miércoles, 30 de abril de 2014

LOS SILENCIOS DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

GGM ha muerto, poco a poco las grandes figuras de nuestras letras nos dejan. A él, como a otros gigantes de nuestra literatura los extrañaremos siempre, pues el genio creativo de GGM tiene ya un lugar privilegiado en la historia de América Latina; y otro, en el corazón y en la memoria de quienes literalmente “devoramos sus obras”.  
Esa es una verdad innegable, pues más allá de nuestros juicios sobre la posición política o ideológica de GGM, lo cierto es que él, como otras grandes plumas de nuestra lengua como Mario Vargas Llosa, será recordado siempre como el gran fabulador y contador de historias que fue, un hombre capaz de crear y recrear mundos alternativos en los cuales rehízo la obra de Dios. Por eso GGM es un deicida.
Para él, como para todos los grandes escritores que ya no están entre nosotros, nuestro agradecimiento eterno, pues la lectura de sus novelas, cuentos y ensayos, estoy seguro que nos convirtieron en mejores seres humanos.

El periodista Gabriel García Márquez
Pero ahora quiero recordar a GGM periodista, es decir, quiero recordar al hombre que se ocupó y escribió sobre los sucesos políticos más importantes de su tiempo. Porque valgan verdades, la obra periodística de GGM es vastísima, quizás en América Latina sólo comparable con la de MVLL. Y para ello, tomaré como referencia el ensayo escrito por Krauze el mismo que forma parte de su notable libro titulado “Redentores”.

La obra periodística de GGM abarca por lo menos ocho gruesos libros que van de 1948 a 1995, afirma Krauze. La primera parte nos permite conocer un poco de su “gimnasia esencial” lo que el ensayista mexicano llama su “carpintería literaria”. La segunda (1955-1957) tiene un mayor contenido político, en ella se ocupa de los hechos más importantes acontecidos en Europa y América. Pero los reportajes políticos más importantes, escritos entre 1974 y 1995, son aquellos reunidos en “Por la libre”, y “Notas de Prensa” (mil páginas en total), libros de necesaria consulta para quienes estén interesados en conocer el pensamiento político del Nobel colombiano.
Es muy difícil darle una mirada general a ambos libros y reseñarlos de manera breve, la cantidad de artículos compilados, la diversidad de temas tratados, los cientos de personajes citados, tornan imposible esta tarea, al menos en un espacio tan corto como el de esta columna. Sin embargo, lo que sí podemos hacer es elegir uno de los temas predilectos de GGM, y ocuparnos de lo que el Nobel dijo sobre este, pero sobre todo prestar atención a lo que GGM nunca dijo ni denunció: La Revolución Cubana.

Cuba de cabo a rabo
Tres fueron los despachos más notables que GGM escribió tras una larga estancia en la isla en 1975 a los cuales tituló “Cuba de cabo a rabo” (la elección fue hecha por Gerald Martin, biógrafo de GGM). Estos fueron publicados en la revista “Alternativa” (agosto-setiembre), que fundó en Bogotá en 1974. En palabras de Krauze, se trata de reportajes memorables y sabrosos, como todos aquellos en los cuales GGM declaraba una profesión absoluta de fe en la Revolución encarnada en la heroica figura del Comandante. “Cada cubano, decía GGM, parece pensar que si un día no quedara nadie más en Cuba, él solo, bajo la dirección de Fidel Castro, podría seguir adelante con la Revolución hasta llevarla a término feliz. Para mí, sin más vueltas, esta comprobación ha sido la experiencia más emocionante y decisiva de toda mi vida”.
La figura de Fidel ha sido trascendental en la vida de GGM, el modo como el Nobel idealizó al Comandante revela un fanatismo casi religioso, una adoración mesiánica, que le ha impedido a lo largo de más de 50 años criticar o denunciar las atrocidades cometidas por el régimen totalitario en la isla. Para Krauze, lo único que GGM quiso ver en Cuba fueron los logros tangibles de salud y educación, aunque nunca se preguntó si para ello, era necesario instaurar un régimen de terror fanático en el cual las personas veían a diario cómo los líderes castristas acababan con las libertades y los derechos civiles de los disidentes.


Cuba será el primer país desarrollado de América Latina
En 1980, GGM profetizó que Cuba sería el primer país desarrollado de América Latina. Vio escuelas para todos, restaurantes tan buenos como los mejores de Europa. Vio la instauración del poder popular mediante el voto universal y secreto desde la edad de dieciséis años. En suma, vio lo que ninguna dictadura totalitaria como la cubana está en condiciones de lograr. Lo que GGM vio fueron los espejismos creados por un patriarca autoritario al que en más de una oportunidad elevó a la categoría de “súper hombre”. Fidel, fue visto por GGM, como la representación de su propio abuelo, el único hombre a quien no podía, no pretendería y ni siquiera querría vencer, afirma Krauze.
Pero, ¿qué cosas no vio o qué cosas no quiso ver GGM? No quiso ver la presencia e influencia de la URSS (otro imperialismo) en la isla, salvo como desinteresada proveedora de petróleo (ahora el benefactor es Venezuela). No quiso ver los privilegios individuales de la familia Castro (la nueva aristocracia). No quiso ver la represión policial y la tortura a los disidentes como el poeta Heberto Padilla (cuyo caso originó el rompimiento de importantes intelectuales latinoamericanos con el régimen –MVLL, uno de ellos-). No quiso ver los campos de concentración para homosexuales, antisociales y disidentes creados en 1965, llamados por la dictadura castrista con el nombre de Unidades Militares de Ayuda a la Producción.
A pesar del horror vivido por los opositores al castrismo, y del dolor de los familiares de las decenas de víctimas a las cuales la familia Castro condenó a morir en vida, recluyéndolas en cárceles inmundas, en las cuales a diario eran violados sus derechos humanos básicos (esos que la izquierda latinoamericana suele defender en la actualidad). A pesar de todo ello, GGM afirmaba que el pueblo cubano era el más y mejor informado del mundo, pues gracias a los discursos de Fidel (-reportajes hablados- los llamaba el Nobel), el poblador de la isla podía conocer sobre todos los grandes hechos, antecedentes, detalles, significación y perspectivas históricas de la revolución.

La dictadura no puede ocultar la verdad
Sin embargo, años más tarde, nos recuerda Krauze, en una entrevista para The New York Times, Alain Riding le preguntó, ¿por qué, si viajaba tanto a la Habana, no se establecía allí? La respuesta fue más que contradictoria para alguien que había considerado que el pueblo cubano era el más informado del mundo: “Extrañaría demasiadas cosas. No podría vivir con falta de información”, señalaba sin rubor GGM.

Así, a lo largo de los años GGM se fue convirtiendo en algo más que un simpatizante de la Revolución Cubana. GGM ha sido panegirista, consejero aúlico, agente de prensa, representante plenipotenciario, jefe de relaciones públicas, defensor excelso, todo eso ha sido GGM para Fidel. ¿No existe acaso una contradicción esencial entre el oficio de escribir y la defensa cínica de un régimen autoritario?
Citando a Orwell, el autor de “Redentores” nos dice al respecto: Cualquier escritor que adopta el punto de vista totalitario, que consiente la falsificación de la realidad y las persecuciones, se destruye a sí mismo en ese instante. ¿Qué pensar entonces de un escritor que no solo adopta el punto de vista totalitario sino que lo justifica, promueve e induce? GGM selló con sus reportajes sobre Cuba un pacto de complicidad absoluto con la dictadura castrista, pues la historia que contó, y que siguió contando a lo largo de los años, fue la de quienes disfrutan y abusan del poder. GGM aceptó plácidamente el veredicto del poder, la sentencia del patriarca a quien él siempre adoró.

Los sucesos de “La Primavera Negra”
El ensayo sobre GGM culmina con los sucesos de 2003. En marzo de ese año, en la llamada Primavera Negra, el régimen cubano desató toda su furia contra 78 disidentes condenándolos a penas de entre 12 y 27 años. Además, ordenó la muerte de tres muchachos que querían huir de la isla en lanchón. La noticia dio la vuelta al mundo provocando un rechazo generalizado por parte del movimiento internacional por los derechos humanos. Ese mismo año, nos lo recuerda Krauze, en el marco de la Feria del Libro de Bogotá, la escritora Susan Sontag confrontó a GGM diciendo: “Es el más grande escritor de este país y lo admiro mucho, pero es imperdonable que no se haya pronunciado frente a las últimas medidas del régimen cubano”.

El genio literario vs el hombre público
GGM, en un intento por refutar lo dicho por Sontag, volvió a usar el argumento que para muchos, no hace otra cosa que desnudar, aún más, la adoración y el sometimiento adicto del escritor a la figura de Fidel: “No podría calcular la cantidad de presos, de disidentes y conspiradores, que he ayudado, en absoluto silencio, a salir de la cárcel o a emigrar de Cuba en no menos de veinte años”.

Krauze se pregunta, algo que estoy seguro cualquier lector lo haría, ¿absoluto silencio o complicidad absoluta? ¿Por qué los habría ayudado GGM a salir de Cuba si no es porque consideraba injusto su encarcelamiento? ¿No hubiera sido más valioso para un escritor “libre” denunciar públicamente estos abusos cometidos en contra de presos disidentes o críticos opositores? ¿Cuántas muertes son necesarias para que un escritor como GGM denuncie la barbarie de un régimen totalitario como el dirigido por Fidel? Al parecer muchas más de lo que todos podemos imaginar.
Existe una gran diferencia entre el periodismo y la literatura. Las novelas y los cuentos nos permiten falsear y modificar la realidad. El mundo de la ficción es justamente ese en el cual la realidad se confunde con lo irreal, permitiéndonos vivir como nuestras las vidas de personajes que nunca serán de carne y hueso, simplemente porque no existen En cambio, el reportaje periodístico exige un compromiso absoluto con la verdad, y para ello, quien lo ejerce debe tener la suficiente capacidad como para darle voz a todos los actores del proceso, no solo a aquellos con los cuales paseó en bote, compartió banquetes y agasajos, o celebró el Premio Nobel.
GGM siempre se sintió orgulloso de su oficio periodístico, pero ¿cómo conciliar los valores y la ética periodística con su defensa cerrada de una dictadura como la cubana? ¿Cómo justificar el silencio cómplice de un genio de la palabra como GGM frente a los abusos del poder? ¿Cómo hacer para que la figura del deicida literario no se contamine con las fidelidades del adorador del patriarca cubano? Quizás la respuesta sea más sencilla de lo que parece: saber distinguir entre el valor de la obra literaria de un genio y la vida pública del hombre que con absoluta libertad, decidió justificar día a día, a lo largo de más de 50 años, la vigencia de la dictadura más antigua de América Latina.


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