En la
columna pasada, recordamos el concepto de democracia delegativa desarrollado
por Guillermo O’ Donnell (GO), el gran politólogo argentino, que luego de haber
estudiado diversos gobiernos (Menen,
Collor, Fujimori, Chávez, entre otros), señaló que en Latinoamérica estaba
surgiendo un nuevo tipo de democracia, a la que llamó “delegativa” para
diferenciarla de la que todos conocemos: la democracia representativa.
Por
ello, expusimos siete características que para GO identifican a una democracia
delegativa, o si se quiere, a un Presidente delegativo, para luego,
preguntarnos si el Perú de los años 90 fue una democracia delegativa, y/o si
Fujimori fue un Presidente delegativo. Ahora corresponde exponer las 7
características restantes.
No existen verdaderos aliados
En
primer lugar, GO señala que los colaboradores directos de los Presidentes
delegativos no son verdaderos aliados. Lo que sí son obedientes seguidores que
no pueden adquirir peso político propio, anatema para el poder supremo del
líder. Los Presidentes delegativos tampoco tienen verdaderos ministros, ya que
ello supone un grado de autonomía e interrelación entre ellos, algo que para los
Presidentes delegativos es inaceptable. ¿Ocurrió esto en el Perú de los años
90?
Los otros partidos
políticos
En
segundo lugar, GO refiere que si bien los Presidentes delegativos suelen
necesitar el apoyo electoral de otros partidos políticos, los cuales se pueden
sentir tentados con la posibilidad de beneficiarse de la popularidad de
aquellos, tampoco pueden ser verdaderos aliados, ya sea porque su ostensible
oportunismo los hace poco confiables o porque no siendo parte del círculo de
poder no se tiene certeza sobre si los acompañarán (siempre y sin preguntas) en
su gran tarea de salvación nacional. Además, si fuesen realmente aliados, los Presidentes
delegativos tendrían que negociar con ellos importantes decisiones, algo que
estos líderes no están dispuestos a hacer. ¿Ocurrió esto en el Perú de los años
90?
Los otros actores
sociales
En
tercer lugar, GO afirma que el éxito inicial de los Presidentes delegativos
genera la aparición de nuevas demandas y expectativas, cuya concretización
exige la toma de decisiones complejas; pero ellas sólo son posibles con la participación
de diversos sectores sociales (sindicatos, partidos, gremios, entre otros) y
políticos que sólo pueden hacerlo ejerciendo una autonomía que los Presidentes
delegativos no están dispuestos a reconocerles. ¿Ocurrió esto en el Perú de los
años 90?
El círculo más cercano
En
cuarto lugar, GO advierte que poco a poco los Presidentes delegativos se van
encerrando en un estrecho grupo de colaboradores, que se encuentran cada vez
más atados al supremo valor de la “lealtad” al líder. Pero al mismo tiempo,
quienes los apoyaban desinteresadamente comienzan a sentir desconcierto,
preocupación y molestia, pues piensan que únicamente se los convoca para
aclamar las decisiones del Gobierno. Por ello, es clásico en estos casos que a
períodos iniciales de alta popularidad sucedan abruptas caídas, lo cual genera
una ola de “deserciones” por parte de quienes hasta hace poco se declaraban y
eran considerados como los incondicionales de los Presidentes delegativos.
¿Ocurrió esto en el Perú de los años 90?
Crisis y aislamiento
En
quinto lugar, GO expone que cuando la crisis aparece en estos Gobiernos, el
país se encuentra con debilidades institucionales propiciadas justamente por
los propios Presidentes delegativos. Son estos momentos en los cuales los
líderes subnacionales (antes aliados), los partidos (que otrora respaldaban al
Gobierno) o los actores sociales que habían sido cercanos al régimen, inician el
camino de salida y migran hacia otras latitudes políticas.
Esto
hace que se desate un escenario de crisis y tensión en el cual los Presidentes
delegativos reprochan la “ingratitud” de quienes, luego de haberlos aplaudido,
ahora los responsabilizan por los problemas existentes, y también les reprochan
las maneras abruptas e inconsultas con que intentan encararlos. Por eso, a
medida que avanza la crisis, los Presidentes delegativos buscan el apoyo de los
verdaderos “leales” (incondicionales, diría yo), tildando de antipatriotas a
todos aquellos que se oponen a su rol de “salvadores de la nación”, que ellos
creen representar. Para ello, no dudan en hacerle recordar al país la crisis de
la cual emergió su Gobierno, y el peligro que corre la nación de volver al
pasado sin su conducción. ¿Ocurrió esto en el Perú de los años 90?
Un solo camino
En
sexto lugar, GO refiere que como los Presidentes delegativos no han estado
acostumbrados a ensayar caminos alternativos para la solución de problemas, o
escuchar el consejo de personas que no sean parte de su círculo más inmediato,
a pesar de la crisis, insisten en seguir haciendo lo mismo y de la misma manera
que hasta hace poco les había funcionado. No obstante ello, es justamente esa
actitud la que termina aislándolos hasta dejarlos políticamente solos, sin
ningún respaldo social o político. ¿Ocurrió esto en el Perú de los años 90?
El autoritarismo sin
control
En
sétimo lugar, GO advierte que en los momentos de crisis aparece el mayor de los
riesgos de la democracia delegativa: los Presidentes delegativos en respuesta a
la aparición de voces opositoras, proceden a amputar o limitar seriamente las
libertades cuya vigencia la mantenían en la categoría democrática.
Al
mismo tiempo, los Presidentes delegativos tienden a acentuar su discurso
polarizante y amedrentador, a pesar de que cada vez son menos los que se
atreven a respaldarlos públicamente. Eso hace, que los poderes e instituciones
políticas que fueron duramente atacadas y arrinconadas adopten una posición
mucho más activa y confrontacional, justamente porque el respaldo social de los
Presidentes delegativos va en franco retroceso. Por ello, no resulta extraño
que GO afirme que en los periodos de crisis sean justamente los propios
Presidentes delegativos los que con su actitud contribuyan a acelerar la misma.
¿Ocurrió esto en el Perú de los años 90?
A modo de conclusión
Por
lo antes expuesto, queda claro que Latinoamérica debe apostar por la
consolidación de una democracia auténticamente representativa, capaz de
promover desde su propio seno la participación cívica de la ciudadanía en el
proceso de deliberación pública. En todo caso, es preciso que como región, pero
sobre todo como país, incorporemos a la democracia delegativa, como parte de
las experiencias históricas nefastas que debemos tener siempre presentes si
queremos construir un mejor futuro.
Finalmente,
es preciso señalar que más allá de que lo que GO haya podido decir acerca de
las presidencias de Menen, Collor, Fujimori y Chávez (Presidentes delegativos, según
su juicio), lo importante es reconocer el enorme peligro que representa para la
vida democrática de un país la llegada de líderes delegativos cuyo signo
distintivo no es otro que su profundo desprecio por las instituciones
democráticas. En todo caso, el debate sigue abierto, pero ahora contamos con
mayores herramientas para responder si el Perú de los años 90 fue una democracia
delegativa, y por ende, si Fujimori fue un Presidente delegativo.
Etiquetas: Alberto Fujimori, DEMOCRACIA DELEGATIVA, Guillermo O'Donnell
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