miércoles, 21 de diciembre de 2011

Ollanta Humala: Los militares son los guardianes socráticos de la democracia






Luego de que el gobierno del Presidente Humala decidiera anticipar los tan anunciados cambios en la conformación del gabinete ministerial; cambios que terminaron con la salida de Salomón Lerner del cargo de Primer Ministro, y el ingreso de Óscar Valdés como su esmerado sucesor. Muchos sectores han mostrado su preocupación frente a lo que podría ser el inicio de un proceso de endurecimiento en la manera y en la forma de entender el quehacer político al interior de una democracia por parte del jefe de Estado y de sus más cercanos colaboradores.


Para muchos analistas del medio local, la llegada de algunos personajes y la salida de otros del cuerpo de ministros de Estado estarían marcando un reacomodo en las fuerzas políticas más cercanas a Palacio de Gobierno. Muchos incluso se han animado a decir que lo que está en ciernes no es otra cosa que un evidente giro de timón en la conducción de los destinos del país, un giro que sin lugar a dudas terminará por acercar a la figura del Presidente de la República a los sectores más conservadores y autoritarios de nuestro país.


La llegada de Óscar Valdés a la PCM (Presidencia del Consejo de Ministros), el nombramiento de dos personalidades muy cercanas a su entorno en los ministerios de Defensa y del Interior, respectivamente, así como el nombramiento de una dama de convicciones profundamente católicas y religiosas en el Ministerio de la Mujer, con todo lo que ello representa en la adopción de políticas de género vinculadas a temas de derechos y libertades sexuales y reproductivas, terminarían por confirmar las dudas que en no pocas personas, dentro de las cuales me encuentro, habían generado las últimas decisiones y declaraciones públicas hechas por el presidente Ollanta Humala.


A pesar de todo ello, de las dudas, de los fantasmas del pasado que parecen empezar a despertar luego del cisma político ocasionado por la salida de casi la mitad de miembros del gabinete ministerial, me parece un tanto prematuro hablar, aún no cuento con la absoluta certeza para ello, de una suerte de militarización del gobierno. Sin embargo, lo que no puedo dejar de evidenciar, porque las pruebas saltan a la vista, y el propio presidente se esfuerza con bastante destreza en ofrecernos material fecundo para ello, es esta suerte de vuelta al conservadurismo ideológico más arcaico en el pensamiento de Ollanta Humala.


Como bien nos lo hace recordar el periodista y analista político Carlos Basombrío, luego de algunas declaraciones bastante desafortunadas de nuestro mandatario, se nos viene a la mente de todos los peruanos la imagen de Ollanta Humala y la de su esposa, Nadine Heredia, visitando, rosario en mano, a monseñor Juan Luis Cipriani, manifestándole su deseo de conservar los valores de la familia tradicional, en claro deslinde con la propuesta libertaria de Perú Posible de permitir en el Perú la unión civil entre parejas del mismo sexo. La pareja presidencial en esa oportunidad, previa genuflexión y besa manos, comprometió su palabra de llevar al Perú por la senda del catolicismo más conservador e intolerante, en un esfuerzo por no desatar la ira de la poderosa Iglesia Católica peruana, siempre interesada y capaz de restarle algunos puntitos en la carrera electoral a quien se atreva a cuestionar algunos de los dogmas más ultramontanos y milenaristas de dicha fe; sino preguntémosle a Mario Vargas Llosa por la campaña presidencial de 1990.


Pero la preocupación no debería pasar a mayores, pues cada persona tiene el derecho de profesar la religión que mejor prefiera, si es que este conservadurismo religioso, que algunos parecen olvidar, algunos que ante el sombrío horizonte que se abría para la historia de nuestra patria decidimos darle nuestro respaldo al entonces candidato Ollanta Humala, a sabidas cuentas de que en lo ideológico no era necesariamente el más vivo representante del liberalismo democrático, no diera muestras de estarse convirtiendo en la actualidad en un conservadurismo ideológico y político que esperemos no se agudice con el transcurrir de los meses; pues de ser así, y como ya es costumbre en nuestro país, el candidato vencedor de la elección presidencial terminará por engrosar la lista de las grandes decepciones. Uno más en la larga fila de personajes que llegaron a Palacio por la zurda progresista y se despidieron por la puerta de la diestra reaccionaria. Aunque para ser sinceros, no sé si en nuestro país contamos con una casta liberal de izquierda. Al menos yo, lo pongo en duda.


Hace algunos días, el Presidente Ollanta Humala en un discurso pronunciado en las Pampas de la Quinua, nos hizo recordar la peligrosa frase de su padre don Isaac Humala (un tipo muy simpático y cómico para serles sincero): “Ollanta Humala hará un gobierno de militares”. Para el patriarca de los Humala, en el Perú existe un ciclo de poder en el que alternan civiles y militares. El ciclo de los civiles ha llegado a su fin, sentenció el padre del Presidente. Ollanta traerá de vuelta el gobierno de gendarmería, afirmó, sin mayor rubor que el rosado natural de sus mejillas.


Seguramente algún peruano bien intencionado (militante o “neo” empleado público por favor del partido de gobierno) podría decir que las palabras y frases del lunático don Isaac no pueden en modo alguno generar suspicacias en torno al talante democrático del jefe de Estado. Pero el cielo, así como el infierno, está lleno de buenas intenciones, y el reino de Dante no es necesariamente el hogar de los malvados sino el de los despistados, que gracias a su ingenuidad ofician de tontos útiles y tetelemeques del poder de turno, terminando casi siempre chamuscados.


En las Pampas de la Quinua el presidente pronunció la siguiente frase (candidata a frase del año en nuestro país): “el soldado es como un sacerdote, que está más allá del bien y del mal”. En otras palabras, para el presidente Humala, los militares, los uniformados representan la reserva moral de nuestro país y sobre sus hombros descansa la vida y la estabilidad del sistema democrático. Los militares, los policías, las fuerzas del orden, guardianes del imperio de la ley, están por encima del común de los peruanos, su figura inmaculada los convierte en los “guardianes socráticos de la democracia”, (díganme sino es huachafo el comandante) siendo ello así, es deber del jefe de Estado y de sus colaboradores velar porque esta distinción no se pervierta con el vicio tan humano de la política. Acto seguido, el propio jefe de Estado, pasaba a anunciar y justificar la anulación del voto militar y la reposición del servicio militar obligatorio.


Esta alocución, esta sarta de frases, peligrosas y no únicamente cantinflescas, resultan, como bien lo apunta el profesor Nelson Manrique, bastante extrañas viniendo de una persona que hace una década se alzó en Locumba contra un orden corrupto cuya caída puso en prisión a alrededor de un centenar de oficiales, de los cuales 12 eran de la máxima jerarquía. En otras palabras, acaso no resulta falaz una frase como la esgrimida por el Presidente, al denominar a los militares como “guardianes socráticos de la democracia”, cuando la historia no hace sino confirmar que tanto militares, como abogados, como policías, somos todos falibles. En todo caso, los “imaginarios guardianes socráticos de la democracia”, durante la década de los 90, no fueron otra cosa que, al menos una buena parte de ellos, los “auténticos garantes del saqueo de las arcas públicas”. Acaso el uniforme verde oliva tiene un efecto purificador instantáneo como el Padre Nuestro o el Ave María. No pues señor presidente, tan tontitos no somos los peruanos. Esfuércese un poquito más. García era igual de ridículo pero sus sofismas eran más entretenidos.


Y como “guardianes socráticos de la democracia”, los militares no deberían participar en política, aseveró. Los militares no pueden descender y entregarse a los vicios de la acción política. Por ello, habría que repensar la posibilidad de abolir su derecho de sufragio y empezar a formar a las nuevas milicias democráticas instaurando el servicio militar obligatorio. Dos propuestas bastante afiebradas en mi concepto, que de ser concretizadas, marcarían un severo retroceso en el proceso de democratización y construcción de ciudadanía en nuestro país.


La historia es bastante aleccionadora, sólo basta leerla y repasarla sin mayores prejuicios. Acaso la supresión del derecho al voto de los militares evitará que estos incursionen en política. Señor presidente, mire el pasado. No se ha dado cuenta Ud. y sus avispados asesores que en el Perú hemos tenido más gobiernos militares que civiles sin necesidad de que los primeros contasen con el derecho de sufragio. Una cosa no tiene nada que ver con la otra.


En todo caso, son las democracias avanzadas las que han marcado el norte en este tema. En ellas se evidencia que no existe mejor fórmula para convertir a los militares en auténticos garantes del sistema democrático que incorporándolos a la vida política nacional a través del derecho al voto, pues promoviendo su participación mediante el ejercicio de su derecho a elegir se los compromete con los destinos del país y con la suerte del gobernante de turno, pues el hombre que llegue a ocupar el sillón presidencial y el cargo de Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas habrá sido elegido también por ellos mismos. Recortarles este derecho no sólo resulta inválido desde el punto de vista constitucional sino inconveniente desde el punto de vista político, pues cuando los militares no pudieron ejercer esta facultad no estuvieron en condiciones de desarrollar la adhesión necesaria con la defensa de la democracia, del orden constitucional y de los principios que los inspiran, dejando en estado de indefensión a nuestra débil democracia, presa fácil de los apetitos de caudillos civiles y militares, casualmente, pues cuando los militares no pudieron canalizar sus expectativas, sueños y desilusiones a través de las urnas, lo hicieron en las calles a ritmo de fusil y bayoneta.


Formar a los “nuevos guardianes socráticos de la democracia” a través de la restauración del servicio militar obligatorio. Otra propuesta que pone en evidencia el remozado conservadurismo ideológico y autoritarismo demagógico del señor presidente. Esta fórmula, desechada por retrógrada en las democracias de occidente, por ser profundamente restrictiva de la libertad, pretende ser traída de vuelta a nuestro país en la segunda década del siglo XXI. ¿Servicio militar obligatorio para quién deberíamos preguntarnos? ¿Obligatorio para los niños y niñas bien? ¿Obligatorio para los visitantes de Eisha en los veranos? ¿Obligatorio para los hijos de los dueños del Perú? Claro que no. El servicio militar en el Perú nunca fue obligatorio. Al menos no para todos. El servicio militar obligatorio no fue otra cosa que un sistema de leva discriminatorio que seleccionaba a los hijos de las familias más humildes de nuestro país. Su restauración sería el retorno de uno de los sistemas de discriminación más absurdos e infames de nuestra historia. Si realmente se quiere atraer a los jóvenes al servicio militar, pues ofrezcámosles incentivos (económicos, académicos, profesionales) que los motiven y los hagan elegir libremente por esta opción. Lo otro es populismo, demagogia y autoritarismo puro.


Señor Humala, tenga cuidado, si a su conservadurismo económico de los últimos meses, le termina por sumar su revivido conservadurismo ideológico y político, acabaremos todos burlados. Despertará la ira de los muchos, y el 2016, nos volveremos a jugar la cabeza en las urnas. Entre la derecha autoritaria de siempre, y una izquierda demagógica trasnochada, seguramente más radical que la que Ud. encarnó en las pasadas elecciones.



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