Nos vamos, renunciamos, damos un
paso al costado para evitar una mayor crisis de gobierno. Esas fueron las
palabras dichas por los ministros de Interior y Defensa, los “renunciados”
Alberto Otárola y Daniel Lozada, horas después de haber presentado ambos sus
renuncias. Falso, otra mentira más en boca de estos señores, es que acaso no se
dan cuenta de que todo el Perú sabe que los despidieron. Ustedes señores
ministros fueron renunciados, expulsados, mandados a su casa por incompetentes
y mentirosos. Hasta el último momento se aferraron a sus cargos, las mieles del
poder los habían terminado por seducir, hasta el punto de hacerlos perder el
más mínimo sentido de la responsabilidad y la vergüenza. La oposición tuvo que
presionar, la opinión pública enojarse, y los medios lanzar su artillería, para
lograr que al fin entren en razón y se fueran.
Ante ello, igual de torpe, o
quizá un poco más, se mostró el presidente de la República al momento de
resolver esta crisis. No había necesidad de esperar tanto tiempo para
reemplazar a dos ministros que ya habían pasado a la categoría de “muertos
políticos”. O es que acaso Ollanta y esposa creen ser poseedores de fuerzas y
poderes sobrenaturales capaces de devolverles la vida a los vencidos por la
estupidez y la arrogancia. O es que acaso el presidente pensó que para
solucionar esta segunda crisis de gobierno bastaba con que su joven esposa
escribiera desde Corea o Japón una frase esperanzadora a través de twitter que
terminaría por salvarles la cabeza pero no el honor a este par de fantasmas.
Una vez más el Gobierno se ve
obligado a realizar cambios y ajustes al interior del denominado “gabinete de
la cohesión”. Qué cohesión, qué coherencia, de qué nos están hablando los
operadores y ayayeros del presidente. No
era que el premier Valdés era un tipo con un talento excepcional para enrumbar
el camino de un Gobierno que hasta el día de hoy sigue buscando un norte. Pocos
meses transcurrieron para darnos cuenta que este nuevo gabinete no es ni mejor
ni peor que el anterior.
En todo caso, podemos decir que a
diferencia del “gabinete Lerner”, en este equipo ministerial la falacia y la
mentira se han convertido rápidamente en prácticas políticas que no sonrojan ni
entristecen. Basta recordar, como lo han hecho todos los medios (me refiero a
los que no se han alineado con el gobierno de turno), que la “Operación Libertad”
fue un rotundo fracaso, que los 36 rehenes en el VRAE fueron liberados por los
mismos senderistas que los secuestraron (previo pago claro está), que las
fuerzas del orden no tienen ni la menor idea de la posición del “camarada
Gabriel”, que los periodistas se toman fotos y entrevistan a este sanguinario
terrorista mientras nuestros soldados esperan que el Estado les de mayor apoyo,
que el suboficial Luis Astuquilca apareció vivo luego de 17 días gracias
únicamente a su heroísmo, y que el cadáver del suboficial César Vilca fue
encontrado por su propio padre, pues a ellos la institución los abandonó de la
manera más cobarde.
Si después de esta cadena de
continuos errores estos ministros no eran expectorados del Gobierno, no sé cuál
habría sido la reacción de la población que durante estos últimos días y
semanas no deja de preguntarse si este Gobierno sigue siendo el de la “gran
transformación” o se ha convertido en el Gobierno de la farsa, la patraña y el
embuste. La gravedad de la crisis exigía un rápido giro de timón, el gobierno
debió bajar el tono del debate anunciando el nombramiento de nuevos ministros.
No lo hizo. O mejor dicho, no lo quiso hacer. Y cuando por fin se decidió a
hacerlo, no tuvo mejor idea que recurrir a la misma gente inexperta,
incompetente y acomodaticia de siempre.
¿Quién es el nuevo ministro de
Defensa? Gracias a la generosidad del señor presidente, y con el apoyo de su
cuestionado primer ministro, el encargo recae en manos de José Urquizo, quien
hasta hace unos días se desempeñaba como ministro de la Producción. Como lo
oyen, el Gobierno ha premiado la incompetencia de este señor, responsable
político de los dos muertos en Paita, al no haber podido resolver la crisis de
la merluza, con su nombramiento en este importante ministerio. Es decir, quien
no tuvo el coraje y la capacidad para dar cumplimiento a los acuerdos del 9 de
abril firmados en la Presidencia del Consejo de Ministros, referidos al
incremento de la cuota pesquera para la pesca de merluza, por razones que hasta
el día de hoy no ha explicado, es hoy en día el encargado de “luchar contra el
narcoterrorismo en el VRAE”.
Al presidente no le importó que este
ministro haya estado a punto de ser censurado junto a Otárola y Lozada. Porque
vamos, si a Lozada se lo criticó por salir de viaje a Colombia en plena crisis,
¿qué me dicen de este señor que en pleno conflicto en Paita decidió tomar un
periplo por la lejana Qatar? La interpelación contra este señor ya estaba
lista, y la censura se venía. Por ahora, José Urquizo se libró del despido con
este reciente nombramiento y seguirá vistiendo su fajín de ministro por unos
meses más, al menos hasta que su incapacidad comprobada lo lleve a cometer otra
torpeza.
¿Quién es el nuevo ministro del
Interior? Otro espectro, otro muñeco de cera, igual de opaco, pero con un
pasado mucho más cuestionable que su otro compañero. Wilber Calle Girón se
venía desempeñando como viceministro de Políticas para la Defensa de ese
sector. Llegó a este ministerio de la mano del “irrenunciable Otárola”. Es
decir, a quien formó parte de un equipo cuya falta de manejo político y
sectorial ha sido más que evidente se lo premia nombrándolo como el titular en el
ministerio más complicado de todos.
Como se sabe, la conducción
política de una institución tan importante como la Policía Nacional del Perú
exige la participación de una persona empapada y conocedora de la problemática
del orden interno y la seguridad ciudadana. En mi opinión este militar no
cuenta los pergaminos y méritos
suficientes para dirigir este sector. Además, es sabido que “únicamente los
gobiernos militarizados” optan por colocar al frente de esta cartera a ex
soldados, pues la tradición democrática en nuestro país es que quien llega a
este ministerio sea un civil o un ex efectivo policial. Su nombramiento no ha
caído bien en esta institución. El Gobierno está militarizando a la Policía,
esta es la percepción que yo tengo, y sobre la cual no creo estar equivocado.
Pero los cuestionamientos no
acaban con lo antes dicho, si de pasado oscuro hablamos, este ministro alcanza
nota sobresaliente. En 1990 el mencionado señor se desempeñó como Jefe del
Comando Político Militar de la sub-zona de seguridad número tres de Apurímac.
Tiempo después, y acá viene lo más preocupante sobre la trayectoria de este
personaje, se convirtió en una de los militares genuflexos que con entusiasmo
firmaron el “acta de sujeción” respaldando el autogolpe de Estado perpetrado
por el dictador Fujimori. Es decir, el presidente Humala, quien en su momento
criticó duramente a este grupo de uniformados que no tuvieron el menor
escrúpulo en cuadrarse y someterse a las órdenes de un golpista como Fujimori y
de un truhán como el “capitán acusado de traición a la patria”, Vladimiro
Montesinos, decide colocar al frente de una institución democrática como la
Policía Nacional del Perú a un encubierto golpista pro-fujimorista como Wilber
Calle. ¿Cómo se explica uno este tremendo desatino? ¿Cómo entender la ineptitud
del gobierno en este asunto? Me animo a presentar dos ideas.
La primera, queda claro que la
falta de cuadros políticos y técnicos en el “partido de Gobierno” se hace
evidente con el correr de los meses. Esta debilidad del Gobierno se pone de
manifiesto sobre todo en este tipo de situaciones en las cuales el presidente
mira hacia dentro de su organización en busca de soluciones y no encuentra otra
cosa que mediocridad y ramplonería. La segunda, al Gobierno le cuesta muchísimo
convocar a personalidades de prestigio, independientes calificados y técnicos,
para formar parte del Consejo de Ministros. Nadie quiere ser parte de un Gobierno
que no tiene un capitán a la vista. Nadie quiere quemarse políticamente para
ser pasado luego por una aplanadora mediática que lo sepulte de por vida. Nadie
quiere asumir el cargo de ministro por unos cuantos meses a cambio de nada.
Porque seamos claros, José Urquizo y Wilber Calle saben que el Premier Valdés
tiene los días contados, que es un condenado a muerte, y que a más tardar en el
mes de la patria recobrarán su eterno anonimato
Etiquetas: Alberto Otárola, Daniel Lozada, José Urquizo, Operación Libertad, Wilber Calle
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