nueva pesadilla: estatismo económico y autoritarismo político.
Vayamos por partes. Si tomamos
en cuenta que durante casi dos décadas se nos ha hecho creer que el Estado es
el responsable de todos nuestros males y que el mercado es el verdadero
artífice de nuestro desarrollo (yo diría crecimiento y nada más), entonces a
nadie le debe sorprender la reacción de la derecha. No obstante ello, creo que
los ciudadanos no podemos perder esta oportunidad para exigir en el país un
debate serio en torno a dos temas: 1) El rol del Estado en el marco de una
economía “social” de mercado como la nuestra; y 2) La redefinición de la idea
de subsidiariedad económica del Estado que se impuso en nuestro país hace dos décadas.
En mi concepto, la posición de
la derecha es absolutamente maniquea y cínica. Digo esto por dos razones: 1) No
es cierto que el Estado y sus empresas sean siempre ineficientes; y 2) No es
cierto que las empresas privadas sean siempre el modelo de eficiencia que la
Confiep nos pretende hacer creer. Nadie duda de que el Estado haya sido muchas
veces ineficiente y corrupto al momento de gerenciar las empresas públicas. Esa
ha sido la performance del Estado empresario en nuestro país. Ahora, eso no quiere
decir que no podamos cambiar esa historia siguiendo el modelo de otros países
que son propietarios de empresas públicas exitosas. Es justamente este debate
el que la derecha no quiere abrir y que los medios esconden.
Pero hablemos del caso de
Repsol. Si de lo que se trata es de comprar los activos de una empresa, lo
primero que debemos preguntarnos es: ¿La compra de Repsol tiene sustento
técnico-económico? En otras palabras, lo que el Gobierno debe hacer es analizar
si será rentable invertir el “dinero de todos” en un negocio que puede resultar
siendo un desastre (como tantos otros “negocios” en los que trató de ser
empresario). ¿Cómo aclaramos esa duda? Muy simple, que el Gobierno contrate a un
banco de inversión de prestigio mundial para que este le haga un estudio de
costo-beneficio en el que se señale si comprar los activos de Repsol es una
decisión económicamente inteligente o no.
Creo que los ciudadanos
debemos preguntarle al Gobierno lo siguiente: ¿Por qué ningún grupo empresarial
privado ha mostrado interés en comprar los activos de Repsol? Esta es una
pregunta válida que todos los contribuyentes, los que al final seremos los que
financiaremos esta “aventura” económica, tenemos el derecho de hacer. En lo
personal, creo que no contamos (ahora) con el sustento técnico- económico
necesario que permita justificar y apoyar la medida. Ahora, sobre este mismo
asunto podríamos hacernos otra pregunta: ¿Por qué si el Estado no ha sido capaz
de gestionar con eficiencia la refinería de Talara debemos creer que si lo será
cuando se convierta en propietario de Repsol? En realidad, no tenemos ninguna
garantía de ello, sobre todo porque el Gobierno no se ha tomado el trabajo de
elaborar un plan que aclare este tipo de dudas.
Pero, más allá del caso de
Repsol, permítanme preguntarles lo siguiente: ¿Podemos afirmar que este anuncio
marca el inicio de una cubanización del Gobierno en el Perú? Nosotros creemos
que no existen elementos de juicio suficientes que nos permitan hacer tamaña
aseveración. Lo que sí nos queda claro es que la derecha (conservadora, no
liberal) se opondrá siempre a toda iniciativa que ponga en cuestión el discurso
monocorde que ellos, apoyados por el Gobierno de Alberto Fujimori y con la
ayuda de sus medios asalariados, impusieron con éxito en nuestro país desde los
noventa. Es decir, para la derecha las únicas medidas que merecen debatirse son
las que refuerzan o consolidan su posición. Así es nuestra derecha. Autoritaria
en sus formas y huérfana en ideas. ¿Eso
les sorprende? A mí no.
Sobre este mismo asunto
algunos “analistas” han señalado que lo que ha pretendido el Gobierno con este
anuncio ha sido “tomarle el pulso” a la población para ver si en un hipotético
escenario este tipo de medidas recibirían el respaldo de la opinión pública. El
Gobierno ha hecho esto basado en su importante nivel de aprobación que registran
las encuestas. Bueno, si esa fue la intención creemos que el Gobierno ha sido
bastante torpe pues no se necesita ser muy “observador” para darse cuenta que
una medida de este tipo iba a generar un rechazo general entre casi todas las
agrupaciones del espectro político nacional (incluyendo a sus aliados de Perú
Posible). ¿Despertó la oposición de su largo sueño? Eso está por verse.
Lo problemático para el
Gobierno es que por querer tomarle el pulso a la población con el planteamiento
de una medida improvisada como la que comentamos, lo único que ha logrado es que el
empresariado y la clase política hagan causa común en contra suya y por primera
vez le digan contundentemente no. Algo que no había ocurrido durante todo lo
que va del Gobierno. Algo que en mi opinión no volverá a ocurrir si Ollanta Humala
termina por olvidarse de “La Gran Transformación” (cosa que hizo desde el
primer día de su Gobierno) y sigue el
libreto que sus amigos de la Confiep le dictan. Esos amigos que financiaron una
campaña mediática de demolición infame en contra suya, y que al poco tiempo de
ganar las elecciones salieron a decir que Ollanta Humala era todo un
“estadista”. Otra Infamia de la que ahora ya nadie habla.
Etiquetas: Compra de Repsol, La Pampilla., Petroperú y Repsol
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