¡Nosotros vencimos al terrorismo! Es la frase que la candidata Fujimori repite de manera sistemática en todos y cada uno de los mítines a los que asiste, en todas y cada una de las declaraciones que brinda ante cámaras, en todos y cada uno de los foros a los que ella es invitada. ¿Por qué lo hace? Muy simple, ella cree que reforzando este discurso e instalando esta idea en el imaginario de la gente logrará posicionarse como la mejor opción para acabar con la inseguridad ciudadana. Fujimori dice lo siguiente: ¡Tuvimos mano dura para acabar con el terrorismo! ¡Tendremos mano dura para acabar con la delincuencia!
El problema con esta frase (efectista, por supuesto) es que Fujimori cree que para solucionar los problemas del país lo más importante es tener mano dura (grita y gesticula cuando lo dice). Lo que no sabe Fujimori es que la mano dura no sirve si no va acompañada de una estrategia que de manera inteligente articule los esfuerzos de todas las instituciones del Estado (el fujimorismo nunca ha creído en las instituciones) para combatir la delincuencia pero “respetando las reglas de la Democracia y el Estado de Derecho” (palabras desconocidas para el fujimorismo).
Sin embargo, y como es costumbre en Fujimori, durante largos años tanto ella como su movimiento político se han encargado de construir un mito a partir de una cadena de mentiras o medias verdades: el fujimorismo acabó con el terrorismo. Y al parecer, según lo demuestran algunos estudios de opinión, ese mito, escrito sobre la base del engaño y el embuste, se ha convertido en una verdad, al menos para un importante sector de la población, que parece desconocer la historia reciente de nuestro país, y cerrar los ojos ante las monumentales pruebas que demuestran lo contrario.
En todo caso, lo que más debería preocuparnos, no sólo a quienes ahora compiten contra el fujimorismo en la segunda vuelta presidencial, sino a todos los peruanos que no hemos perdido la memoria, es que el fujimorismo, una vez más, usando las mismas prácticas fujimontesinistas (miente, miente que algo queda), logre capturar la adhesión de la juventud desinformada, que poco a nada hace por verificar la verosimilitud de las afirmaciones de Fujimori. A ellos, a los más jóvenes debemos decirles con firmeza lo siguiente: el fujimorismo no venció al terrorismo, el fujimorismo nunca implementó una estrategia antisubversiva para vencer al terrorismo, el fujimorismo (de la mano de Vladimiro Montesinos) no puede hacer suya una victoria que no le pertenece. Aquí lo explicamos.
Como bien lo recuerda Herbert Morote en su libro titulado “Todos contra la verdad”, a quien espero el fujimorismo no acuse de pro terrorista (palabra favorita en Fuerza Popular), no fue la acción desmedida e indiscriminada de las Fuerzas Armadas como se acabó con Sendero Luminoso, al contrario, los crímenes, violaciones y torturas cometidos por el Grupo Colina (criminales a los que el fujimorismo amnistió, no lo olvidemos) hicieron que la población civil los rechazara tanto como a Sendero.
A contracorriente, fue un grupo de policías (Grupo de Inteligencia – GEIN), creado el 5 de marzo de 1990, durante el primer Gobierno del ex presidente Alan García Pérez (el GEIN no fue creado por el fujimorismo, recuérdenlo), el que realizó trabajos de inteligencia en Lima y, luego del análisis de las pruebas y documentos incautados, permitió la captura de Abimael Guzmán el 12 de septiembre de 1992 (sin disparar ni un solo tiro, no lo olvidemos). Se trató entonces de una operación estrictamente policial de la que no tenían conocimiento ni Alberto Fujimori ni Vladimiro Montesinos.
Al respecto, el ex director de la DIRCOTE, Antonio Ketín Vidal, señaló en 2012 que ni Alberto Fujimori ni su otrora mano derecha, Vladimiro Montesinos, sabían el día y la hora en que se iba a capturar al terrorista Abimael Guzmán. “Fue un secreto por necesidad”, afirmó. ¿Cuál era esa necesidad? Vladimiro Montesinos quería involucrar a las Fuerzas Armadas en el operativo, para luego, salir a los medios a declarar que el triunfo era del nuevo Gobierno, y que la captura de Abimael Guzmán era el resultado de la estrategia antisubversiva implementada por Alberto Fujimori. Nada de eso fue verdad, pero Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos jamás le perdonarían a Ketín Vidal esta decisión.
Luego de la captura de Abimael Guzmán, y a pesar de que todavía quedaban algunos remanentes de Sendero Luminoso y el MRTA sueltos, los celos de Alberto Fujimori y el temor a que la DINCOTE tuviera vida propia fuera del control de Vladimiro Montesinos, hicieron que el Gobierno fujimorista acabara con la DINCOTE. En otras palabras, lejos de aprovechar las capacidades y la experiencia acumulada por la DINCOTE en su lucha contra la subversión, Alberto Fujimori desactivó esta unidad especial de inteligencia. ¿Por qué? La razón parecer ser obvia: ni Ketín Vidal, ni sus policías querían someterse a las órdenes de Vladimiro Montesinos (ex capitán del ejército separado de la institución por traición a la patria, no lo olvidemos). El asesor presidencial no quería ninguna competencia.
Fue así como, según lo cuenta la CVR, en enero de 1993, Ketín Vidal, director de la DINCOTE al momento de la captura de Abimael Guzmán fue cambiado a la Inspectoría General. Poco después de la salida de Vidal, el Gobierno desarticuló varios de los grupos especiales de la DINCOTE, destacando a sus miembros a otras unidades. En especial desaparece el GEIN, que en el momento de la captura de Abimael Guzmán contaba con 80 efectivos. Algunos de los primeros en ser cambiados fueron el jefe del GEIN, Marco Miyashiro, y el jefe de operaciones, Benedicto Jiménez.
¿Qué hubiese pasado si Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos no hubiesen desactivado a la DINCOTE? ¿Hubiese la DINCOTE acabado definitivamente con el terrorismo en el Perú? Probablemente sí. Lo que no debemos olvidar es que el fujimorismo no venció al terrorismo, que el fujimorismo nada tuvo que ver con la estrategia que dio como resultado la captura de Abimael Guzmán, que el fujimorismo de los noventa no diseñó la política antisubversiva, que basada en el trabajo de inteligencia, logró la captura de la cúpula de Sendero Luminoso. Afirmar ello es una mentira flagrante de la que no podemos ser cómplices. Esa es la mentira más grande del fujimorismo.
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