viernes, 23 de abril de 2010

Justicia o Impunidad en la Iglesia Católica: los casos de abuso y pedofilia


Numerosas denuncias sobre la presencia de casos de pedofilia y abuso infantil al interior de la iglesia católica han inundado las portadas de diferentes medios de comunicación alrededor del mundo. En todas ellas se deja entrever la presunta falta de colaboración por parte de las principales autoridades eclesiásticas con el proceso de investigación y sanción para aquellos miembros del cuerpo sacerdotal incursos en este tipo de delitos. De igual forma, esta andanada de denuncias ha servido de pretexto inmejorable para todos aquellos enemigos del catolicismo que han utilizado el impacto mediático de las mismas para desatar una furibundo ataque contra la prédica católica y contra las autoridades que la representan, en especial contra la figura del Papa Benedicto XVI.

A mi modo de ver las cosas creo que el debate central, que no es otro que la posición que la Iglesia Católica debe asumir frente a las denuncias de este tipo de abominables crímenes, se ha venido desvirtuando, dando lugar a una discusión bizantina entre los católicos y los anticatólicos, en la cual los unos se esfuerzan por mantener indemne la figura del santo padre y los otros no hacen sino cuestionar su desempeño como Papa y como arzobispo de Múnich, en Alemania, y como prefecto de la Doctrina de la Fe, cargo que ejerciera durante un periodo de 25 años, antes de ser elegido Papa en 2005.


En ese sentido, creo corresponde hacer una serie de precisiones que demuestren que el problema de la pedofilia al interior de los claustros de la Iglesia Católica es un fenómeno que transciende a la gestión del actual Papa o a una iglesia en particular, pues de acuerdo a informes realizados por diverso sectores, incluso los llevados a cabo por la propia Iglesia Católica, se sabe que esta problemática data de hace muchos años atrás en diversas regiones del mundo.


Así, tenemos que en importantes países del mundo como Estados Unidos, Canadá, Italia, acostumbrados a ir a la vanguardia del desarrollo y el progreso, el número de denuncias por caso de pedofilia es escalofriante, lo mismo ocurre con otros como México, Irlanda y Brasil en los cuales el escándalo e indignación generados por estos eventos tuvo como resultado la denuncia de decenas de sacerdotes, los cuales prefirieron colgar la sotana y pasar desapercibidos a afrontar un juicio en el cual se demuestre su culpabilidad o inocencia en juicios públicos.


En Estados Unidos, a partir de una investigación llevada a cabo en el año de 2004 se estableció en 4400 el número de curas pedófilos entre 1950 y 2002, y en 11000 el de niños que fueron víctimas de tales vejámenes. En Canadá, la Iglesia Católica y el gobierno canadiense, tuvieron que pagar 706 millones de euros de indemnizaciones a las víctimas de abuso sexual en el año 2002. En Italia han sido detenidos, inculpados y declarados culpables 130 curas en los últimos dos años, en el marco de procesos de pedofilia, lo preocupante es que las propias autoridades judiciales señalan que este número no es sino una pequeñísima parte del total de casos que se encuentran en proceso. En Irlanda, país que registra la más alta tasa de casos de pedofilia, se registran aproximadamente más de 14500 casos de niños abusados por sacerdotes. Finalmente, en Alemania, se denunciaron abusos sexuales contra niños en 19 de las 27 diócesis católicas alemanas, entre las cuales figuran abusos contra los pequeños cantores de la coral de Ratisbona, dirigida de 1964 a 1994 por el hermano del Papa, monseñor Georg Ratzinger.


Son todos estos datos, son este conjunto de cifras reportadas en diversos países del mundo, los que viene remeciendo los cimientos de la iglesia en los últimos tiempos. Los casos de abuso sexual de niños en Alemania han motivado una serie de críticas, que con fundamento a no, apuntan siempre a la figura del Papa al cual se lo acusa de haber mostrado indiferencia o en el peor de los casos de haber encubierto las decenas de denuncias que durante años llegaron a conocimiento de las máximas autoridades del Vaticano. Cabe resultar que antes del año 2000, ninguna, sino muy pocas eran las denuncias que salían a la luz pública, y menor aún fue el número de curas que además de ser llevados a proceso fueron declarados culpables. En la mayoría de estos casos, los padre de las víctimas, personas muchas veces de escasos recursos económicos, se veían forzados, mediante el chantaje, la amenaza o alguna dádiva a retirar la denuncia antes hecha, “la Iglesia Católica tiene mucho poder” dicen muchos de ellos, un poder que no pocas veces logró torcer la voluntad de autoridades policiales, encargadas de las investigaciones, de jueces y fiscales, en todo el mundo.


En ese escenario resulta fundamental que la Iglesia Católica, a través del Papa siente una posición clara frente al abuso infantil y casos de pedofilia cometidos por sus curas contra los niños y niñas del mundo. El Papa apelando a la autoridad que tiene dentro y fuera del Vaticano debe dar señales claras al mundo y a su feligresía que actos tan abominables como los descritos no pasarán jamás desapercibidos, que los responsables de los mismos no contarán nunca más con el apoyo directo o solapado de cardenales, arzobispos o del mismo Vaticano, por más poder e influencias que estos tengan. El Papa además deberá, como lo ha venido haciendo en estas últimas semanas, reconocer la responsabilidad que le toca asumir por la indiferencia y desidia con que estas denuncias fueron muchas veces tratadas por el clero. Este acto, además de constituir una mea culpa esperado por fieles y no fieles, constituye un acto de desagravio a las decenas de víctimas y familiares de las víctimas de tan monstruosos crímenes.


En ese sentido, debemos reconocer esta vuelta de timón en la conducción y en el tratamiento que el Papa pretende darle a tan espinoso tema, él mismo dirigiéndose al mundo en una misa celebrada en la capilla Paulina, en el Vaticano señaló “ahora tras los ataques del mundo que hablan de nuestros pecados, vemos que es necesario reconocer lo equivocado de nuestra vida”, llamando a todos los católicos del mundo a hacer penitencia y a reconocer los errores, refiriéndose a los miles de casos de pedofilia denunciados. Estas declaraciones, más allá de ser un gesto simbólico importante, deben marcar un antes y un después en la manera como la iglesia ha manejado este tema. Nunca antes hubiéramos imaginado ver al máximo representante del catolicismo reconocer que dentro de sus predios se cometieron actos tan deleznables, más aún si se tiene en cuenta, que en muchas oportunidades fueron las mismas autoridades católicas las que tildaron a este tipo de denuncias de ataques infames que los enemigos del catolicismo hacían. Hoy en día, la fuerza de la historia y la contundencia de lo sucedido obligan al Vaticano a repensar su posición y a renovar su compromiso en defensa de los más débiles y desprotegidos: los niños. Esperemos en todo caso que esta sea una actitud que se mantenga firme en el tiempo, independientemente del sacerdote que llegue a convertirse en santo padre.



Rafael Rodríguez Campos

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