¿Es el migrante ilegal un criminal?
En el caso particular de los Estados Unidos de Norteamérica, el fenómeno de la migración se hizo más palpable a partir del siglo XIX con la llegada de los inmigrantes alemanes, irlandeses y escandinavos, generando importantes cambios en la cultura y religión del país del norte, uno de ellos fue como todos saben la extensión de su identidad religiosa de protestante a cristiana, por ejemplo. Ya a mediados del siglo XX, y debido básicamente a la labor desarrollada por el movimiento a favor de las libertades y derechos civiles y gracias a la incorporación de la totalidad de la población negra, la nación americana, comenzó a definirse como un país pluriétnico y plurirracial reconfigurando su acerbo cultural, ideológico y religioso simultáneamente. En lo que respecta a Latinoamérica, la migración cada vez mayor de latinos ha venido incrementándos de manera exponencial adquiriendo una relevancia social, política y económica nunca antes vista. Hoy en día habitan en los Estados Unidos más de 40 millones de latinos.
Dicho todo ello resulta pertinente formularnos una pregunta ¿Ha sido, desde el punto de vista socio-político, positiva o no la migración para el caso de los Estados Unidos? Algunos autores como el profesor de Harvard, Samuel Huntington, creen que dicho fenómeno trae consigo el peligro de transformar y acabar con los valores y principios básicos de la identidad norteamericana. El autor señala que la falta de capacidad del migrante, entre los cuales destaca al migrante latinoamericano, para adaptarse al marco de reglas imperante en los Estados Unidos ha ocasionado desorden y conflicto, elevando así el índice de violencia en ese país. Para Huntington, los migrantes carecen de iniciativa, no saben valerse por sí mismos y están privados de ambición. Pero, más allá del innegable tufillo racista que este tipo de afirmaciones esconde tras de sí es necesario hacer unas precisiones.
En un artículo publicado en 2004 por Mario Vargas Llosa, titulado Durmiendo con el enemigo, el autor nos brinda dos importantes datos que echan por tierra lo afirmado por Huntington. El poder de compra de los mexicanos en los Estados Unidos es de unos 3900 millones de dólares, lo cual supone un pago de impuestos de 356 millones, cifra que supera a los 250 millones que dicha comunidad gasta en servicios. Es decir, los mexicanos, como la mayoría de inmigrantes, producen más de lo que reciben. A su turno, en el caso de los cubano-americanos, estos presentan un per cápita mayor a los 36000 dólares anuales promedios del ciudadano norteamericano. Es decir, los 2 millones de cubanos que radican en los Estados Unidos producen más que los 11 millones que aún viven en la isla.
Teniendo en cuenta esos datos, la respuesta a la pregunta antes planteada resulta lógica. El fenómeno migratorio ha traído para los Estados Unidos un número mucho mayor de beneficios comparados con los efectos perjudiciales que todo fenómeno social trae consigo. El migrante, sea chino, portugués, musulmán, europeo o latinoamericano, no tiene como intención acabar con la cultura o el posicionamiento que Norteamérica ha tenido a lo largo de su historia. Muy por el contrario, el migrante contribuye con el fortalecimiento político, social y económico de ese país. Estados como Florida no hubieran experimentado el boyante crecimiento vivido en años anteriores a la crisis económica mundial sino hubieran contado con el concurso de miles de migrantes de todo el mundo afincados en sus costas. El migrante ve con ilusión a Norteamérica, pues entiende que este país le ofrece la posibilidad de construir el sueño americano, encuentra a un país en el cual el respeto por la ley, por los derechos y libertades y por el sistema democrático, generan incentivos para que cada ciudadano de lo mejor de sí en procura de su propio beneficio, el de sus familias y el de los Estados Unidos.
En ese sentido, extraña que en un país que se ha caracterizado por mostrase al mundo como la cuna de la libertad y como una sociedad abierta, prosperen leyes como la promulgada en Arizona la cual permite detener a extranjeros sospechosos de ser ilegales, otorgándole a la policía de ese estado la facultad de determinar si una persona es o no un migrante legal o ilegal, y en el caso de duda o sospecha arrestarla. Es decir, se pretende tratar a un fenómeno social como la migración con los mismos criterios con los cuales se combate al crimen común. Para efectos de la libertad del migrante, no existe diferencia entre ser sospechoso de haber cometido un robo, hurto u homicidio, y tener la mala suerte de presentar rasgos raciales, étnicos o lingüísticos que evidencien su origen no norteamericano y lo hagan pasible de una detención. Además, la nueva ley no sólo castiga o reprime al migrante ilegal sino también a aquella persona que le brinda ayuda transportarlo de un lugar a otro. Es decir, para esta ley es tan cómplice de un delito aquel que transporta a un terrorista, violador u homicida, como aquel que transporta a un migrante ilegal.
Felizmente, no pocas han sido las voces que han mostrado su total rechazo frente a esta desquiciada iniciativa, presidentes de naciones latinas, como Felipe Calderón, presidente de México, el Secretario de la Organización de Estados Americanos, José Miguel Insulza, líderes de opinión, artistas de todas las razas y lenguas, han catalogado a esta ley de racista, discriminatoria y abusiva. Una ley como la de Arizona abre la posibilidad para que miles de migrantes sea víctimas del abuso, del maltrato y la discriminación. No es posible que en el país en el cual sus líderes se esfuerzan por mostrar al mundo las bondades del libre mercado, del libre intercambio de bienes y servicios, se pretenda, desde un conservadurismo y nacionalismo casi xenófobo, dar luz verde a este tipo de medidas tan primitivas que lo único que hacen es atentar contra la dignidad de todos aquellos cuyo único delito es haber ido en busca de un destino mejor.
Creer que una ley de este tipo será un remedio eficaz para frenar la ola creciente de migrantes a los Estados Unidos es una ingenuidad, pretender que los mismos norteamericanos se conviertan en delatores de los migrantes so amenaza de ser denunciados es desconocer los lazos de solidaridad y amistad que a lo largo de los años han permitido que asiáticos, latinos, europeos y africanos convivan de manera pacífica en territorio americano, ayudados en no pocas veces por los mismos americanos de nacimiento. Esperemos que este tipo de iniciativas no prosperen, por el bien de los migrantes, de los Estados Unidos y de nuestra propia condición de seres humanos. Si algo significa el famoso sueño americano, es justamente la posibilidad de que todos convivan como uno solo respetando sus diferencias raciales, étnicas, religiosas o ideológicas, esa ha sido la base del crecimiento americano, no permitamos que algunos cuantos la destruyan.
Etiquetas: criminalización de los migrantes, durmiendo con el enemigo, ley antimigrantes, ley Arizona, migración sudamericana, xenofobia
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