El próximo 23 de febrero se llevará a cabo la marcha en
contra de “la televisión basura” (en adelante TVB). Según los organizadores de
la movilización, el objetivo central de la misma es que se cumpla lo dispuesto
en el artículo 40° de la Ley N° 28278, Ley de Radio y Televisión, referido al
horario familiar: “la programación que se trasmita en el horario familiar debe
evitar los contenidos violentos, obscenos o de otra índole, que puedan afectar
los valores inherentes a la familia, los niños y adolescentes. Este horario es
el comprendido entre las 08:00 y 22: 00 horas”.
En otras palabras, para los líderes del colectivo en contra
de la TVB, existen programas (“Esto es guerra”, “Combate” y otros realities)
que violan lo señalado en esta Ley. Sin embargo, también están aquellos
marchantes (no todos) que exigen la intervención directa del Estado para
regular el contenido de la oferta televisiva, para que ésta cuente con
programas más “culturales, educativos y familiares”.
Como imaginarán, no seré yo quien salga a defender a la
TVB. De hecho, me parece que estos programas idiotizan y embrutecen a la
teleaudiencia. No obstante ello, creo que nos equivocamos cuando pretendemos
asignarle a la televisión un rol que no tiene: educar. Al parecer, algunos de
los organizadores creen que son los directores o productores de televisión los
que tienen la responsabilidad de educar a la niñez peruana.
Esto último me obliga a preguntar lo siguiente: ¿no era
acaso que los padres de familia son quienes constitucionalmente tienen el
derecho y deber de educar y formar a sus hijos? Entonces, si un niño invierte
más horas de su día sentado frente al televisor (o entretenido con
videojuegos), en vez de invertir ese tiempo estudiando o leyendo, esa es
responsabilidad absoluta de los padres, y no de la TVB.
No seamos efectistas, no nos equivoquemos, si los niños
sueñan con ser estrellas de realities (también vedetes o futbolistas) cuando
crezcan, en lugar de educarse o formarse para el ejercicio de una profesión u
oficio, la culpa de ello no la tienen los canales de televisión, sino los
padres de familia que prefirieron hacer todo, menos apostar por su formación y
educación integral.
En lo personal, siempre he tenido claro que el objetivo de
la televisión es entretener. Para ello, esta recurre a programas en donde
agraciados jóvenes y bellas jovencitas, compiten físicamente en una serie de
pruebas, para luego, exponer su vida privada (romances, separaciones, peleas,
infidelidades, etcétera), despertando el morbo de la teleaudiencia. Es decir,
entre saltos, brazadas, carreras, brincos y esfuerzo abdominal, estos programas
canjean la vida privada -con todas sus miserias- de los participantes, a cambio
de la sintonía (rating), la misma que se dispara con cada beso, llanto, grito o
ampay “casualmente” obtenido.
No obstante ello, considero que si bien resulta legítimo
que los ciudadanos salgan a las calles a protestar en contra de todo aquello
que les parece cuestionable, en este punto, creo que el diagnóstico de la
problemática y el objetivo de la marcha son equivocados Al parecer, nuestros
“indignados marchantes” creen que movilizándose lograrán que los canales de
televisión mejoren el contenido de los programas que ofrecen, haciéndolos más
educativos, y menos dañinos para la juventud, o incluso que el Estado
intervendrá para regular el contenido de los mismos, todo ello en aras de “la
moral y las buenas costumbres de la familia”.
Con el respeto de los señores que organizan la marcha, debo
confesar que se me pone la piel de gallina cuando escucho a alguien decir que
el Estado (es decir, un burócrata) regulará el contenido de lo que vemos,
señalándonos a los ciudadanos qué programas debemos ver y cuáles no. No dudo
que la marcha esté llena de buenas intenciones, pero en un país como el
nuestro, carente de una cultura cívica auténticamente republicana, que cuenta
con una historia reciente marcada por el autoritarismo y el atropello a la
libertad, una medida de este tipo simplemente me aterroriza. Entonces, ¿qué
hacer en contra de la TVB?, me preguntan algunos amigos a los que les he dicho
que no pienso participar en la marcha ni escribir a favor de ella.
Para mí, la solución es la siguiente: educación, educación
y más educación. Por eso espero que con el mismo entusiasmo, muchos ciudadanos
usemos los medios de comunicación (redes sociales, sobre todo), para convocar a
una gran movilización nacional a favor de la educación en el Perú. ¿Qué les
parece la idea? O es que acaso dudan que una educación de calidad terminaría
librándonos de “Los Leones”, “Las Cobras”, “El equipo verde” y el “Equipo
rojo”. Como diría Martha Nussbaum, puede que la educación no nos libre
necesariamente de los peores comportamientos, pero la ignorancia los asegura.
Al respecto, el maestro Constantino Carvallo, en una de sus
frases para el recuerdo decía que “el Perú era un país de repitentes”. Como
Constantino tiene razón, entonces por qué nos sorprende el éxito de la TVB en
un país cuyos ciudadanos (no todos) parecen disfrutar del estiércol que los
realities presentan, aplaudiendo cada escándalo y despelote que las
“estrellitas” de la TV protagonizan. Porque seamos sinceros, en nuestro país,
“los cachos y las sacadas de vuelta de los Leones, Cobras, Verdes y Rojos” son
el tema predilecto en la sobre mesa.
Tal parece que de eso no se dan cuenta muchos peruanos, pues
acá los “indignados” quieren tener una televisión de primer mundo, con un
público tercermundista (yo diría, cuartomundista o quintomundista). Es decir,
quieren que los ciudadanos gusten de programas culturales, cuando el peruano
promedio lee “menos de un libro al año”, y la mayoría de alumnos de primaria y
secundaria no son otra cosa que analfabetos funcionales. Si creen que exagero,
repasemos algunos datos que sustentan lo que acabo de señalar, los mismos que
han sido tomados de la Evaluación Censal de Estudiantes de Segundo Grado del
Ministerio de Educación (2012), en la que se mide la capacidad lectora y
matemática de los niños peruanos.
Son muchos los resultados (negativos) obtenidos en este
estudio, por lo que me centraré en los más desalentadores. El análisis revela
que sólo el 13% de niños (escuelas públicas y privadas agregadas) en nuestro
país posee un nivel satisfactorio en ambos campos. Incluso en el ámbito urbano,
donde en teoría es más fácil educar, sólo el 15% de niños alcanza el objetivo
deseado. Pero si esto ocurre en las ciudades, en el sector rural la situación
es catastrófica: sólo el 6% de los niños presenta una compresión lectora y
matemática deseable. Es decir, de 20 niños del área rural, sólo 1 cuenta con el
nivel de conocimientos esperado para su edad.
Como lo recuerda Alberto Vergara (AV), diversos
especialistas han señalado que algo crucial para los países democráticos es
disminuir la brecha entre la educación urbana y la rural, entre hombres y
mujeres, entre la escuela privada y la pública. Sin embargo, el Perú aparece
siempre entre los países con mayores márgenes de desigualdad. Además, este
politólogo expone un informe de Unesco (2008), que revela que nuestro país
presenta la brecha más amplia entre la educación ofrecida en el medio urbano y
rural.
En el Perú la distancia en capacidad matemática entre los
niños de ambos medios es de 70%. Esta cifra nos coloca muy por encima de Cuba
(8%), y nos asegura el último lugar del ranking, ya que Guatemala, el
penúltimo, tiene una brecha de 40%, casi la mitad de la nuestra. Eso sin
mencionar que si nos fijamos en otro indicador como el gasto por estudiante, el
Perú también aparece en la cola de la región, ya que nuestro país gasta en cada
uno de sus estudiantes 1/3 de lo que invierten países como Chile y Argentina.
Quizás ello explica por qué cuando se evalúa la calidad de la educación
primaria de nuestro país, siempre aparecemos por debajo de la media en
Latinoamérica, formando parte del grupo de países más mediocres en este rubro.
¿Y quiénes son los más perjudicados con esta situación? La
respuesta es más que evidente: los maestros y los estudiantes. ¿Cómo
pretendemos elevar nuestra performance a nivel regional si el Estado, principal
empleador, formador y capacitador de los maestros los ha abandonado durante las
últimas décadas, ante la mirada indiferente de la sociedad civil a la que
parece no importarle mucho la educación? Las cifras que se manejan al respecto
son duras, las estadísticas no mienten. Por ejemplo, en 1960 el Perú invertía 400
dólares en cada estudiante, en el año 2000, la cifra era de apenas 100 dólares.
En 1966 el 30% del presupuesto nacional se destinaba a la educación, hoy es el
16% (casi la mitad). En la década del sesenta, un maestro ganaba entre 4 o 5
veces más que hoy.
Por eso la opinión de AV, respecto a que la escuela peruana
no es ruinosa únicamente por su incapacidad para transmitir conocimiento, sino
que traiciona la promesa liberal y republicana de ser herramienta principal
para quebrar desigualdades heredadas, resulta brutalmente cierta. Más, si se
tiene en cuenta que 4 de 5 maestros peruanos han estudiado en un colegio
nacional y provienen de sectores sociales C, D o E. Con lo cual, la
reproducción de este círculo vicioso transgeneracional se perpetúa, ya que los
estudiantes que hoy reciben una educación de muy mala calidad se convertirán
mañana en los profesores encargados de educar a nuestros niños. Ahora bien,
cabría preguntarnos ¿qué han hecho los gobiernos de turno para resolver esta
problemática?
Por un lado tenemos a los “defensores de la
mercantilización de la educación” Este sector sostiene que el Estado no debe
tener injerencia en la educación, por lo que se debe fomentar la actividad
empresarial en este campo. Bueno, según el último estudio de Datum, en nuestro
país el 32% de la educación está en manos privadas, uno de los más altos de la
región. Sin embargo, no existe evidencia empírica que muestre que nuestra
educación mejoró con esta ola privatizadora. De hecho, según este mismo
estudio, el 87% de peruanos exige la creación de una Superintendencia para
Colegios Particulares encargada de supervisar la calidad del servicio educativo
que estas entidades brindan.
Por otro lado, tenemos a los “enemigos del SUTEP”. Este
sector sostiene que el sindicato de profesores es el gran responsable del
atraso de la educación en nuestro país. Ahora bien, aun reconociendo que el
radicalismo ideológico de su dirigencia ha obstaculizado -más de una vez- la
implementación de reformas en el campo educativo, si tomamos en cuenta que el
Estado es -como ya señalé- el principal empleador, formador y capacitador de
los maestros, resulta inverosímil culpar a este gremio de la debacle educativa
en el Perú.
¿Cómo afrontar esta problemática? En toda democracia son
los diversos sectores (empresarios, militares, iglesias) los que presionan al
Gobierno de turno para que adopte medidas que favorezcan sus intereses. En el
campo de la educación debe -pero no ocurre- pasar lo mismo. Como en su mayoría
la población vinculada a la escuela pública es la más pobre y desposeída, su
capacidad de demanda a la hora de exigir y reclamar sus derechos es casi nula.
En otras palabras, los políticos no reciben para la
educación la misma presión que la CONFIEP o la Iglesia, por ejemplo, ejercen
cuando se trata de temas económicos o de fe, con lo cual, si no se articula una
demanda a favor de la educación es casi imposible que el Estado se comprometa
con elevar la calidad de este servicio público. Porque aunque no lo quieran
reconocer mis amigos “liberales”, la educación es un servicio público no una
mercancía que se oferta y vende como cualquiera baratija. Por eso creo que en
lugar de estar promoviendo marchas contra la TVB, deberíamos organizar una gran
cruzada en favor de la educación en nuestro país, la misma que tenga como
rostros visibles a nuestros maestros y estudiantes.
Nota: Las
cifras y datos de esta columna han sido tomados de los informes citados por
Alberto Vergara en su artículo “Los maleducados”, el mismo que forma parte de
su libro “Ciudadanos sin República” (Planeta: 2013), cuya lectura recomiendo.
Etiquetas: Alberto Vergara, Ciudadanos Sin República, EDUCACION, TV BASURA
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio